Ir al contenido principal

Etiqueta: Cortes

El presidente, el fiscalete sedicioso y los magistrados

El presidente solo debe twittear para mostrar los avances de su plan de gobierno, para referirse a la agenda global y reflexionar sobre los desarreglos institucionales creados y consolidados en las últimas tres décadas al abrigo de la Constitución de 1991, la cual se está destruyendo por tantas reformas adversas al espíritu que la inspiró.  

A los ataques de periodistas de los grandes medios, y de otros actores que no están en la línea de competencia del presidente porque son de rango inferior – así algunos se sientan iguales -, debe responder el equipo de comunicaciones del gobierno a través de medios públicos y privados, si por supuesto a estos últimos les dé la gana de darle al gobierno espacio para informar y platicar y no desinformar a la ciudadanía.  

 

Hizo bien el presidente en reproducir a las siete de la noche y a todo el país su discurso en la Escuela Militar de Cadetes donde respondió a tanto ruido mediático en su mayoría creado por enemigos internos desde el Estado (fiscalete y procuradora), y por medios a ultranza opositores.     

Lo cierto es que existe  un desmadre institucional creado en los últimos treinta años desde cuando cambió el modelo de desarrollo mediante el cual el mercado se convirtió en amo y dueño de la economía, del cielo, del aire, de la tierra y del Estado, dejando algunos espacios para que otros también tengan la oportunidad de crear economías de poder mediante la creación y multiplicación de feudos en la administración pública, a los cuales los trimillonarios no se oponen, por el contrario, cooptan para que decidan a favor cuando se trate de sus intereses económicos, porque a la dirigencia de Colombia solo le interesa la economía por lo cual su debilidad intelectual e ideológica es total, razón que también explica tanta violencia. Acumulación y violencia sin inteligencia, define a la dirigencia de esta nación. Sin embargo, el presidente debe controlar momentos de impulsividad, porque de ahí se agarra la oposición para atacarlo, pues no tienen de dónde más, sin embargo, es la trampa que le tienden y en la cual a veces cae. 

El presidente y su gobierno están haciendo las cosas bien en un país que recibieron destartalado por la acumulación de equivocaciones que Duque se encargó de perfeccionar, incluidos desastrosos nombramientos de magistrados, fiscales, procuradores y contralores. Son muchos años de un sostenido deterioro institucional. 

Superado el primer capítulo – vendrán muchos más porque todo apunta a un entrampamiento al alto gobierno -, de la agitación mediática por chuzadas ilegales a exempleadas de Laura Sarabia, el presidente debe dedicarse a defender las reformas y otras acciones estratégicas de su gobierno, y no gastar tiempo y jerarquía con tantos periodistas enemigos encargados de asumir la defensa de una dirigencia sin rango ético, ideológico e intelectual.  

Su capacidad intelectual y política la debe dedicar a construir lo estructural del cambio. Es lo importante, lo demás son las trampas de una oposición decadente. 

Presidente, lo importante son las reformas y los desajustes institucionales creados en treinta años, de pronto en dos siglos, pues son las barreras al cambio. Once y más millones de colombianos lo elegimos para gobernar no para trinar contra todo opositor, bandido o fascista que se cruce en el camino. 

La fiscalía del fiscalete, la descabellada procuraduría y los enredos de las cortes  

Hay un poder político y/o judicial salido de madre. Las actuaciones del fiscal general, personaje menor, sin nadie que lo vigile, porque la Comisión de Acusaciones del Congreso conformada en su mayoría por uribistas o línea política afín, nunca le hará nada a ningún fiscal por temor a que haga algo contra ellos ante tanta cosa obscura que esconden. 

Si la Corte Suprema elige el fiscal, debería ponerlo en su sitio cuando las circunstancias así lo ameriten. Si la Corte lo nombra, la Corte debe llamarlo al orden más allá de si es o no su juez, porque ya sabemos que su juez no sirve para nada. Si puede hacerlo y no lo hacen, es otro desarreglo institucional. Y si las otras cortes tampoco pueden llamarle la atención para salvaguardar las instituciones y la armonía del estado, significa que quedó mal armado el tercer poder, y por tanto se justifica, cuando menos, una reforma constitucional.  

El fiscalete es rueda suelta, de ahí su arrogancia, patanería, incapacidad y peligrosa gestión, pues no le rinde cuentas a nadie, no obedece a nadie, por eso actúa como un sedicioso. Las chuzadas a las exempleadas de Laura Sarabia fueron ordenadas por la fiscalía en alianza con oficiales de la policía, y es delito mayor porque lo hicieron por fuera de una correcta conducta judicial.  

El fiscalete se abroga derechos superiores sobre la Policía Nacional, mientras las Cortes siguen calladas, porque la Fiscalía está invadida de empresas burocráticas de algunos o de muchos togados. Da la sensación de que, el cartel de togados dejó secuelas o herederos. Por eso unos se tapan con otros. Pero no trabajan para los ciudadanos cuyos recursos se han convertido en fuente de tráfico, negocio y corrupción. 

