Ratas insaciables desde Noruega a Etiopía

“La gran diferencia entre los humanos y los animales es que los animales nunca permitirían que los lidere el más estúpido de la manada”.
Winston Churchill, ex primer ministro del Reino Unido

 

La democracia es tan, pero tan buena, que todos quieren estar ahí bien dentro. Y casi sin querer queriendo va creando a su alrededor una red de vividores al interior del gigantesco sistema que lo hace funcionar. Así, el tamaño del Estado crece y crece, mientras que la libertad de las personas cae y cae. Y tiene lógica, si pones a trabajar a mucha gente en el sector público, tienen al menos que hacer ver que dan resultados, que ese empleo vale para algo. Y ese algo es controlarte. Además de garantizarse unos cuantos votos en las siguientes elecciones.

Papá Estado no hace nada gratis y una superestructura hay que pagarla, como no puede ser de otra manera. Eso se traduce en más impuestos al sufrido contribuyente, y por consiguiente, menos libertad real al contar con menos dinero en nuestros bolsillos y tener más dependencia del político. Al final, la tutela del estado sólo se traduce en restricciones y prebendas.

Dineros ‘extraviados’

Pero hasta aquí todo en orden, son las reglas que nos hemos dado y las reglas se aceptan, aunque no nos gusten. Ahora viene la desviación dentro del sistema: las ratas que se van comiendo la democracia por dentro, la corrupción que mina la confianza del ciudadano y que es inherente a los políticos de todos lados. Siempre he defendido (con poco éxito) entre mis amigos, que el colombiano se piensa que sus políticos son los más corruptos… y no es así. Corruptos hay en todos lados, y cuanto más tienen para ‘repartir’, más se ‘reparten’. Las famosas prebendas, en muchos casos, sólo es corrupción. Miles de millones regalados.

El ex Contralor y Procurador General de la Nación, Edgardo Maya, ya denunció en su día que en Colombia la corrupción ‘hace desaparecer’ cada año 50 billones de pesos, unos 10.000 millones de euros. Esto no es sólo el dinero que los políticos se llevan a su casa. Es también el mal uso del dinero de todos, ineficiencias, pérdidas de recursos, contratos innecesarios, retrasos o indemnizaciones… lo que comúnmente hace lo público: gestionar mal y ejecutar peor.

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Campeones del robo

Pero si por Colombia llueve, en otras partes del mundo truena y relampaguea. Las ya sonrrojantes cifras colombianas de ‘dinero extraviado’ son muy superiores en otros países. Hasta 9 veces mayores en España, 12 veces más en Francia… y 23 veces más ladrones en Italia. Según un informe presentado ante la Eurocámara por el grupo verde europeo en 2018, el resultado de la corrupción e ineficiencia del gasto público español es de 90.000 millones de euros/año, por los 120.000 millones de los franceses; y los 237.000 de italianos. Un récord de indignidad.

Veamos algún caso concreto, surrealista e indignante, pero real, de ‘dinero extraviado’. El Consejo de Investigación de Noruega encargó hace unos meses un estudio del posible impacto de la pintura blanca de titanio (un invento noruego) en una variedad de factores que incluyen la identidad nacional y las opiniones sociales sobre la raza. Dicho estudio, más o menos venía a investigar que tan racista es la pintura blanca que usamos en nuestras casas. En esto se gastaron 1 millón de euros, sí, un millón de euros. Algún amigo del político de turno vivirá unos cuantos años a costa de semejante mamarrachada.

El café etíope 

Otro caso más, hay decenas de ejemplos similares. Este también es bueno. La Agencia de Cooperación española financiará DURANTE 30 AÑOS un programa para resolver lo siguiente: “Mujeres, Café y Clima: empoderamiento femenino para la resiliencia socioeconómica de la cadena de valor del café frente al cambio climático en Etiopía”. A esta honorable causa le dedicarán 1.100.000 euros de dinero público. Me atrevería a decir que el español medio podría dormir tranquilo sin saber el impacto del cambio climático y el café en la mujer etíope. ¿En verdad esto es una prioridad teniendo en cuenta que el dinero público es limitado? O quizás la solución del gobernante sea precisamente seguir exprimiendo para pagar fiestas ajenas y que se pierda una mordida en el camino.

Cada uno de esos miles de millones de euros/pesos que se dilapidan van en contra de construir mejores hospitales, de intentar recuperar la mediocre educación pública que ellos mismos han dejado, mejores infraestructuras… o por qué no, más incentivos para mejorar el empleo en lugar de regalar dinero con susbsidios: el pan de hoy y el hambre de mañana. Sí, políticos rateros, la solución para esta democracia moribunda que estáis transformando no es cobrar más impuestos, es hacer mejor uso de los recursos y no gastar en bobadas. Es no dedicar partidas de dinero público en prebendas inútiles que sólo benefician a amigos y familiares. Es dejar de tomar a la gente por idiota o de tratarnos como si fuéramos niños de 10 años.

Asfixia fiscal

Corrupción es también imponer políticas públicas a un asfixiado ciudadano, cuando esas políticas no son las óptimas, sino modas impuestas, o fruto de lobbies que compran voluntades. El precio de todo lo sano, orgánico, o lo ‘eco’ es mucho caro y nos lo imponen a la fuerza los gobiernos supuestamente por nuestro bien. Sin saber si realmente tienen los efectos que nos dicen. Cuando los políticos hacen ingeniería social contra la razón, el sentido común o, incluso, la biología, se acaba creando un gravísimo problema social. Todo para que las ratas insaciables sigan mordisqueando el sistema y se hagan millonarios unos pocos. El mejor raticida es más moral, más honestidad y más decencia. Más valores. Primero aplicados en nosostros mismos, los ciudadanos, y luego exigírselo a quienes nos gobiernan.

Bonus track: esta semana el parlamento español ha aprobado una ley por la cual se tipifica como delito con pena de cárcel ciertas agresiones a animales. Por ejemplo, y esto es rigurosamente cierto, no es broma, matar una rata en tu propio domicilio puede llevar consigo 18 meses de prisión. Me da qué pensar que muchos se están cubriendo las espaldas.