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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Cultura Ciudadana

Cultura ciudadana y racionamiento de agua

Hoy cuando estamos avocados a un posible racionamiento de agua y de energía en muchos municipios del país por los efectos del fenómeno de “El Niño” que está dejando sin agua a los embalses, la sensación que se tiene es que estamos gobernados por funcionarios que saben mucho de los problemas, pero no hacen nada para solucionarlos o por lo menos para reducir sus consecuencias.

El Gobierno Nacional ha reconocido en varias oportunidades que la sequía sería extrema por el fenómeno de “El Niño” y que algunos municipios podrían ver suspendido el suministro de agua. Hoy, después de varios meses y cuando “la profecía se hizo realidad”, solo recomiendan a los departamentos y municipios adoptar de forma obligatoria planes de contingencia para hacer frente al posible racionamiento de agua.

 

Recomendaciones que no aclaran cuáles son los posibles planes de contingencia que podrían asumir los municipios, ni cómo el Gobierno Nacional va a participar de los mismos, solo apoyar a los que ya tomaron decisiones de racionamiento, como es el caso de Bogotá.

Pareciera que, ante un problema tan grave, como el posible racionamiento de agua, la búsqueda de solución se pone en cabeza de los alcaldes, cuando es un problema que debe solucionar el alto Gobierno con la participación de los alcaldes, gobernadores y ciudadanos. Es claro que algunos gobiernos nacionales les gusta descentralizar los problemas y centralizar los logros. 

Es increíble que, en este tema, donde Colombia tiene experiencias buenas y malas con el racionamiento de los años 1992 y 1993 y los efectos del fenómeno de “El Niño” 1997 y 2009, cuando se estuvo cerca de otro racionamiento, hoy no tengamos soluciones a esta nueva sequia o por lo menos no recurramos a experiencias como las de “Cultura Ciudadana” que adelantó el alcalde Antanas Mockus para evitar el racionamiento. Con acciones de regulación moral, cultural y legal se logró que el consumo de agua de los hogares bajara en un 20% en ese momento y posteriormente siguió bajando, haciendo que años después el consumo por hogar se redujera en cerca de un 50%.

Claro, en este tema no veo al Presidente bañándose ante las cámaras de TV sobre un platón para recoger el agua utilizada, que luego sirve para los sanitarios. Tampoco siento que conozca y maneje coherentemente el tema de la cultura ciudadana y sobretodo la armonización entre ley, moral y cultura.

Bueno, pero ese no sería un impedimento para utilizar las herramientas de comunicación que en su momento usó el alcalde Mockus para involucrar a los ciudadanos en la solución del posible racionamiento. En este caso es el propio presidente quien debería invitar a los ciudadanos a ahorrar agua con acciones claras, como las que recomendó Mockus: bañarse recogiendo el agua que cae, utilizar la mitad del tiempo en la ducha y la mitad del chorro, no bajar la cisterna cuando se orina, ahorrar agua en los lavaplatos cerrando la llave mientras enjabona la loza, reutilizar el agua que sale de las lavadoras, utilizar un vaso con agua para bañarse los dientes, instalar ahorradores de agua, etc, etc.

Acciones políticas menos complicadas que gobernar con la razón, pero no menos importantes en momentos en donde este preciado líquido escasea y que más pronto que tarde nos llevará a la guerra del futuro, “la guerra por el agua”.

Hugo Acero

Respeto a la autoridad

Por: León Sandoval

Las sociedades postmodernas son más complejas que las sociedades previas, su complejidad radica en aspectos geográficos, demográficos, desarrollo humano, crecimiento económico, justicia, acceso a necesidades insatisfechas, el inagotable catálogo de derechos humanos, la proliferación de manifestaciones individuales y socioculturales, y el exceso de democracia en un espíritu globalizador. La gobernanza cada vez se torna más difícil pese a que la inteligencia artificial se vislumbra como el elemento que permitirá un mayor control sobre la ciudadanía, para unos, y para otros, una forma de dominación despreciable. La escena social actual denota la crisis de autoridad que se vive en las calles de las ciudades, matizada por el derrumbamiento de valores, principios y tradiciones patrióticas al interior de la familia, de los planteles educativos y de las instituciones públicas y privadas; a penas natural de la era de Acuario, dirán algunos.

