Por: José Félix Lafaurie, columnista invitado
La Navidad es una época para expresar afecto, amistad, solidaridad; para “dar y recibir”, sin importar si recibimos menos de lo esperado o podemos dar menos de lo que quisiéramos.
Por ello, esperanzado en la paz que se ofrece a los hombres de buena voluntad, y convencido de la del presidente Duque y la mayoría de los colombianos, hago una lista de los regalos que pediría para Colombia y que, seguramente, podrá recibir el país…, si hay buena voluntad.
Un salario mínimo que logre un punto de encuentro entre las necesidades incuestionables de quienes lo reciben porque hoy tienen un trabajo; las limitaciones de los empresarios, que deben competir en los mercados, entre ellos y contra el mundo entero; y las responsabilidades del Gobierno para que un mayor número de colombianos reciban ese mínimo formal.
El presidente ya demostró su compromiso con los más vulnerables, con un incremento real para 2019 sin antecedentes cercanos. Los empresarios pasaron del 4,5% al 5%, pero los representantes de los trabajadores, que se quitan el sombrero del comité de paro y se ponen el de la Mesa de Concertación, llegan a esta última con el tufillo extorsivo de la movilización a sus espaldas, con la posición “inamovible”, antítesis de la concertación.
Pido también que el Congreso, con responsabilidad, sin oportunismos ni chantajes, y con las modificaciones que considere pertinentes, como le corresponde dentro de sus competencias constitucionales, le regale al país una Ley de Crecimiento que ya aprobó hace un año y que hoy, con más veras, debería aprobar por sus modificaciones de alto impacto social.
Cómo quitarles la devolución del IVA a tres millones de colombianos de bajos ingresos; cómo negarles la posibilidad de adquirir, en tres días al año, artículos que, sin ser suntuarios, no están a su alcance; cómo frustrar otra vez a los pensionados de menor ingreso, negándoles la reducción del aporte a salud, una promesa traicionada por Santos después de haberse hecho a sus preciados votos.
Cómo negarles a los jóvenes la oportunidad de un primer empleo, premiando a las empresas que se los ofrezcan; cómo quitarle al campo recursos para vías terciarias con la sobretasa al sector financiero; cómo quitarnos a todos la posibilidad de medicamentos baratos con el descuento del IVA en la cadena y un adecuado control de precios.
Son regalos que no se pueden bajar del árbol de navidad de los colombianos, en el que el Gobierno ya puso otros, como la exención de impuesto de renta durante siete años para nuevas empresas de economía naranja, y el más grande: seguir creciendo a tasas superiores al 3 %, como pocos países en el mundo, con lo que representa en empleo y bienestar.
Infortunadamente, frente a la buena voluntad de muchos está la mezquindad de unos pocos, que no contentos con quitar los regalos quieren tumbar el árbol y destruir la alegría, como en el cuento de Navidad en que un personaje siniestro se dedica a arruinarle la fiesta a una aldea.
No quieren diálogo sino negociación extorsiva; no presentan propuestas sino exigencias; ayer eran trece y hoy 104 “inamovibles”, bajo la amenaza de no abandonar las calles. Siguen un libreto, envalentonados con la experiencia chilena y presentando, como advertí hace unos días, una colcha de retazos plagada de exigencias que rayan en la insensatez, ya sea por imposibles sin romper la democracia –lo que realmente quieren– o porque tomarían más de un mandato, lo que me hace pensar que… se convertirán en “habitantes de calle”.
A los colombianos de buena voluntad, paz en sus hogares y Feliz Navidad.