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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Carolina Corcho

Regresa el uso obligatorio del tapabocas

El Gobierno Nacional alista decretos y actos administrativos para obligar al uso del tapabocas en recintos cerrados y espacios de aglomeraciones de cara a las fiestas de diciembre.

La ministra de Salud, Carolina Corcho, anunció que se exigirá nuevamente el tapabocas a las personas mayores de dos años de edad que estén en sitios abiertos y con riesgo de aglomeración y a los que no estén vacunados contra la enfermedad.

 

De acuerdo con la ministra se tendrá que usar tapabocas quirúrgico para personas que no tienen vacunación, y para personas que tienen sintomatología respiratoria o comorbilidades por otras enfermedades.

el Ministerio de Salud convocó un consejo técnico con expertos para escuchar recomendaciones (…) Vamos a proponer el uso obligatorio de tapabocas en personas mayores de 2 años en espacios abiertos y cerrados, donde haya aglomeraciones y en instituciones de salud, hogares geriátricos y transporte público”, señaló

 

¿Y dónde está la ministra de salud?

Desde su primer día, el presidente Petro ha convocado a grandes diálogos nacionales para lograr sacar adelante sus principales objetivos.  Se le ha visto, defendiendo sus ideas en espacios donde, seguramente, no ha de sentirse totalmente cómodo, como los encuentros de empresarios y ganaderos.  No obstante ¡Ahí ha estado! Lastimosamente, no podemos decir lo mismo de su ministra de salud, quien no sólo no le ayuda a su jefe, sino que conduce su cartera con hermetismo.

Atrás quedaron los días de concertaciones sectoriales. Por ejemplo, el reciente Plan Decenal de Salud Pública 2022-2031, aun cuando fue formulado durante la Pandemia por Covid-19, tuvo la participación de más de 13 mil personas, entre su etapa de construcción y validación de los planteamientos técnicos.  La administración de la Dra. Corcho ha anunciado cambios en este Plan y hasta ahora, a casi cuatro meses desde su llegada, no ha ocurrido la primera convocatoria abierta a discutir tales ajustes.  Por otro lado, el programa preventivo, lanzado en Aracataca con el propio Presidente, no tuvo una sola reunión con las comunidades ni los agentes del sector para discutirse, mejorarse y perfeccionarse y ¡sí que lo necesita!

 

Además de lo anterior, la ministra no ha asistido sistemáticamente a los encuentros sectoriales, como los foros de mayor convocatoria de este segundo semestre.  Pero, sin duda, lo más preocupante, es que dentro del mismo ministerio de Salud existen barreras físicas y otras invisibles que han cortado, casi por completo, la comunicación entre la alta dirección y los equipos técnicos.  Empecemos por las primeras: en el viejo edificio “de la 32,” se ha prohibido el ingreso de cualquier funcionario a los pisos de los despachos de la Secretaría General, los Viceministros y la propia Ministra, donde no solo laboran estos directivos sino un gran número de asesores, cuya labor debe ser, precisamente, la interacción constante con los distintos equipos de las Direcciones.  En cuanto a las segundas, la ministra Corcho, ha hecho un llamado público a todos los funcionarios a evitar cualquier diálogo con el exterior, sobre todo si perteneció a administraciones pasadas, avocando a la lealtad.

No solo es desconcertante esta situación, sino, debo confesar, triste.  Por un lado, el Minsalud siempre había sido un lugar de trabajo donde los despachos estaban abiertos y se sentía el flujo de funcionarios, en un constante intercambio de opiniones técnicas, distintas y diversas.  Por el otro, existen cientos de temas coyunturales, cotidianos pero importantes, que surgen y deben ser tratados inmediatamente —de ahí que cuando un funcionario se presentaba a mi puerta, siempre lo recibí, al menos con la pregunta acerca de su inquietud— y estas barreras lo impiden.

Zurbriggen dice que el arte de gobernar, sobre todo en Latinoamérica, requiere de un diálogo y concertación de los distintos grupos sociales, sobre todo de aquellos que piensan distinto, algo que hace parte de las democracias liberales modernas.  No obstante, la ministra de salud parece hacer oídos sordos al llamado constante de diálogo del Presidente, a la evidencia sobre gobernanza y, de forma más inquietante, a sus propios técnicos. Mientras tanto ¿dónde están las discusiones sobre el nuevo Plan Decenal de Salud Pública, la política farmacéutica, la seguridad sanitaria, las Enfermedades Huérfanas —cuyo plan estaba casi terminado al final de la administración pasada— mientras tanto ¿dónde está la ministra?

Germán Escobar Morales.

La ministra del realismo mágico.

