Debe estar Álvaro Uribe Vélez, a punto de retirarle la confianza al presidente Duque, después de los sucesos de esta semana en los cuales ha tenido gran parte de responsabilidad el actual presidente, que con sus medidas tomadas y las medidas que no ha tomado, ha logrado darle a la oposición y a la opinión pública la oportunidad de rajar de este gobierno en todos los rincones de Colombia y parte del extranjero.
La reforma tributaria de Duque ha reencauchado a la oposición y ha llevado a los demás partidos a unirse en contra de una decisión tributaria suya que definitivamente castigará a la clase media y de ahí para abajo. Y a los ricos de siempre los favorecerá, no por sus ingresos sino porque no los toca. Pobrecitos.
Y decía que Uribe debe estar a punto de retirarle la confianza al presidente Duque porque poco a poco Duque y sus ministros amigos han ido acabando desde la presidencia con el partido Centro Democrático, como si hubieran sido pocas las desgracias del expresidente Uribe por ejemplo cuando le tomaron la foto de presidiario colgada, o la desgracia del covid que lo afectó el mismo día de su fichaje penal (qué casualidad), o la desgracia de su renuncia al Senado (imagino que con un terrible e infinito dolor de ego) pues un presidente de la República renunciando como miembro del Senado es casi comparable la renuncia de un presidente a su cargo y honores; con la desgracia de la caída de su imagen positiva y el crecimiento de la imagen negativa y para completar, con el actual presidente elegido por el “que dijo Uribe”, actuando en contra de las clases menos favorecidas y en contra de la corriente y de la opinión pública. (Se le vinieron las malas, dicen los furibistas).
Lo cierto es que con verdades y con mentiras, Uribe desde la silla de jefe de Estado logró transmitir tranquilidad al país, es decir, que el país sintió que había un presidente dispuesto cada vez y a toda hora a hacer lo que más le convenía al país, y así fuera con engaños y muy protervos los propósitos, la gente le creía y le quería. Nadie pensaba en las mentiras y los falsos positivos. Todas las cosas que como jefe de gobierno hizo Uribe, malas o buenas, le dieron imagen de salvador, de mesías y de único.
Pero usted puede trasladar y endosar votos, pero no puede endosar carácter, pensamientos, actitudes, jerarquías y sobre todo no puede endosar las ganas de hacer las cosas, que finalmente son las que califican los resultados y a Uribe sus métodos criticables y condenables lo mantuvieron en el poder sin problemas.
Iván Duque por su trayectoria laboral debe ser un buen conversador, un magnífico contertulio, canta, echa cuentos, debe ser muy agradable y amable, pero esa característica la pueden tener miles de personas en este país y Duque no es el único, lo que consecuentemente por esas solas cualidades sociales no lo hace buen presidente. Ser buen presidente son muchas cosas, hasta inventarse gritos de “le pego en la cara, marica” y hacerse el que no sabe que lo están grabando. Parta de ahí.
Uribe gobernó 10 años, los ocho de él y los dos años siguientes de Santos; luego perdió 6 años con Santos y no supo mantener la victoria de un plebiscito y eso lo mortificó pues perdió ganando; y cuando logró mostrarle al país que era Duque el elegido por él, el país se ilusionó con ese joven muy aplicado, pero nadie sabía que era ególatra pues Duque creyó que era un buen dirigente pero en la presidencia ha mostrado todos sus defectos y falencias y también ha dejado ver “que le faltó pelo pa´moña”. Voté por él.
Duque tiene hoy problemas y muy grandes. Aún los buenos necesitan que los califiquen, eso lo sabe cualquier universitario, incluido Julián Bedoya. Si Duque no tiene amigos que le digan hoy en la cara que lo que hace no es bueno, entonces que se busque un enemigo que se lo diga.
No tiene Duque a esta hora de hoy posibilidad de defender el buen nombre de su gobierno después de las marchas de protesta programadas desde el 28 de abril. Poco o casi nada le sale bien, o al revés, casi todo le sale mal. Su afán de aparecer como proteccionista de los ricos y de los dueños de grandes capitales lo tiene mal parado ante la opinión pública nacional. Sus ministros y funcionarios no dan la talla que pide el país y Duque no se ha dado cuenta de eso.
Hoy no es el tiempo de Carrasquilla. A Duque le parece que puede enderezar la situación de protestas haciendo un nuevo borrador de la reforma tributaria. Duque no es capaz de pensar más allá de las necesidades.
El país necesita confianza y Carrasquilla no la transmite, no sabe cuanto vale una docena de huevos, no tiene idea de lo poco que comen los colombianos, no sabe cuántos desempleados hay por las calles caminando para encontrar un empleo, no siente lo que sienten quienes no tienen plata para pagar los servicios públicos, sus papás no se han pensionado con sueldos mínimos para que después le quiten una porción por culpa de estos ministros ricos, desinformados e indolentes.
Duque debería dar un mensaje alentador al país, pidiendo o sacando o renunciando o destituyendo o despidiendo a Carrasquilla. Por ahí empezaría el país a tranquilizarse. Es lo mínimo que debería hacer en vez de pedirle a ese ministro un borrador de reforma. Lo blandito de Duque está en creer que puede superar esta crisis que apenas está empezando.
Si el país necesita la reforma, ésta debe empezar por la salida de quien alteró la tranquilidad ciudadana. Pero al presidente Duque le falta el coraje que hoy tienen los colombianos cuando ven que el presidente elegido para que los favorezca, más bien los está condenando a pagar los costos y los gastos en favor de quienes toda la vida le han ordenado al gobernante de turno que se arrodille ante los zapatos lustrosos de los que siempre han pisoteado al país con la complacencia de los presidentes, elegidos con la plata arrancada a la clase media y a los pobres, dejando a los pobres y a la clase media con una rabia que solo podrá calmarse cuando le den el antídoto de la salida de ese ministro infame y quien creyera, indeseable.
La cabeza de Carrasquilla ya tiene precio: No vale más de 1.800 pesos. Y sin embargo a ese precio, el presidente Duque no es capaz de comprarla.
A Duque le parece que si saca o cambia a Carrasquilla, no se lo perdonarán los bancos, los ricos, los patrocinadores de su campaña y la saldría pagando muy caro. Y yo creo que sí, pues a estos les debe mucho. Al pueblo pobre y hambriento solo le debe el infeliz voto que lo eligió.