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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Derechos Humanos

¿Colombia, instaurar la pena de muerte?

Por mandato expreso del artículo 11 de la Constitución Política de Colombia vigente, se prohíbe la pena de muerte en el País. En armonía se deben considerar también los tratados internacionales sobre derechos humanos y dignidad humana que prohíben las penas y tratos crueles, incorporados en la legislación positiva colombiana de manera expresa al ser suscritos y aprobados mediante leyes; o de manera tácita, incorporados en virtud del concepto jurídico de bloque de constitucionalidad desarrollado entre otros artículos, por el artículo 94 de la misma Constitución Política, al disponer que los derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios internacionales no deben entenderse como negación de otros derechos y garantía que siendo inherentes a la persona humana no figuren expresamente en la Carta Política. Concepto que ha sido desarrollado ampliamente por la Corte Constitucional, verbo y gracia, la Sentencia C-067 del 04 de febrero de 2003 con ponencia del entrañable jurista Marco Gerardo Monroy Cabra, por medio de la cual se declaró exequible la expresión “En lo no previsto en esta ley se aplicarán los tratados internacionales sobre derechos humanos” contenida en el Artículo 21 de la Ley 734 de 2002, Código Disciplinario Único.

En este estado de cosas, frente a una hipotética iniciativa de acto legislativo para reformar el Artículo 11 de la Constitución Política colombiana con el fin de permitir e instaurar la pena de muerte en el País, la que hubo sido eliminada definitivamente hace más de un siglo mediante el Acto Legislativo nr.3 de 1910, resultaría cuasi imposible que prosperara, ora por la ideología política dominante en el País de corte progresista provida pero contradictoriamente proaborto, y la eventual presión de la comunidad internacional que lo vería como algo inconveniente y de retroceso para un estado del hemisferio occidental, amén de la existencia de abundante doctrina, jurisprudencia e instrumentos internacionales que harían de dicha iniciativa de acto legislativo nugatoria, por lo que, en la práctica sería algo inviable, pero no por ello, desde el mundo de las ideas y como ejercicio dialéctico, sería conveniente proponer debate nacional sobre la materia.

 

Según informe del año 2020 de la ONG defensora de derechos humanos, Amnistía Internacional, estados como China, Irán, Irak, Egipto, Arabia Saudí son los mayores ejecutores de la pena de muerte, pero también es legal en estados como India, Omán, Qatar, Taiwán, Bielorrusia, Japón, Pakistán, Singapur y Sudán, entre otros. Amnistía Internacional registró para ese año 1.477 ejecuciones letales en 54 países, mediante el empleo de métodos como la decapitación, la electrocución, la inyección letal, el ahorcamiento y el uso de armas de fuego; y al menos 28.567 casos de personas condenadas a la pena capital. Para el mismo año, la ONG reportó también ejecuciones legítimas en países del hemisferio occidental, como Estados Unidos y Trinidad y Tobago.

Para el presente año de 2022, de cincuenta estados que conforman la Unión Americana, veinte siete aún la tiene vigente, y en lo que ha corrido del presente año se han ejecutado cinco personas en los Estados Unidos, todas por inyección letal; la más reciente, un hombre de etnia blanca, Carman L. Deck, de 56 años, el pasado 03 de mayo en el Estado de Missouri.

Más allá de las cifras, las estadísticas y del debate jurídico sobre la constitucionalidad de la pena de muerte en Colombia, a todas luces inconstitucional; pese a los altos índices de muertes violentas registradas en el País, valdría la pena iniciar el debate desde la conveniencia de instaurar la pena capital frente al fracaso del sistema penitenciario colombiano y la ineficacia de la justicia penal. En un escenario político donde permanentemente se habla de la necesidad de una reforma al sistema judicial colombiano, que incluye a la misma Corte Constitucional, a la estructura del proceso judicial, el exceso de garantismo jurídico, los temas de infraestructura, presupuesto y la formación que imparten las facultades de derecho, sería pertinente debatir también si la pena de muerte es una alternativa viable para prevenir y combatir el delito, para castigar al delincuente. Si la pena capital se debería considerar como instrumento punitivo para ciertos tipos de delitos y de delincuentes reincidentes, para quienes la dosimetría punitiva, el aparato judicial y la pena son ineficientes e ineficaces para su resocialización, y si fuese adecuada para el delincuente contumaz que ha aprendido, por medio de abogados de baja laya, a encontrar la fisura en la ley colombiana para burlar a la Justicia.

