Ir al contenido principal

Horarios de atención

De lunes a viernes:
8:00 AM – 5:00 PM

Whatsapp: (+57) 317 599 0862
Teléfono: (+57) 313 7845820
Email: [email protected]

Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: César Orlando Amaya Moreno

La educación superior gratuita: ¿Un sueño alcanzable o una utopía para Colombia?

La idea de una educación superior gratuita ha sido tema de discusión en muchos países, pero en Colombia, es una aspiración que sigue siendo controversial. La discusión no es solo sobre el acceso, sino sobre la calidad que esta educación debe ofrecer. Como alguien que tuvo la fortuna de estudiar en una universidad pública, puedo afirmar con certeza que la gratuidad no debe ser un obstáculo para la excelencia académica, sino un derecho fundamental para todos los jóvenes colombianos.

En 2021, el gobierno colombiano implementó el programa Matrícula Cero, que permitió la gratuidad en la educación superior para estudiantes de estratos 1, 2 y 3 en universidades públicas. Sin embargo, si analizamos el panorama actual, el problema más grande no ha sido la calidad educativa, sino el acceso mismo. Miles de jóvenes en el país no logran ingresar a la universidad, ya sea por falta de cupos o porque deben priorizar el trabajo sobre los estudios.

 

Es innegable que la educación pública en Colombia es de buena calidad. Las universidades públicas del país han formado a algunos de los mejores profesionales en diversas áreas, con programas acreditados y docentes altamente capacitados. No obstante, enfrentan un desafío estructural: la falta de inversión en infraestructura. Muchas instituciones operan con edificios deteriorados, laboratorios desactualizados y bibliotecas con recursos limitados, lo que afecta la experiencia de aprendizaje de los estudiantes.

Según el Observatorio de la Universidad Colombiana, cerca del 40% de los egresados de universidades públicas no consiguen empleo en su campo de estudio dentro del primer año después de graduarse. Esta cifra es alarmante y refleja la necesidad urgente de revisar no solo la gratuidad, sino también la pertinencia de los programas de formación. La educación gratuita sin oportunidades laborales es un espejismo que solo perpetúa el círculo de desigualdad.

Pero hablemos de los números. La Ley 30 de 1992, que reglamenta la educación superior en Colombia, establece que las universidades públicas deben financiarse principalmente con recursos del Estado. Sin embargo, el presupuesto para educación ha sido históricamente insuficiente. El gasto público en educación en Colombia representa apenas el 4,1% del PIB, uno de los niveles más bajos de América Latina. Para comparar, países como Argentina, Brasil y México destinan un porcentaje mayor de su PIB a la educación. Este bajo presupuesto afecta directamente la calidad de la infraestructura y los recursos disponibles para los estudiantes.

En ese orden de ideas, es importante unirse a la voz de los movimientos estudiantiles que como hice en algún momento, solicitábamos garantías y dignificación de la educación superior, por eso debe ser analizado minuciosamente la reforma que debe pasar los artículos 86 y 87 de la ley 30, pues, el estado no tiene una estrategia definida para financiar las universidades públicas, y es que para muchos financiar una universidad es mejorar la infraestructura y ya, situación alejada de la realidad pues debemos analizar la situación económica y social que vive cada estudiante, que el financiamiento sea algo integral, todo ello de la mano del ministerio de educación y sectores políticos que realmente se preocupen por lo que hoy esta viviendo la educación pública en nuestro país. 

Si bien el Estado tiene la obligación de garantizar el acceso a la educación superior, no basta con abrir las puertas a más jóvenes. Es esencial que las universidades tengan el respaldo financiero, actualizar sus programas académicos y garantizar que los egresados tengan habilidades que realmente se alineen con el mercado laboral. La gratuidad es necesaria, pero debe venir acompañada de inversión en calidad y pertinencia.

