Tiempos postmodernos

Tiempos Modernos (1936) es el título de una de las más afamadas películas de Charles Chaplin (1889-1977), en la que crítica en tiempos de la Gran Depresión, al sistema de producción industrial y la precaria situación del obrero de factoría frente a la máquina que le desplaza en su labor. De una u otra forma, Chaplin por medio de su personaje icónico, Charlot, aborda la estulticia, que no tiene par, propia de la condición humana, y que aún brota en estos tiempos allende la modernidad: Postmodernos, donde la estupidez es monetizable y da estatus social. En otrora tiempos, el estúpido era marginado del grupo social y difícilmente, aceptado. En tiempos postmodernos al que hace estupideces como oficio se le cobija y hasta se le toma como referente a imitar. Las estupideces y los estúpidos están a pedir de boca; son tiempos postmodernos en los que la estupidez se ha disfrazado de “progreso”, que no es otra cosa que, una sumatoria de estupideces con línea transnacional.

Omitiré en esta columna listar cosas estúpidas para no ofender susceptibilidades y evitar autovictimizaciones, pero el lector tendrá en su mente muchas de las que hoy día se viven y forman parte del denominado “progreso”. Pensar diferente sigue siendo tan execrable como lo fue en antaño, de nada sirvió el sacrificio de Giordano Bruno (1548-1600) porque en aras de las libertades de pensamiento y de expresión la estupidez campea y todo el mundo tiene la razón, unos más que otros, pero todos la tienen.

Tiempos postmodernos en los que a la estupidez no se le puede llamar estupidez, y a quien actúa como estúpido no se le puede llamar estúpido porque se autovíctimiza. Autovictimizarse es un medio para obtener y mantener privilegios e incluso, se utiliza como instrumento de ataque. La autovictimización está de moda y cualquier motivo es aceptable, unos más frecuentes que otros. Tiempos postmodernos en los que argumentar no es permitido, exponer argumentos es causa para que la otra parte, en lugar de controvertirlo, se autovictimice. La autovictimización es el “argumento” final que derrota todo argumento. Chaplin jamás autovictimizó a Charlot.

El padre no puede corregir a un hijo, el jefe no puede llamar a un subordinado al orden, el policía no puede apremiar al transeúnte y el soldado no puede repeler al invasor porque lo apremiados se autovictimizan y se convierten en focos de atención mediática. La autovictimización es una falsedad que hace carrera a empellones y beneficia a quien a ella recurre. Es tanta la falsedad contagiada de estupidez que, no se puede hacer, decir, argumentar, ni expresar nada, lo mejor es dejar de hacer, callar, no argumentar, dejar de expresar y voltear la mirada porque todo es motivo de ofensa y puede ser material para una posible autovictimización. Autovictimizarse es un acto de estupidez supino que entraña falsedad, para que haya víctima se requiere victimario, cuando hay autovictimización no existe victimario, por ende, hay estulticia y mentira.

Alguien dijo que los tiempos difíciles hacen hombres duros, y los tiempos fáciles hacen hombres blandos, cuánta razón tenía. Los tiempos postmodernos son tiempos de blandengues, donde la cobardía es virtud y autovictimizarse deja réditos. Ojalá y no sea tarde, pero no debería prestarse tanta atención a la estupidez y al oficio de ser estúpido. No tengo pruebas, pero tampoco dudas sobre el hecho que todo aquel que se autovictimiza en el fondo miente, y cada vez más, las capacidades de razonamiento y de argumentación desaparecen bajo el estímulo de las emociones.

Pocas veces un argumento concita emociones, pero la estupidez tiene la potencialidad para emocionar porque exhibe en su esplendor la falta de compromiso y de responsabilidad y, siempre será más fácil nivelar por el menor esfuerzo, propalando la idea que, la irresponsabilidad en todos sus matices, entre ellos, la carencia de sindéresis, es una virtud.  

León Sandoval