Durante años y especialmente en las últimas semanas de manifestaciones, el gobierno y el Centro Democrático se han encargado de alarmar con: “¡cuidado! el castrochavismo”. Confieso ¡Estoy de acuerdo! Pero no atienden las razones para evitar una “Venezualización” de Colombia, no se dan cuenta que se están ¡pegando un tiro en el pie”.
La Venezuela de los años 90 era un modelo donde los 2 partidos (AD y COPEI) se alternaban el poder desde 1958, siguiendo el sistema de “Punto Fijo”. Se alternaban el poder cada elección, sin resolver los problemas del país y acusando al gobierno anterior de todos sus males. ¿Les suena conocido?
En esos años, la crisis del precio del petróleo condujo al “paquetazo”, que incluyó recortes de las prestaciones sociales, subidas de impuestos y privatización de empresas estatales. Esto llevó en 1998 al “Caracazo”, una revuelta popular donde hubo saqueos y manifestaciones, donde la solución violenta trae consecuencias hasta hoy.
Si bien Colombia y Venezuela comparten muchas cosas, también hay otras que las diferencian radicalmente. 1) tenemos un desarrollo industrial mayor que el del vecino país, 2) no tenemos la crisis económica que tuvo Venezuela hace 20 años, 3) no sólo tenemos 2 partidos políticos, tenemos varios actores en la escena política, 4) la maquinaria clientelista sigue funcionando, porque los clanes y gamonales regionales siguen en puestos de poder, entre otras. Sin embargo, los criterios para el análisis siguen siendo los mismos.
En cuanto a los partidos políticos, si bien en Colombia hay varios, todos los que han llegado al poder tienen los mismos orígenes (conservadores o liberales), no llegan a soluciones reales de los problemas, siempre son los mismos grupos políticos (sin nombrar los mismos apellidos), y han gobernado acusando al gobierno anterior de todos los males.
Así como en Venezuela, el Estado colombiano funciona en gran medida por las repartijas burocráticas, corrupción en contratos y clientelismo, especialmente evidente en las regiones, y aunque todavía es imposible hablar de una crisis porque los clanes regionales siguen gobernando de acuerdo con el compás clientelista de Bogotá, es evidente que la ciudadanía se está cansando de esto. Las marchas desde el 21 de noviembre y las últimas elecciones regionales donde las alcaldías más importantes eligieron candidatos/as alternativos/as, muestran un descontento general y el hastío de este fenómeno.
Desde lo económico, no tenemos la crisis de finales de los años 90, de hecho, estamos creciendo a más del 3%, pero es un crecimiento económico exclusivo para unos sectores: el desempleo sigue subiendo y los bancos siguen aumentando sus ganancias. En consecuencia, estos indicadores no reflejan un beneficio para toda la sociedad. ¿Se acuerdan del caso de chileno? ¿Por qué marchan?
Siguiendo el camino por “rutas desconocidas” porque no soy economista, el crecimiento del 3% es impulsado por los hidrocarburos y minería. Una industria que deja grandes divisas, pero no crea empleo, no aporta tecnología y si se hace mal puede llegar a tener pésimos impactos en lo ambiental. Una razón más para desconfiar de la cifra del crecimiento económico.
Los dos países son distintos, pero se puede estar abonando el mismo terreno que transitó Hugo Chávez para llegar a la Presidencia. Tenemos un descontento alto, a pesar del crecimiento económico tenemos deudas sociales enormes, tenemos una ciudadanía activa y contestaria, un movimiento social/ciudadano sin liderazgo claro, una elite cada vez más sorda (y ciega), y un gobierno absolutamente impopular.
Solo se necesita alguien lo suficientemente inteligente para que canalice ese descontento social para llegar al poder, como lo hizo Hugo Rafael Chávez Frías. ¿Otro ejemplo? Jair Bolsonaro es radicalmente diferente a Chávez, fue esa persona que interpretó el cansancio con la corrupción en Brasil, podemos mirar las terribles consecuencias que ha tenido no sólo para su país, sino para el mundo con la destrucción de la Amazonía.
¿Estamos conscientes de esto?