Por: Oscar Sevillano
El exvicepresidente Germán Vargas Lleras en su pasada columna de opinión del diario El Tiempo dio a entender que los protocolos creados por la Administración Distrital para atender los desórdenes que se puedan presentar durante las marchas que se realizan en la ciudad, no son de su agrado, cosa que no es extraña. Todos sabemos que el lenguaje con el que habla el exfuncionario del Gobierno Santos es con órdenes tajantes, impregnadas de regaños, gritos y manoteos.
Vargas Lleras en su pasada opinión dejó muy claro que en su manera de ver al país, no existe la palabra diálogo, y que para él es mucho mejor, que en cada desorden que se presenten en las marchas que se hacen en contra de las políticas que implementa el Gobierno Nacional, se aplique la dictadura del bolillo, que de paso, no importa si esto se presta para los abusos de algunos miembros del ESMAD.
El exvicepresidente no entiende que la idea de implementar unas condiciones antes de hacer el uso legítimo de la fuerza a través de las unidades de la Policía Nacional, es la de evitar muertes como la de Dilan Cruz y decenas de heridos. Que si la estrategia del diálogo no resulta es porque los ciudadanos que provocan desordenes en las vías, no ceden en su intención de hacer las cosas más difíciles.
El recurso del diálogo es necesario agotarlo, antes de hacer uso de la fuerza, esto es algo de sentido común. De hecho, si las FARC durante los diálogos en San Vicente del Caguán, hubiesen entendido la utilidad del proceso de paz, Álvaro Uribe no hubiera tenido que llegar a la Presidencia de la República a implementar una política de seguridad respondiendo con fuego a sus acciones delictivas.
Si en Colombia se implementó una política de seguridad militar y de policía, es porque las FARC no cedieron y fue necesario imponerles la fuerza del Estado. Así mismo sucede en las manifestaciones, si los violentos no se calman y no entienden que no pueden perjudicar a quienes van en el transporte público o en sus vehículos particulares y que no deben destruir los bienes de propiedad privada, ni el patrimonio público, pues habrá que calmarlos, pero primero lo primero.
No será fácil lograr que los ciudadanos lo entiendan, especialmente algunos jóvenes universitarios que tienen en sus mentes una ideología anarquista bastante fuerte, y creen que la única manera de dar a conocer sus descontentos con el Estado es destruyendo todo cuanto ven. Es a este grupo poblacional al que es necesario llegar, haciéndoles entender lo equivocados que están.
La tarea no será fácil porque la mayoría de los colombianos nos acostumbramos a la idea de ver a los desmanes en las marchas como un problema de orden público, y no como un tema de convivencia. Quitarnos esa visión nos va a tomar mucho tiempo, y sobre todo enseñarles a algunos políticos como Germán Vargas Lleras que ven la autoridad como un tema de gritos, regaños y látigo y no como un tema de respeto por el otro, diálogo y concertación.
Muy bien por Claudia López y le deseo mucha suerte en esa idea de cambiar el manejo en los desórdenes en las marchas que en Bogotá, se hacen con la intención de manifestar las molestias ciudadanas por algunas políticas del Gobierno Nacional que no gustan.