Pensar por sí mismo no sólo es un deber moral, es también un derecho fundamental que goza de protección constitucional. En tiempos recientes se ha erigido una nueva forma de ver el mundo e interpretarlo a partir del reconocimiento de nuevos valores morales y jurídicos. Uno de ellos, es la violencia de género, la violencia que se ejerce sobre alguna persona por el hecho de su género, entendido éste como los roles que inicialmente la sociedad asignaba, y hoy los individuos deciden sobre cómo asumir su identidad sexual. Es importante señalar que hombres y mujeres, personas homosexuales, heterosexuales y no binarias deben tener los mismos derechos y gozar de la misma protección para ante la ley por el hecho de ser personas y sujetos de derecho, pero no debería haber privilegios por razones de género o de orientación sexual. No se debería emplear el asunto de la diversidad como instrumento ideológico, como se estila en el discurso progresista contemporáneo, que pretende eliminar el orden natural binario para aceptar la posibilidad de diversos géneros o simplemente la ausencia de éstos.
Estas ideas denominadas de progreso hacen carrera en la sociedad, promovidas por grupos de interés, originalmente desde el justificado feminismo de la primera ola, hasta el injustificado feminismo radical contemporáneo que no se ha conformado con que las mujeres y miembros de la población homosexual tengan derechos y gocen de protección legal, sino que han convertido el asunto del género como parte de una lucha ideológica por el poder. En últimas, se desborda el ejercicio de derechos para imponer una nueva visión del mundo que pretende la deconstrucción de las instituciones existentes según sus propias palabras; deconstruir no es otra cosa que la destrucción de la familia como célula básica de la sociedad y la merma de la masculinidad que conduce a la desmasculinización del hombre, porque consideran que el hombre es el enemigo atávico de mujeres y homosexuales. En el fondo, lo que se pretende es sustituir el machismo por un “ismo” igual de peligroso: “El hembrismo”. Adicionalmente, pretender influir en el modelo educativo para eliminar las diferencias biológicas existentes entre niños y niñas, de tal manera, que cualquiera persona puede adoptar el género, los géneros y las identidades sexuales que considere de su gusto.
La ideología de género está ganando la batalla cultural, política y legislativa en Hispanoamérica, al punto de tipificar o elevar a la categoría de delitos, la violencia de género, como si realmente existiese este tipo de violencia; que no es otra cosa que la violencia tradicional encasillada por razón del género. Para lo cual, se construyen discursos académicos sobre delitos como el feminicidio y el lgbtiqcidio, excluyendo otro tipo de conductas punibles como hombricidio, infanticidio y parricidio. La violencia de género realmente no existe, lo que sí existe es la violencia que se ejerce sobre otra persona, que debe ser repudiada y sancionada con todo tipo de rigor. Para cada grupo social no se puede construir un tipo penal en particular porque resulta violatorio del principio de igualdad para ante la ley.
El concepto de violencia de género que se propala desde diferentes estamentos encuentra, probablemente, su origen académico en los trabajos de la psicóloga feminista Lenore Edna Walker (1942), fundadora del Instituto de Violencia Doméstica en el Estado de Colorado en los Estados Unidos, y que en 1979 publicara su célebre libro The battered woman, traducido al castellano como La mujer maltratada y reeditado recientemente bajo el título, El síndrome de la mujer maltratada (2016), en este libro Walker aborda el tema del maltrato doméstico hacia la mujer y habla sobre aspectos como la violencia de género como un fenómeno cultural, social, psicológico y hasta legal para mantener a la mujer en condición de inferioridad y sujeción. Violencia que puede ser psicológica, física, moral, económica y sexual. Walker describe en su obra el ciclo de la violencia hacia la mujer, colocando al hombre como maltratador que primero genera tensión, luego estalla contra la mujer y finalmente pide perdón y demuestra arrepentimiento para mantener a la mujer en dicha situación. Pero siempre es el hombre el enemigo abusador y siempre la mujer será su víctima.
Las tesis de Walker y otros autores feministas han servido para que grupos de interés especialmente de corte feminista sentencien que, todo hombre es maltratador por naturaleza, que toda mujer es víctima de un hombre, y que el matrimonio es una licencia para la violación de la mujer. Argumento que se ha extendido a otros grupos poblacionales, verbo y gracia, el colectivo genérico homosexual, identificado con la sigla LGBTIQ+ que incluye la diversidad, se hayan apropiado de las tesis de Walker y se han victimizado con intenciones de agenda política, pretendiendo que las generaciones del futuro carezcan de una identidad sexual binaria. Los medios sociales de comunicación y en particular las redes sociales han ejercido presión en este sentido sumados a la academia, al activismo popular, al capital de poderosas ONGs para presionar a los Gobiernos para reconocer la violencia de género a partir de la distorsión de la realidad. Los altos índices de violencia contra la mujer, no es indicador suficiente de que el motivo de género sea la razón de ella.
Ha hecho carrera afirmar que a la mujer se le asesina por el hecho de ser mujer, que al homosexual se le asesina por el hecho de ser homosexual, y que merecen especial protección por que la diversidad de género debe ser un valor. Argumentar en contrario constituye herejía, total carencia de empatía y merece reprensión social. Esta distorsión de la realidad ha venido desde la escuela que deja impronta en las generaciones de los jóvenes de hoy. Los defensores de la ideología de género buscan todo tipo de libertad, pero no aceptan que otros opinen contra sus ideas. Por ello hoy los profesores convalidan en sus escuelas que celebrar la diversidad es enviar niños a clase usando zapatos de pares diferentes. Los Gobiernos para congraciarse con estos grupos de interés cuelgan banderas alusivas en los edificios públicos, como si se tratase de otro Estado. Razones por las cuales, poco a poco se prepara a la sociedad para afrontar nuevas formas de violencia que son el resultado de la ideología de género para convalidar y justificar un nuevo orden social desnaturalizado por nuevos privilegios por razón del género y de la orientación sexual. En ese orden de ideas, mañana cualquiera persona se puede autodefinir como una cosa y enamorarse de una cosa, como ya se ve en otros lugares. Cada día los jóvenes tienen menos identidad y sentido de pertenencia no sólo hacia la Patria, sus familias, si no hacia sí mismos, no saben realmente quiénes son, ni a dónde pertenecen.
La violencia no tiene género, violencia es violencia independientemente contra quien se ejerza, porque si se parte de la base que sólo el hombre es el maltratador por el hecho de ser varón y la víctima siempre será la mujer por ser mujer, o que el homosexual siempre será víctima y su victimario siempre será un homofóbico es un gran error y una distorsión de la realidad. ¿Acaso un homosexual no puede cometer violencia de género? o ¿Una mujer no puede cometer también violencia de género? Es momento de hacer una amplia reflexión e invitar a pensar, a pensar por sí mismo y dejar de avalar tendencias que el progresismo quiere imponer por medio de una agenda política de género que al final, busca la destrucción de la familia como célula básica de la sociedad para sustituirla por el Estado. El estadocentrismo es lo que buscan los defensores de la ideología de género, algunos pocos con conocimiento y otros muchos sin saberlo; simplemente obran desde la emocionalidad y el poder de los medios. Se debe reiterar: La violencia no tiene género, ni raza, ni condición social, ni económica, es violencia a secas. Ojalá la sociedad lo logrará comprender.