Por estas fechas la expresión SOLIDARIDAD SOSTENIBLE ha sido recurrentemente invocada con motivo de la controversial reforma tributaria.
Con el retiro de la propuesta de reforma tributaria por parte del gobierno, bien vale la pena detenerse a reflexionar sobre el potencial inherente a la expresión SOLIDARIDAD SOSTENIBLE porque seguramente, seguirá en la escena del debate y de la conversación nacional.
La expresión de marras tiene una visión y potencial que con creces puede trascender una discusión de una reforma tributaria coyuntural y convertirse en la visión mega de una apuesta de desarrollo; igualmente, puede darle marco axiológico e intencional a una agenda de concertación nacional alrededor de propósitos económicos, sociales y políticos, todos ellos, con materializaciones concretas en el corto, mediano y largo plazo.
Con el hecho sobreviniente de una pandemia, el plan de desarrollo PACTO POR COLOMBIA: PACTO POR LA EQUIDAD, ha tenido que ser ajustado y reformulado sobre la marcha, situación apenas comprensible.
Los gobiernos locales que se posesionaron en el 2020 tuvieron que formular sus planes de desarrollo con el parámetro impuesto por la pandemia.
Es obvio, pero hay que decirlo, que la pandemia puso a todos a cambiar sus preguntas y a repensar sus respuestas, a revisar sus finanzas y a cambiar prioridades.
Los retos que afrontan el gobierno nacional y los gobiernos locales, el aparato productivo privado y el social comunitario, exigen capacidad de reacción en el corto plazo para atender lo urgente, en el mediano plazo para concretar soluciones sostenibles, y en largo plazo para consolidar una comunidad de propósito como país con más y mejor democracia; un país con una democracia segura, productiva, justa, incluyente, sostenible, soberana, transparente e institucional, que no corra el riesgo de ser feriada y atrapada en las hogueras calenturientas de diversas tentaciones populistas o en la gelidez del icopor refrigerante de distintas arrogancias tecnocráticas.
Los indicadores de superación de la pobreza han tenido un gran revés, 21 millones de personas afectadas dicen las estadísticas. Las cifras de empleo se han deteriorado, 3,5 millones de personas sin empleo. La política fiscal y monetaria exigen ajustes en medio debates candentes entre recetas ortodoxas y heterodoxas de la economía política y de la política económica, que ponen a invocar con ouijas academicistas los espíritus de Lord Keynes y de Von Hayek.
La seguridad de los colombianos tiene que ser pensada al mismo tiempo con estrategias globales, regionales y locales. El narcotráfico, en sus diferentes escalas, aumenta la complejidad de la seguridad y la estabilidad democrática del país, toda vez que sigue haciendo lo que sabe hacer, no valorar nada y ponerle precio a todo, hasta llegar al ramplón desprecio de cualquier institución y cualquier persona.
En el escenario de incertidumbres que da forma al temporal por el que pasamos los colombianos todos, una forma disruptiva y creativa de encontrar soluciones radica en dotar de alas prácticas el valor fundante de la solidaridad, garantizar su sostenibilidad en el horizonte del tiempo y hacer de su ejercicio una forma de pacto sistemático y permanente por el bien común.
Que hay pobreza y que hay que paliar el hambre de millones de colombianos en el corto plazo es un real imperativo ético ineludible que exige una solidaridad de caridad asistencial, esa solidaridad de dar el pescado, apelando a subsidios que deben tener plazos de tiempo limitados para evitar así caer en serviles formas de dependencias clientelistas y evitar igualmente, el recalentamiento de la política fiscal por falta de fuentes de recursos y/o por la introducción de nuevas inflexibilidades a la ejecución del gasto público.
Que es necesario cuidar los empleos que no se han perdido y construir un plan público y privado para generar nuevos empleos que dignifiquen la condición laboral del país, no tiene espacio para la menor duda; y que este propósito se logra con más y mejores empresarios, debe ser una premisa explícita y compartida para todos los actores concernidos.
El digno empleo es lo que permite la solidaridad de inclusión, una solidaridad que contribuye a que todos puedan acceder al pescado en condiciones de equidad y oportunidad, es el primer peldaño de una solidaridad sostenible, que empieza a resolver de manera estructural los problemas y se dispone a la necesaria senda de la productividad.
Que también es necesario redefinir la ecuación de Estado, mercado y organizaciones sociales del tercer sector sin ánimo de lucro para que concurran en la gestión del bien común, no debe ser objeto de suspicacias.
Lograr un Estado más ágil y musculoso que supere el ¨ogro filantrópico¨ lerdo y adiposo en el que se ha convertido el aparato público colombiano, es un imperativo político, económico y social.
