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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Alfonso Castro

Ideología y evidencia

Hay que creerle a todo el mundo y a ninguno al mismo tiempo.  Ese parece ser el mensaje que tiene a Colombia igual de dividida que siempre, y a todos tomándonos de la cabeza para tatar de entender para dónde vamos.  Cierto era que vendría un cambio, esa fue la promesa del candidato Petro y en una coherencia que no se puede desconocer, es exactamente lo que el Presidente Petro ha conseguido en sus primeros meses como jefe del país.  Cambio hay, pero aún no se sabe a ciencia cierta con qué adjetivo calificar esa palabra.

Primero llegaron los anuncios de la transición energética y en el centro de la discusión la ministra de Minas regalando titulares a diestra y siniestra. El sector, afincado en sus conocimientos técnicos, se estrelló de frente contra una pared dogmática al encontrarse con que esto ya no se trata de gráficos, cifras reales o conclusiones juiciosas de estudios serios y validados, sino que estaban en la sala de la casa de una conversación severamente ideológica en donde el mundo está dividido entre los buenos que quieren el cambio y los malos que aman el statu quo. Fin.

Luego vendría la incertidumbre que deja una prolongada espera en nombramientos claves de diversas entidades, algo que superó lo “habitualmente esperado,” pero tal vez se nos olvidaba que no estábamos jugando con las mismas costumbres de lo “habitualmente esperado”, aún hoy se está terminando de llenar el tablero para que el juego esté completo.  A esto se sumarían anuncios que han generado señales de alarma, un primer control a los aumentos de los precios de peajes en carreteras, luego la noticia de que el presidente asumiría funciones de regulación de los servicios públicos y finalmente una marcha para adelantarse a sus opositores, con la que buscaba demostrar el apoyo de su electorado a una reforma a la salud que ha tenido todo tipo de críticas, tanto de forma como de fondo, siendo el fondo realmente lo importante.

Que vamos derechito para ser como la “hermana” República Bolivariana de Venezuela; que pasaremos lentamente a entender el mundo como lo hacen en Perú, donde la economía se acostumbró a operar en una marea política altamente tormentosa; o que aquí no va a pasar nada y el péndulo tenderá a oscilar rápidamente buscando un equilibrio que nos regrese a lo ya conocido; son teorías que todos los días se cocinan en las mesas de las familias y las salas de juntas del país.  Pero también es cierto que, en la matemática del líder del Gobierno, nadie sabe qué pueda pasar.  Las fuertes reformas que fueron anunciadas día tras día en campaña, aún no han sido presentadas en su totalidad y con apenas los dos primeros documentos que se tienen: Plan Nacional de Desarrollo y reforma a la salud, ya se ve que la cosa no es broma.

La semana que terminó tiene una significancia especial, porque el pulso de la calle no dio ganadores contundentes y se hace evidente que vienen más fragmentaciones, tanto en el Legislativo como en el Ejecutivo. En la coalición de Gobierno, esa que de forma arrolladora aprobó la reforma tributaria el semestre pasado en el Congreso, ya no se ve tanta claridad frente al proyecto de ley de la salud.  Ahora lo que viene es cómo jugará esta ronda el Presidente y si dejará que esta pelea se pierda bajando la bandera de que él cumplió presentando lo que había anunciado en campaña, pero fue el Congreso influenciado por la maquinaria empresarial y los enemigos del cambio los que lo impidieron.  Dejar pasar la reforma podría ser una jugada que nuevamente descolocaría a varios, pero le permitiría ir por otras partidas en donde es más claro el beneficio económico que tendría para su Gobierno, como lo son la reforma pensional o la política.

Como no todo está sobre la mesa y parece que estuviéramos jugando la partida en un tablero dinámico, que puede cambiarse al antojo de quien reparte las cartas, cualquier cosa puede pasar.  Los rumores indican fracturas en el gabinete ministerial que son fáciles de entender, puesto que nadie puede ignorar que ahí conviven fuertes creencias y las diferencias son notorias. De ideólogos a técnicos, pasando por personalidades moderadas o de ataques frontales, sencillo resulta ver la tensión que engalana las conversaciones que deberían tener como objetivo darle forma a lo que se espera sea el futuro del cambio.

La calle parece que será ahora un espacio de convocatoria tan utilizado como las redes sociales.  El Presidente medirá su pulso de forma constante y con ello también el tono de su discurso. La oposición, que puede estar empezando a sentirse más unificada, también lanzará sus dados en juego con el único desafío de poder medir y sentir hasta dónde podrá tirar de la cuerdita para no reventarla.

El peor error puede ser empujar y tratar de arrinconar al Gobierno y a su líder, ahí, todos perdemos, incluso el propio Presidente. El fino balance entre ideología y evidencia no se debe perder (más allá de lo ya evidenciado), cambiar intempestivamente de reglas o de tablero, puede desbalancear aún más esta ecuación.

Alfonso Castro Cid

Managing Partner

Kreab Colombia

Empresas y Gobierno: Un diálogo que requiere nuevas narrativas

El diálogo con el nuevo Gobierno se ha convertido para muchos en un misterio. Minorías, equidad, sostenibilidad, transición energética, paz y medio ambiente, han subido al centro de las discusiones y los puntos de conversación parecen pasar por un momento de incertidumbre entre empresas y administración.  ¿Cómo hablar con la nueva administración y en qué términos para que se pueda construir una conversación y no una ruptura o un enfrentamiento? Lejos de pensar que la solución es mágica o existe una única fórmula, la pregunta trae en sí una reflexión que puede ser tan enriquecedora como desafiante: Estamos partiendo del supuesto de que el discurso anterior, las narrativas empresariales existentes basadas en empleos generados, inversiones, rentabilidades y utilidades, no están haciendo el trabajo.  Pensamos que la forma de argumentación ya no es válida; y este punto puede ser más valioso que cualquier otra pregunta que pueda cruzarse en nuestro camino.