Los jóvenes colombianos deben estudiar, y deben poder hacerlo sin el peso de la matrícula sobre sus hombros. La educación superior es la herramienta más poderosa para romper el ciclo de pobreza y darle a las futuras generaciones la oportunidad de contribuir al desarrollo del país. Pero no se trata solo de financiar la matrícula; se trata de financiar una educación que ofrezca competencias reales, que forme individuos críticos, creativos y comprometidos con su comunidad.

Mi experiencia personal al estudiar en una universidad pública me permitió comprender de primera mano las limitaciones del sistema, pero también el valor incalculable que tiene la educación en un contexto de equidad. La gratuidad debe ser el primer paso para garantizar que todos los jóvenes colombianos tengan las mismas oportunidades, sin importar su origen social o económico. 

Es hora de que Colombia apueste de manera decidida por una educación superior gratuita, pero con el respaldo necesario para que realmente sea de calidad. No basta con abrir más cupos; hay que invertir en el futuro de los estudiantes con infraestructura digna, programas actualizados y oportunidades laborales claras. La educación gratuita y de calidad es un derecho que debemos defender, y la responsabilidad que tenemos como sociedad es exigir que se haga bien.

César Orlando Amaya Moreno

Reducción de salarios en el Congreso, ¿realidad o populismo electoral?

Resulta difícil creer que cada cuatro años la confianza de los colombianos siga intacta, confiando en propuestas populistas para cambiar el futuro de nuestro país, unas más descabelladas que otras, pero si de todas aquellas se tuviera que escoger alguna que generara cierta expectativa en la sociedad, sin lugar a dudas sería la tan anhelada reducción de salarios de los congresistas.

Pues la misma, es el fiel reflejo de la desigualdad que vive hoy nuestro país, sin dar cifras para no herir susceptibilidades, el salario de los congresistas en nuestro país es el segundo más alto en América latina, mientras que el salario mínimo del ciudadano de a pie en Colombia se ubica en la décima posición comparando los países latinoamericanos, y aunque parezca mentira algunos congresistas aún se atreven a decir que el salario no les alcanza y otros simplemente hacen oídos sordos cuando se quiere tocar el tema en público.

 

Así las cosas, parece ser que la brecha entre los parlamentarios y el pueblo colombiano fuese de estos tiempos, sin embargo, los ciudadanos deben saber que en 32 años el salario de los congresistas aumentó en más de un 341%, pese a lo anterior, los colombianos aún conservan la esperanza de que los congresistas por fin se reduzcan el salario, y no para que la economía mejore sino para lograr disminuir en el imaginario colectivo que la desigualdad cada vez es más estrecha.

Lamentablemente como todo en nuestro país se queda en veremos, la grandiosa iniciativa legislativa lleva 7 meses engavetada, pues se encuentra estancada en la Comision primera de la Cámara de Representantes y está a punto de hundirse por falta de celeridad de los representantes a la cámara; al proyecto tan solo le falta un debate en primera de Camara y un debate en plenaria de la misma, también tendríamos que esperar si el proyecto presenta cambios y esperar las conciliaciones, todo esto antes del 20 de junio, si se pasa de este tiempo, el proyecto tendrá que archivarse.

Bueno, de lo único que se tiene hoy certeza respecto al tema, es que volvieron a mentirle al pueblo, pues por un lado el salario del legislativo ya aumentó en un 10,8% oscilando cerca a los 48 millones de pesos y por otro lado parece ser que el proyecto naufragara en la comisión primera de la Cámara de representantes, donde evidentemente no quieren darle tramite. 

Finalmente, el tiempo determinará si de una vez por todas los congresistas tendrán una rebaja en el salario para el 2026 o simplemente renacerán las propuestas populistas de cada cuatro años, como el congelamiento del salario, reducción directa por ley, renuncia a gastos de representación, o cualquier otra que enamore más al elector y que si o si, continúa profundizando las desigualdades extremas en nuestro país.

César Orlando Amaya Moreno