Las cortes no pueden ir en contra vía a construir un país con instituciones y normas que permitan su desarrollo. Se ha creado un sistema de cortes y de otras instancias inservibles, cuyo funcionamiento le cuesta billones al erario público. El famoso modelo de tú me eliges yo te elijo, incluye tropas de burócratas y de pronto una que otra célula de corrupción. Cuando las cortes eligen los organismos de control abren las nóminas para darle espacio a las empresas burocráticas de quienes eligieron a las cabezas de esos organismos. Por eso, la Corte Suprema regaña al presidente de la República, pero no al fiscalete.  

En el fondo, aunque políticamente es incorrecto, hace bien el presidente en no recibir a la multitud de magistrados, que son un enorme cuerpo de egos que gustan que el presidente de la república los invite a palacio, que los posesione y tenga un discurso para cada nombramiento. Es decir, un presidente de la nación con agenda para decenas de magistrados, otra extravagancia organizacional de Colombia en el mundo. 

El desbarajuste institucional se ha degradado y multiplicado, ha conducido a nombramientos sin méritos en las Cortes. El presidente no se puede equivocar en las ternas para Fiscalía, Procuraduría y Corte Constitucional. Tienen que ser personas del más alto nivel jurídico y ético. Los nombramientos que hizo Duque son tan malos como malo es él y el uribismo en el sentido infinito de la expresión. 

Los malos nombramientos han derivado en que no haya unidad de criterio jurídico en temas sensibles y fundamentales. Se observa en el Consejo de Estado, pero también, por aquello de las empresas burocráticas de familiares y amigos, la Corte Constitucional aprobó un engendro de reforma a la Procuraduría en contravía de la CIDH (Corte Interamericana de Derechos Humanos), que acaba de recordar en comunicado del 1 de junio de 2023 que los funcionarios públicos elegidos por elección popular solo pueden ser sancionados por un juez penal, y la señora Cabello y su masa inmensa de costosos funcionarios no tienen esa condición. La procuraduría debe desaparecer.  

Si en esta materia el Consejo de Estado unifica su pensamiento alineado con la CIDH, la procuradora podría llegar hasta la Corte Constitucional, que avaló y le dio vida al modelo Cabello. Decidiría a su favor porque la actual Corte no tiene talante para enmendar el error, con lo cual se produciría un choque de trenes y un choque internacional de Cortes. 

Tenemos un Consejo de Estado, una Corte Suprema y una Corte Constitucional, cada una por su lado, cada una con intereses propios, mientras Colombia se sigue fracturando dado que los intereses de aquellos no son los intereses de la nación.  

Tres ternas de magistrados deben proponer el presidente en los próximos meses para enderezar una Corte Constitucional en capa caída. Una terna de impecables penalistas debe proponer para que la gelatinosa Corte Suprema elija al nuevo fiscal general. Y ya para el cierre de su gobierno, Petro deberá ternar a quien reemplazará a la señora Cabello. Si propone amigos que también podrían ser amigos a la medida de las Cortes, la crisis institucional se ahondará, y el peor de los destinos tendrá el país de la belleza en destrucción.                        

Ante los océanos de impunidad, bien hace el presidente Petro en invitar al fiscal de la Corte Penal Internacional porque la Fiscalía no es un organismo de justicia, es un bunker de la impunidad.  

     

       

Las cortes contra las reformas

El caso del hijo y del hermano del presidente Petro, es el menos grave, aunque es el que más agita a los medios, a las redes opositoras y al lánguido centro más ambiguo que los falsos testigos de Uribe.

Lo que realmente abruma y preocupa es la manera como unos poderes descompuestos y unas instituciones funcionales a esa sostenida desinstitucionalización, están unidas y bloquean las reformas y acciones del presidente Petro y sus ministros.

 

Las amenazas de la Corte Constitucional de intervenir leyes en trámite, y las medidas cautelares del Consejo de Estado para evitar que el presidente intervenga las tarifas de energía, salidas de madre por obra y gracias de los gobiernos de la fundación neoliberal que cruza la constitución de 1991, realmente espanta, porque nunca las altas cortes se han atrevido a una medida de facto puesto que “en Colombia nada cambia si el poder no dice cómo y cuándo”. Pero, cuando llega un gobierno progresista por fuera del molde conservador-liberal y su desastroso neoliberalismo, se descontrolan y atacan.

Las reformas que impulsa el gobierno tendrán censura previa de las Cortes: un adefesio de intervención antidemocrática.  También les pondrán medidas cautelares y amenazarán con intervenirlas. Asimismo, dirán que las leyes ordinarias deben ser estatutarias porque necesitan un “amplio debate ciudadano”. Mentiras, porque en Colombia nunca hay debate ciudadano, porque la democracia representativa una vez elegidos le cierran las puertas a la gente.

De esa manera, las reformas se podrían caer antes de tiempo, o si no serían neutralizadas con lo cual demorarían su trámite, y lo que aprueben será cuando haya transcurrido la mitad del período del gobierno de Petro, entonces, las reglamentaciones consumirían otros meses y solo quedaría un año para la implementación.

