Hablar de Wilson Borja es adentrarse en la historia viva de la resistencia y la lucha por una Colombia más justa. Su nombre, sinónimo de compromiso y valentía, resuena en el corazón de quienes han peleado incansablemente por los derechos de los trabajadores y por la construcción de una sociedad más humana. Borja no solo fue un líder, sino un símbolo de la tenacidad y la esperanza en un país atravesado por profundas desigualdades y conflictos.
Nacido en Bogotá el 1 de septiembre de 1951, Wilson Borja se destacó desde temprano por su dedicación a las causas sociales. Se forjó en el movimiento sindical, donde se convirtió en una voz poderosa para los trabajadores. Fue presidente de la Federación Nacional de Trabajadores al Servicio del Estado (FENALTRASE) y miembro destacado de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Su lucha no fue fácil; en un país donde la defensa de los derechos laborales ha sido constantemente amenazada, Borja se enfrentó a poderosos intereses y a una violencia sistemática contra los líderes sociales.
Tuve el honor de conocer a Wilson Borja cuando era dirigente estudiantil. Su carisma y firmeza en sus convicciones fueron una fuente de inspiración. Desde esos tiempos, su capacidad para movilizar y liderar con un enfoque inclusivo y democrático quedó grabada en mi memoria.
El 15 de diciembre de 2000, Wilson Borja sobrevivió a un atentado que buscaba silenciar su voz. Aquel día, un comando armado disparó contra su vehículo, dejando como saldo varios heridos y un mensaje claro: su lucha incomodaba a muchos. Sin embargo, lejos de amedrentarse, Borja emergió más fuerte, decidido a continuar su batalla desde el Congreso de la República. Fue elegido Representante a la Cámara por Bogotá en 2002, donde se destacó por su incansable labor legislativa en defensa de los derechos humanos y laborales.
En su paso por el Congreso, Borja impulsó leyes cruciales para la protección de los trabajadores y la dignidad humana. Su trabajo legislativo fue siempre guiado por un principio inquebrantable: la justicia social. Defendió la paz y fue un férreo opositor de la guerra y la militarización, abogando por soluciones políticas al conflicto armado que ha azotado a Colombia por décadas.
Al interior del Polo Democrático Alternativo, Wilson Borja se consolidó como un líder influyente. Su visión unitaria de una propuesta progresista fue clave para fortalecer al partido como una fuerza política comprometida con los derechos de los más vulnerables y la transformación social del país. Borja trabajó incansablemente para construir puentes entre diferentes sectores de la izquierda, siempre con la convicción de que la unidad es esencial para lograr cambios significativos.
Durante el gobierno de Álvaro Uribe, Borja fue objeto de constantes ataques y amenazas. La persecución política en su contra fue intensa, pero Borja, con una fortaleza admirable, logró salvaguardar su vida y continuar su labor. A pesar de los intentos de acallarlo, su voz permaneció firme, denunciando las injusticias y defendiendo la verdad.
Desde su tendencia política, el Combo Amarillo, Borja apoyó mi última campaña al Concejo de Bogotá. Su consejo, siempre sabio y oportuno, me guió en cada paso. Borja, fiel a sus principios democráticos, nunca temió al poder popular, sino que lo alimentó y fortaleció, enseñándonos a todos la importancia de la participación y la resistencia.
El legado de Wilson Borja es inmenso y su impacto, duradero. Nos deja un ejemplo de integridad y lucha incansable. Su vida es un testimonio de que, a pesar de los obstáculos y los intentos de silenciar la verdad, la justicia y la dignidad siempre encuentran su camino. En su memoria, debemos seguir trabajando por el país que él soñó: uno donde los derechos de los trabajadores sean respetados, donde la paz y la justicia prevalezcan, y donde cada ciudadano tenga la oportunidad de vivir con dignidad.
En estos tiempos, donde las amenazas contra los líderes sociales persisten y donde la injusticia sigue presente en muchas formas, recordar a Wilson Borja es reafirmar nuestro compromiso con sus ideales. Es un llamado a no rendirse, a seguir luchando con la misma pasión y dedicación que él mostró en cada paso de su vida. Un imprescindible de la lucha política, seguirá siendo una luz guía para todos aquellos que creen en un futuro mejor para Colombia.