 

Se podría analizar la crisis de autoridad desde las teorías contractualistas del Estado, a partir de la obra del inglés Thomas Hobbes (1588-1679), que se erigen como una explicación a la organización social. El contractualismo parte del estado de naturaleza del individuo dominado por las pasiones, el egoísmo, la precariedad y la violencia, que requiere mediante la suscripción de un contrato social de un agente superior que administre el poder de los individuos en aras de mantener el orden y la paz en un marco de convivencia y armonía social. Ese acuerdo entre individuos y Monarca, luego sería sustituido por los ciudadanos y el Estado. El absolutismo contractualista de Hobbes sería superado por pensadores como el liberal inglés John Locke (1632-1704), el soberanista ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), los estadounidenses John Rawls (1921-2002) y la teoría de la justicia, Robert Nozick (1938-2002) y el estado mínimo, y James M. Buchanan (1919-2013) con la teoría de la elección pública.

Las teorías contractualistas tienen un sentido lógico: El individuo debe ceder parte de sus libertades para que un ente superior las administre; bajo esta premisa se configura el ideal del Estado de derecho acompañado por el modelo democrático liberal. El contrato social que da origen al Estado permite el desarrollo de sociedades e implica per se el reconocimiento por parte de éstas de la autoridad en cabeza del Estado y sus agentes. Los ciudadanos en virtud de ese pacto social contraen la obligación de acatar la autoridad que la misma ciudadanía delegó en los gobernantes. Autoridad que se respalda y encuentra también sus límites en la Constitución Política y en la ley.

El ausencia de cultura ciudadana constituye una evidencia más del desconocimiento por parte de los ciudadanos de sus deberes surgidos de ese contrato social, y a su vez, consciente acto de desprecio hacia la autoridad y a sus conciudadanos en franca anarquía. Es habitual ver ciudadanos que golpean y retienen a servidores públicos, que intentan por medio del deber funcional hacer cumplir el mandato legal. Anochece para que las autoridades empleen los medios del poder de policía que las leyes le confieren. El uso de la fuerza es una potestad exclusiva del Estado. Los ciudadanos carecen de fuerza legítima, cuando pretenden ejercerla, en su lugar, ejercen violencia.

En las sociedades postmodernas de corte occidental existen más derechos que deberes humanos. Urge que surjan defensores de los deberes humanos. Los defensores de los derechos humanos abundan, aunque pareciera insuficientes, sería bueno equilibrar la balanza, y reconocer que por cada derecho humano hay también uno o más deberes humanos. Lo demás es simple retórica propia de estos tiempos, en los que ser rebelde, revolucionario y contestatario se ve como una virtud y casi una obligación. Resulta importante que padres y maestros encaucen la educación de los más jóvenes sobre las bases del respeto, la disciplina y el orden. El primer paso para una sociedad justa, inclusiva y decente es el respeto a la autoridad.

¿Ahora el TransMilenio es para las motos?

Usuarios del sistema TransMilenio reportaron el ingreso de un pasajero a la Estación de la Calle 63, acompañado por su moto.

En un comunicado, la empresa TransMilenio reportó que el hombre que se quedó sin gasolina en la moto y, como no tenía plata para tanquear en una bomba del sector, decidió ingresar el vehículo a la estación de Transmilenio de la calle 63.

 

El motociclista ingresó al sistema sin pagar el pasaje, allí cogió su vehículo, la subió a un articulado para transportarse y recorrió un trayecto bastante largo, ya que se fue, según indicó TransMilenio, desde la calle 63 hasta la estación de Venecia por la NQS sur.

De inmediato se prendieron las alertas, dando aviso a la Policía quien interceptó el articulado en la Estación Venecia y le impuso tres comparendos, llevándose la moto para los patios, allí tendrá que pagar una grúa y los días que dure la moto.

