La economía colombiana ha mostrado indicadores positivos, pero también algunos signos de alarma. Existe una tensión evidente entre el gobierno y el Banco de la República. El Presidente considera responsable seguir reduciendo las tasas de interés ante el comportamiento a la baja de la inflación, que se ubica en el 7,5%, y la necesidad de estimular la inversión. Sin embargo, el Banco de la República ha sido conservador y mantiene las tasas de interés en 11,75%.
Actualmente, los análisis macroeconómicos están influenciados por las mismas disputas ideológicas con las que se evalúa el primer gobierno progresista en la historia. Ya está claro que la idea de un colapso económico resultó ser un fantasma para crear miedo. Sin embargo, hay muchas áreas que podrían mejorar. Si bien el precio del dólar y la inflación tienen tendencias favorables, la tasa de crecimiento económico no es la esperada. La apuesta por transformar la vocación del país hacia el turismo, la agricultura y la economía del conocimiento ha generado grandes controversias. Estos sectores han crecido, pero la debilidad de la matriz industrial y la baja ejecución de recursos públicos en el gobierno, sumado a la postura del Banco de la República sobre las tasas de interés, están creando la sensación de que nos dirigimos hacia el estancamiento.
El contexto internacional tampoco ayuda: la guerra en Ucrania y Gaza, además de crear graves tragedias humanitarias, desestabilizan las relaciones entre las economías regionales y desconcentran a la humanidad en el esfuerzo de hacer la transición hacia una economía más sostenible y menos dependiente de fuentes de energía que generan gases de efecto invernadero, los cuales están calentando la atmósfera y aumentando la temperatura global. La sensación de turbulencia económica, política y social se está apoderando de las principales economías del mundo.
El país tiene un gran potencial de crecimiento que no ha explotado. El esfuerzo por llevar a cabo una reforma agraria y distribuir la tierra es un gran acierto que ningún gobierno se había atrevido a hacer en décadas. El turismo, de la misma manera, ha sido un motor importante desde la firma de los acuerdos de paz y tiene sentido considerarlo como una ruta para aumentar la oferta de divisas en el territorio y generar empleos de calidad. También es un hecho que no hemos sabido conectarnos con las oportunidades de la revolución tecnológica; mientras el mundo está en una carrera por el desarrollo de capacidades de cómputo y algoritmos cada vez más inteligentes, nuestro país no ha sido capaz de crear una agenda estratégica alrededor de la tecnología y sus oportunidades.
Se requiere la articulación de todos los sectores para poder impulsar el crecimiento económico. Los grandes empresarios deben evitar la tentación de provocar pánico y reconocer la importancia de trabajar con el gobierno. Este, a su vez, necesita mejorar rápidamente su capacidad de ejecución y estimular sectores como la construcción de vivienda, que se han visto frenados y son claves en la generación de empleo. La educación debe ampliarse y facilitarse masivamente a través de medios digitales para poder aprovechar las oportunidades en la vertiginosa era de la inteligencia artificial. Se necesita una economía diversificada y, por ello, es importante romper la dependencia del extractivismo, pero la transición debe estar acompañada de estímulos adecuados para que todos los sectores puedan potenciarse entre sí.