Esta misma semana asistía a una reunión de estrategia de una importante empresa mexicana cuando para justificar algunos movimientos poco ortodoxos del Gobierno de López Obrador, uno de sus asistentes calificaba la acción como “un tiro parabólico”. ¿Pero qué significaba en términos políticos esa expresión balística?
Las cosas después de dos años de Gobierno no han mejorado. La imagen del presidente mexicano va cayendo paulatinamente si comparamos con la popularidad de otros presidentes en el mismo periodo, incluso estaría por detrás de los denostados Salinas y Calderón.
Los más de 107.000 muertos por Covid-19 hasta el momento van a dejar una huella imborrable en las conciencias de quienes minusvaloraron la pandemia. La falta de una política coherente y coordinada con los gobernadores y alcaldes o la tardía respuesta del Gobierno Federal para proveer de recursos en la mejora del sistema de salud, han terminado por poner en jaque la propia credibilidad del sistema. La indolencia de la administración ha llevado a medio país al semáforo rojo o naranja en una angustia colectiva entre médicos y pacientes, por la escasez de las medicinas básicas para atender los síntomas de la enfermedad. Primer tiro parabólico desgraciadamente errado.
Las expectativas de recuperación económica han fallado, primero porque eran poco consistentes con la situación económica, y luego, por si fuera poco, por la llegada del famoso COVID-19, que ha roto todos los espejismos que había sobre la supuesta recuperación, que solo habitaba en las ilusiones de los nuevos gobernantes.
Los datos macro económicos enseñan una situación de posible ahogo económico en términos monetarios y una recesión sin precedentes recientes, con un preocupante retroceso de las variables más importantes que nos llevaría a la foto de finales de 2014. Los efectos negativos serán visibles en dos de cada tres empresas y será muy difícil que vuelvan a ser operativas, comercialmente hablando.
Tampoco las variables sobre la gestión del presidente están en crecimiento. Cada día hay más gente pensando que las cientos de promesas que se hacen en la “mañanera” no se van a cumplir.
Por si fuera poco, para el desasosiego de los consejeros áulicos, el traspiés de la victoria de Biden en el país vecino, deja la política exterior mexicana a los pies de los caballos. Demasiado apoyo populista entre dos líderes antagónicos pero juntos, que han dejado los planes sobre migración, frontera, seguridad… entre otros, en vía muerta. Aquí el tiro parabólico se pasó del objetivo.
Estados Unidos y su próxima administración tendrá necesariamente otros problemas más importantes que resolver y es muy probable que los temas de agenda con el amigo del sur, queden “congelados” por algún tiempo.
Nada hace presagiar que los muy cualificados técnicos del Departamento de Estado quiten los ojos sobre cómo resolver las relaciones con el mundo en general: la guerra comercial con China, la pésima calidad de las relaciones con la vieja Europa, las enemistades de la administración Trump con todo lo que no significó el sometimiento ideológico. La lista es larga y un sinfín de charcos tendrán que ser secados, para volver a la senda de la normalidad, que tanto les gusta a los demócratas cuando llegan al Gobierno.
Pero en 2021 muchas cosas pueden cambiar en el horizonte mexicano. Las elecciones al Congreso y regionales de mitad de año pueden pasar factura de estos dos periodos de cerrazón y prepotencia legislativa. Entre los 21.000 cargos de elección popular, hay que destacar los 500 diputados y las 15 gobernaciones en juego. Una pérdida de esa mayoría en el Congreso llevaría necesariamente a Morena a replantearse una nueva manera de hacer política y buscar complicidades en vez de ir buscando pelea donde no la hay.
“Han pasado dos largos años y hay más claroscuros que cosas que contar. La vuelta al ‘Apartheid’ regional ha sido señalado en los convidados al acto de rendición del segundo año celebrado estos días”
El otro ajuste que hay que hacer en el ‘tiro parabólico’ es la corrupción. La variable más fácil de abordar según los estrategas de Morena ha pasado a ser un verdadero quebradero de cabeza. Lo que al principio se pensaba que iba a ser un camino de rosas ha terminado pasando factura por algunos casos de corrupción en el Gobierno actual. No ha sido suficiente emponzoñar la política con la detención de algunos de los más significados colaboradores de la administración anterior. Ni tampoco los efectos especiales de las extradiciones de algunos empresarios o altos funcionarios de los gobiernos precedentes. La política del retrovisor sólo genera equivocaciones y despistes en lo fundamental, que es generar confianza entre los ciudadanos.
Han pasado dos largos años y hay más claroscuros que cosas que contar. La vuelta al ‘Apartheid’ regional ha sido señalado en los convidados al acto de rendición del segundo año celebrado estos días. Otra vez los protagonistas vuelven a ser algunos de los líderes sabiamente sacados de sus gobiernos por decisión popular, quienes han abanderado por años una región con tinte bolivariano, que en nada ha ayudado a la mejora de las diferencias sociales en sus respectivos países.
Líderes muchos de ellos deslegitimizados, pero eso sí, empeñados en “ayudar” a lo gobiernos de tinte populista a hacer realidad el sueño que a ellos les truncó la realidad y la voluntad popular. Dejemos que México encuentre el camino de la normalidad institucional, buscando fórmulas de convivencia política que permita terminar el sexenio con un acertado tiro parabólico en beneficio de todos los mexicanos y de la Región.