 

El lenguaje de la piel de la ciudad

«Todos en la vida somos y no somos»,  estoy seguro de que esta frase merece una explicación; y lo menciono porque el “Ser” es una condición con respecto a algo, a ocupar un espacio y participar de éste. Así,  Ser Ciudadano, en la vida diaria, implica que ese ser recorre las calles de un lugar con el propósito de participar en este espacio, de habitarlo, pero para ser parte de éste debemos obtener los créditos que nos avalan como participantes; el diploma se obtiene y se llama “Ciudadanía“, es un orgullo que confirma que uno es un participante social, que conoces la ciudad y sabes las normas implícitas de convivir en este lugar.

Ser docente de urbanismo: soy docente de arquitectura y desde la perspectiva de ese rol de interacción social entre el individuo y el conocimiento transmito  a mis estudiantes la importancia del lugar, no solo para ellos  sino para la vida; esa mediación y comunicación con el contexto real es un conocimiento para todos, no solo para los arquitectos, también para  el ciudadano, quien sabe que lo público es de todos y lo privado es de pocos. En cuanto al Lugar, existen sitios que son contradictorios: son públicos, pero son privados, hacen parte de una zona de permanente negociación porque, aunque son lugares públicos, que pertenecen al Estado y deberían estar al servicio de público, no todo el mundo puede acceder de forma directa. Tal es el caso de una biblioteca: si vas con una presentación inadecuada no te permiten acceder; este tipo de situaciones no sucederían en lugares públicos como la plaza de Bolívar. En contraposición existen sitios Privados – Públicos, como los centros comerciales, que aunque son sitios de privados a los cuales pueden acceder todas las personas, no tienen el mismo carácter privado, como lo es el hogar de cada familia.

 

El Ser: la vida por su parte, no es tan pública o privada como se pensaba en un principio, pero lo que si se puede definir es que lo privado en lo más íntimo y cercano a la privacidad del hogar: Las personas son parte de un tejido, de una línea de sangre y amor fraternal, en la cual seremos queridos por el amor filial. Esta apreciación tiene bastante sentido, pero la vida real está en lo público, esa es la parte que más nos llama la atención,  donde conocemos personas pero a la vez somos conocidos, y por qué no “reconocidos”, donde se celebran triunfos o se desvanece la vida, es una ruleta capaz de fusionar el destino, la suerte, pero también el conocimiento y la vida.

Está escrito: en la piel de la ciudad reconocemos los diferentes elementos que la componen creando arterias que interconectan, comunican y junto con las personas dan vida y sentido al espacio: vías, plazas o parques son los lugares públicos más conocidos, y a la vez constituyen un tejido importante de la ciudad: la piel que forma parte de las mismas estructuras y de un espacio que se concibe como seguro, quizá representa parte del orgullo construido en la vida de los colombianos prácticamente en los últimos 500 años desde la construcción de esta bella patria. Bogotá es la ciudad más compleja, grande y diversa de la nación en donde cada día convivimos cerca de 10 millones de habitantes, reconocemos que es un lugar vivo de continuo cambio, que se transforma para asumir distintas fases,  a diario con nuevas calles o construcciones que no representan una única manifestación de la ciudad, pero que a la vez transitan y desvanecen también pequeños pedazos de territorio, que después mutan y adquieren nuevos significados: entender la ciudad no es fácil, y tampoco lo es conocerla en su totalidad, pero todos la recorremos.

