Delirante y condenable. La acción del “Frente de Guerra Oriental” del ELN con una volquetada de explosivos tipo “tatucos”, ocurrida el pasado 17 de septiembre contra la base militar de Puerto Jordán entre los municipios de Tame y Arauquita (Arauca), que dejó como saldo 2 soldados muertos y 27 heridos, no solo dinamita el proceso de paz con esta organización insurgente y la deja en cuidados intensivos, sino que estalla en el corazón de la política de paz total.
Es el hecho más grave cometido por los elenos 45 días después de terminado formalmente el cese al fuego pactado con el Gobierno Petro y cuatro meses después, desde mayo de este año, de suspendidos los diálogos en medio de acusaciones mutuas de incumplimiento de lo hasta ahora acordado en la Mesa de Conversaciones, sumiendo la negociación en una grave crisis.
Según Carlos Velandia o Felipe Torres, ex comandante, ex vocero del ELN y Gestor de Paz, el ELN en estas seis semanas ha realizado tres ataques a la Fuerza Pública en el Catatumbo que dejaron un soldado muerto, seis ataques en Arauca con dos policías y dos soldados muertos y nueve voladuras de oleoductos, seis al de Caño Limón-Coveñas y tres al Bicentenario, sembrando nuevas dudas sobre su voluntad real de paz.
La naturaleza política del ELN y su reivindicación como guerrilla de izquierdas hace aún más incomprensible e inverosímil su actuación. No solo porque le dispara a un gobierno con el que en teoría comparte el mismo campo ideológico, sino porque se atraviesa como vaca muerta a la posibilidad de que sea en cabeza de la propia izquierda que se logre una negociación del final del conflicto político armado con el mayor y mas cualificado proceso de participación ciudadana y popular, abordando incluso asuntos relacionados con el modelo económico y social, tan negados en las paces anteriores.
La paz con el ELN es fundamental en la política de paz total, porque es el proceso más típicamente político de todas las conversaciones en curso. Mientras las otras ocho mesas de negociaciones con actores armados de diversa naturaleza podrán avanzar en desarmes, reincorporaciones, sometimientos a la justicia y modestas acciones de transformación territorial en donde estos hacen presencia, con el ELN es posible incorporar nuevas transformaciones que le den mayor alcance a la agenda de cambios que hoy, no sin dificultades y resistencias del establecimiento, quiere abrirse paso en la sociedad colombiana.
El ELN, si conserva su vocación de proyecto político transformador debe saber leer que la Paz Total es un imperativo para el país hoy gobernado por las izquierdas. Petro recibió como herencia de Duque, un deterioro de las condiciones de seguridad producto de la reconfiguración de las violencias, la actividad criminal y las economías ilícitas. Duque cerró su gobierno con un Clan del Golfo expandido a 241 municipios, mientras las disidencias de las Ex Farc comandadas por el entonces “Gentil Duarte” hacían presencia en 119 y la Segunda Marquetalia de Iván Márquez en 61 municipios. En otras palabras, según fuentes como Indepaz y Pares, Duque entregó a Petro, un país con 420 municipios con presencia de grupos armados, el 37% del territorio nacional. Construir la paz y el desarrollo común en semejante escenario sigue siendo una prueba de fuego de la capacidad de las izquierdas para ofrecer además de prosperidad y derechos sociales, convivencia y seguridad.
Hay que salvar la paz política, corazón de la paz total, que es el proceso con el ELN. Con un espacio político mas estrecho y el sol a las espaldas, el Gobierno Petro debe hacer todos los esfuerzos para descongelar prontamente la negociación, pero a los elenos le corresponde la mayor cuota de responsabilidad con el país y con el mundo progresista al que dicen pertenecer. Que la historia no les cobre su incapacidad de entender el clamor de los colombiano por la paz y los cambios que ofrece el gobierno del presidente Petro.