Se necesita un Estado Comunitario liderado por empresarios de lo público y no capturado por negociantes cazadores ilegales de rentas públicas.
Otro imperativo es desarrollar un mercado en el que concurran empresarios privados dispuestos a generar riqueza real con la gestión competente de los factores capital, tierra y conocimiento, donde los capitales no especulen, las tierras no engorden y los conocimientos no se apoltronen abandonando el talante innovador.
Un mercado con empresarios capaces de desplazar negociantes, legales e ilegales, cazadores de rentas privadas que han capturado los escenarios del mercado enajenándolo de su necesaria e ineludible función social.
Un sector social, con organizaciones de origen privado y funciones públicas, tercer sector de la economía, con más empresarios sociales, innovadores y sostenibles, ajenos al paternalismo y sin adicciones hacia los subsidios, que no dejen convertir su sector en trinchera de negociantes cazadores de rentas sociales que usan los ropajes de la solidaridad para medrar a título particular.
Más y mejores empresarios privados, públicos y sociales, participando activamente en la gestión del bien común porque ejercen su derecho a solidarizarse, contribuyen a madurar una solidaridad de liberación, solidaridad que asume a consciencia la felicidad de aprender a pescar con los otros, capaz de potenciar la creatividad autónoma de diversos actores que permita dar pasos hacia la consolidación de una cultura personas y organizaciones socialmente competentes, esto es, con capacidad de 1) generar riqueza económica real, 2) construir sociedad civil empoderada con prácticas de comunicación social que cultiven el factor confianza, 3) garantizar sostenibilidad ambiental, 4) profundizar los valores, actitudes y hábitos democráticos y 5) rendir cuentas de manera transparente.
Una SOLIDARIDAD SOSTENIBLE trabaja de manera simultanea la solidaridad de caridad, la solidaridad de inclusión y la solidaridad de liberación, y exige romper paradigmas rígidos del pensamiento social, político y económico.
La SOLIDARIDAD SOSTENIBLE no se aviene con posturas de izquierdas cada vez más siniestras que arrogantemente quieren arrasar con todo porque asumen que todo está mal, ni tampoco se aviene con posturas de derechas poco diestras, arrogantes en su quietismo, que quieren no cambiar nada, porque asumen torpemente que todo, como está, está bien. Su apuesta es por un centro sustantivo y no de mero recurso adjetivo.
Con una visión y narrativa de la SOLIDARIDAD SOSTENIBLE en la que la solidaridad se asume como un derecho que se ha de ejercer de manera socialmente competente, se puede lograr una brújula y una bitácora para emprender un plan de acción que puede abrazar desde la formulación de un nuevo modelo de desarrollo, pasar por la revisión y ajuste de un plan de desarrollo ya en marcha, o para abocar la discusión sobre una reforma tributaria puntual.
Si se tratara de invocar el principio de SOLIDARIDAD SOSTENIBLE para pensar una apuesta de reforma tributaria en el inmediato futuro, es clave acordar que ésta debe propender por introducir transformaciones de fondo a la cultura tributaria colombiana, pasando de una cultura de pagadores pasivos de impuestos ajenos al entendimiento del destino final de sus contribuciones, a una cultura de activos contribuyentes, prestos a participar en la gestión del bien común, porque quieren ejercer su derecho a solidarizarse de manera socialmente competente.
El programa OBRAS POR IMPUESTOS ha contribuido en el propósito de allanar el camino para pasar de pasivos pagadores de impuestos a activos contribuyentes. Empresas de diversos sectores, en virtud de este programa, han destinado compromisos tributarios de hasta el 50% de sus impuestos en rentas, para desarrollar proyectos de alto impacto social en zonas de la Colombia profunda.
Con los aprendizajes allí acumulados, vale la pena, de cara una futura reforma tributaria, potenciar el instrumento OBRAS POR IMPUESTOS y por qué no, crear programas del estilo EMPLEO POR IMPUESTOS, EDUCACIÓN POR IMPUESTOS, entre otros; todos ellos, como nuevos caminos creativos para alcanzar necesarias alianzas público – privadas.
Si en democracia representativa se afirma que no hay impuestos sin representación, en una democracia que se quiere predicar a sí misma como participativa, sería consecuente afirmar que no puede existir tributo sin la correspondiente participación del contribuyente.
Una SOLIDARIDAD SOSTENIBLE tiene por correlato la dignificación de todas las personas y una apuesta definitiva por hacer del bien común el propósito de todo un país y sentido de toda una nación.