Leer:  su lenguaje y su piel. En las últimas décadas se escribió en losetas, adoquines, bordillos y mobiliario como lo recomienda Planeación Distrital, y la escritura es perceptible fácilmente, pero la idea detrás de la transformación de los espacios, de la esencia de la ciudad es la búsqueda de una nueva imagen que los urbanistas y planificadores del territorio estamos trabajando para establecer un mejor sitio para crecer, trascender y vivir. Ya casi nadie recuerda la ciudad de los buses, con personas que iban colgadas de las puertas o los carros que estaban cubriendo todas las aceras (aunque aún permanecen situaciones similares); esa ciudad compleja no ha dejado de tener problemas sociales, económicos, capaces de desbordar la tranquilidad de realidades distintas, extrañas, pero construir  una ciudad es un trabajo colectivo asociado a su misma  de construcción y construcción. Se puede decir que la piel de la ciudad es el espejo de Colombia, esa imagen refleja las complejidades de nuestra nación con ventajas y desventajas, con una diversa heterogeneidad que vemos a diario. Está escrita con mucho esfuerzo, con grandes conquistas y dolorosas derrotas, pero es Bogotá, la ciudad, y Colombia, el país, que amamos.

Por tanto, Todos en la vida somos y no somos, pero ya entendemos que el Ser ciudadano implica tener en cuenta las reglas de convivencia en medio de la compleja transformación de su piel; el Ser docente de urbanismo abarca el compromiso de enseñar acerca de la vida en la ciudad. El lugar es aquel que define los sitios y su uso en la ciudad mientras que  el Ser comprende las posibilidades sociales del urbanismo de la sociedad y, desde luego, está escrito en la ciudad construida por la gente que la habita: Leer sus testimonios de vida  se hace con el uso de los fonemas, los puntos y las comas que le dan ritmo a nuestra vida en la ciudad. La esencia de lo escrito está en la tierra de los sueños, de las ilusiones, y también está plasmada en tinta de colores, en diferentes grados de luminosidad y, además, está tatuado en la piel de la ciudad que hábito, que no puede ser explicada fácilmente con palabras, pero que es a la vez fuera de este mundo, esa es la ciudad que tanto amo.

 

 

Javier Francisco Sarmiento Díaz

Docente Investigador, Facultad de Arquitectura, Universidad de América

Arquitecto; Magíster en Planeación Urbana y Regional; Doctor en Ciencias de la Educación.

 

 

Sergio Fajardo criticó a Claudia López por olvidar los temas de cultura ciudadana en Bogotá

Durante el evento en el que se anunció la unión de los movimientos políticos Dignidad y Compromiso Ciudadano liderado, el excandidato presidencial, Sergio Fajardo, lanzó fuertes críticas a la alcaldesa Claudia López porque según él, Bogotá olvidó el legado de cultura ciudadana heredado del exalcalde Antanas Mockus.

“Lo que estamos viendo en Bogotá es muy pero muy dramático en el sentido en que una ciudad con Antanas Mockus llegó a construir una cultura ciudadana. Bogotá llegó un momento a sentir un sentido de pertenencia, un orgullo de ser la ciudad de las oportunidades para cualquier colombiano”.

 

Dijo además, “Esa ciudad de la cultura ciudadana pasó a ser una ciudad que está agobiada y en contravía de la esa cultura ciudadana, hoy esta en el sálvese quien pueda”.

Fajardo dijo que Bogotá necesita atención porque de acuerdo a su explicación, “se encuentra atrapada en las disputas entre el exalcalde Enrique Peñalosa y el presidente Gustavo Petro, sumado a las discusiones de la alcaldesa Claudia López y el Gobierno Nacional.

El exalcalde y exgobernador aseguró que la capital del país esta atascada y necesita con urgencia de una política diferente y que su nuevo movimiento político no va a ser ajeno a esta discusión en la campaña.

Sergio Fajardo descartó la posibilidad de una candidatura suya a la Alcaldía de Bogotá, lo mismo que su compañero del nuevo movimiento político, el excongresista Jorge Enrique Robledo, sin embargo, ambos confirmaron que su grupo no será ajeno al debate en la campaña política que se avecina.

