Colombia superó con creces las proyecciones que al inicio del confinamiento presentó el Instituto Nacional de Salud y pese a que superar con creces una expectativa siempre parece algo positivo, para nuestro caso no es más que la materialización del peor de los escenarios posibles.
¿Cómo llegamos a UN MILLÓN de contagiados de COVID19 en Colombia? Le respuesta corta es simple: ¡a punta de errores! Desde la llegada del virus en marzo la política de atención no tuvo como prioridad el rastreo activo de los contagios y la estrategia que se puso en marcha pudo ser mucho mejor.
En lugar de enfocar todos los esfuerzos en evitar los contagios a través de medidas como la distribución masiva de tapabocas, que entre otras cosas pedimos hasta el cansancio desde el Senado, el Gobierno centró el trabajo en fortalecer la atención de los enfermos. Es decir, asumimos por derecha que nos íbamos a enfermar y que necesitaríamos de cuidado intensivo.
Así pasaron los primeros meses, en el afán de comprar muchas UCI, para curar a quienes ya están muy enfermos. ¡Insostenible! Como siempre, centrados en curar y no en prevenir, un viejo defecto del sistema de siempre.
Si a tal panorama sumamos la relajación de las medidas de prevención en los municipios no COVID, el hartazgo generalizado ocasionado por el encierro y el duro golpe al bolsillo de la clase baja y la clase media tenemos la ecuación perfecta para lo que puede convertirse en un nuevo aislamiento obligatorio.
Según los datos de la encuesta trimestral polimétrica publicada por Cifras y Conceptos el 53% de los encuestados evalúa la gestión de Iván Duque en la mejora de los servicios de salud como muy mala. ¡Tienen toda la razón!
Las excusas del Gobierno tampoco han faltado, por un lado se pretende responsabilizar a la minga por el aumento de los contagios; por otro lado y en una explicación menos desconectada el cambio en los número de contagio responde a la extensión de una única ola de propagación del virus.
En cualquier caso, tales generalizaciones omiten de manera conveniente la incompetencia de un Gobierno que se niega a trabajar en equipo para encontrar soluciones a los mismos problemas que ya aquejaba el sistema, ahora potenciados por los efectos de la pandemia/sindemia.
Luego de casi diez meses conviviendo con el coronavirus el talento humano en salud continúa desprotegido, los dineros que garantizan la atención no están llegando y el número de muertos asciende vertiginosamente.
Así como vidas, el virus ha seguido cobrando los empleos de cientos de miles de trabajadores y familias susceptibles de caer en la pobreza y para quienes es sumamente difícil reconocer una mano amiga en las acciones del Gobierno Nacional. Según la encuesta Pulso Social realizada por el DANE, antes de la Pandemia 1 de cada 10 colombianos no tenía para comer 3 veces al día, hoy son 3 de 10. Con todo y eso, la maquinaría de Duque y el Ministro Carrasquilla pretende garantizar la seguridad alimentaria gravando toda la canasta familiar. ¡Estultos!
Es un hecho que el descontento en la mayoría de la población, en lugar de ser una mera cifra de percepción, es la cosecha del trabajo de Duque y su gabinete, que parece decepcionante simple y sencillamente porque lo es.