Históricamente cuando hemos visto que no tenemos argumentos para persuadir a nuestros interlocutores, nos vemos obligados a revisar los viejos puntos de vista, pensar en lo que ha dejado de funcionar y buscar nuevas formas para poder entablar conversaciones diferentes.  Esta reflexión, claramente no es el objetivo del Presidente Gustavo Petro y mucho menos el de la mayoría de sus miembros del gabinete, pero sí que se convierte en un gran descubrimiento y a su vez reto, para los líderes empresariales y equipos asesores que por muchos años han estado construyendo narrativas y buscando mecanismos para generar espacios de reflexión y diálogo entre diferentes actores, que en muchos casos se sientan en orillas ideológicas diferentes.

Para la inmensa mayoría, ha sido una gran revelación ver que sus mensajes no estaban pensados para llegar a las comunidades en donde tienen operaciones. Sus estrategias, vistas bajo esta nueva óptica son absolutamente endogámicas y bastante narcisistas. Nos gusta hablar de nosotros y desde nosotros, mirándonos el ombligo y pensando que eso es relevante para otros que nos escuchan sin entendernos, porque para ellos nuestras necesidades son superfluas, vacías y en la mayoría de los casos absolutamente banales. Tal vez desde hace mucho tiempo los discursos corporativos transmitían este sonsonete individualista y nadie nos lo había dicho en la cara.

¿A qué comunidad (entendiéndola acá de la forma más amplia posible), le puede ser de interés que a X o Y producto le suban un impuesto, que rara vez puede adquirir en una tienda que nunca visita? Navegar en un país como Colombia en donde las abismales diferencias y brechas no son para nadie un secreto y las cuales hemos sobre-diagnosticado manera constante por años y años, hace evidente que algo no estábamos haciendo bien.  Al menos hoy, gracias a un discurso gobiernista que parece desordenado, lleno de enriquecidos qués y con muy poquitos cómos, el paradigma de no encontrar puntos claros de contacto está obligando a que revisemos y veamos que esas realidades deben estar incluidas en nuestro trabajo y discurso empresarial. Puede ser la única forma genuina de ser parte de la solución y no que sigamos como perros persiguiéndonos la cola sin nunca alcanzarla.

Claro, dirán algunos que ellos ya pagan los impuestos, que generan empleos y que se encargan de promover los mejores estándares en su industria, pero acaso no es esto lo mínimo que se debería hacer. No es esto lo que tenemos por obligación realizar los que nos metemos a crear empresa, promover empleos y fomentamos el desarrollo del país. Con lo mínimo hacemos la tarea para nuestros accionistas, pero no cambiamos realidades, ni transformamos sociedades como es claro que no ha sucedido en nuestra querida Colombia por años y años.

El miedo de no hacerse entender no puede paralizar las acciones ni las apuestas por un mercado que tiene todo el potencial de continuar creciendo y abriéndose a evoluciones y cambios necesarios para un desarrollo sostenible en el tiempo. El cambio que se nos propone requiere de realmente mirar por la ventana e interpretar de la mejor forma posible las necesidades latentes de una sociedad que se acostumbró a vivir en medio de un país empobrecido. Un territorio inundado de informalidad y corrupción, en donde se cultiva un clasismo endémico y en el que los mismos problemas históricos nos persiguen a pesar de que queramos esconderlos debajo de la alfombra: la falta de oportunidades, la escasa conexión entre centros urbanos y la ruralidad, la inercia creada por el dinero fácil del narcotráfico y los espejismos de una riqueza que no perdura en el tiempo y se diluye en violencia y cartelización.

Insisto que no creo que sea el objetivo de este Gobierno venirnos a ensañar que debemos abrir los ojos y ver otra realidad, pero me gusta pensar que nos está invitando a que si queremos entablar conversaciones el punto de partida no será los empleos que generamos o las utilidades que producimos, esos son, como las llaman ahora en las redes sociales, unas lindas métricas de vanidad que nos dicen lo fuertes, lo grandes y lo bonitos que somos, pero que para nada reflejan el impacto que tenemos en la construcción de país.

Las nuevas narrativas son realmente difíciles de encontrar porque talvez necesitan de sustancias que antes creíamos superfluas para nuestro accionar empresarial y hoy no solamente no son triviales; sino que están en la agenda global, incluidas en temas de sostenibilidad, equidad, gobierno corporativo y tantos otros términos que nos entraban por una oreja y nos salían por la otra.

Quiero ser optimista y veo este gran desafío de los próximos años en el país como una oportunidad para que el empresariado realmente enriquezca su argumentación, valore el trabajo de fondo que hace en los territorios y con las comunidades, y que fomente esos programas que parecían irrelevantes pero que son hoy los que más valor agregan a su operación.

Puede que sea difícil el cambio y que a pesar del esfuerzo nadie nos quiera escuchar, pero al menos abrimos los ojos a una realidad que es verdaderamente dispar y que seguro, con el tiempo hará que la misma sociedad entienda el gran valor que tiene el fuerte tejido empresarial del país, su alcance y sus limitaciones.  Eso quedará y será más valioso que cualquier discurso sin cómos, sin dóndes y sin con quiénes.

 

Alfonso Castro Cid

Managing Partner

Kreab Colombia