Por: Óscar Sevillano
ELa generación de personas que vivieron sus años de juventud entre las décadas de los 80 y 90, recuerdan que fue para este entonces cuando poco a poco en el mundo entero comenzó a crecer una serie de grupos musicales que no cantaban el rock en inglés, sino en español. Fue por estos tiempos cuando las grabadoras y los equipos de sonidos musicales, se vendían con capacidad para dos y hasta tres cassettes, y que la ciudad de Bogotá da inicio a una nueva forma de recreación en las capitales del mundo: la ciclovía dominguera.
Fueron los tiempos en que la minifalda se usaron en todos los tonos y colores. Cuanto más corta mejor, tanto a las mujeres como a las niñas les encantaban las minifaldas. Las hombreras grandes y muy pronunciadas fueron una de las principales tendencias de la moda de los 80. Colores vibrantes mezclados de manera inusual estaban totalmente permitidos. Las chaquetas estaban de moda. Las mangas se remangaban por debajo del codo. Los jeans se usaron con mayor fuerza y en todas las formas: anchos, bota de tubo, ceñidos al cuerpo, con color azul desgastado, etc.
Para estos años, las amas de casa en Colombia prendían sus televisores a las 11:30 de la mañana con el ánimo de disfrutar de la emisión de la primera franja de programas en los canales 1 y 2, en donde se podían disfrutar de telenovelas extranjeras como Tu o Nadie y Soledad (México); Topacio y Sangre Azul (Venezuela); El ídolo (Puerto Rico); Loco amor y Dancin Days (Brasil), pudiendo conocer a través de aquella cajita mágica a las estrellas extranjeras de aquellos tiempos como Libertad Lamarque, Héctor Bonilla, Lucía Méndez, Andrés García. Grecia Colmenares, Marilyn Pupo, Sonia Braga, etc., para luego de esto aprender a cocinar con Saul en la Olla, y más adelante informarse del acontecer nacional con las noticias del medio día, y cerrar esta parte de la parrilla televisiva con producciones nacionales como Casabrava, Estudio Cinco, Camino Cerrado, etc.
La televisión nacional de tipo comercial que en ese entonces venía empaquetada en dos canales públicos 1 y 2 (este último más adelante pasa llamarse canal A), se apagaba a las 1:30 pm, dando paso a una televisión educativa promovida por el ministerio de Educación, que se terminaba a las 4:30, cuando iniciaba la franja infantil con productos como Plaza Sésamo y Pequeños Gigantes, siendo este último la plataforma para personajes como Carlos Vives, Dana García, Julieta García, Mile, Yaneth Waldman, etc. A estas emisiones de la pantalla chica, se une en este horario el Canal 3, que más adelante da paso a lo que hoy se conoce como Señal Colombia.
Fue también la época de oro de la televisión colombiana. Producciones como Don Chinche, Dejémonos de Vainas, San Tropel, Caballo Viejo, Quieta Margarita, La Estrella de las Baum, Amándote, Tuyo es mi corazón, La hora del Vampiro, etc., captaron la atención del público en nuestro país.
En medio de todo este panorama de rock en español, peinados con cabello alborotado y ropa de colores fuertes, que representan un cambio social y revolucionario que a gritos se venía pidiendo, voces como la de Leonardo y Felipe rompen su silencio y comienzan a manifestar los sentimientos que habían guardado y que no se habían atrevido a sacarlos a flote por los fuertes prejuicios que existían.
Estos dos adolescentes estudian en el mismo colegio, en donde comparten la mayor parte de su tiempo en medio de sus clases de algebra, geografía, etc., y además participan de actividades deportivas como el fútbol, compartiendo la fama de ser los mejores jugadores del equipo.
Sus días se limitan a memorizar las enseñanzas de los profesores y a desarrollar largas tareas de las diferentes clases que reciben. Sin embargo, esto no es motivo para no compartir su tiempo con los demás compañeros, en donde no pueden faltar las relaciones de noviazgo con las jovencitas de mayores atributos físicos con las que suelen tener las primeras experiencias de atracción con el sexo opuesto.
Las fiestas en casa forman parte de la rutina de los jóvenes y sirven de escenario para que Felipe y Leonardo hablen y se declaren la atracción mutua que existía entre el uno y el otro, pero que por temor no se atrevían a dejar salir a flote. Este sentimiento les obliga a enfrentar lo que significa sostener una relación homosexual en medio de una sociedad machista y conservadora como la de los años 80 y 90, que era dominada por una fuerte influencia religiosa que predicaba el perdón que enseña el Nuevo testamento, pero que aplicaba las reglas del Antiguo Testamento.
Estas vivencias son recreadas en la obra de teatro Un beso de Dick basada en la novela del escritor Fernando Molano, que por estos días cumple su onceava temporada en la Corporación Teatral Barraca, bajo la dirección de Daniel Galeano y el papel protagónico de Edward González (Felipe) y Diego Díaz (Leonardo), dos jóvenes actores de teatro y televisión que, a pesar de su corta edad, cuentan con un largo recorrido en teatro, televisión y cine.
Un beso de Dick es una producción teatral que invita a la sociedad a superar los prejuicios y a reconocer los valores del otro, sin importar su condición sexual, raza, etc. Los ciudadanos amantes de las tablas pueden disfrutar de esta obra los viernes y sábados en la Corporación Teatral Barraca.