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Etiqueta: Campañas

El Estado contratista y la financiación de las campañas

Casi sin darnos cuenta, llevamos todo este gobierno debatiendo el tamaño del Estado. Si puede o no manejar el sistema de salud; si puede o no poner las reglas laborales y hasta dónde llega su injerencia; si debe fortalecerse e incrementar sus plantas de personal o, por el contrario, debe seguir ahondando en contratar con privados. La incapacidad del Estado se oculta detrás de la contratación pública.

Revisé uno a uno los convenios del reciente escándalo con la OEI, documentado por la revista Cambio, y solamente puedo concluir que el Estado Colombiano, tan carente de presupuesto para la ciencia, la tecnología y el conocimiento, se gastó 20 mil millones de pesos para promover la vocación científica de los niños. El problema es que nunca sabremos si eso funcionó. No hay evaluación de impacto, y los resultados son flojísimos. Pero queda la pregunta: ¿un megacontratista tiene un mejor desempeño que incrementar el presupuesto y la planta docente en ciencia para los niños? ¿es al menos más barato? ¿queda algo? ¿es sostenible?

 

Tenemos un Estado que aparenta ser grande, pero no lo es. Lo que es hoy es un gran contratador donde se mezclan todas las necesidades de los grupos políticos que ganan el poder con el cumplimiento de los objetivos y metas de las distintas políticas públicas. Pero es casi imposible diferenciarlos. Billones de impuestos de los presupuestos de inversión se gastan en órdenes de prestación de servicios o en contratos para pagar favores y campañas. La ejecución presupuestal puede ser impecable, mientras la ejecución física es cero. Contratos, no resultados es la manera como medimos la ejecución de los gobiernos.

Además, resulta que es casi imposible implementar con vigencias fiscales de un año. El incentivo es tan perverso que se termina contratando cualquier cosa. Más talleres en vez de equipos o infraestructura. Capacitaciones a docentes que están reventados de trabajo en vez de ampliar las plantas de personal. Llevar el Estado a los lugares más remotos, pagando costos excesivos en vez de asignar recursos a gobernaciones y alcaldías, porque según nosotros el núcleo de la corrupción son los alcaldes.

Pero todo esto no es más que un embeleco. El origen de la corrupción no es el alcalde, sino la intermediación obligada y por debajo de cuerda que tiene que hacer cualquier mandatario de municipio pequeño para hacer hasta un kilómetro de placa huella. Incluso el control es tan complicado que solamente lo más sofisticado puede ganar la contratación. Si la ley 80 realmente ayudara a prevenir la corrupción, no tendríamos el deshonroso lugar que tenemos en los indicadores de percepción.

Por eso cualquier grupo de contratistas busca con desespero al candidato que va a ganar. En una campaña presidencial son miles de personas que se acercan a ofrecer dinero, aviones, afiches o favores que luego van a cobrar. Necesitan tener senadores o representantes a la Cámara que busquen cuotas en los ministerios y que estas cuotas faciliten la contratación por ley 80 que es imposible para cualquier empresa normal. Entonces, tenemos una economía gigante y sombría basada en la contratación estatal, que es en esencia una contratación destinada a dar dinero a cambio de operaciones ineficientes.

Lo que en las democracias más estables hacen los partidos políticos, en Colombia lo hacen los grupos políticos y los clanes, dado que los primeros son incapaces siquiera de tener un programa único. No se puede saber a ciencia cierta hasta que la justicia falle que dineros oscuros llegaron a la campaña del hoy presidente Gustavo Petro. Lo que sí es más que seguro es que buscaron desesperadamente caminos para llegar a la campaña del posible ganador, así como lo han hecho durante décadas.

Así que debo confesar que no me extrañan ni sorprenden los escándalos de los últimos días. Y no porque exculpe al gobierno, es porque esa es la política en Colombia. Es un secreto a voces, aunque nos neguemos a aceptarlo. ¿Será posible que esta fractura nos permita por primera vez tomar medidas? El presidente está en una encrucijada: si acepta lo que los congresistas quieren, va a tener que hacer concesiones muy negativas para el país. Si no los acepta, se puede hundir su propuesta de cambio. Pero una decidida política anti-corrupción le ayudaría a salir un poco del pantano actual. Debería considerarlo.

