La actualidad semanal se diluye entre brotes de Covid, Gripes A y festejar estos días entre amigos antes de la gran fiesta de Navidad.
No voy a aburrirles con cómo han pactado en España la renovación del poder judicial, o si el presidente Pedro Sánchez se ha vuelto a ‘bajar los pantalones’ ante los chantajistas independentistas catalanes a los que habría que meter en la cárcel más que querer evitar lo que por ley les toca. O que la bandera española es de quita y pon, como los pines de las solapas, en los actos del gobierno catalán. Que es desprecio al español, como lengua, es mayúsculo y que poco a nada apetece visitar Barcelona o Gerona o Tarragona, se salva Lérida, por las estaciones de esquí, tan divertidas, tan bonitas, tan llenas de vida tan abiertas a España. Con Baqueira-Beret lideran la temporada por espesor y por gente VIP que se desliza por sus laderas con los últimos modelos de Mamut, Moncler, Nebulus o Prada. Todo un deleite para la vista, mires donde mires, sobra el estilo.
La capital y su estilo
Estoy en Madrid. Creo que no hay ciudad mas alegre y con más estilo es ésta. Aquí no hay chándal, no al menos en las zonas de norte de la ciudad por las que me muevo, hay abrigos de paño, este año la tendencia marca que sean largos, anudados a la cintura y también hay quién los lleva de piel, con cortes modernos y despinzados, de los que pesan poco. No veo mucho bolsazo de marca millonaria, veo zapatos preciosos, botines de cuero de Ubrique, o botas maravillosas y zapatillas patchwork que dan ese toque cómodo al outfit sin perder ni un ápice de estilo.
Poca barbería turca
Veo manadas de chiquillos adolescentes vestidos con camisas, camisetas y sudaderas de colores alegres, con cortes de pelo modernos, sin caer en esa moda europea del corte de pelo futbolista que hacen en las barberías turcas, que han proliferado como las setas en otoño lluvioso. Y que ya señaló sanidad que cuidado con la higiene porque había brotes de tiña. Sí, como los gatos callejeros.
Me gusta pasear por Madrid. Todos llevan una gran sonrisa en la cara. Tal vez sea el clima, frío y soleado, tal vez el carácter hispano, tan alegre, o tal vez sea que me muevo como en casa, aunque dejara ya esta ciudad hacer doce años, y a la que siempre deseo volver.
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Muerte al chándal
Dice una profesora de mis hijos que el que se viste con chándal no tiene dominio de sí. Apoyo, subrayo y añado que esa prende debe volver a los armarios, sobre todo de los vagos, los perezosos y los no deportistas. La comodidad está sobrevalorada y no hace ningún bien a nadie, no se engañen.
Al ostracismo también condeno a otra prenda que me espanta que es el plumas, el abrigo michelín relleno de una fibra ecológica, a base de reciclados, antes, cuando no nos importaba tanto el planeta estaba relleno de plumas de oca. Hoy esa prende debería estar prohibida por antiestética. Entiendo su uso en clima frío, en estaciones de esquí, en países feos de clima gris y gente sin estilo, que lo combina con mallas eslásticas, esas que resaltan los glúteos, y brillos dorados al estilo Kardashian pero en Madrid, debería prohibirse.
Yo misma tengo uno, es caliente, largo, ecológico y espantoso. Pero lo uso para las mañanas de fútbol bajo cero. En Madrid no lo utilizaría jamás. Queridos usuarios, lectores y amigos que durante este año me han ido leyendo, les deseo a todos una feliz Navidad.