Es claro que cualquier proyecto: personal, empresarial o social, requiere de bases sólidas y liderazgos que se permitan primero reconocer los errores sin revanchismo y, sobre todo, dar un paso adelante para pensar en el bienestar y el desarrollo sin exclusión, ni polarización.
Colombia es un país que debe ‘pasar muchas páginas’ sí quiere un verdadero cambio colectivo y así construir una sociedad más conectada, sensata y respetuosa. Las décadas pasan, las generaciones también, pero los problemas persisten: narcotráfico, violencia, corrupción y desconexión (este último se traduce en un sentimiento que combina pesimismo y escepticismo).
Lo que más preocupa son los primeros compases que se viven de cara a las próximas elecciones presidenciales, que cabe decir han sido apresurados y poco constructivos para Colombia. Es lamentable como vamos caminando de la mano de personajes que aspiran liderar el país a partir de la queja, el insulto y la cascada de errores del gobierno de Gustavo Petro.
Si la campaña del año 2022 fue de insultos, ataques y cruce de las líneas éticas, qué podemos esperar cuatro años después cuando las barreras de la buena comunicación y el diálogo se han ido perdiendo por cuenta del afán de buscar visibilidad y reconocimiento a partir del escándalo. Además, el escenario ha empeorado gracias un gobierno, cuyo presidente y altos funcionarios se han radicalizado en la queja, el escándalo, el cinismo y el chantaje, no solo contra opositores y críticos, sino que ha sido un verdadero ‘club de la pelea’ entre ellos.
La última elección que tuvo un tono más propositivo y menos ácido sobre el futuro del país fue la ocurrida en el año 2010 cuando Juan Manuel Santos, representando la continuidad del presidente Álvaro Uribe, ganó llegando casi al 70% de los votos en la segunda vuelta. Las siguientes tres elecciones (reelección de Santos, Iván Duque y Gustavo Petro) se decantaron por el nivel de miedo, odio y burla que construyeron alrededor de la figura de su antecesor.
Santos se reeligió con la idea de que era la paz con él o la guerra con Zuluaga. Duque se declaró un opositor radical del proceso de paz de Santos, con mucha mezquindad sobre los logros de su antecesor. Y ni que decir de Gustavo Petro, que desde el día uno de su derrota en el año 2018 decidió asumir una postura beligerante y revolucionaria frente al ganador, sin siquiera brindarle el beneficio de duda su gestión. Finalmente, el líder de Colombia Humana llega en el año 2022 con un discurso de cambio, que se quedó en eso: un triste y vacío discurso.
¿Quién es el siguiente? ¿El qué más le cuente los errores al gobierno actual? ¿El que represente la continuidad del discurso de la queja, la deuda histórica y la lucha de clases? ¿Quién más ataque la vida privada del otro? Esas preguntas no son difíciles de responder, quizás ya hay varios que sobresalen.
Gobernar con la queja, la excusa y la falta de acción es actuar con cobardía, pero elegirse enfrascado en la incapacidad del otro, es un gran intento paso para construir sobre la miseria y así perpetuar el conflicto en Colombia. ¿Queremos seguir en lo mismo?

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