El debate debería incluir además una discusión sobre qué hacer con el delincuente de oficio para quien la criminalidad es su impronta, para el que la comisión de delitos no le merece consideración moral para con sus semejantes, dialogar sobre si se justifica que el Estado se haga a cargo del criminal a expensas del erario y la carga que ello implica para los ciudadanos. No se trataría de una discusión exclusiva desde los planos ético, moral y económico, también, desde lo sociológico, criminológico, político y psicológico, en una sociedad como la colombiana que tiene miembros que se comportan como lacras humanas, tristemente, no son pocos, sino que cada día aumentan en número. Un debate de argumentos e ideas, no de escándalos ni agresiones.

El debate debería darse en las diferentes capas sociales y culturales, ajeno de cualquier apasionamiento e imposición ideológica en un marco deseable de una mayor y mejor justicia, eficiente, eficaz, pronta, cumplida, correcta, decente, proba, pulcra, prolija, con alto componente ético y formativo de los encargados de administrarla. Con un estado preparado para soportar la administración de justicia, con ciudadanos educados y conscientes del valor del semejante y del diferente, comprometidos con la construcción de una mejor sociedad.

Aunque se predique a los cuatro vientos que la eliminación de la pena de muerte es uno de los logros del estado democrático liberal de derecho, presea del estado social de derecho, ¿Debería el sistema judicial eliminar a los seres humanos que constituyen una carga destructiva para la sociedad?

Confirman desplazamiento en Chocó por riesgo de ataque del Clan del Golfo

El paro armado del Clan del Golfo que atemorizó por cuatro días a miles de colombianos en la zona norte y occidental del país, ha revivido los peores temores generados por el conflicto armado en los habitantes del Carmen del Darién, una población del Bajo Atrato chocoano, que también vivió el confinamiento estricto impuesto por ese grupo armado ilegal.

Aunque la información oficial entregada este lunes por el Gobierno daba a entender el retorno a la normalidad en las zonas afectadas por el paro armado, en el Carmen del Darién aún permanece intacta la zozobra y el temor de su población ante un nuevo ataque armado contra esta humilde población enclavada la espesa selva chocoana.

 

De acuerdo con fuentes oficiales en la zona consultadas por Confidencial Colombia, durante la noche de este lunes cientos de pobladores del casco urbano del Carmen del Darién abandonaron sus viviendas en medio de las fuertes lluvias que se presentan en la zona, ante la amenaza latente de un ataque del Clan del Golfo a la estación de Policía de la localidad.

“Debido a la zozobra que hay en la población algunos habitantes se movilizaron a dormir en la parte arriba del pueblo”, indicó una fuente oficial a este medio.

Así mismo, Confidencial Colombia pudo establecer con más fuentes en la zona que, el temor de la comunidad a un nuevo ataque armado contra el comando de la Policía se ha incrementado luego que se conociera la noticia de la muerte de un presunto integrante del grupo armado que resultó herido en un hostigamiento perpetrado contra la edificación militar la madrugada del pasado sábado 7 de mayo.

La comunidad teme que los miembros del Clan del Golfo que permanecen en la zona tomen represalias contra los uniformados, y puedan quedar en medio del fuego cruzado, en caso que se presente un nuevo hostigamiento.

Fuentes oficiales le confirmaron a este medio que el Gobierno nacional tiene conocimiento de esta grave situación que se vive en esta parte de la región de Bajo Atrato, en el departamento del Chocó.

Sin embargo, hasta el momento de la publicación del presente informe ni el Ministerio de Defensa y ni las Fuerzas Militares se han pronunciado de manera oficial sobre este suceso que genera temor en la población y hace rememorar hechos dolorosos del pasado como la masacre de Bojayá, una de las peores tragedias ocurridas en el marco del conflicto armado colombiano.

“No tenemos nada que ver con la campaña política”: Presidente de la Comisión de la Verdad

El padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, le salió al paso este miércoles a las críticas que ha recibido la entidad por parte del Mayor Carlos Ospina quien hasta hace 48 horas fungió como comisionado, y salió lanzando críticas contra el trabajo de la entidad argumentando que el informe final que se está construyendo “está parcializado y posiblemente permeado por la campaña electoral”.

