“Viajar es una brutalidad. Te obliga a confiar en extraños y a perder de vista todo lo que te resulta familiar y confortable de tus amigos y tu casa. Estás todo el tiempo en desequilibrio. Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de descanso, los sueños, el mar, el cielo; todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos como tal”
Cesare Pavese
Aunque sé que nos encontramos en momentos difíciles y viajar no es tan sencillo, siempre he creído firmemente que viajar es uno de los mayores regalos que uno se puede dar en la vida y por esto; nunca me cansaré de animar a quién pueda, a dar este salto. Viajar me ha permitido tener una nueva perspectiva de cómo vivir y me demostró lo feliz que puedo ser al recorrer el mundo.
Para nadie es un secreto que viajar te lleva a descubrir nuevos mundos y a experimentar cosas diferentes cada día. Mientras viajas tienes la oportunidad de conocer diferentes culturas, nuevos sabores, hacer amigos y aún algo más importante, aprender a conocerte a ti mismo.
Cada viaje que hago es una nueva aventura en la que mi mente y mi cuerpo se salen de su zona de confort y me llevan a enfrentar cara a cara lo desconocido. Cuando estoy en mi ciudad, en mi casa, con mi familia o con mis amigos, me encuentro en un círculo que ya está establecido y donde los límites aparecen. Al romperlos en un día a día viajando, entro a un espacio donde la infinidad de nuevas experiencias se presentan durante todo el camino y puedo mirar mi vida con una perspectiva distinta con total libertad.
A mis 23 años tuve el primer viaje que cambió mi vida. Luego de que mi papá sobreviviera a un infarto y estar viendo la muerte tan cerca, decidí que en ese momento había que cambiar cosas de mi vida y repensar como quería disfrutarla. Emprendimos un viaje a lo desconocido, nuestro objetivo fue sencillo: conocer la ciudad más austral del planeta o como le dijimos nosotros, llegar al fin del mundo.
Recorrer todo Sur América en moto me demostró que saltar a lo desconocido no es algo a lo que uno le debe tener miedo. Muchas veces uno se cohíbe: la incertidumbre, la angustia y las dudas nos llevan a replantearnos y a pensar todo nuevamente; esto por no saber a qué nos vamos a enfrentar al tomar esta decisión, pero el mejor consejo que les puedo dar siempre será ¡SALTA! No hay porque tener miedo, no hay que dejar que esto sea una barrera para hacer lo que uno quiere y buscar su mejor versión, ya sea viajando o lo que sea que a cada quién le apasione y le aporte bienestar a su vida.
Adaptarme a una rutina diferente fue difícil, pero descubrir que siempre había algo distinto me llenó de alegría. Cada día tenía un lugar nuevo por recorrer, una nueva sonrisa, una nueva anécdota y esto hizo que todos los momentos fueran especiales y únicos.
Existen muchos tipos de viajes y hacerlo en grupo o solo es completamente diferente, pero cada uno de ellos aportará anécdotas y aprendizajes invaluables. Por lo que mi invitación es a hacer ambos. Disfrutar un atardecer con las personas que amas es maravilloso, pero vivirlo solo encontrándote a ti mismo disfrutando de su esplendor también lo es. Enamorarse de uno mismo, pero enamorar a los demás, perderse solo en el bosque, pero caminar en la playa junto a alguien especial.
Por esta misma razón, luego de volver a mi zona de confort decidí saltar al vacío nuevamente. A mis 26 años, renuncié a un trabajo estable que a esa edad cumpliría con las expectativas de cualquiera con el fin de recorrer el mundo, tenía sed de conocer los lugares de los que tanto había leído, oído y visto en fotos. Quería dejar de ser la persona que ve una foto, oye las anécdotas y experiencias de otros y se pregunta ¿qué se sentirá estar ahí? A ser la persona que muestra la foto, puede contar sus vivencias y desde el conocimiento y la experiencia dice que rico fue estar ahí.
Me atreví a soltar mis pertenencias y a viajar sin rumbo fijo, nada me acompañaba más que mi maleta. Dejé guiar mi destino por mi intuición, corazón y los consejos de grandes amigos que hice en el camino. Probé comida impensable, dormí con locales y hasta conocí culturas que jamás había oído nombrar. Bailé en Tanzania, reí en India, soñé en Marruecos y disfruté mi vida. Solté el ancla del miedo y las inseguridades y me abracé al camino de lo desconocido.
Siempre me pregunté si quería viajar a países más desarrollados o quería adentrarme en unos no tan afortunados. No sabía si tomar el camino fácil o arriesgarme un poco más. Pero viajando entendí que de todo se aprende. En África descubrí que el secreto de la felicidad no es lo material y aprecié y valoré muchas facilidades que tengo en mi hogar. En Europa aprendí que hay mucho por hacer en mi país y que el trabajo en equipo y comunidad puede lograr grandes cosas. Toda experiencia nos ayuda a formarnos y a crecer como personas.
Últimamente he escuchado mucho acerca del “Gen Viajero” al parecer se ha demostrado que el ser un viajero es algo de nacimiento. Los que poseen este receptor de dopamina son personas a las cuales les gusta tomar riesgos y descubrir. Menos del 20% de la población mundial cuenta con este gen y me he preguntado si soy tan afortunado y lo tengo. Antiguamente solíamos ser nómadas, caminábamos por lo desconocido en busca de nuevas oportunidades y teníamos el deseo de explorar, pero a medida que ha pasado el tiempo, nos hemos convertido en seres sedentarios. Buscamos que todo este con facilidad a nuestro alcance y no nos gusta movernos a lo desconocido.
Psicólogos han demostrado y publicado que la felicidad se debe al recuerdo y registro de experiencias importantes para el ser humano y uno de los mayores contribuyentes a este espacio en nuestro cerebro son los viajes. Aunque no todo en los viajes es felicidad, todo es importante. He llorado, he sufrido y he querido devolverme a mi casa. Todo esto me demostró mis límites, mis gustos, mis deseos y me ayudo a entender quién soy yo. Hoy soy una persona feliz, con una perspectiva diferente a la de muchos y viajar me hizo entender con facilidad cómo cada persona es única. Soy una persona más sociable, busco soluciones a los problemas que me enfrento, logro mis metas y me siento una mejor persona.
Hoy veo que mi conocimiento como viajero es un gran tesoro y me di cuenta que a través de mis experiencias y aprendizajes, puedo ayudar a otras personas a dar el salto y lograr que dejen a un lado sus miedos y temores. Mi pasión son los viajes, por lo que “Viajando Sin Frenos y Voyager Colombia” se convirtieron en la forma para expresar el amor por las aventuras y este planeta. A través de mi blog y mi Instagram Viajando Sin Frenos, logro demostrar y compartir todas las lecciones que he aprendido con mis viajes para que las personas puedan llegar a lugares maravillosos como en los que yo he estado. Por otro lado, Voyager Colombia mi emprendimiento, me ayuda a recordar e inmortalizar estas memorias dándole un toque de aventura a mi espacio. Es la forma que diseñé para decorar con felicidad el espacio perfecto para un aventurero.
Soy Nicolás Iriondo, un aventurero y viajero colombiano. Luego de recorrer gran parte de nuestro país y el mundo, quiero demostrar lo importante que es viajar. Descubrí que saltar al vacío vale la pena. Los invito a unirse a mi pasión por los viajes y a mis recorridos por el mundo en:
Instagram: Viajando Sin Frenos
Instagram: Voyager.col
Página Web: www.viajandosinfrenos.com