No pudo ser mejor escenario el de Aracataca, con nuestro Nobel García Márquez en una pintura de fondo, el escogido para el anuncio del programa preventivo predictivo hecho por la ministra de salud.  Lo que ocurrió allí, fue puro realismo mágico, con una hermosa composición de símbolos de nuestra historia e ideas irreales que se dan por verdades en el discurso de la jefe de esa cartera que, pasados 100 días, parece aún no aterrizar en su cargo.

Para empezar, desde la campaña presidencial, Carolina Corcho venía anunciando la construcción de un modelo que reenfocara el sistema de salud hacia la prevención —¿y la promoción de la salud? — algo necesario, ciertamente.  Sin embargo, de forma inexplicable y a tan solo días del esperado lanzamiento, el ministerio decidió que se trataría de un programa y no un modelo.  Adicionalmente, las secretarías de salud, las EPS, las IPS y ESE, y en general, todo el sector, esperó pacientemente la publicación de la Resolución o, cuando menos, el documento técnico que les diera las tareas concretas, los indicadores de monitoreo y evaluación, entre otros elementos básicos, para sumarse a este loable esfuerzo —¡nunca llegó! —.

 

Entonces ¿de qué se trata el programa? La respuesta es que nadie lo sabe en concreto; tan solo tenemos un discurso de la ministra y un par de comunicados de prensa.  Surgen un sinnúmero de preguntas sin respuestas técnicas, más bien un sincretismo entre lo simbólico y datos sin contexto o, ciertamente no justificados con evidencia.  Comenzando por el propio discurso, cuando la ministra mencionó la reivindicación de los trabajadores vilmente asesinados en la masacre de las bananeras —un episodio sangriento que, por supuesto, causa ira y dolor— ¿se refería, entonces, a que el programa estará dirigido en empleados y sus familias, al estilo del Seguro Social? o ¿a población de centros poblados pequeños?

Tratando de ir un poco más al fondo, el programa, aparentemente, se fundamenta en los denominados Equipos Médicos Interdisciplinarios de Salud (EMIT), liderados por un médico(a), los cuales estarán presentes física y extramuralmente en los territorios, teniendo a cargo “en promedio entre 400 y 500 familias” —hoy en día es difícil definir el concepto de familia y, por tanto, calcular un número de integrantes estándar—. Pues bien, lo que la evidencia soporta es que estos equipos son útiles en entornos de alta ruralidad y están conformados principalmente por promotores de salud altamente resolutivos y, ojalá de la misma comunidad, creando un círculo virtuoso de empoderamiento social en salud. Por otro lado, en los grandes centros urbanos, su eficiencia disminuye fuertemente, por lo que nuevas estrategias basadas en tecnologías del siglo XXI, trabajo coordinado en entornos escolares y laborales —con las ARL—, son más apropiadas.  Así las cosas y de acuerdo a lo anterior, si tomamos en cuenta que, de acuerdo al DANE el 77,1% y el 7,1% de la población en el país vive en cabeceras municipales y centros poblados, respectivamente, estos equipos tienen una noción contra-intuitiva médica y no de salud pública y, tristemente, canalizarán recursos en esfuerzos con poco retorno social e ineficientes; todo esto sumado al hecho de que no se conocen indicadores de efectividad y resultados en salud, con los cuales se pueda medir su desempeño y corregir, si es del caso, desviaciones en el mismo.

En el plano fiscal, no queda clara la financiación del programa dado que, al no existir una lista de actividades precisas a realizar, tampoco se puede definir la fuente de los recursos, pudiendo provenir del Plan de Intervenciones Colectivas (PIC) o la Unidad de Pago por Capitación (UPC) o ambas.

El país quedó, entonces, con éstas y más preguntas, con una buena idea de la ministra y su equipo, pero con visos mágicos en su forma de llevarla a cabo, rompiendo con una tradición de un ministerio de salud que, si bien nunca ha tenido soluciones perfectas, si trabajadas con la mejor evidencia disponible y discutidas oportunamente con toda la sociedad civil. Es hora de que el Presidente Petro revise el quehacer de su ministra y esta cartera, pues de continuar así, ésta difícilmente podrá explicar de manera suficiente y técnica una gran reforma del sector ­—que se necesita— y coloca en alto riesgo su legado reformista en salud y seguridad social.

 

El error de la ministra de Salud

Se equivoca la Ministra de Salud, Carolina Corcho, al describir a las Entidades Promotoras de Salud (EPS) como meras intermediaras financieras.  Lo que el Estado les ha delegado es mucho más complejo e importante para el sistema y para todos los colombianos. Al mismo tiempo, es innegable —e inaceptable —que un gran número de ellas, a juzgar por las que se encuentran en medidas especiales por la SuperSalud, no están cumpliendo con sus funciones, poniendo en riesgo la vida de millones de colombianos.

