El peor consejero para un gobernante es la vanidad; confundir una victoria electoral —que siempre es pasajera en los países democráticos— con un mandato infinito del pueblo, es el error más común en la política.
Los romanos tenían la práctica de recordarle a sus generales triunfantes que también eran mortales, no porque quisieran amenazarlos, sino por el bien del imperio. Les hacían saber que su triunfo era solo una coyuntura y que debían darle la dimensión correcta a su gloria temporal. Algunos lo entendían, otros en definitiva se obnubilaban y se auto creían dioses o, por lo menos, enviados por ellos.
Por supuesto, Medellín no podía quedarse atrás para alimentar una historia de humanos que se creen dioses. Con el episodio reciente del secretario de Cultura de Federico Gutiérrez, el cual afirmó ante un público cultural de la ciudad que él había sido nombrado no por saber de cultura sino porque Fico sacó 700.000 votos. Con esto envió un mensaje muy sincero y diciente de la gobernanza de Fico. Consideran que una coyuntura favorable es una patente de corso que les permite hacer lo que les plazca con la ciudad, incluso nombrar funcionarios incompetentes en sus áreas, lo cual ya está afectando negativamente a Medellín como hemos visto en asuntos como el aumento de basura en las calles, de la inseguridad y de las tarifas de energía que el gobierno distrital anterior había congelado.
Manuelito, como le dice Fico a su secretario de cultura, es solo el síntoma de una enfermedad que sufre toda una élite de la ciudad que se cree dueña y señora de los vestigios y que trata de eliminar física, social y moralmente a quien no siga patrones de conducta y acciones gubernamentales y económicas en instrucción del grupo empresarial antioqueño y de toda la parainstitucionalidad que crearon alrededor del gobierno, en las que nombran a sus lacayos que son pagados con el capital que saquearon por décadas.
Federico ganó las elecciones cosechando la cizaña que sembraron durante el periodo anterior los medios y opinadores manejados por las élites en Medellín. Su victoria es el resultado de una campaña sistemática que puso toda la capacidad instalada del poder de la ciudad al servicio de un relato de destrucción y saqueo, que no pueden probar, pero que repitieron tantas veces que lo hicieron parecer cierto. Ahora tienen a una ciudadanía decepcionada de su relato que resultó ser más una narrativa que una realidad.
Por esta razón, la orden para sus subalternos es hacer lo mismo, “hacerse ahí”, sin importa que no sepas mucho de lo que tienes que hacer, lo importante es que no interfieras con los intereses de las élites. El problema de Manuelito es que creyó que de esa orden se podía hablar con tranquilidad y desparpajo, algo equívoco en la política.