Si luego no llega en 2026 un gobierno a implementarlas, ocurrirá lo mismo que con el metro de Bogotá: un paso adelante cien atrás, solo porque la mejor idea del metro subterráneo era de Petro. Santos y Duque se prestaron para ello, y por eso Bogotá sigue jodida mientras Quito inaugura un metro subterráneo de 27 kilómetros. O lo sucedido con la paz hecha trizas en el espantoso cuatrienio de Duque.

Al poder no le preocupa un país colapsado con tal de bloquear al gobierno progresista: tienen la plata afuera y sus negocios en el país marchan a velocidad de mula, como ha ocurrido en los últimos 200 años, por eso la productividad de Colombia es sostenidamente negativa, la peor de la OCDE, es decir, siempre para atrás nunca para adelante, porque es extractivista y violenta. Una violencia es patológica cuando patológica son su dirigencia y sus políticas.

No demoran las dos Cortes en neutralizar la reforma a la salud: dirán que debe ser estatutaria para dilatar y neutralizar su aprobación, reglamentación e implementación. Además dirán que las EPS no pueden desaparecer a pesar de que decenas han desaparecido con billones de pesos, y las que quedan aún deben 23 billones a las IPS, dineros que el gobierno ya les giró. ¿Quiénes tienen nuestra plata?

El poder político y económico que las defiende, dicen que deben continuar. Y ese poder no dice quiénes son los dueños y los miembros de esas juntas directivas, porque sus nombres están ahí.

Igual, las dos Cortes decidirán para neutralizar otras reformas, generando un ambiente de caos institucional, que no será por culpa del presidente y de sus ministros, sino de la atrofiada mentalidad de la dirigencia.

Colombia camina con sus poderes a una solapada dictadura institucional liderada por las Cortes, porque el viejo poder político solo muestra imágenes tristes como las vistas en estos días en la casa de César Gaviria y las de Vargas Lleras en el Congreso de la República.

Entonces, imaginémonos una imagen de ficción de un gobierno compuesto por los presidentes de las altas cortes, por fiscal enemigo, procuradora opositora, presidentes de los partidos tradicionales y de los nuevos partidos, director del Banco de la República, los presidentes de la vagancia gremial, todos con la banda amarilla, azul y roja en su pecho, vestidos de negro, parados al frente del capitolio ante una plaza de Bolívar vacía y entre ellos peleando por mostrar a los medios de bolsillo cuál es el más poderoso y ultraconservador.

Se dividirán el poder, uno visitará la ONU, otro la OEA, otro la Casa Blanca, otro la Comisión Europea, otro al Parlamento Europeo, otro a Zelinsky, otro a Bukele, otro al FMI, otro a la CIDH, otro al Banco Mundial, otro al Vaticano, y así Colombia será el país con más “presidentes” en el universo, recibidos por funcionarios menores, sin alfombras y sin himno, sin café y sin cenas, todo por obra y gracia de las Cortes y sus medidas cautelares, y de los políticos de una rancia ideología conservadora, incluido “liberales” como Humberto de la Calle, salido de calle porque no fue presidente.

La actuación de las Cortes es un viento de golpe de estado jurídico, que será una barrera al cambio estructural en un país donde el modelo económico y de sociedad va en contravía de cambios en el pensamiento internacional que propone nuevos pactos políticos y sociales porque el capitalismo salvaje ya sólo se practica en tierras salvajes.

Si algo está roto en Colombia son las instituciones por corrupción, injusticia social y violencia.

Mientras el poder interno se resiste al cambio, el mundo reconoce a Petro y a su gobierno, y el pueblo también.

A la dirigencia se le pide cordura, responsabilidad, humanidad e inteligencia. Colombia no aguanta más atraso, inequidad y violencia. Quiere igualdad de derechos, libertad para conocerse, amar y convivir, oportunidades para estudiar, trabajar, emprender y crear, y espacio para construir la nación soñada distinta a la de los últimos 200 años.

Colombia no quiere Cortes de facto ni Congreso inescrupuloso. Quiere democracia y necesita un cambio, para ello no necesita cinco Cortes, solo dos, Corte Suprema y un confiable Consejo de Estado, tampoco Procuraduría ni Fiscalía, ni dos cámaras en el Congreso de la República, porque la sociedad se autoregularía a partir de un nuevo pacto social. La constitución del 91, está muerta. La perforaron tanto, que parece un colador que ya no sirve.

Jaime Acosta 

Cortes y legislativo tendrán que sesionar de manera virtual

Con el fin de evitar que aumente el número de contagios en el país, el cual ya está en 196 casos, el presidente Iván Duque anunció que entre el nuevo paquete de medidas que tomará su gobierno para enfrentar el coronavirus está que las próximas sesiones del Congreso, las altas cortes, asambleas departamentales y concejos municipales se desarrollen de manera virtual. La medida se aplicará además en las actividades de los tribunales y juzgados.

 

 

 

El Gobierno Nacional piensa además extender la medida a las comisarías de familia, para que estas atiendan los casos que se presenten en todo el territorio nacional, «sin interrupción», de «manera virtual».