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Etiqueta: Antonio Sanguini

Ocho años

“Que ocho años no es nada”, como parodiando a Carlos Gardel en su inolvidable tango “Volver”, podríamos decir, a propósito de los 8 años del Acuerdo de Paz entre el Estado Colombiano y las extintas FARC, que se cumplen este 24 de noviembre. Y ocho años no es nada, si se trata de superar un conflicto político armado de larga duración, que por mas de medio siglo protagonizó la guerrilla, en aquel momento, la más antigua y grande del continente. Y ocho años no es nada, sobre todo si la mitad de ellos, todo un cuatrienio presidencial, se destinó desde el Gobierno de derecha de Iván Duque, a “hacer trizas” lo acordado, o cuando menos, a congelarlo.

Ese cuatrienio perdido para la paz ha dejado consecuencias difíciles de revertir, sobre todo porque como lo advierten los expertos y lo demuestra la evidencia internacional, los primeros cinco años son cruciales para la implementación de un acuerdo de paz y la reincorporación exitosa de quienes han participado en las actividades bélicas. Las cifras y las realidades no mienten. Duque recibió un Acuerdo de Paz por cumplir y nos entregó dos disidencias de las extintas FARC; recibió una mesa de dialogo con el ELN dotada de agenda, metodología y países acompañantes y nos dejó un crecimiento en pie de fuerza, finanzas y cobertura territorial de esta organización guerrillera; recibió un Clan del Golfo, fortaleciéndose como holding criminal a partir del reciclaje de carteles y paramilitarismo, y nos entregó un poderoso ejército con capacidad perturbadora en varias regiones del país. Y fue en ese cuatrienio en el que se incrementó el asesinato de firmantes de paz con 261 casos.    

 

Fuentes creíbles como la Fundación Paz y Reconciliación -PARES– señalan que Duque cerró su gobierno con un Clan del Golfo expandido a 241 municipios, un ELN incrementando su presencia a 183 poblaciones, mientras que las disidencias de las antiguas FARC comandadas por “Gentil Duarte” llegaron a 119 y la denominada Segunda Marquetalia a 61 municipios. Es decir que el País que recibió Petro tenía 420 municipios, el 37% del territorio nacional, con presencia de grupos armados organizados. Y lo propio ocurrió con el crecimiento de los cultivos de coca en el gobierno de la paz hecha trizas: Según la información de la Política Nacional para el Control de Drogas (ONDCP) de la Casa Blanca, Juan Manuel Santos le entregó a Iván Duque un área cultivada de 208 mil hectáreas, mientras que Duque le dejó a Gustavo Petro un área incrementada en 234.000 hectáreas, un aumento del 11%.

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El más reciente informe del Gobierno Colombiano presentado en New York ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en octubre pasado, señaló que los rezagos en la implementación del Acuerdo de Paz “obedecen a decisiones políticas pasadas que desconocieron sus compromisos e instauraron un enfoque limitado al alcance de la paz.”. Concretamente el informe, destaca que desde su inicio la implementación del Acuerdo de Paz  se dispersó y fragmento en 53 entidades del Estado revelando deficiencias y falta de capacidades institucionales para cumplir lo pactado; que los recursos asignados han resultado insuficientes; que persiste la violencia en los territorios históricamente afectados por el conflicto armado; que es evidente una fragmentación de la verdad y una débil articulación de los distintos modelos de justicia transicional; y que ha habido ausencia de compromiso de otras ramas del poder público.

Acierta el Gobierno Nacional en asumir el cumplimiento del Acuerdo de Paz como un componente central de la política de Paz Total. Acierta en actualizar, de común acuerdo con la otra parte contratante representada en Comunes, el Plan Marco de Implementación del Acuerdo. Acierta en poner en marcha un plan de choque que acelere su cumplimiento y materialización. Y mucho mas acertado, que dicho “plan de choque” haga énfasis en garantizar y culminar la reincorporación de los excombatientes, los municipios PDETs y los pactos territoriales, el pacto político nacional para proscribir la violencia de la política y la seguridad en los territorios. Si dicho plan es exitoso, recuperaremos buena parte del tiempo perdido en estos ocho años.         