 

Respeto a la autoridad

Las sociedades postmodernas son más complejas que las sociedades previas, su complejidad radica en aspectos geográficos, demográficos, desarrollo humano, crecimiento económico, justicia, acceso a necesidades insatisfechas, el inagotable catálogo de derechos humanos, la proliferación de manifestaciones individuales y socioculturales, y el exceso de democracia en un espíritu globalizador. La gobernanza cada vez se torna más difícil pese a que la inteligencia artificial se vislumbra como el elemento que permitirá un mayor control sobre la ciudadanía, para unos, y para otros, una forma de dominación despreciable. La escena social actual denota la crisis de autoridad que se vive en las calles de las ciudades, matizada por el derrumbamiento de valores, principios y tradiciones patrióticas al interior de la familia, de los planteles educativos y de las instituciones públicas y privadas; a penas natural de la era de Acuario, dirán algunos.

Se podría analizar la crisis de autoridad desde las teorías contractualistas del Estado, a partir de la obra del inglés Thomas Hobbes (1588-1679), que se erigen como una explicación a la organización social. El contractualismo parte del estado de naturaleza del individuo dominado por las pasiones, el egoísmo, la precariedad y la violencia, que requiere mediante la suscripción de un contrato social de un agente superior que administre el poder de los individuos en aras de mantener el orden y la paz en un marco de convivencia y armonía social. Ese acuerdo entre individuos y Monarca, luego sería sustituido por los ciudadanos y el Estado. El absolutismo contractualista de Hobbes sería superado por pensadores como el liberal inglés John Locke (1632-1704), el soberanista ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), los estadounidenses John Rawls (1921-2002) y la teoría de la justicia, Robert Nozick (1938-2002) y el estado mínimo, y James M. Buchanan (1919-2013) con la teoría de la elección pública.

 

Las teorías contractualistas tienen un sentido lógico: El individuo debe ceder parte de sus libertades para que un ente superior las administre; bajo esta premisa se configura el ideal del Estado de derecho acompañado por el modelo democrático liberal. El contrato social que da origen al Estado permite el desarrollo de sociedades e implica per se el reconocimiento por parte de éstas de la autoridad en cabeza del Estado y sus agentes. Los ciudadanos en virtud de ese pacto social contraen la obligación de acatar la autoridad que la misma ciudadanía delegó en los gobernantes. Autoridad que se respalda y encuentra también sus límites en la Constitución Política y en la ley.

Lo que se vive durante los festejos de la llamada Noche de Halloween o en las festividades navideñas en algunas ciudades colombianas, entre ellas, Bucaramanga, donde grupos de motociclistas se toman las vías, invaden el espacio público con maniobras peligrosas y consumo de alcohol en franco desacato de la autoridad, constituye una evidencia más del desconocimiento por parte de los ciudadanos de sus deberes surgidos de ese contrato social, y a su vez, consciente acto de desprecio hacia la autoridad y  a sus conciudadanos en franca anarquía. Es habitual ver ciudadanos que golpean y retienen a servidores públicos, que intentan por medio del deber funcional hacer cumplir el mandato legal. Anochece para que las autoridades empleen los medios del poder de policía que las leyes le confieren. El uso de la fuerza es una potestad exclusiva del Estado. Los ciudadanos carecen de fuerza legítima, cuando pretenden ejercerla, en su lugar, ejercen violencia. Violencia fue lo que se vive a diario en las urbes. La otrora violencia rural ahora es urbana.

En las sociedades postmodernas de corte occidental existen más derechos que deberes humanos. Urge que surjan defensores de los deberes humanos. Los defensores de los derechos humanos abundan, aunque pareciera insuficientes, sería bueno equilibrar la balanza, y reconocer que por cada derecho humano hay también uno o más deberes humanos. Lo demás es simple retórica propia de estos tiempos, en los que ser rebelde, revolucionario y contestatario se ve como una virtud y casi una obligación. Resulta importante que padres y maestros encaucen la educación de los más jóvenes sobre las bases del respeto, la disciplina y el orden. El primer paso para una sociedad justa, inclusiva y decente es el respeto a la autoridad.

