Un vacío e incertidumbre embarga a tres almas solitarias que se embarcan en una aventura por las carreteras de Colombia. Aunque El Árbol Rojo es una película sobre los dilemas de una familia disfuncional a finales de los 90, el conflicto armado se integra de manera sutil como un personaje transversal en la trama, cuyo hilo conductor es comandado por la gaita.
La historia sigue a Eliécer (Carlos Vergara), que fue encomendado con la última voluntad de su padre, un popular gaitero que recién murió y al que no ve desde hace décadas. La misión es que él reúna con su madre en Bogotá a Esperanza (Shaday Velásquez), su medio hermana desconocida. Al viaje se une Toño (Jhoyner Salgado), un aspirante a boxeador cuyo sueño es llegar a la capital para ser profesional y tener más oportunidades. A medida que el filme avanza, los personajes tienen que superar una serie de inconvenientes que les impone el destino.
El argumento de El Árbol Rojo se basa en un documental fallido que Joan Gómez quiso realizar junto a Iván Sierra sobre la antigua generación de Los Gaiteros de San Jacinto. La idea que tenían los realizadores era ir al pueblo, sumergirse en la cultura e indagar de dónde salen los populares sones de gaita.
“En horas y horas de entrevistas con ellos siempre aparecía el canto de los pájaros como inspiración para los sones de gaita. Este elemento quedó plasmado en el guion con los pájaros que ellos replican con la gaita. Con la gaita no se escribe, es tradición oral, todo es por oído. Así que todo es por herencia, lo que nos funciona en la historia porque hablamos de padres, hijos, historia, herencia y nos sirve como leitmotiv”, explica Joan Gómez, director del largometraje.
No es la primera vez que Joan Gómez incursiona en una historia en la que hay un conflicto hostil entre padre e hijo. El cineasta había tenido un acercamiento similar a este tema con Asunto de Gallos, cortometraje que escribió y dirigió en 2009. Sin embargo, el conflicto con esta ‘road movie’ es distinto porque parte de un abandono hacia el protagonista.
En este sentido se evidencia la figura del gaitero como un ‘rockstar’, que va de pueblo en pueblo dejando su arte e hijos regados. Esta característica se asemeja a la figura del patriarca tan común en los juglares vallenatos de antaño en la Costa Caribe. Además, el factor identitario se complementa con la facilidad que estos artistas tienen para comunicarse por medio de la palabra escrita, hablada o cantada. “Cuando yo hablaba con ellos contaban unas historias de grandes narradores en las que no sabes cuándo se atraviesa la línea de la verosimilitud y en qué momento estamos en la leyenda”, concluye Joan Gómez.
Rodar El Árbol Rojo fue todo un reto para los realizadores debido a que por cuestiones personales y de salud, el actor protagonista no podía grabar cuando iniciaba el cronograma de las grabaciones. Afortunadamente para los realizadores, Carlos Vergara, quien inicialmente estaba pensado como protagonista, puso su talento a disposición del equipo y así no retrasaron más el rodaje.
“Esta película es un ejercicio que nunca había hecho en más de 20 años en el medio. Yo había hecho casting para ese personaje, pero no llegamos a un acuerdo de fechas porque yo estaba produciendo y dirigiendo un documental. Cuando me llama Joan, me dice que le ayude porque no tenía a quién más pedirle el favor. Yo me puse en el lugar de él porque he dirigido mis cosas y pensé que para él era muy tenaz”, narra Carlos Vergara, protagonista de la producción.
El largometraje se rodó sin que Carlos tuviera el guion completo. Cada escena que grabaron se la entregaban a él una noche antes para que la estudiara, ya que el filme se grabó secuencialmente. “Estoy en tus manos, vamos a construir este personaje entre los dos”, fue lo que Carlos le dijo a Joan una vez se unió al equipo de rodaje. “Yo vengo del teatro, y sabes que el teatro le da a uno las herramientas con el secreto del ensayo-error; aquí fue ensayo y se fue”, apunta Carlos.
