La primera decisión sobre las elecciones de 2022 consiste en escoger entre el continuismo y el cambio. Si reelegir o no las pésimas políticas de Iván Duque, las mismas que precipitaron los estallidos sociales de 2019 y 2021, políticas tan equivocadas y dogmáticas que ni siquiera fueron modificadas una vez la pandemia confirmó las falacias sobre “lo bien que va Colombia” –por la simpleza de que algunos prosperan– y la experiencia de 30 años demostrara que han condenado el país al atraso productivo, el desempleo, la pobreza, la desigualdad social y la corrupción. El “no más duques” crece entre los colombianos y colombianas que no quieren más de lo mismo, incluido el repudio al nada democrático dedazo de Álvaro Uribe.
Pero no se vaya a pensar que la cúpula duquista –del Centro Democrático y demás clase política adicta a las mieles de la Casa de Nariño– ya se dio por vencida. De ninguna manera. Es seguro que llegarán unidos a la segunda vuelta presidencial y sus publicistas en los medios de comunicación promueven una final con Gustavo Petro, a quien consideran más fácil de derrotar, como hicieron en 2018. Y el senador Petro y sus adherentes, como es obvio, también se presentan como la única opción capaz de vencer al duquismo, con lo que las dos mayores bodegas de las redes –más dadas a matonear que a argumentar–, coinciden en tratar de imponernos que ya no hay nada que hacer, que ya todo está definido, que toca escoger entre ellos.
Pero eso no es verdad. Porque crece la ciudadanía que no acepta que la obliguen a escoger entre ellos y porque en 2022 habrá por lo menos tres proyectos políticos diferentes, y uno será el de la Coalición de la Esperanza, con todas las posibilidades de pasar a la segunda vuelta y ganar la jefatura del Estado. Y porque aumenta la resistencia a repetir la pesadilla de las elecciones de junio de 2018 y el llamado a sacar el país de las peleas políticas de perros y gatos, para unirlo sobre propuestas democráticas que promuevan el auténtico progreso nacional.
Hace unos días, Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo, Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán y Jorge Enrique Robledo, con sus organizaciones, le presentamos al país la declaración política y las bases programáticas y éticas de la Coalición de la Esperanza, tres documentos nacidos de una construcción colectiva en la que también participaron Ángela María Robledo y la Alianza Verde (ver los textos: https://bit.ly/3z8AWwt). Al acto, que ha caído muy bien en el país, asistieron además las dirigentes verdes Juanita Goebertus, Angélica Lozano y Viviana Barberena.
También caracteriza a la Coalición de la Esperanza la auténtica diversidad de sus orígenes y dirigentes, quienes nos relacionamos con criterios democráticos y lejos del caudillismo, figura vieja en la historia y de esterilidad comprobada, porque los países se construyen con proyectos políticos con programas correctos y con esfuerzos de largo plazo. Y nos une que defendemos nuestros puntos de vista con rigor analítico y actitud democrática, porque no le jalamos a reemplazar los análisis sobre los hechos por los agravios a las personas. Así además contribuimos a promover la mayor unidad entre los colombianos –sectores populares, clases medias y empresarios–, unidad decisiva para vencer y además gobernar con acierto y el mayor respaldo.
Los acuerdos incluyen listas unificadas de la Coalición de la Esperanza para la Cámara y el Senado en marzo de 2020 y que ese mismo día, mediante un tarjetón, por voto universal, escojamos la candidata o el candidato que todos respaldaremos en las elecciones presidenciales de primera vuelta, en mayo de ese año, para de allí pasar a ganar la jefatura del Estado en las elecciones de junio.
Definidos los fundamentos de esta propuesta, lo que queda es que la ciudadanía se apropie de ella, para que en 2020 empecemos a tomar las decisiones que inicien la corrección de las malas políticas oficiales que le han impedido avanzar a Colombia, según le permiten la alta calidad de sus recursos naturales y de sus gentes.
Coletilla: Tienen razón las organizaciones científicas al rechazar el nombramiento de Tito Crissien como ministro de Ciencia. Es la segunda vez que Iván Duque falla sobre ese cargo y nos avergüenza ante la comunidad científica internacional. Pero no sorprende que reincida. Porque un Presidente que cree que es mejor importar que producir en el país, qué va creer en la importancia de desarrollar la ciencia y la tecnología en Colombia.