 

 

 

 

 

 

Sobre la tolerancia

François Marie Arouet (1694-1778), más conocido como Voltaire, publicaría su célebre Tratado sobre la Tolerancia (1763) con ocasión de la muerte del hugonote Jean Calas ordenada por un tribunal de Toulouse el 09 de marzo de 1762, quien, en términos de Voltaire, fue impunemente asesinado por mandato de la Justicia como presunto asesino de su hijo Marc Antoine. Jean Calas fue condenado a morir en la rueda, luego fue estrangulado y su cadáver incinerado pese al alegato de inocencia de Calas y sus familiares; su esposa y demás hijos fueron desterrados y sus propiedades confiscadas. Luego un Tribunal judicial en Paris revisaría la sentencia encontrando inocente a Jean Calas, dispuso la rehabilitación de su memoria y el restablecimiento de derechos para su familia. Este caso judicial inspiró a Voltaire para elucidar brillantemente sobre la intolerancia religiosa y colocarle en un punto muy alto del pensamiento. En suma, Voltaire, el polímata francés, invita a ejercer el libre pensamiento y examen de conciencia desde la tolerancia, para rematar su obra: Con el único que no se puede ser tolerante es con el intolerante.

El texto de Voltaire se hace más relevante cuanto en estos tiempos la intolerancia campea en la sociedad colombiana, verbo y gracia, en las Universidades poco o nada se debaten las ideas con diálogo y argumentos. El debate ha decaído y en su lugar lo que impera es la movilización, la protesta agresiva, el grafiti, las bombas caseras y el escrache, este último, es una nueva modalidad de violencia que consiste en el escarnio público junto a la expresión de odio contra quien se quiere eliminar socialmente y expulsar de un entorno en particular. La violencia, el odio y el resentimiento se han tomado los establecimientos educativos. Algunos docentes y algunos estudiantes simultáneamente son cocreadores y presas de una nueva forma de oscurantismo que termina permeando todo el entorno educativo: El fanatismo ideológico, así como hace más de doscientos años se condenó injustamente a Jean Calas ahora se hace lo propio contra aquel que en el ejercicio de la libertad de pensamiento y de opinión se atreva a criticar cualquiera de los “Ismos” de moda. Pareciera que sólo vale una única línea de pensamiento y para quien piense diferente, el cadalso.

 

¿Dónde queda la tolerancia cuando se quiere obligar a todas las personas a pensar igual y quien piense diferente debe ser callado e invisibilizado? ¿Desde cuándo la universidad tiene que estar al servicio de una única línea ideológica que debe ser aplaudida?  ¿Por qué victimizarse es tan rentable, y cuando no hay argumentos para debatir, se elimina al contradictor por medio del improperio y la autovictimización? ¿Desde cuándo el profesor no tiene derecho a opinar y pensar diferente de la masa estudiantil? ¿Desde cuándo el papel del docente dejo de ser el de formador para convertirse en recreacionista de sus discípulos con la anuencia de las directivas universitarias? Antaño los discentes seguían el pensamiento de los docentes, hoy pareciera que son éstos los que deben ser áulicos de aquellos.

La intolerancia en Colombia pasa por la crisis de la universidad, es también la crisis de la juventud embebida de paz y de tolerancia, pero sus acciones se alejan de lo que dicen defender y representar. La tolerancia es aceptada pero sólo para con el que es par, no para con el otro que es contradictor.

Las libertades de pensamiento y de conciencia no tienen precio y no pueden ser compradas, ni endosadas. Son las preseas más grandes y las únicas y verdaderas libertades. ¿Por qué expresar lo que se piensa debe ser motivo de ataque personal y destrucción intolerante? La masa no piensa por sí misma, es reactiva y amorfa, es hija bisoña de la hiperdemocracia y del exceso de derechos frente al menoscabo de los deberes. Cada vez son menos los tolerantes y cada vez son más los intolerantes, todos dicen tener la razón, menos el contendor.

