En mi reciente columna sobre cultura política escribí que la vida humana no debe instrumentalizarse. Las vidas de los hermanos indígenas congregados en minga están siendo instrumentalizadas, así como lo fueron en el siglos pasados, la historia se repite con diversos actores como si se trasase de una traza cultural.
La palabra minga tiene su origen en la palabranquechua Mink’a, cuyo significado es compromiso o convenio para un trabajo entre el trabajador y la persona que necesita sus servicios (Diccionario SIMI TAQUE Academia Mayor de la Lengua Quechua, 2º Edi., Cusco, 2005). La esencia de la Minga es el trabajo comunitario; el esfuerzo personal que no busca una remuneración o dádiva, sino un beneficio común, el beneficio de todos. La minga fue un modelo productivo incaico en el que prevalecía el bien común y la satisfacción de los mingados, presente en muchas de las comunidades nativas de la Cordillera de los Andes, desde Chile hasta el sur colombiano; en términos de economía política el modelo de minga se asemejaría más a un modelo productivo colaboracionista que explotacionista.
La minga del siglo XXI es muy diferente a la figura comunitaria ancestral, ha mutado desde su forma original, abandonó su esencia de organización de trabajo comunitario para convertirse en un modelo de acción política operado por grupos de interés previo a los procesos electorales. Lo que explica la participación de la minga en vías de hecho como bloqueos, paros y el papel parapolicial de la denominada guardia indígena que colocan su cuota de afectación al sistema económico productivo, la libre movilización de los conciudadanos y el daño al patrimonio cultural que no los identifica, cuando lo creen pertinente como medio de presión política y social, avalado por algunos grupos de interés.
¿Todos los mingueros pertenecen originariamente a las comunidades indígenas que dicen representar? Llama la atención que sean algunas personas ajenas a la minga las que toman los micrófonos en los encuentros de los mingueros para elevar arengas reivindicacionistas. Tras de ellos, muchas veces van crédulos que romantizan la minga como un acto cultural de cariz étnico vindicatorio de derechos, y no como lo un instrumento político de movilización ciudadana de minorías étnicas. La minga como institución antropológica agonizaba, según algunos académicos, porque muchos de los miembros de las comunidades indígenas se negaban a aportar al trabajo comunitario sin un jornal de por medio, aspecto documentado en investigaciones como la realizada por el Profesor Óscar López Cortés de la Universidad Libre de Colombia (2018).
La minga se reinventa en instrumento ideológico para ser impuesto como modelo de acción política y económica por parte de los retóricos de las nuevas ciudadanías. En efecto, hay quienes señalan que la minga ya no debe quedarse solo en la movilización indígena, sino que debería ser la minga del pueblo colombiano, este tipo de expresiones lo que logran es instrumentalizar un fenómeno cultural exclusivo de algunas regiones del País. La minga debería conservar el natural devenir de la cultura a la que pertenece, no debe ser instrumentalizada, ni impuesta. La minga no forma parte de la cultura de muchas regiones del país como por ejemplo, para algunas lo es el cooperativismo que ha cimentado profundas raíces en el nororiente andino colombiano. La Insurrección Comunera de 1781 tuvo motivos fiscales, no pretendió derrocar al rey, fue precursora de los hechos iniciados en 1810 que desencadenaron las primeras brasas de lo que sería la independencia. En suma, pensar y opinar diferente no ha de ser inconveniente, feliz día amigo lector.