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Alta literatura en las páginas de Playboy


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La revista, que dice adiós a los desnudos en sus portadas, publicó en sus páginas a lo más granado del periodismo y la literatura estadounidense. Tan sexual como cultural.

El imperio Playboy anunció esta semana el fin de una tradición tan estadounidense como el pavo de Acción de Gracias o el tiroteo al forastero: se acabaron los desnudos femeninos en la portada de su revista.

El fin de una época, dicen, salvo que ‘Playboy’ es en realidad una publicación tan sexual como cultural. Y lo es desde que Hugh Hefner la fundó en 1953. O cómo una revista para hombres con dinero, para esa nueva clase media surgida de las ruinas de la II Guerra Mundial y del salto del fordismo al turbocapitalismo, se convirtió en un referente del periodismo estadounidense en la nueva era del consumo. Una revista nueva para un hombre nuevo de la mano de ese emprendedor cultural llamado Hugh Hefner.

“La explosión de la natalidad de la posguerra había formado un bloque de 10 millones de jóvenes consumidores que, gracias a la educación y a la prosperidad económica de las clases medias americanas, se perfilaba como un objeto mercantil sin precedentes. El chico adolescente blanco y heterosexual era el centro de un nuevo mercado cultural organizado en torno a las prácticas de la vida universitaria, el jazz y el rock and roll, el cine, los deportes, los coches y las chicas. Libre aún de las ataduras del matrimonio, dotado de poder adquisitivo y por primera vez dueño de su cuerpo, el teenager es el consumidor ideal de las nuevas imágenes pornográficas y del nuevo discurso sobre la masculinidad desplegado por ‘Playboy'”, explica la filósofa Beatriz Preciado en su libro -Pornotopía (Anagrama, 2010)- sobre las estrategias culturales del imperio Playboy.

Kerouac al desnudo


Un “nuevo discurso sobre la masculinidad” en el que la literatura y el periodismo contracultural iban a jugar un papel clave: “La lógica ‘Playboy’ consistía en hacer cohabitar en las páginas de la misma revista las fotografías de chicas desnudas tomadas por Russ Meyer o Bunny Yeager con textos, entrevistas y reportajes sobre Andy Warhol, Jack Kerouac, James Baldwin o Frank Lloyd Wright, así como reportajes en color sobre arquitectura, decoración de interiores o moda masculina. La idea, explicaría Hefner más tarde, era ‘unir a la sofisticación de ‘Esquire’ y del ‘New York Times’ la sal y pimienta del arte pin-up’. En realidad, ‘Playboy’ estaba inventando [en los años cincuenta] nuevos modos de producción de sentido y subjetividad que iban a caracterizar la cultura americana de finales del siglo XX”, aclara Preciado.

En ‘Playboy’ había sitio para todas las conejitas que uno pudiera imaginar, pero también para las vacas sagradas de la novela y el periodismo estadounidense. La lista de colaboradores quita el hipo: Nabokov, Bellow, Updike, Cheever, Lessing o Vonnegut publicaron relatos cortos en la década de los sesenta y setenta. Murakami y Palahniuk lo harían en los últimos años. Poca broma con ‘Playboy’: Fahrenheit 451, legendaria novela de ciencia ficción de Ray Bradbury, se serializó en ‘Playboy’ en 1954.

Los Nuevos Periodistas también publicaron en ‘Playboy’, y era lógico que así fuera: los principales libros del movimiento -de ‘A sangre fría’ a ‘Miedo y asco en Las Vegas’- se habían publicado en revistas (‘The New Yorker’, ‘Rolling Stone’) antes de saltar a las librerías. ‘Playboy’ fue una de esas revistas que pujaban por adelantar los libros de los periodistas literarios de moda; músculo financiero no le faltaba precisamente: en los años setenta, Playboy llegó a tirar 7 millones de ejemplares.

Cuerpos y tiros


De los desnudos a la sangrienta política de la época: por las páginas de la revista pasaron Malcolm X y Martin Luther King para contar sus luchas antes de ser asesinados, además de John Lennon y Yoko Ono, en una entrevista histórica por motivos siniestros: el número estaba aún en los quioscos cuando Lennon fue asesinado.

Charles Taylor lo explicó así en un artículo de ‘Salon’: “El principal motivo por el que la mayoría comenzamos a leer ‘Playboy’ fueron las chicas, eso seguro. Pero cuando se escriba la historia de las revistas estadounidenses, la gente que decía que ‘leía ‘Playboy’ por los artículos’, reirá la última. Como Hugh Hefner dijo en una reunión de conejitas en 1979: “Sin todas vosotras, yo sería el simple editor de una revista literaria”. Que no es poco cuando uno tiene en nómina a Lessing y Vonnegut, todo sea dicho.

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