Precisamente, por esta dinámica inédita que se dio durante el rodaje, una de las escenas más fuertes -que está relacionada a la temática del conflicto armado- tuvo un impacto profundo en Carlos Vergara y cuenta que le tomó tiempo procesar esa escena e interpretarla.
“Te confieso que he visto la película dos veces. Me doy muy duro y casi no quiero verla. Ese momento todavía me conmueve y me quiebro emocionalmente. En el corte final no está todo lo que pasó. Después de esa escena me tocó alejarme para llorar y dejar que fluyera”, expresa Carlos, quien durante el rodaje vivió la incertidumbre de no saber el destino de los personajes que lo acompañaban.
En este viaje que emprenden los tres personajes principales hay un elemento que pesa y era bastante común en las carreteras colombianas para finales de los 90. “Pilas con la carretera”, “en la noche ya no hay carros”, “tengan cuidado” o “no se queden solos en la carretera”, son advertencias recurrentes en el filme que aluden al fantasma de la hostilidad que había con los grupos armados.
“Uno de los grandes retos de la dirección y escritura era lograr un equilibrio de una película que habla de las relaciones familiares disfuncionales y un país por el que necesariamente íbamos. Era muy difícil escribir una historia de la carretera a finales de los 90 que no tocara con la realidad del país, porque era algo que vivías y cualquier persona que viajó en ese momento por Colombia tiene una anécdota en cuanto a la hostilidad con la seguridad del orden público”, dice Joan.
Y aunque la temática pesa, no logra convertirse en el foco principal de atención o sobreponerse al drama familiar que se va contando.
La tradición y la identidad son dos factores cruciales para entender el filme. Así como los sones de gaita se transmiten de manera oral, la relación de cada personaje con su origen está presente. Tal es así, que Eliécer -que dejó de tocar la gaita hace décadas- rememora con el instrumento el son que su padre le dedicó. Además, cada vez que se encuentra con un pájaro, le silba para conectarse con la raíz de lo que en el fondo es la inspiración para los sones de gaita, la herencia de su padre.
“La película reflexiona acerca del origen. El intento es llevar al espectador a ese terreno. Que, sean cuáles sean tus orígenes, regreses allí, porque las raíces siempre aparecen de vuelta. Las puedes negar, pero siempre están allí para bien o mal”, concluye Joan.
@juliangmejia1 ‘El Árbol Rojo’, película colombiana #Cine #CineColombiano #cinecolombia?️??️?? #CarlosVergara #JoanGómez #ElÁrbolRojo #Gaita ♬ El Mochuelo – Otto Serge & Rafael Ricardo & Various Artists
El Árbol Rojo comenzó su rodaje en Rincón del Mar (Sucre). Otras escenas tuvieron lugar en Berrugas y San Onofre en Sucre; tuvo su paso por Magdalena y Bolívar; luego en Santander pasaron por Guane, Barichara y rodearon el Cañón del Chicamocha hasta llegar a Guasca (Cundinamarca). La travesía de la película y el rodaje culminó en Bogotá.
“Primero hicimos un viaje para buscar las locaciones con las cabezas del equipo. Alquilamos un carro y fueron 2.300 kilómetros que recorrimos buscando cada locación”, recuerda Sonia Barrera, productora del filme. “Hubo momentos en los que la cámara falló por la humedad de la playa. Un día la niña estuvo en la clínica porque le afectó el cambio de clima. Después todo fluyó, pero el arranque fue difícil. La gente ayudó a que fluyera, en cada locación la comunidad nos colaboró un montón. Fuimos muy honestos con todos, sin generar expectativas”, explicó.
A pesar de las dificultades que hubo con la logística y el elenco en esta película de carretera, a partir del 1 de septiembre los colombianos podrán disfrutarla y juzgar si el esfuerzo del equipo valió o no la pena.
El Árbol Rojo tuvo su estreno mundial en el Black Nights International Film Festival de Estonia y también tuvo su respectivo paso por el Festival Internacional de Cine de Cartagena -FICCI-.
Tráiler
Le puede interesar: ‘Leyenda viva’, homenaje a los compositores de vallenato, llega a los cines