La relevancia de este error —espero, involuntario —de la Ministra, es que esconde un elemento crítico de la función de las EPS para obtener los mejores resultados en salud y lograr cierto grado de estabilidad fiscal, el cual es necesario en cualquier sistema de salud, sin importar su naturaleza pública, privada o mixta. Se trata de la gestión del riesgo en salud, la cual, engloba a su vez, dos componentes: el riesgo en salud propiamente dicho (algunos lo llaman, el riesgo técnico) y el riesgo financiero.

 

Para entender este concepto fácilmente, pongamos un ejemplo de la vida real.  Imaginemos una persona de sexo masculino, 55 años de edad, con sobrepeso y que no hace ninguna actividad física —¿suena familiar? —.  Esta persona acude a su médico por un dolor lumbar y “malestar en el pecho cuando camina rápido.” El profesional de salud decide, sabiamente, prescribir una serie de exámenes, actividad física y cita con el internista.  Si asumiéramos la postura de la Ministra, y retiramos del sistema de salud a las EPS por ser simplemente intermediarias financieras sin ninguna estructura que las reemplace, la persona del ejemplo (que ya es un paciente) acudiría espontáneamente a sus citas de laboratorio y especialista de forma desorganizada y descoordinada.  Aquí se hace relevante la gestión del riesgo en salud, la cual va mucho más allá: significa introducir a esta persona en una cohorte de riesgo, asegurarse que sus exámenes no evidencien alguna complicación mayor, seguirlo en el tiempo, orientarlo hacia un programa de educación para la actividad física y dieta saludable, anticiparse a otros riesgos futuros, en el caso de nuestro paciente hipotético, realizando tamizajes para cáncer de próstata, entre muchas otras actividades.  Si esto se hace de forma juiciosa, se evitan problema de salud futuros, con sus consecuencias para la calidad de vida de las personas, y sobrecostos para la sociedad y el sistema de salud (riesgo financiero).

Como podemos observar, la gestión del riesgo en salud es algo inmensamente más complejo que derivar a los pacientes de un centro de salud a otro, requiere de personal entrenado, bases de datos robustas con capacidad de rastreo de los individuos, inteligencia artificial y muchos otros tantos elementos.  Ahora, imaginemos la magnitud de esta tarea si cada semestre 40,4 millones de personas usan algún servicio del sistema de salud colombiano, de acuerdo con la Encuesta de Percepción de Calidad del Ministerio de Salud—por cierto, ¿por qué este año no se licitó por parte del Ministerio? — y se prestan, entre los dos regímenes contributivo y subsidiado cerca de 900 millones de servicios al año.

No comprender la importancia de la Gestión del Riesgo en Salud, es perder la oportunidad de una buena reforma estructural, como bien lo entiende el Presidente Petro y, más bien, puede llevar al país a diseñar una reforma que coloca en manos de políticos y estructuras inmaduras, poco transparentes e ineficientes, aspectos del sistema, como la gestión del riesgo en salud, los cuales, aunque complejos, son fundamentales para la vida y la salud de todos nosotros. Confío que el debate que comienza, logre ampliar y profundizar la conversación para abordar los problemas del sistema de forma más responsable, construyendo sobre lo que hemos construido durante estos últimos 30 años, así implique cambios radicales en los agentes, pero técnicamente bien pensados.

¿A cuidados intensivos?

La designación de Carolina Corcho como ministra de salud, es, sin duda, una de las decisiones más controversiales en la conformación del nuevo gabinete ministerial de Gustavo Petro. Controversial por falta de rigor a la hora de pensar en su nombre como ministra y por no escuchar a las voces especializadas que coinciden en que su gestión, será un salto al vacío y un camino sin retorno.

En la Bogotá Humana, Carolina Corcho tuvo a su cargo la Dirección de Participación Social y Atención al Ciudadano de la Secretaría de Salud de Bogotá y fue integrante de la junta directiva de tres hospitales públicos en la misma administración, dejando más dudas que aciertos gracias a su talante agresivo, falta de escucha y revanchismo en la toma de decisiones, donde dejo claro que su posición personal prevaleció sobre los temas de ciudad.

 

La electa ministra Corcho se dio a conocer ante la opinión pública, por su activismo en relación con los trabajadores del sector salud, durante la fase más crítica de la pandemia del COVID 19. Ese activismo la llevo a cometer un sinnúmero de impresiones y justificaba sus desaciertos utilizando información falsa replicada por la principal cloaca social como lo es Twitter.

Cuando el actual ministro de salud, Fernando Ruiz (por qué no lo dejan, el país está en deuda por su gestión), dio inicio a la vacunación contra el COVID 19, fue la principal y paupérrima enemiga de la estrategia que hoy es reconocida a nivel mundial por su manejo, cobertura y resultados. Ella, se dedicó a despotricar de lo técnico, a mentir sobre los resultados, a difamar de los profesionales, a opinar sin fundamento y a pensar que la cobertura de la vacunación se hacía por una simple regla de tres. Esa es su rigurosidad profesional, dime de qué te ufanas y te diré de qué careces.

