Por: Juan Camilo Clavijo
Teniendo en cuenta que el COVID-19 afecta incluso al diseño feudal de nuestro país, de élites territoriales que en las regiones controlan lo económico, político, social e incluso lo cultural, como en el caso de Valledupar con el Festival Vallenato, es momento que ustedes aprovechen esta crisis para pensar en: cuales son las amenazas tengo a mi posición de poder, que puedo hacer para mantenerlo y que hago para aumentarlo.
La reducción de las ventas, el despido masivo de empleados, el incremento de la pobreza, la crisis de deuda de grandes y pequeñas empresas, la incapacidad de los hospitales para atender a todos los infectados cuando lleguemos al pico del virus, la discriminación hacia el personal de salud, los robos en las ayudas para atender el coronavirus, entre otros, son consecuencias que todo el país está sufriendo, desde El Country en Barranquilla hasta Tumaco en Nariño.
Con este panorama, las élites territoriales deberían hacer un análisis y encontrar que este virus NO es el culpable de todas las dificultades que estamos viviendo. Este sólo ha acentuado y ha hecho aún más evidentes las fallas en la administración pública, la debilidad del sistema de salud, la corrupción rampante, la violencia contra líderes sociales, la debilidad estatal, y el limbo en el que se encuentran los migrantes internacionales, entre otros. La coronacrisis sólo nos está mostrando nuestra mediocre zona de confort, que se debate entre la desigualdad y la apatía.
Y es entre esa desigualdad y apatía que las élites regionales deben manejar esta crisis, y aún más, encontrarle solución. Ya se ha visto la debilidad del Estado nacional para manejar esta situación, pues no tiene los recursos suficientes ni la legitimidad para hacer valer las decisiones. Por eso, ustedes señores de las regiones, deben asumir parte del liderazgo y encontrar soluciones a la crisis, y no sólo eso, proyectar un escenario para la crisis post-coronavirus.
Después de cada crisis, se aceleran procesos sociales, políticos, tecnológicos y culturales. Por ejemplo, ya pronosticamos que después del confinamiento la educación profundizará sus elementos virtuales, que los drones y vehículos autónomos tendrán un impulso aún mayor en las cadenas logísticas mundiales o que el relacionamiento social tendrá aún más distancia entre los seres humanos. Todas estas son tendencias que venían, pero que, con el coronavirus se aceleran.
Aquí es donde las élites regionales deben pensar no como mediocres micro-poderes ni en mantener el status-quo en sus zonas. Esta es una oportunidad donde la ganadería, la agricultura, agroindustria y sus mercados de retail deben ser rediseñados dadas las nuevas condiciones que se van a dar en el mundo. Esto implica un cambio total de mentalidad y de forma de relacionamiento con lo público y la política.
La primera pregunta para un miembro de esas élites es: ¿qué está amenazando mi posición? Aquí pueden existir respuestas como: el clan rival, X o Y empresario, X o Y político, la Contraloría, etc. Pero el común denominador para todas ellas son las relaciones políticas o de poder, más no una intimidación real a sus patrimonios.
Por eso, la primera oportunidad que se tiene para asegurar su poder es cambiar los patrones de relacionamiento con los otros, donde los negocios no se basen en quién conozco o con quién estudié, sino que se basen en mi capacidad de innovación y producción.
De esta manera, se tendrá sólo un frente donde se va a luchar contra los rivales, que es el campo de la innovación. Dejando de lado las prácticas clientelistas, la corrupción y la dependencia de la contratación pública (teniendo menos preocupaciones y diversificando sus entradas). Esta es la oportunidad para que estos grupos finalmente den el salto del S. XIX al S. XXI, porque en su arrogancia, no fueron capaces de pasar por el S. XX.
La segunda pregunta es: ¿Cómo hago para mantener el poder? ¿Qué acciones debo tomar? Cada crisis es una oportunidad. Si las élites leen correctamente lo que está sucediendo y para donde está girando el mundo, identificarán 3 sectores claves: robotización, ponerse al día en Big Data y nuevos campos de educación (no más divisiones entre ciencias naturales y ciencias sociales pues hacen parte de un todo). Si las élites regionales de Colombia quieren mantener su posición de influencia, eso sí dentro un nuevo esquema de relacionamiento político, deberían estar invirtiendo y preparándose para esos desafíos.
La agricultura y ganadería como uno de los mayores sectores en las regiones del país, deberá ser repensada no sólo en términos de tecnología sino de impacto ambiental. Son acciones concretas que el sector privado en asocio con los sectores políticos deberá estar pensando y preparando. Porque en los coronatiempos, estamos viendo que tenemos una élite empresarial regional mediocre, la cual tradicionalmente se ha beneficiado de contratos y relación públicas, más no de su innovación o investigación.
La tercera pregunta que se deben hacer es: ¿Qué hago para aumentar mi poder en medio de esta crisis y la que se viene? Para responder esa pregunta deben preguntarse antes: ¿es poder lo que tengo hoy? En muchas de esas regiones las únicas fuentes de empleo son la administración pública y las 3 empresas de los clanes regionales (en las grandes ciudades, puede haber 10 empresas, pero todas interconectadas las unas con las otras, y entre la misma élite), y es ahí donde radica su poder.
Entre el monopolio del aparato económico y las redes clientelistas con lo público (y en algunos casos, sus relaciones con actores armados y/o ilegales), radica el pilar de su posición. Por ende, los habitantes de esa región no tienen más opción de hacer uso de las únicas fuentes de empleo legales que existen.
Si las élites fueran visionarias, no corrientes y pensaran en expansión, abrirían el juego mediante el apoyo a microempresas, innovación y nuevas tecnologías, para dar medios de empoderamiento a las personas, para que éstas a su vez incrementen sus ingresos. Siempre me ha sorprendido lo miopes de estas élites, la ecuación es fácil: si la gente se empodera, estudia y crece, tendrán más ingresos, si tienen más ingresos, compran más mis productos y tendré una mano de obra más calificada para innovar más en mi negocio. Fácil, ¿no? Entonces, si quiero aumentar mi poder, hay que empoderar a la gente. Esto no es caridad, no es crear fundaciones o repartir mercados. Es abrir oportunidades reales de trabajo legal, de educación, salud y vivienda.
En consecuencia, las élites regionales no sólo se encuentran ante una oportunidad enorme de fortalecer su posición mediante sus empresas y negocios, sino de recuperar más de 200 años de abuso de poder en sus regiones, y poner a funcionar el sistema de forma correcta, para así fortalecer sus emporios.
La pregunta es: Señores de las élites regionales, ¿están dispuestos a abandonar sus mediocres zonas de confort, para convertirse en verdaderos jugadores nacionales y, por qué no, globales?
PD: NO SE ROBEN LAS AYUDAS QUE VAN A LAS PERSONAS AFECTADAS POR LA PANDEMIA ¡NO SEAN HIJUEPUTAS!