“El tiempo determinará la sabiduría de las decisiones que hemos tomado.” Esas fueron las palabras del Embajador de Estados Unidos, Warren Austin, después de la votación de la Asamblea General de las Naciones que determinó la partición de Palestina el 28 de noviembre de 1947.
En la Asamblea y fuera de ella había voces autorizadas que pedían aplazar la decisión en busca de un mayor consenso. Una de ellas fue la de Alfonso López Pumarejo, presidente de la delegación de Colombia, quien advertía “que no constituye un presagio bueno para la aplicación de este proyecto si el mismo ha sido rechazado unánimemente por la totalidad del mundo musulmán”. Junto con una moción de aplazamiento, presentó el proyecto de Resolución No. A/518 para convertir a la Comisión Ad Hoc encargada de la cuestión de Palestina en órgano auxiliar provisional de la Asamblea General, pero facultada para “adoptar todas las medidas necesarias en el sentido de esforzarse por obtener, entre los representantes de la población árabe y los representantes de la población judía de Palestina, un acuerdo relativo al gobierno y a la constitución política futuros de ese país”.
La decisión de partición fue adoptada, según expresión de varios delegados, bajo la presión los países poderosos, sin atender admonición alguna. El delegado de Arabia Saudí, S. R.A. emir Faisal al Saud, expresó el sentimiento del mundo árabe: “Llegamos aquí llenos de la esperanza de que todas las naciones respetaran y defendieran unánimemente los derechos humanos y la justicia; y que esta Organización sería un instrumento para establecer la paz y la seguridad internacionales… Pero ¡ay! La resolución de hoy ha destruido la Carta y todos los pactos que la preceden”
Esta semana se cumple un año de la guerra, en su más reciente manifestación, pues en ese territorio no ha habido paz desde la llegada de Occidente a finales de la primera guerra mundial y, menos aún, después de la partición de Palestina. Lo distinto de hoy es que quienes tienen en sus manos la capacidad de actuar, se limitan a emitir declaraciones vacuas y a respaldar el derecho de defensa y de retaliación de Israel, pero guardan silencio ante su agresión totalmente desproporcionada y violatoria del derecho internacional humanitario.
Los ataques de Israel contra Gaza dejan ya 41.700 palestinos muertos directos y hasta cuatro veces ese número o más de 140 mil muertes indirectos, según una publicación en la página web de The Lancet. La extensión de la guerra al Líbano ha dejado 1.974 muertos, la mayoría en el último mes. La campaña de asesinatos con bombardeos en zonas residenciales se ha extendido al campamento de refugiados de Tulkarem en Cisjordania y también se han registrado ataques aéreos contra Yemen y Siria
Irán, en represalia por el asesinato altos mandos de su jerarquía militar lanzó 180 misiles sobre Israel. Algunos fueron misiles antibalísticos lo que constituye una escalada bélica grave. Ante ese ataque directo, fuera de expresar preocupación y condenarlo de manera enérgica, los dirigentes del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Japón y Reino Unido) señalaron que “Un peligroso ciclo de ataques y represalias corre el riesgo de atizar una escalada incontrolable”. La guerra se extiende ante la incapacidad o falta de voluntad de quienes tienen cómo evitar la catástrofe. Urge una Conferencia de Paz que solo EE. UU. y los países árabes pueden agenciar.
Dicen algunos eruditos que la Tercera Guerra Mundial ya comenzó. El tiempo ha demostrado que las decisiones de 1947 no fueron sabias. Hoy todavía hay tiempo de evitar lo peor, pero deben dejar de lado los cálculos y tomar, ahora sí, decisiones sabias.