Un mundo de máquinas: imparable ¿y también deseable?

Hace unas semanas escribía en otra columna de este espacio que el ser humano se enfrentará a varios retos en las próximas décadas: uno, el sostenimiento de las políticas públicas y el Estado del bienestar (pensiones, sanidad, educación); Segundo: la transición a las políticas ecosostenibles que están cambiando nuestra forma de vivir y cuestionando la supervivencia de muchos sectores de la economía; Y tercero, la adaptación al mundo real de la Inteligencia Artificial (AI), y sus consecuencias sobre las libertades y el pensamiento.

La IA es uno de los fenómenos más disruptivos que nos tocará ver para los que ya no somos adolescentes, precisamente. En las últimas semanas se habla mucho de esto por el lanzamiento de ChatGPT, que arrasa entre jóvenes y no tan jóvenes. Una herramienta de conocimiento revolucionaria interesante, pero que también soporta unos riesgos. Y ChatGPT sólo es el comienzo.

Avances inimaginables

El desarrollo de la IA ha tenido un crecimiento exponencial. En la actualidad podemos ver grandes avances en transporte, en medicina, finanzas, comercio, entretenimiento… Es evidente el empuje que ha tenido en diferentes industrias, lo que inevitablemente desata una ola de euforia por el salto cualitativo, pero que no está exento de preocupaciones.

Este avance viene acompañado de preguntas relacionadas con el impacto en la sociedad, con todos los matices éticos. Especialmente, porque no olvidemos que la IA de inicio viene programada por seres humanos. Seres humanos que tienen intereses personales, empresariales y económicos, con sesgos morales e ideológicos. Y sobre todo, al ser una tecnología en manos de unos pocos elegidos (y el desconocimiento del 99,99999999%), nos vuelve muy vulnerables a los cambios que nos propone.

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Y ese es el punto clave a mi juicio. Si ya la legislación actual se retuerce humanamente para manipular la sociedad tal y como quiere la casta dominante, que no serán capaces de hacer cuando en teoría la decisión del camino a coger la tome una máquina que “no se equivoca” y que lo hace todo por nuestro bien. Sin que haya cuestionamientos y de manera automática.

Razonable desconfiar

Yo, personalmente, no me fío, no de la máquina en sí, sino de los humanos en el desarrollo por detrás, y especialmente en los políticos que tendrán a golpe de un ‘click’ manejarnos como a marionetas. Por principio, no se fíen de que un político lo hace todo por el bien común, en realidad es por el bien de él mismo y su gente. Nosotros como sociedad tenemos que estar muy alerta para detectar estos síntomas de manipulación y denunciar al primer indicio.

¿Y quién controlará la historia? ¿Y el conocimiento?

¿Quién, por ejemplo, nos dará la versión real de lo que sucedió en la campaña de Alejandro Magno por Asia, o quien no va a contar la historia de la Revolución Rusa o el 11-S desde la verdad-verdad? ¿Podremos cuestionar la versión oficial de la IA? ¿Habrá una IA de derecha, otra de izquierda o de centro? ¿Es bueno Trump o Biden? Este punto es crítico porque quien controla el discurso controla la voluntad (al votante).

Los riesgos de la IA

Adicionalmente ¿Seremos capaces de costruir una legislación para que la IA sea justa? ¿Podremos ‘controlarla’ para que no nos acabe dominando a nosotros? Estos y otros cuestionamientos han develado varios riesgos que ya hemos experimentado, así como posibles situaciones que podremos enfrentar en el futuro (o ya presente). Estos son los principales que veo:

1. Seguridad y vulnerabilidad

En Internet publicamos mucha información personal, en ocasiones sin demasiado control. Estos datos pueden ser analizados para predecir sucesos como los resultados de las votaciones, compras online, por ejemplo. Con esta tecnología, la información se puede manipular de una manera más sencilla y más fiable a ojos de las otras personas.

2. Impacto en el empleo

Siempre es una de las principales preocupaciones, pues a lo largo de la historia, los grandes cambios tecnológicos vienen acompañados de cambios sociales, lo que ha implicado la desaparición de formas de empleo. El verdadero desafío en este tema es que las empresas y los trabajadores se adapten a sucesos como la automatización y digitalización sin que pasemos a ser esclavos o unos simples parias.

3. Transformación de las relaciones humanas

La IA cambiará nuestra forma de interactuar socialmente, con el riesgo de perder nuestras habilidades personales e intelectuales como el pensamiento matemático, el raciocinio o la capacidad de reflexión y el cuestionamiento de las cosas. Espíritu crítico, lo que nos diferencia de los animales. En otras palabras: no dejemos de pensar por nosotros mismos.

4. Autonomía – tiranía

Otro de los grandes temores en torno a la AI es llegar al punto en el que ésta se vuelva autónoma y tome sus propias decisiones sin pensar en las personas. Algo parecido a lo que pasa en la película Terminator. Difícil predecir si llegaremos o no.

5. Establecer códigos éticos en la sociedad

Este es un tema bien complejo porque ni los humanos nos ponemos de acuerdo entre nosotros para decidir qué es ético y qué no. Como para que esas decisiones se le transmitan a una máquina y luego ‘imparta justicia’ en temas como derechos humanos, aborto o eutanasia, por ejemplo. Hay líneas rojas en las que la IA no debería entrar.

Estamos empezando a ver el desarrollo real de esta tecnología en nuestras vidas. Todavía hay muchas áreas grises, no sólo por lo complejo que es dilucidar los límites entre lo que es beneficioso y lo que no. A pesar de los riesgos, sería un error ver a la IA como un ‘enemigo’ cuando sus aplicaciones pueden ser realmente maravillosas para la sociedad.

No se puede poner puertas al campo. La IA es imparable. Tenemos que ser capaces de manejarlo en nuestro beneficio. Lo que evidenciará inteligencia de verdad será elegir esta tecnología como herramienta para el avance del ser humano y no como un arma de autodestrucción masiva. Aunque quizás eso es mucho pedir siendo como somos.