Antonio Sanguino

¿Los verdes reunidos o re-unidos?

No ha sido un año fácil para el Partido Alianza Verde. Todo indicaba una escisión o ruptura en las filas de esta fuerza política que medios periodísticos, opinadores y hasta voces desde el interior de los verdes vaticinaban que ocurriría en este segundo semestre que termina. En círculos de la derecha política y hasta en cierta izquierda sectaria prendían velas para que ello ocurriera. Las públicas diferencias al interior de su bancada en el Congreso de la República respecto del gobierno de Gustavo Petro y sus principales iniciativas legislativas, y las contradicciones entre sectores de más tradición de izquierda o centroizquierda versus voces más cercanas a posiciones de derecha o centro derecha, alimentaban el vaticinio de la terminación de esa convivencia política en un mismo partido. Por eso resulta una noticia inesperada, que ha pasado inadvertida, la reunión nacional que acaban de realizar los Verdes esta semana en el marco de la COP16 en Cali.       

La Alianza Verde ha sido una fuerza política alternativa de primera línea en la política colombiana del último tiempo. Protagonizó la Ola Verde en las presidenciales del 2010 de la mano de Antanas Mockus, conquistó la Alcaldía y gobernó con solvencia la Capital de la Republica con Claudia López. Se apropió como ningún otro agrupamiento de las banderas de la anticorrupción promoviendo con éxito la única consulta popular que se haya realizado en este sensible tema, ha intentado -con menor éxito- constituirse en el referente político del ambientalismo, se comprometió sin ambages en la lucha por la paz, ha concurrido en la movilización ciudadana por los derechos sociales, ha trascendido como fuerza territorial en centros urbanos y regiones como Boyacá, Valle del Cauca, Eje Cafetero, entre otros,  y ha sido protagonista en el debate público y parlamentario en los principales temas de la agenda política.      

 

Por eso, una fractura de la Alianza Verde que amenace su existencia no era una buena noticia para la democracia colombiana. Nuestro sistema político necesita fuerzas políticas pluralistas, democráticas en su vida interna y cuya existencia no dependa de un caudillo carismático, con vocación de permanencia y capaz de conectarse con los sectores populares, las clases medias y la opinión publica para movilizarlas en una perspectiva de cambio y transformación social. El encuentro nacional de los Verdes al reunir a todos sus diputados, concejales, buena parte de su bancada parlamentaria, dirigentes nacionales y representantes de los 1.800 electos de todo el país, por si solo es un esperanzador mensaje que despeja el fantasma de la división.    

Contrario a un ácido enfrentamiento entre sectores políticos, fue un reencuentro fraterno que promete un clima favorable a la reunificación del Partido Verde de cara las batallas políticas y electorales que se avecinan. De una importancia singular fue la discusión política con un importante contenido académico que abordaron los Verdes en esta cita. Porque no se trata de una unidad formal o de una foto para la galería, sino de concurrir alrededor de una ruta y unos mínimos programáticos que le propongan un sentido al Estado y la sociedad colombiana para los nuevos tiempos que vienen. Una nueva ilustración ecocentrica que imponga un paradigma de la vida que supere el antropocentrismo de los siglos XVIII y XIX y un nuevo keynesianismo que le conceda al Estado y a la esfera pública un papel emprendedor e innovador, como lo aconseja Mariana Mazucato, son imperativas reflexiones que los Verdes empiezan a discutir para definir sus nuevas apuestas y propuestas en tiempos de crisis climática.

Esta reunificación verde debe reafirmar su lugar alternativo en la política colombiana; debe profundizar su compromiso ecológico y social y debe avanzar en mayores niveles de identidad política sin perder la riqueza de su pluralismo. Pero lo mas importante es la conciencia de que su fortalecimiento es un gran activo para la segunda ola de reformas progresistas que el país reclama. Una ola que debe ser de nuevo Verde.        

Antonio Sanguino