Voy de compras con mi hija y me enseña en la librería del pueblo, en la sección de obras clásicas en inglés, todos los títulos que quiere comprarse: Mujercitas, el Gran Gatsby, Dracula, Jane Eyre, los Hermanos Karamazov… Más de diez.
Dice que quiere disfrutar del otoño, y de estas vacaciones, leyendo. Yo no digo nada, pienso en lo mucho que me gusta que lea, que sepa viajar por otras vidas, otros mundos y épocas. La abrazo, me siento orgullosa de ese hábito suyo tan bueno.
¿Por qué soy tan caprichosa?,- me dice acto seguido. Creo que experimenta esa desazón que provoca desear algo mucho y no poder conseguirlo en el momento.
Me toca hacerle ver que la vida es tiempo de espera y que ese a tiempo hay que sacarle provecho, cada uno con nuestros medios, pero dejarnos llevar por la ansiedad, la desazón de no conseguir pronto lo que esperamos sólo nos lleva a la tristeza, a un hueco infinito que puede acabar en oscuridad.
La animo haciéndole un plan rápido de finanzas con su paga; si ahorra, en un mes pueda comprarse cinco y recuerdo que pronto celebraremos su santo, tal vez podamos regalarle dos libros, pero que aún quedan días y toca seguir esperando.
Esperar refuerza la voluntad
Mis otros hijos tienen caprichos más caros que diez libros clásicos. Les hago esperar siempre, no por fastidiar, sino porque son varones, activos, enérgicos, a veces irreflexivos e hijos de un tiempo que ha acortado la espera, ha quitado la pausa, ha suprimido el aburrimiento, el misterio del tiempo y han relegado el aburrimiento de sus vidas a tiempos de scroll. La consecuencia peor es que la imaginación pareciera casi muerta y creen que todo lo breve es mucho más atractivo y llevadero.
Aún son jóvenes y no tienen esa desazón por las cosas que desean, porque tampoco guardan grandes deseos y anhelos, aún no quieren vivir grandes aventuras o recorrer otros mundos. Son de aquí y ahora y de la adrenalina que sueltan cuando juegan online con sus amigos.
Salvarlos del scroll
Pienso en su edad adulta… Leer les aburre, ver televisión les duerme, la música la escuchan de fondo. Mi esperanza estaba puesta en el colegio, pero no ayuda que hayan impuesto los medios digitales como material de aprendizaje así que hemos puesto nuestras esperanzas en dos clásicos que no fallan: darse a los demás y el deporte.
Lo de darse a los demás de momento lo trabajamos en casa a base de encargos y tareas domésticas. Es un ayudar, un trabajar a cambio de nada, sin recompensa, ni tesoro de puntos y estrellas. Bastante agotador para una servidora que repite como mantras que Fulanita saque a los perros, que Zutano ha de regar plantas o que Mengano ayude con la colada, que se reproduce sin cesar.
La otra gran estrategia contra el tiempo de scroll es el deporte porque a la actividad física, al tiempo de partido, al esfuerzo puesto en cada jugada se unen las ganas de ganar, de triunfar, de mejorar, de superarse, de conocer y abordar la estrategia del contrincante, cambiar sobre la marcha el rumbo, mejorar la táctica… y eso, de momento, el scroll no lo ha matado del todo, aunque a veces se enfrentan a chicos que en veinte minutos han perdido la motivación por competir y les pegan unas palizas increíbles, pero ganar así no los motiva tanto.