Toros, trajes y nexos oscuros: la tarde en que Alberto Uribe Sierra y el narco se dieron la mano

En la tarde del 13 de marzo de 1983, la Plaza de Toros La Macarena de Medellín se vistió de gala para una corrida de beneficencia en apoyo al proyecto “Medellín sin Tugurios”. El cartel anunciaba a los rejoneadores Alberto Uribe Sierra, Fabio Ochoa Vásquez, Andrés Vélez y Dayro Chica, junto a los toreros Pepe Cáceres y César Rincón. Los toros, provenientes de las ganaderías “Los Guateles” y “Rocha Hermanos”, prometían una tarde memorable.

Sin embargo, tras el brillo de las luces y el fervor del público, se ocultaba una realidad más oscura. Alberto Uribe Sierra, padre de Álvaro Uribe Vélez, y Fabio Ochoa Vásquez, miembro prominente del Cartel de Medellín, compartían protagonismo en el ruedo. La presencia de estas figuras en un evento patrocinado por Pablo Escobar evidenciaba la simbiosis entre la élite social y el narcotráfico que permeaba la sociedad colombiana de la época.

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Pablo Escobar, quien había consolidado su poder político tras su paso por la Cámara de Representantes en 1982, utilizaba iniciativas como “Medellín sin Tugurios” para ganar legitimidad y apoyo popular. La corrida de toros no solo buscaba recaudar fondos, sino también blanquear la imagen de los capos, presentándose como filántropos ante la sociedad.

En este entramado, Álvaro Uribe Vélez jugó un papel crucial. Tras el asesinato del director de la Aeronáutica Civil, Fernando Uribe Senior, en febrero de 1980, Uribe Vélez asumió la dirección de la entidad, donde se otorgaron licencias aéreas que, según investigaciones posteriores, facilitaron las operaciones del narcotráfico.

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Tanto así que Rodrigo Lara en su función de Ministro de Justicia ordenó a la Aeronáutica Civil la cancelación del permiso de operación de cuatro aeronaves por estar siendo utilizadas para el narcotráfico, dentro de las cuáles estaba el helicóptero de matrícula HK-2704 de propiedad de la empresa Aerofotos Amortegui de la cual era socio Alberto Uribe Sierra y el cual fue encontrado en Tranquilandia, el mayor centro de procesamiento de cocaína que había en el país. Es decir, la entidad de la que Uribe Vélez fue director permitió la operación de un helicóptero de propiedad de su padre que fue utilizado para el tráfico de drogas.

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Cuando se desarrolló la corrida de beneficencia en la Macarena, Álvaro Uribe Vélez ya había renunciado a su posición como alcalde de Medellín, en la que duró tres meses, y que de acuerdo a Álvaro Villegas quien en la época fungía como gobernador de Antioquia el mismo presidente Belisario Betancur le pidió que removiera a Uribe de su cargo como alcalde por sostener presuntos nexos con el narcotráfico.

La corrida reunió a pesos pesados de la política y del narcotráfico en Medellín, en un momento en el que Álvaro Uribe Velez debía estar comenzando a montar su campaña para el Concejo de Medellín. Estando reunido el Cartel de Medellín en su apogeo, y teniendo en cuenta todos los señalamientos de las buenas relaciones que sostenía su padre con la organización criminal, vale la pena preguntarse si no habrá sido una muy buena oportunidad para que el candidato Uribe Vélez consiguiera financiación por parte de tan respetados empresarios para su campaña como concejal.

La foto de un cartel de una corrida de toros da cuenta de cómo el narcotráfico trató de camuflarse entre la alta sociedad de Medellín, como Pablo Escobar buscó mostrarse como una especie de Robin Hood que quería utilizar su buena fortuna en los negocios para ayudar. Nos muestra también unos nexos entre Álvaro Uribe y su familia y las principales figuras del Cartel de Medellín de la época que no se terminan de aclarar, que dan la duda de si habrán jugado alguna parte en su ascenso como político.

La interconexión de estos eventos y personajes revela cómo el narcotráfico infiltró las estructuras políticas y sociales de Colombia, utilizando la filantropía y la cultura popular como herramientas para consolidar su poder y legitimidad.

Alejandro Toro