Los colombianos recorremos nuestras vidas cotidianas acompañados de sombras relacionadas con constantes momentos de peligro que culminan con impactantes descargas de miedos. Miedos originados por el dinámico contexto violento e inseguro que vivimos, diría sin medir palabras, si algún parroquiano me cuestiona sobre las causas de estas amenazas que se extienden virulentamente en todos nuestros entornos, eso sí, sin medir condición social.
Trataré de entrar en esa oscura sintomatología parafraseando a Alfred Hitchcock, considerado el maestro del suspenso, quien afirmó en una ocasión que: “no hay nada más inspirador que el miedo”. Esa inspiración me invita a confesar con cierto temor que mi hija, esposa y yo vivimos encasillados de miedo tras una contundente y comprobada amenaza de muerte emanada desde cuatro diferentes líneas de celular, mis redes sociales corporativas y mensajes de texto. De verdad, que peligro…
“Vivir en carne propia” estos sobresaltos acompañados de una descarga de frases atemorizantes al muy estilo sicarial como: “voy a violar a su hija, voy cortarlos en pedazos y meterlos en bolsas y les voy a colocar una bomba a ese carrito rojo”, encienden las alarmas del más desprevenido máxime cuando se descubre que detrás de los mensajes el autor es una figura vecinal cercana. De los hechos, las autoridades tienen hasta los más mínimos detalles. No obstante, la zozobra es latente y aceptar este endémico mal como un ingrediente más de nuestra sociedad es una tarea horrorosa.
Inspiremos aún más el miedo. En este caso, las víctimas niñitas menores de edad. Los victimarios, enfermos sexuales de pelo mono, ojos azules, billete verde e incluso criollos con cédula de región cualquiera. Que susto! Más susto es entender la astucia del traficante sexual para comprar conciencias familiares -juego con un supuesto- y luego ofertar a sus criaturas por sucios servicios sin tener presente que ante la denuncia y exposición pública del delito cientos de infantes saldrán afectados en su desarrollo psicológico y social. Y, los responsables, con piel en polvorosa o pagando escondederos a peso, como reza el adagio. “Más de 55.000 menores son víctimas de la trata de personas, de los cuales las niñas entre 12 a 14 años representan mayor vulnerabilidad”, dice la ONU. Siento fobia y sigo con miedo…
Mi inspiración sigue. Detonó un carro cargado de explosivos! Noticia bomba que nos puso los “pelos de punta”, exalto nuestros miedos y nos remontó a los atentados propios de violencias de narcos y guerrilla contra los cuerpos de seguridad y la indefensa población civil. Por cosas del mismísimo destino, los colombianos recibimos las esquirlas de ese último artefacto -12 de abril del año en curso- con la intervención por parte del gobierno a importantes empresas promotoras de salud (EPS), lo que nos generó una fuerte crisis de nervios porque a la par las reformas pensional y laboral aumentaron los temores ante sus diversos cuestionamientos por parte de especialistas, extremistas y los propios ciudadanos. Ante estas últimas noticias estamos en inminente peligro de ser absorbidos por los diversos sinónimos de la palabra miedo…
Quisiera ser menos inspirador en temas oscuros y miedosos, pero nuestro contexto social, desde que era un niño siempre ha sido así, recuerdo. Como no recordar las campañas pedagógicas para evitar asociar el maldito licor con la valentía de conducir, los excesos de velocidad por parte de carros y motos y la falta de prevención por parte de peatones. Eso lamentablemente deja, según (@ELTIEMPO), “más de 1.400 muertos por accidentes de tránsito este año y en los últimos seis han perdido la vida más de 48 mil personas en las vías del país”. Que Horror! De esto, rememoro a Ruben Blades:
“Decide la luz del semáforo comerse.
Y no ve el troc aparecerse en la oscuridad
Pito, choque y la pregunta: “¿Qué pachó?”
Pa la eternidad, ¡persígnate bróder!
Quise reducir la inspiración a relatar las variadas formas de sentir miedo. Para ello, le sugerí a mi atemorizada mujer me compartiera una lista. A renglón seguido: tengo miedo a salir esperar el alimentador, a sentarme al lado de un hombre, a la actitud defensiva de la gente, a sacar mi celular, a mirar los mensajes de WhatsApp y sus mensajes en busca de envolverme para robarme mis ‘chichiguas’, a bajarme del transporte masivo y ser víctima de robo o atraco, a ser invitada de honor a un paseo ‘pobre’ porque ando ‘ilíquida’, a sentarme en la sala a ver noticieros con titulares miedosos, a que mi marido se vaya a echar ‘pola’ por ver al (@AmericadeCali) y sigue…amigos lectores, en honor a la verdad, prefiero que cada uno siga la lista porque estoy seguro esto nunca va a acabar.
¡Quedé asustado! ¡Por Dios! Entonces, la decisión más espiritual para alentarlo a usted es tener en cuenta las recientes palabras del Papa Francisco (@Pontifex): “Basta de guerra, basta de ataques, basta de violencia. Sí al diálogo, sí a la paz”, creo esto me induce a inspirarme más…
#Parzival: ¿Sera Qué el presidente Gustavo Petro (@petrogustavo) Inspira Miedo?
Asesor, Estratega, Periodista, Reportero, Redactor Y Especialista En Diversas Formas De Comunica