Este proyecto, bautizado Lagos de Torca, tiene características de una ciudad de hace 30 años, porque primero está pensado como negocio y después como bien común. Ciertas características urbanísticas como ancho de andenes, espacios públicos, anchos de las vías, son similares a Ciudad Salitre – para que el lector tenga una idea -, con el elemento adicional de las ciclorrutas.
La iniciativa reactiva la urbanización de 1.800 hectáreas de suelo de expansión en el norte de Bogotá – un territorio 15 veces más grande que el campus de la Universidad Nacional -, donde se ubicarán entre 350.000 y 432.000 habitantes.
La zona comprende áreas de las localidades de Suba y Usaquén, y limita por el norte con Chía, por el oriente con la reserva del Bosque oriental, por el occidente con la reserva Thomas van der Hammen y por el sur con las calles 189, 191, 192, 193 y 183. En varios tramos limita con el perímetro urbano actual de la ciudad.
Es un urbanismo amigable con peatones, usuarios de bicicleta y exuberante en troncales de Transmilenio, donde los privados ponen la plata para construir vías, redes de servicios, equipamientos, restauración ecológica, parques lineales y zonas paisajísticas, a cambio de derechos de edificabilidad.
De 150.000 viviendas que se espera construir, 50.000 serán subsidiadas. El 15 por ciento del área se destinará a usos comerciales y dotacionales, y en los proyectos de vivienda con subsidio, el 70 por ciento de las manzanas tendrán en el primer piso espacios para comercio y servicios. Es una ciudad convencional con elementos de ciudades sostenibles de hace años, dividida en 34 planes parciales.
Cómo sería una ciudad del futuro
Los urbanistas de hoy organizan las ciudades como una red integrada y no como un conjunto de sectores independientes. El objetivo es elevar la calidad de vida de los habitantes gracias a la combinación de la innovación tecnológica y social; la utilización de las TIC para el mejor desempeño de sectores como el transporte, la energía, la seguridad urbana, la economía circular; con servicios e industrias de nueva generación que fomenten el emprendimiento, la creatividad y el conocimiento, para que sus habitantes hagan ahí su vida.
Una ciudad del futuro integra conceptos que conjugan diversos factores: grandes espacios verdes accesibles y utilizables para que las personas convivan juntos, creen vitalidad económica y cultura propia; transporte público y privado no contaminante para abatir la dependencia del automóvil; arquitectura sostenible y de pequeños bloques que permita formar una densa malla de calles y caminos amigables para que los peatones puedan caminar y andar en bicicleta. Las construcciones más ecológicas aumentan las posibilidades de comercialización de los edificios más verdes, las cuales usan materiales, tecnologías y energías alternativas. Esta no es la concepción de esta ciudad de Peñalosa.
Ciudades sostenibles y de la innovación se ajustan así mismas porque tienen su propio modelo de gobernanza para la eficacia de sus distintas operaciones: parque inmobiliario, movilidad, gestión de desechos, espacios para emprendedores, investigadores, creativos y artistas, con colegios, universidades, centros de investigación, y servicios de salud relacionados con desarrollar una economía del conocimiento y de la innovación.
Ciudad Norte, tal como está concebida no es un proyecto sostenible ni de la innovación ni de la economía ni de la sociedad del mañana.
Su arquitectura no es sostenible, entonces, su concepto de urbanismo sostenible queda reducido a menos del 40%.
La economía a desarrollar no alude a aprovechar su potencial latente: universidades (Rosario, Escuela Colombiana de Ingeniería, UDCA, del Bosque, entre otras), y colegios importantes, para hacer una ciudad del conocimiento, donde vivan personas vinculadas a las instituciones de educación: estudiantes, profesores, investigadores, artistas, profesionales, tecnológos, emprendedores. Debe tener hábitats de innovación y hábitats para la cultura y las artes, como centro de vida y de actividades laborales, recreativas y emprendedoras. Los campus de las universidades del Rosario y de la Escuela Colombia de Ingeniería deben ser el centro de su futuro. No puede ser otra ciudad dormitorio porque así no soluciona problemas de movilidad y convivencia. Las grandes metrópolis están cada vez más conformadas por ciudades autónomas para evitar que la gente se desplace en las mañanas y en las noches del sur al norte o de oriente a occidente como hoy ocurre en Bogotá.
El enfoque de su actividad económica desconoce su potencial endógeno: el medio ambiente, la educación y la investigación; desconoce que limita con el territorio de la sabana centro de Bogotá, el cual se proyecta a través del proyecto de la Región de Innovación (RINN). Ahí están asentadas las más importantes industrias de Bogotá Cundinamarca, otras universidades: Sabana, Militar, entre otras, muchos colegios, algunos los mejores de Colombia.
Si este proyecto no está integrada a la RINN, entonces, no se integra de manera correcta con la reserva Van del Hammen. En consecuencia, no responde al desastroso proceso de urbanización de Chía, Cota, Cajicá, Sopó, Tocancipá, Zipaquirá, y del norte y occidente de Bogotá. No es un urbanismo para un nuevo modelo de vida, economía y comunidad. Sería el proyecto de futuro de Bogotá Región ante la incapacidad de la actual y de otras administraciones para desarrollar el Anillo de la Innovación en el territorio de Corferias, Puente Aranda y Fontibón.
En resumen, una ciudad innovadora y sostenible satisface necesidades de la generación presente sin sacrificar las necesidades de las generaciones futuras. Sin embargo, Ciudad Norte no es una ciudad del futuro, es un gran negocio, con pobre urbanismo, dudoso ambientalismo y nada más.