Estoy conmocionado con los excesos de violencia. Me conmociona la violencia producida en las poderosas redes sociales por parte de nuestras personalidades públicas. Me conmociona la violencia verbal y física en manos de letrados e iletrados en la prensa tradicional. Y me conmociona sentir las décadas de violencia por las que hemos pasado con el cruel resultado de un desvalorizado precio a la sagrada vida y millones de muertos rememorados en los archivos de nuestra historia.
Ser violentos se convirtió en una estrategia de los más connotados líderes en aras de generar amenaza, miedo y zozobra, intuyo, con el ánimo de buscar protagonismo digital, periodístico y populista. Me explico.
Por un lado, el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Fabio Arias, amenazó con liderar un nuevo ‘estallido social’ si “los empresarios no pierden algo o, de lo contrario, deben someterse a otro fenómeno parecido al que literalmente quemó al país en 2021”. Esa revuelta, le costó al país “el abuso de la fuerza, violaciones a los DD. HH. y enfrentamientos violentos entre policías y manifestantes marcaron las protestas que dejaron miles de heridos, decenas de desaparecidos, más de 70 muertos y otros daños colaterales”*. Aun con estos resultados, se le echa gasolina al fuego. Que miedo.
El tono perverso, característico de los sindicalistas, es ciertamente exagerado en el sentido de atacar sin ‘pelos en la lengua’ a millones de empresarios, inversionistas e incluso emprendedores arriesgados a formalizar empresas, aportar su capital humano y financiero, y siendo honestos generar empleos formales para millones de colombianos, sin tener presente la fuerte carga tributaria y parafiscal para sostener y funcionar como negocio o empresa legal en nuestra revolucionada nación. Insisten los analistas en temas laborales en la necesidad de abordar temas puntuales para mejorar las condiciones de la mano de obra criolla, pero es en el Congreso donde se debaten con altura, argumentos, datos y cifras esos menesteres. Será qué a punta de mensajes violentos logramos nuestros requerimientos? No creo.
Por otro lado, los extremos políticos nos generan violencias verbales en las redes sociales que atentan contra los derechos fundamentales. La pelea Petro vs Trump en (@Twitter) ahora X con mensajes nacionalistas, izquierdistas y autoritarios dejaron en evidencia como se constriñe en su ser a cada colombiano que busca en la tierra del ‘sueño americano’ un mejor futuro y una mejor calidad de vida entendiendo que en su nación, el presidente o gobierno de turno es incapaz de cubrir con serias políticas públicas sus necesidades y un sólido bienestar social. Ese mismo compatriota se arriesga a ser ciudadano ilegal, luego señalado de bandido y ahora deportado como el peor delincuente. Las historias de vida de los deportados son violentas.
Las posturas de Petro vs Trump dieron pie a una feroz reacción de ambos bandos en las poderosas redes sociales y sus millones de seguidores, sin medir las consecuencias para miles de empresas, empresarios y emprendedores atentos por estos días a poner a disposición sus productos y servicios colombianos en los capitalistas eventos como son el Super Bowl y el Día de San Valentín, en donde el café, el aguacate, los bananos y las flores, entre otros, dejan grandes dividendos a la tierra del ‘Papá Trump’ y la del ‘Aureliano del siglo XXI’. Por Dios! “Superado el torbellino, conviene extraer lecciones. La primera es evidente: algo de tanta importancia y que involucra la estabilidad de millones de personas como lo son las relaciones internacionales de un país necesita de sensatez y sentido de responsabilidad en función de proteger el bienestar de la mayoría”, dice un editorial de El Tiempo.
De los mensajes violentos en la red, el ‘pueblo´, o mejor, los hinchas de cualquier equipo del fútbol colombiano lanzan sus odios o sus violencias verbales y físicas contra los jugadores o el equipo visitante como sucedió recientemente en Santa Marta, en donde Millonarios fue recibido a punta de ‘madrazos y pedradas’ dejando como resultado a un jugador del equipo capitalino seriamente herido y el aplazamiento del partido. Una violencia sin límites en una de las pocas actividades de entretención masiva con cierto amago de amistad dentro y fuera de las canchas para los que encontramos en esta actividad deportiva una forma de entretenimiento y una salida a este estrés mediático de las violencias. La película es rebobinada con frecuencia con saldos de heridos, muertos y enfrentamientos caóticos.
Más violentos para donde. Los hechos del Catatumbo, una guerra territorial sin tregua para controlar el negocio transnacional del cultivo y comercialización de la coca, según la Defensoría del Pueblo es: “la matanza en esta zona del país que podría ser considerada la más grande de la década (pueden ser más de 80 muertos) y desató el desplazamiento de por lo menos más de 50.000 personas, el más grande registrado en 30 años en Colombia”. Lo más lamentable es que 1.800 niños y niñas también son afectados en sus derechos a la niñez y el impacto devastador del conflicto armado en sus vidas. Las violencias poco perdonan edad, sexo, raza o región. Vamos mal…
Tan mal que, de acuerdo con estudios, en Colombia se cometen al menos 36 asesinatos al día con el antecedente de ser violentos, es decir, sin medir los medios y las formas para acabar sin asco con la vida de cualquier ciudadano. “La confrontación, el insulto, el golpe bajo, y la puñalada trapera son recursos aceptados por quienes saben que en ese lodazal todo está permitido”, dice Frenando Carrillo en su libro Sin miedo. Yo me arriesgo a tratar de concluir, como dije a un programa de televisión internacional deportivo: “el Fútbol Colombiano y en general nuestra Colombia es el reflejo de una sociedad carcomida por nuestra histórica violencia, Y hoy, alentada por nuestros líderes políticos que incitan a solucionar por medio de vías de hecho”
PORTADA

Llegan más colombianos deportados desde EE.UU.

Procuraduría pone la lupa en los títulos universitarios falsos

A juicio Armando Benedetti

La frase de Álvaro Gómez que hace quedar mal a Armando Benedetti
