Llevamos años tratando de analizar las enfermedades que aquejan a un gran país como México. Intelectuales, periodistas, analistas, chamanes, doctores han tratado de encontrar la dolencia que tiene el país y el remedio que lo cure.
No es un problema sólo del gobierno actual, que también, si no de los diferentes gobiernos que asolaron la confianza y los recursos de la gente. Sexenios perdidos en miradas de corto alcance, más centrados en el enriquecimiento de algunos, que en el beneficio de los más necesitados.
Sexenios perdidos por la falta de previsión de sus políticos, la cortedad de miras de los diferentes dirigentes más ocupados en conservar cuotas de privilegios, que trazar líneas de futuro para salir de una vez para siempre de la mediocridad que los rodea.
Gobiernos sin experiencia algunos, ilegítimos otros, sin carácter casi todos y para poner la guinda al pastel, el actual cargado de sueños por el cambio, pero con un desastroso resultado de gestión de los mismos.
No dudo de la buena fe de los que dirigen los designios de los más que entregados ciudadanos. Pero el desperdicio en la concepción del Estado y el empeño en esquilmarlo hacen de México un país poco confiable para inversores que busquen ayudar a desarrollar una maltrecha economía, cargada de sinsentidos y camino del infierno, si siguen poniendo demagógicamente el empeño en emponzoñarlo todo.
El liderazgo que añoraban los mexicanos principalmente en la región, pero siempre con la mirada puesta a ser un jugador confiable en el ámbito geopolítico, se ha esfumado.
Los constantes despropósitos del gobierno actual, empeñado en cobrar pelea allá donde se encuentre, hace muy difícil la correspondencia de otros países para normalizar e incentivar políticas de colaboración.
El añorado cambio con el que soñó el presidente actual no termina de llegar. Más corrupción, más violencia, poco crecimiento económico y lo más peligroso, menos libertades individuales, hacen del sueño un sudor frío y un malestar que cunde día a día.
Buscar enemigos es gratis (siempre nos enseñaron que de uno en uno) pero esa capacidad para encontrar enemigos todos los días hace muy difícil el ejercicio de mirar hacia adelante y diseñar un México diferente, donde reine la concordia, se reduzca la violencia y las desigualdades sociales.
Pasado el meridiano del sexenio, la vista atrás no anima mucho a volver a confiar en esa extraña amalgama política de Morena. Las guerras internas, la falta de liderazgo, la previsible muerte política del partido el día que el líder deje de ser presidente de la República, hacen todavía mas difícil vislumbrar como será la sucesión.
Algunos políticos con oficio están en carrera presidencial, será culpa de ellos que la ciudadanía no los comprenda y acompañen, para terminar de hacer los cambios necesarios en un país que necesita tratamiento a su esclerótica situación institucional.
Desafortunadamente, para la ciudadanía que cree en el sueño del cambio, la oposición está desaparecida y rendida ante la evidencia que contra el karma actual no hay nada que hacer. Van pasando los meses después de esa dura experiencia contra el Covid-19 y nada parece que mejore la convivencia o las ofertas de trabajo digno, para los más afectados por la crisis económica posterior.
Las previsiones de crecimiento económico no hacen nada más que enrojecer a los ‘gurús’ que alimentaban la creencia de unos macro datos históricos. Algunos desatinos en los proyectos estrella, la falta de complicidades con los agentes económicos y la muy mala situación del negocio petrolero, hacen difícil pensar en un crecimiento que ayude a salir de las aguas movedizas de siempre.
Soñar es bonito, si es para cambiar la vida de los ciudadanos, mejor. Los políticos que sueñan tienden a ser generosos con los demás y buscan entornos de cambio y diálogo, que favorezca la consolidación del bienestar social de la ciudadanía y el enriquecimiento de las libertades. Pero la soberbia en la búsqueda de excusas permanentes, la confrontación sin sentido y la negación de una más que mala gestión con la ilusión de la ciudadanía por el cambio, hace que las posibilidades de los que vienen atrás se compliquen de manera inexorable.