Epictecto (55-135 d.C) el esclavo avenido en filósofo y modelo del estoicismo, en su célebre Enquiridión, que, por cierto, fue escrito por uno de sus discípulos, señaló en la máxima 35º “Cuando hagas algo, qué según tu mejor criterio, debe ser hecho, nunca tengas vergüenza de que te vean haciéndolo, aun cuando todo el mundo pueda formarse una idea equivocada de lo que haces. Porque, si no has de obrar rectamente, desiste de la acción misma; pero si tu obrar es recto, ¿Por qué habrías de temer a quienes te juzgan de manera equivocada?”. Obrar rectamente es un deber moral, no hay temor, ni miedo para con la galería que es ignorante e inculta, y pese a ser masa, tiene a sus pies a quienes debería subordinarse. El inmortal Manco de Lepanto lo sentenció “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”.

 

 

 

 

 

 

 

 

Los irritantes impuntuales

Si hay algo que demuestra el nivel de irrespeto por los demás es la impuntualidad.  No existe excusa para siempre llegar tarde.  Los pretextos son ya conocidos y solamente empobrecen la maltrecha imagen del impuntual.  Quien no aparece y finge miles de excusas para justificar el retraso permanente, es tan descortés como quien hace esperar sin aparente razón.  Son los impuntuales un lastre social, generan retrasos en todos los procesos y, además, tienen el descaro de ser excesivamente intolerantes con los puntuales.

Aunque puede parecer un chiste, la realidad es que una persona impuntual siempre está esperando (curioso pero cierto), que los demás estén ahí para ella.  La impuntualidad sigue hoy adherida a nuestra cultura y normalizada por la gran mayoría, que pareciera sentir una solidaridad contagiosa con aquellos que también llegarán tarde: si todos vienen retrasados pues en teoría no pasa nada con que yo me demore un poquito.  Un poquito que traducido de ‘colombiano’ a castellano, puede equivaler a cualquier cosa entre cinco y más de sesenta minutos (o mejores minuticos).

 

Eso de que “los importantes se hacen esperar”, nos ha hecho solidificar actitudes sociales de inmenso irrespeto y poquísimo profesionalismo.  Parte del subdesarrollo está directamente conectado con la baja capacidad para poder establecer tiempos, fechas claras, horas precisas y la habilidad de poderlas respetar.  Caemos en el error de creer que somos los únicos ocupados, que nuestra agenda es la más compleja e importante, cuando lo cierto es que somos una parte del engranaje, en un mundo plagado de reuniones híbridas que nosotros mismos montamos unas encima de otras, esperando que milagrosamente podamos estar en todas al mismo tiempo y con la misma capacidad de atención.

El ritmo de hoy es frenético.  Pocas personas pueden decir que no están plagadas de reuniones, llamadas, sesiones de trabajo en grupo, teleconferencias regionales o comités específicos.  Todo al tiempo y todo sumándose diariamente en una conjunción de solicitudes que buscan hablar con nosotros, contar con nuestra opinión o escuchar nuestras ideas.  Al tiempo, amalgamado y atropelladamente, así vivimos hoy semana tras semana, pero es justo ahí en donde necesitamos priorizar y negociar, porque para quedar mal y malgastar las horas de terceros, no debería haber espacio.

Es evidente que todos tenemos días malos y casos fortuitos que nos cambian por completo la agenda, pero estos deberían ser la excepción y no la regla.  Los impuntuales parecieran sentirse superiores a los demás, sus frases son chocantes y poderosamente irritantes: “es que aquí vivimos muy complicados.”  ¿Es en serio que esas personas creen que los demás habitantes de la tierra no tienen nada que hacer sino esperar a que su agenda se abra y puedan, los viles mortales, acceder a su presencia?  Las personas que mayor impacto han tenido en mi vida guardan estricto respeto por los demás, sin importar su rango o su abolengo, los valoran por lo que son.

Gentil invitación a que pongamos en valor el tiempo de los demás, así como creemos que el nuestro es un gran tesoro que odiamos desperdiciar.  Muchas veces caemos en el narcisista error de visualizarnos como el centro, cuando en realidad somos parte de una inmensa maquinaria.  Avisar a tiempo, cancelar espacios de forma oportuna, reprogramar, decir que no y ofrecer disculpas sinceras cuando se incumple por minutos, son simples ideas que deberían ser fáciles de aplicar, en una sociedad que nos exige (a todos), estar presentes y participando.