“Que venga el que quiera”: la anti-ética de las campañas de los políticos

Las campañas que han tenido más éxito no manifiestan un rigor absoluto para actuar conforme a la ética, específicamente en la lucha contra la corrupción. En contraposición, las que han manifestado más rigor han resultado menos exitosas. Una realidad dolorosa pensando en el país, pero que conocen y aprovechan los más avezados en política.

Las campañas de Petro, Fico e incluso Rodolfo dicen tener en la lucha contra la corrupción uno de sus ejes fuertes; en el último candidato es su única bandera, argumento, programa y tema. Sin embargo, los tres han afirmado “que venga el que quiera” en el sentido de que aceptan adeptos a su candidatura “vengan de donde vengan” incluyendo los políticos corruptos. Uno dice que hay que dar segundas oportunidades y los otros que ellos no pueden impedir que quieran apoyarlos.

 

Hay matices, claro. Rodolfo dice que pueden venir pero que no lo pueden condicionar; ojalá así fuera.  En los casos de Petro y Fico desde el inicio de sus coaliciones han hecho la advertencia que se trata de unir fuerzas. Petro ha hecho todo tipo de coqueteos hasta con Luis Pérez y su partido Liberal, encabezado por el expresidente Gaviria, que aún está esperando quién le hace la mejor oferta. Ellos saben qué significa tener poder político y lo usan. El de Fico sí nace desde el principio y de la base de los partidos de su coalición, llenos de politiqueros que saben hacer todo tipo de jugaditas y actos de corrupción como se conoce todos los días con nuevos casos. Y ahora que el Centro Democrático ha aceptado darse un trato de moza, – nos amamos desde siempre pero en público no me reconoce -, termina de reforzar el grupo de políticos que han tenido procesos por corrupción o que tienen fuertes cuestionamientos vigentes. Eso sí, los tres sostienen que van a luchar contra la corrupción.

Fajardo, y en general el Centro Esperanza con algunas excepciones por el lado de Gaviria que se mostró dispuesto a recibir gente con dudas de trasparencia, e Ingrid, que quiere posicionarse como la adalid de esa lucha, como Rodolfo pero con un idioma más sofisticado que el plano y pendenciero del de aquel, por coincidencia o por efecto son candidatos que tienen menos posibilidades de ganar las elecciones.

Tal vez más por efecto. En Colombia llevamos toda la historia perfeccionando la corrupción desde que nos colonizaron. A una gran parte de los colombianos les gusta la gente “aviona”, “abeja”, que “hacen jugaditas”, que se vuelve rica aprovechando la oportunidad “haciendo lo que toque hacer”, y se oye permanentemente que “de todas maneras otro se lo va a robar” hablando de robar los dineros públicos, y que son el botín por el cual los politiqueros hacen todo tipo de esfuerzo y maromas para llegar a tener el poder. Claramente no es una población con ética. En este grupo están los que venden el voto encabezando la lista, pero no son los únicos.

Pero también está una masa de gente que es susceptible a la lucha contra la corrupción pero que es más susceptible aún a la polarización. Se dejan vender una consigna que solo tiene el pseudo argumento de por quien no votar, o por quien votar para que el otro no gane, así al país se lo vayan a robar y también lo sepan. Es decir, para ellos la ética es marginal.

En ambos casos perdemos todos, pierde el país con todos ahí metidos, porque seguiremos con los niveles de corrupción asfixiantes y con tendencia al alza, que impedirán avanzar contra la pobreza y alcanzar un nivel de bienestar suficiente. Los únicos que ganan, claro, son los corruptos. Por eso ganar las elecciones es para ellos esencial y hacen lo que sea para lograrlo, directamente o por interpuestas personas. Los votantes son los peones en este tablero en donde los que mueven las fichas lo hacen priorizando sus intereses particulares. El bien general y el país no importan, pero acomodan sus mensajes para que los peones piensen que todo se hace por ellos.

#DebateYa!

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