Se acabó el reality, la columna de Jaime Polanco

Jaime Polanco

Desde los debates parlamentarios en la transición política española, nada me había interesado más que poder constatar la victoria de Joe Biden frente al tramposo Donald Trump.

Todavía en caliente, con las noticias de las grandes cadenas de televisión, que certifican la victoria de Biden después de ganar Pensilvania, hay muchas preguntas sobre el proceso electoral y el comportamiento del actual presidente llamando a la desobediencia y a no reconocer el resultado.

El mundo pensaba que “lo norteamericano era infalible”. El país líder del mundo occidental no comete errores. Sus instituciones, sus procesos cuidadosamente programados, sus protocolos para cada situación, sus leyes y como no, su capacidad para el desarrollo tecnológico, hacían impensable semejante desastre en el proceso electoral.

Ante la atónita mirada de millones de ciudadanos de otros países del mundo, EE.UU. pasaba por ser una republica bananera. Docenas de sistemas de conteo electoral, docenas de portavoces en constante contradicción sobre los votos que había, o faltaban o simplemente tenían que llegar.

Medios de comunicación haciendo juegos malabares con sus periodistas, para no caer en la trampa de confundir aun más a la opinión publica. Pero lo mas alucinante ha sido ver al Presidente Trump, engañando a sabiendas a sus ciudadanos, tratando de confundir al mundo con sus infundadas sospechas y tiñendo de incertidumbre institucional, el proceso más importante en la vida democrática de un país, como son las elecciones para renovar al jefe del estado.

Nunca antes en la historia americana había pasado un despropósito semejante. Ni Nixon se enrocó, cuando los senadores de su partido fueron a recomendarle que saliera de la Casa Blanca, por el escandalo del watergate.

No han sido los famosos rusos, ni los chinos, ni los castro-chavistas quienes han saboteado la credibilidad de sistema electoral, ha sido el propio presidente Trump, quien con sus incendiarias declaraciones, mintiendo descaradamente y sembrando de dudas sobre quien era el ganador de las elecciones, ha creado el caos entre la población y quienes dirigen las instituciones más sagradas del país.

Todavía queda la otra batalla por definir, como es el control del Congreso. Aun perdiendo algunos de los asientos, parece que los demócratas seguirán controlando la Cámara de Representantes. Faltan algunos votos por contar para saber como quedará el Senado, pero todo parece indicar que un empate técnico estaría por llegar, si se incluyen los dos senadores independientes y el escaño conseguido por la vicepresidenta electa.

Muchas cosas tendrán que cambiar cuando el día 20 de enero asuma el nuevo presidente. Se encontrará con un país divido. Con un partido republicano crecido como nunca y con sed de venganza. Con un país desnortado institucionalmente y al albur de las decisiones de otros, por el caprichoso abandono de algunos foros internacionales, que hacen la agenda del día a día del mundo global.

Nunca terminaré de entender cómo después de cuatro años llenos de despropósitos, medias verdades, arbitrariedades y posturas poco democráticas, el todavía presidente Trump, ha seducido a millones de ciudadanos que le han votado masivamente, sin cuestionamientos políticos o éticos.

Pero como solía decir él mismo en su programa de televisión The Apprentice cuando alguien tenía que abandonar el plató , “quedas despedido”.

@JaimePolancoS