Cantidad de hombres y mujeres se salen de su eje en la fase del enamoramiento. Se desdibujan y se vuelven irreconocibles para quienes los frecuentaban y para sí mismos en un afán de mimetizarse con la nueva pareja. ¿Sirve dejar todo por amor? En esta nota te contamos los riesgos que entrañan las decisiones extremas.
Cuando iniciamos una relación, es frecuente que depositemos en ella muchas expectativas, pensando que nuestra vida tomará otro color de la mano de esa nueva persona. Puede que eso ocurra – ojalá así sea – pero nunca hemos de perder de vista que la mejor relación, la de base, es la que entablamos con nosotros. Y luego con los otros. Cuando estamos bien, amamos bien.
El inicio de un vínculo nunca es el mejor momento para resolver grandes asuntos ni efectuar cambios trascendentes, sobre todo porque el otro aún es un desconocido.
Estas son algunas decisiones que pueden redundar en equivocaciones enormes cuando no son maduradas el tiempo suficiente.
1. Irse a otra ciudad o país: es muy común sobre todo en personas jóvenes dejar el lugar de residencia para sumarse al proyecto del novio/a o esposo/a reciente. Sopesa los pros y los contras de manera criteriosa. Dejar las raíces es complejo y mucho más si sabes poco del otro. Cuando un vínculo es reciente siempre puedes intentar que crezca a la distancia y luego, si prospera, seguir los pasos de él o de ella. Actúa con serenidad.
2. Dejar los vínculos: acompañar a otro en su proyecto personal involucra que dejes tus afectos a la distancia, te alejes de la familia y te distancies de los amigos. Muchas personas se meten tan de lleno en una nueva relación sentimental que cambian radicalmente su manera de vivir de un día para el otro. Así no funciona: uno más uno es dos, no fundirse en otro.
3. Renunciar al trabajo: hace no tanto, era la mujer la que solía dejar su actividad laboral en función de una construcción vincular, sobre todo cuando entraban los hijos en escena. Hoy la mayoría de las mujeres trabaja y es vital en la economía familiar. Además de las cuestiones vinculares, aquí se juegan temas económicos y profesionales. Se impone un diálogo a corazón abierto, viendo qué gana y qué pierde cada quien y, sobre todo, analizando si el proyecto en común se beneficia de esta decisión. Cuentas claras, conservan relaciones.
4. Cambiar de credo: hay quienes deciden convertirse a otra religión para casarse o para evitar un conflicto familiar. Estas decisiones han de tomarse basándose en la convicción y no en un arrebato para intentar complacer a la pareja o a la familia. Para dar un paso como este es vital que cuentes con información, dialogues y, sobre todo, escuches a tu corazón. El respeto es fundamental.
Cuando de construir una pareja se trata, siempre es necesario negociar y buscar acuerdos. Escuchar a la razón, al corazón y fundamentalmente, a la intuición.