Por más que sigamos transformando hábitos y desplazando actividades que antes requerían nuestra presencialidad o espacios de desplazamiento, el día continuará teniendo las mismas 24 horas, y para lo que no deberíamos dejar que se destine ni un segundo, es para permitir que los impuntuales malgasten nuestro tiempo.

 

Alfonso Castro Cid

Managing Partner

Kreab Colombia

Bogotá como Patrimonio: el anhelo de cultura ciudadana

El patrimonio se ha definido de manera general como un conjunto de significados, de narrativas, un entramado complejo que nos identifica. Y específicamente, se ha dicho que éste responde a significados que no sólo muestran la diversidad, la personalidad como sociedad, sino también que nos hablan de la memoria, convirtiéndose en un referente simbólico que puede transformar comportamientos, convocar y generar emociones en la ciudadanía.

La definición anterior puede ilustrarse con la afirmación de que los bienes de interés cultural son espacios de flujos. Según Manuel Castells, los flujos hacen alusión a secuencias de intercambio e interacción entre posiciones que mantienen los actores sociales en las estructuras económicas, políticas y simbólicas de la sociedad. Los flujos, además, se relacionan con los fluidos de información y conocimientos que deciden, influyen, modelan y orientan, de forma dominante, los sectores más importantes de la economía, la política, y la cultura mundial.

 

El llamado que hacemos, teniendo en cuenta esta forma de pensar el patrimonio o los bienes de interés cultural, es a tomar la ciudad como un patrimonio y no sólo a cuidar el patrimonio de la ciudad, pues esta postura nos obliga a abrazar la riqueza de narrativas, sentidos y lenguajes y desde ahí habitar y asimilar la ciudad. En últimas la ciudad no son sus edificios o Puentes, la ciudad las vivencias, interacciones y sentidos que construimos cotidianamente los ciudadanos y ciudadanas. Nuestro llamado es a tener en cuenta esta definición de patrimonio, para poder apreciar en su complejidad cada entorno, espacio y referentes de la ciudad.

No buscamos afirmar que la ciudad sea patrimonio en sí misma, sino que pretendemos una comprensión de la ciudad desde la definición de patrimonio, lo cual nos permite admitir la interacción de significados, sin calificarlos aún como patrimonio en sí mismos solo por ello.

Lo anterior es posible gracias al entendimiento que proporciona el enfoque de cultura ciudadana, según el cual, la ciudad se define por las interacciones que ocurren entre sus diferentes actores y el espacio, no por el cúmulo de cemento que la constituye. Las interacciones conforman diversos significados, los cuales se van llenando con cada relación en el tiempo.

Esta perspectiva es fundamental a la hora de pensar y entender la ciudad, pues entonces cada lugar se carga de significados y las preguntas que nos hagamos a propósito, deben ser respondidas tratando de advertir ese conjunto de significados, quiénes son los actores y en qué momento están interactuando. Con esta comprensión de la ciudad es que de manera adecuada y certera pueden proponerse políticas públicas y puede darse una solución eficaz a las problemáticas de la ciudad.

El enfoque de cultura ciudadana es apropiado para la comprensión de la ciudad como patrimonio, pues gracias a éste podemos dimensionar la riqueza de cada lugar entendido como el conjunto de significados que lo constituyen.

Un espacio de nuestra Bogotá es entonces un proceso, una concreción de relaciones sociales, y es a la vez el soporte material y el producto de prácticas y procesos de reproducción de la vida social, que comparten el tiempo. (Castells, Vol. 1, p. 445).

La ciudad, entonces, debe ser comprendida más allá del espacio físico, pues ésta implica interacciones complejas entre personas, lugares, tecnologías, etc. Los espacios de flujos que la constituyen se convierten en el reflejo de ese devenir y de todo lo que puede ocurrir entre dichas personas enmarcadas en una sociedad, un tiempo histórico determinado con costumbres y formas de vida variada.

Una ciudad es un ser que vive a la luz de las vidas que la habitan