Ya tenemos perdón social: con dinero se perdona todo

Contrario a lo que se piensa y se vocifera en las redes por el escándalo reciente alrededor del candidato a la presidencia más opcionado hasta el momento y su supuesta propuesta del “perdón social, en Colombia hay perdón social para corruptos y aún peor, para narcotraficantes y sus asociados, siempre y cuando estos delincuentes impunes tengan dinero. Estamos en una sociedad contaminada por estas personas que son aceptadas sin ninguna pregunta de sus vecinos ni socios, porque tienen dinero y “mueven la economía” se dirán algunos eufemísticamente para acondicionar su doble moral, configurando así el perdón social de hecho.

La acalorada discusión en las redes se trata más de un episodio de rivalidad política por las elecciones que de un asunto cierto. Lo más probable es que quienes están en las cárceles por corrupción o narcotráfico y conexos son una pequeña fracción de todos los que deberían estar, algunos de los cuales seguramente participan o apoyan en las otras campañas en forma explícita o soterradamente. Este no es un tema nuevo en el país. Va desde los narcos que apoyan con la compra de votos y sus maquinarias de presión en los territorios donde ejercen influencia hasta los políticos corruptos con todos sus aparatos cuyos tentáculos llegan a la contratación estatal haciendo proyectos que en poco impactan el progreso real de las regiones pero que sí les permite pelechar. Nada de esto es desconocido y cualquier colombiano puede enterarse incluso en los medios alineados con el sistema que de cuando en cuando tiene que publicar, con sus matices tendenciosos, a los que de todas maneras son escándalos emanados de esta podredumbre.

Hace un tiempo escribí un artículo dedicado específicamente a este respecto titulado “Una sociedad contaminada ¿qué futuro nos puede esperar?” (Fonseca) abordando el cuestionamiento trascendental que una persona íntegra tiene por vivir en nuestro país y sus realidades tan duras. Traslado aquí algunas de sus frases.

La sociedad en la que vivimos está contaminada.

De manera generalizada está contaminada con corrupción en todas sus formas: además del narcotráfico con todas sus consecuencias, robo de dineros públicos por políticos, funcionarios y contratistas del Estado, minería ilegal, estafadores de cuello blanco y hampa de alto nivel.

La gente de bien, aquella que se autodenominaba así por sus abolengos y herencias de riqueza, que hace 50 o más años significaba la diferencia entre tener educación o no, incluso de leer o no, ahora está mezclada con la gente que tiene algo de riqueza sin importar de dónde provino, así sea ilícita, debido a que el valor más importante de nuestra sociedad es el dinero.

Los demás valores ya no interesan mucho o son acomodados para que estén supeditados a que el dinero justifique todos los demás, incluso los religiosos, generando una moral difusa que se observa en forma generalizada. Ahora, la gente de bien está alineada con todo el que tiene algo de plata. O al revés también.

Limpiar el país de esa contaminación no es nada fácil debido a que se origina en una contaminación de inmoralidad en la mayoría de las personas que han aceptado tener una cuasi moral, que funciona para lo correcto en unos momentos y para lo incorrecto en otros y permite esa dualidad sin ningún problema de consciencia y sin recato alguno.

La prioridad es tener más dinero o conservar lo que ya se tiene, y con ese objetivo fuerte en mente cada persona justifica consigo misma todo lo que haya que hacer para lograrlo.

No vale haber tenido una escolaridad en colegios, universidades y postgrados, porque ética, empatía y lógica nos resultan muy ajenas. Somos ignorantes en esas maravillas del comportamiento humano que hacen que las sociedades sean prósperas y desplieguen un enorme bienestar para todos sus ciudadanos. Para ricos y para pobres.

Una gran parte de la población no cree que esta contaminación de narcotráfico y corrupción sea un problema real. Así es la vida y hay que ser vivos, porque los vivos viven de los bobos, siendo los bobos aquellos que somos correctos (en estos días me recordaron un excelente artículo de Gossaín al respecto).

Lo malo es que en ausencia de justicia, como sabemos que estamos, este odioso estribillo es una siniestra verdad. Ese es el origen de que se haya vuelto que quien tiene plata es gente de bien y nadie pregunta de cuál buena fuente proviene la plata.

Es posible que nuestro destino sea que la contaminación termine por vencernos a todos y aunque algunos permanezcamos íntegros seremos rebasados por el mal estado general de todo y tendremos que aprender a resignarnos a vivir en un país lleno de inmundicia.

Al paso que vamos, ya pronto habrá que pedir permiso para actuar correctamente porque socialmente estará muy mal visto que alguien resulte tan bobo.

Volviendo al supuesto perdón social del escándalo de la semana, obviamente no podemos dejar de segregar a los pocos que han sido atrapados. Eso no es lo importante. ¿Qué pasa con todos los politiqueros y militantes que han salido a vociferar (en contra unos, o a justificar lo inexplicable los otros) y que tienen pecados graves en sus historiales? ¿o en sus familias? ¿o en sus sociedades o negocios?

Está muy bien la indignación, pero que sea generalizada en contra de todos los corruptos y todos los relacionados con el narcotráfico. De resto, es sólo una vil manipulación más a un pueblo polarizado que le gusta mantenerse ignorante de su apabulladora realidad.

@refonsecaz

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