Digamos que todo lo anterior fue el resultado del afán de protagonismo y de figuración por el momento tan catastrófico por el que estaba pasando el mundo y la salud pública. Lo que no debemos considerar “coyuntural” es su posición sobre el sistema de salud nacional que a pesar de sus debilidades es mucho mejor que la que tienen países vecinos. No es posible ni sensato acabar con lo que esta funcionado, no es posible eliminar un sistema de salud que tiene como logros los siguientes entre muchos otros; cobertura 99.6%, disminución de gasto de bolsillo: 16% 3, subsidio a 50% de población pobre, actualización periódica del plan de beneficios, ampliación de infraestructura y talento humano, cubrimiento de medicamentos de alto costo para enfermedades crónicas y huérfanas y mejora de los indicadores trazadores de salud.

No se pueden acabar las EPS de un solo tajo solo porque si, no hay ranking donde no salgan bien calificadas en cuanto a experiencia, atención y acceso a servicios en los regímenes contributivo y subsidiado. La sola idea de acabarlas y reemplazar el modelo por los mal recordados “Territorios Saludables”, seria mandar a la basura el trabajo de 30 años. Según World Health Ranking, Colombia ocupa el puesto 35 a nivel mundial. Con las métricas globales uno no puede estar en descuerdo, solo lo están los que no quieren ver lo bueno. Es menester pensar en las mejoras que se puedan llegar a realizar para fortalecer el sistema actual.

El afán de acabar con la Ley 100 de 1993 no es para nada diferente que para implementar “Territorios Saludables”, que fue el programa preventivo en salud que el entonces alcalde Gustavo Petro puso en marcha en Bogotá en 2012 y que hoy cobra vigencia porque sugiere que sea implementado en todo el país.

Este tenía como objetivo “visitar los hogares con equipos médicos, identificar sus condiciones y tomar medidas para prevenir la enfermedad”. Llegó a tener 1.000 equipos en igual cantidad de “micro territorios”, en las 20 localidades de la capital, tuvo un costo de $1.000 millones diarios, con 8.000 personas contratadas, solo 1.000 eran profesionales de medicina y enfermería, el resto de personal era de otras profesiones o sin ninguna formación, denominados “enlaces comunitarios”

Este programa nunca pudo tener un sistema de monitoreo, seguimiento y control, lo que dificultó realizar evaluaciones que demostraran gestión en su puesta en marcha. Sin embargo, algunos estudios demostraron que su desempeño en términos de resultados en salud no fue lo que se planearon. Por ejemplo, hubo un aumento en la mortalidad materna, embarazo en adolescentes, desnutrición en menores en las zonas cubiertas por el programa en comparación con las que no.

En fin, no imagino a Alejandro Gaviria y al ministro Fernando Ruiz viendo cómo se derrumba su trabajo y el de cientos de profesionales idóneos que pusieron su empeño, dedicación y sabiduría en el sistema de salud actual, no imagino ver cómo pasamos de tener un sistema en “alta médica” a estar en una UCI, sin “cuidados paliativos”, solo porque lo particular prima sobre lo general.

Posdata

Un amigo me dijo que el nombramiento de Carolina Corcho en el Ministerio de Salud, es como si el Manchester United pasara de tener en su equipo a Cristiano Ronaldo y llegara el “caballo” Márquez. Que falta de respeto por Márquez.

 

 

 

 

 

 

 

Así es el perfil de la Dra. Carolina Corcho, nueva ministra de Salud

Este martes por medio de W Radio, Gustavo Petro informó que Carolina Corcho es la nueva ministra de Salud. Ella era la líder del empalme por el presidente electo en esa cartera y llegará a remplazar a Fernando Ruiz.

Nacida en Medellín, Carolina Corcho es médica de la Universidad de Antioquia, psiquiatra de la Universidad Nacional y cuenta con una maestría en estudios políticos.

 

Su notoriedad en la opinión pública se dio siendo vicepresidenta de la Federación Médica Colombiana haciendo una crítica constante al gobierno de Iván Duque por las medidas tomadas durante la pandemia. También presidió la Asociación Nacional de Internos y Residentes -ANIR-.

Como cargos públicos ha estado por la Dirección de Participación Social y Atención al Ciudadano de la Secretaría de Bogotá y en Gestión Territorial en Salud como subsecretaria. Además, es integrante de la Comisión de Seguimiento de la Sentencia T-760, que sirve de consultoría a la Corte Constitucional en política pública de salud.

Carolina Corcho es hija del exdiputado antioqueño Freddy Corcho y de la exalcaldesa del municipio Zaragoza, Antioquia, Amparo Mejía.

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*Foto: carolinacorcho.com

*Con información de carolinacorcho.com