Después de haber asistido al derrumbe de la derecha con el mandato de Duque, gracias a un presidente que dice ser de Izquierda, así llego al poder.
En las calles, en los taxis, en las cafeterías, en las discusiones familiares hay un malestar general que dice: no era lo que esperábamos, nos sentimos traicionados, es la expresión de un amplio sector de los votantes por Petro. Puede ser, que lo que la gente está diciendo sea, la política partidista hace varios periodos perdió su fuerza por la falta de claridad ideológica y renovación, bueno, también, porque se dedicó a la corrupción, a la politiquería, a llenarse las arcas individuales y dejaron a los seguidores sumergidos en un vació político que llevo al trasfuguismo, a buscar en otras huestes un sentido de lo político. Esta des-configuración partidista fue dando lugar, esto es lo interesante de las contradicciones, a una manera distinta de ir tras los votantes, aparecieron las firmas, los nombres que representan las necesidades y sobre todo la pulcritud, la ética, restablecer la confianza colocándola en alguien que represente y haga visibles a los electores. Un primer asomo de aquello fue Uribe, dijo: soy el poder, y uni-personalizo el estado colombiano. Se inician los gobiernos que hacen de la personalidad del presidente la forma de gobernar no con la necesidad de los electores. En la misma lectura, Santos quería ubicarse en la historia como el nobel de paz y todas sus locomotoras se detuvieron sin más. Duque, invirtió una suma considerable del dinero, estatal, para favorecer su imagen delante de los colombianos. El hombre de izquierda, de los nadie, vuelve por la misma, a gobernar con la personalidad dejando una estela de soberbia, de adicto, de terquedad, de incumplido, de clientelista en tanto que coloca en el poder a quienes le sirvan a los beneficios de su ego.
La política en Colombia es un marasmos de cosas por ende la cultura política de los colombianos no es de una clara orientación o una férrea disciplina de partidos sino que va de acuerdo a las dinámicas sociales que se vayan presentando, por lo tanto, los políticos ven en ella las oportunidades para afianzar su poder, la violencia, o una perspectiva política que casi nada tiene que ver con las realidades que urgen en el país. En general el malestar, la falta de participación, desesperanza y profunda desilusión se registran matizando, de esta manera, un sentimiento nacional. Importa muy poco se ha vuelto la actitud en la cultura política de la democrática Colombia. No hay legados que dejar, o al parecer son tan pocos los políticos que se pueden “salvar” de la mirada generalizada, que no se les tiene en cuenta.
Otro factor, no menos importante, que deambula por los pasillos de los entramados políticos es la mermelada, pagar los favores, que ha sido otra práctica que heredamos de otras latitudes en la que el favor se cobra un tiempo después, cuando se necesita, postura usada por lo grandes mafias en el mundo, la italiana, la cosa nostra, los Yakusa, entre otros, que invadieron con sus métodos las palestras de la política en Colombia. Los carteles, el ceveyé, el amiguerismo, por eso se inventó en la política aquello del merecimiento, para distraer, porque lo que se ve es la misma dinámica del dulce.
Hoy el revuelo en los medios de comunicación y las redes sociales en Colombia es la condena por corrupción del precandidato a la presidencia de la república Rodolfo Hernández, que perdió por 700.000 votos contra Petro (se imaginan). Ya no hay asombro, no hay perplejidad, no hay dignidad política dado que la sociedad esta cauterizada por tanto de los mismo. Para la muestra este botón.
Jalily Covezdy
Director de Ciencias Políticas