Muchos teníamos la esperanza que, con su llegada a la presidencia, Gustavo Petro moderaría sus delirios de persecución que tanto acusó cuando fue alcalde de Bogotá, pero, todo lo contrario. Todo indica que lo único que sabe hacer como presidente es dar discursos incendiarios, obstinados y enfocados a aumentar la polarización del país.
Próximo a cumplirse la mitad de su gobierno y con un pobre avance de su legado: altos niveles de polarización, pésima ejecución del presupuesto de las instituciones y varios escándalos de corrupción similares a los que atacaba en el pasado con vehemencia. Así las cosas, la actitud de Petro es cada vez más preocupante para los que creemos en mantener un sistema democrático con muchos ‘vicios’, pero con otras tantas garantías para mantener la senda del desarrollo país.
Insiste en repetir como propaganda política que habrá un golpe blando, que más bien parece ser la única ruta que tiene para salir de la presidencia, en el mejor de los escenarios, como un mártir. Queda claro que la personalidad del presidente es la de un hombre que solo le gusta la confrontación, el discurso pomposo y vacío, además de las eternas excusas para evadir la responsabilidad de sus actos. Así fue como militante de un grupo guerrillero, así fue como alcalde y así ha sido como presidente.
Es probable que veamos un Petro más quejoso, más sensible y más ‘víctima’ que siempre, todo para excusar los profundos vacíos que deja su manera de gobernar. Al presidente se le agota el tiempo para convertir su historia en la de ese mártir: incomprendido, vulnerado y atacado por las élites que le odian.
Petro es consciente que ya no tiene los votos que lo llevaron a la presidencia. Hoy la democracia no es una opción para volver a ganar: ni él, ni la de otros seguidores de su desgobierno. Con este panorama, el caos y la revolución es el camino más viable para mantenerse en el poder o para intentar limpiar su falta de liderazgo como gobernante.
Serán días de mucho cuidado y de alerta permanente para todas las instituciones y los mecanismos que ayudan a mantener la estabilidad del país. El Presidente no perderá oportunidad, ni discurso, para hablar del ‘golpe blando’, porque sabe que es la única vía que le funciona ante la posibilidad de quedar como uno de los mayores fiascos políticos del siglo XXI.