Desde el Hotel Tequendama en Bogotá donde se realiza el foro “El periodismo frente al informe final de la Comisión de la Verdad”, el padre De Roux fue enfático en señalar que ni la Comisión, ni el informe final que será presentado al país el próximo 28 de junio, tienen tinte político, ni busca favorecer a ningún candidato presidencial como lo dio entender el Mayor Ospina en varios medios de comunicación.

 

“La Comisión de la Verdad mira las cosas con una perspectiva muy de fondo y muy desafiante. Quiero ser muy claro, nosotros no tenemos nada que ver con la campaña política. Nosotros no estamos metidos en eso y lo hacemos para mantener la seriedad de la tarea”, indicó el padre De Roux.

Acto seguido, el padre De Roux volvió a insistir en el reto que tiene por delante la Comisión y enfatizó que el informe final no tiene sesgos ni intereses políticos.

“Por nada ni por nadie nos dejaremos meter en la campaña política, porque la responsabilidad de la Comisión es muy grande. No estamos en campaña”, indicó.

«Entregaremos el informe al que quede de presidente, sea Petro, sea ‘Fico’ o sea el que sea”, añadió.

Así mismo, el presidente de la Comisión de la Verdad reiteró que ni él ni los demás miembros de la entidad tienen filiación política alguna, al tiempo que recordó que los diez comisionados que quedan a la fecha tienen orígenes en campos como el periodismo, la academia, la defensa de los Derecho Humanos y la defensa de la Paz.

“No pertenecemos a ningún partido político. No estamos en campaña y no nos dejaremos meter en la campaña”, enfatizó De Roux.

Cabe señalar que la Comisión de la Verdad es una de las entidades creadas por el Acuerdo de Paz y hace parte del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición y tiene como mandato constitucional construir el informe final sobre el relato histórico del conflicto armado en Colombia en los últimos 50 años.

Dicho informe será revelado al país el próximo 28 de junio, fecha determinada por la sentencia C-337 de la Corte Constitucional que a finales de 2021 autorizó extender el plazo de funcionamiento de la Comisión de la Verdad en el entendido que, durante la pandemia del COVID-19 la Comisión de pausó su trabajo en los territorios donde se recolectaron la gran mayoría de relatos que fueron insumo primario para construir el informe.

Como se ha conocido hasta el momento, en el informe final de la Comisión de la Verdad se expondrán hallazgos, reflexiones y conclusiones sobre lo que pasó durante más de 50 años de conflicto y un conjunto de recomendaciones para que esa historia de guerra y horror no se repita.

Denuncian suicidio masivo de jóvenes en Bojayá para no ser reclutados por los grupos armados

En Bojayá todavía siguen abiertas las heridas que dejó la masacre del 2 de mayo de 2002 cuando un cilindro bomba lanzado por hombres del frente 58 de las Farc contra la iglesia del pueblo acabó con la vida de un centenar de personas, la mayoría de ellas mujeres y niños.

 

Aunque han pasado dos décadas de ese macabro suceso, la guerra en esa zona del país sigue presente y martiriza a la población de esta comunidad ribereña del Atrato que hoy enfrenta a un nuevo trauma generado por la violencia: el suicidio masivo de jóvenes que optan por terminar con sus vidas para no engrosar las filas de los grupos armados que los asedian.

De acuerdo con Leyner Palacios, víctima de la masacre del 2022 y quien hoy es miembro de la Comisión de la Verdad, en los últimos meses cerca de 50 jóvenes de Bojayá se han quitado la vida para no ser reclutado por los violentos.

“Tenemos un saldo muy triste donde los jóvenes incluso en resistencia para que no sean reclutados, han decidido en muchos casos ahorcarse. Más de 50 jóvenes (…) Tenemos un saldo también de presencia de minas antipersonales donde han caído muchos compañeros indígenas, hermanos afrocolombianos allí tremendamente grave”.

Y si no fuera suficiente con la masacre de hace 20 años que marcó a esta comunidad, y que es considerada como una de las peores tragedias en el marco del conflicto armado en Colombia; la población de Bojayá vive actualmente bajo el asedio permanente de nuevos grupos armados que han llegado a la zona para ocupar los espacios dejados por las extintas Farc.

“Hoy tenemos en Bojayá un resultado de confinamiento del 70% de su población en los cascos rurales tenemos un nivel de reclutamiento tremendamente alto en las comunidades allí está haciendo presencia el ELN y también las Autodefensas Gaitanistas de Colombia”, precisa el comisionado Palacios.

ONU, preocupada por persistencia del conflicto en zonas priorizadas del Acuerdo

El Equipo Humanitario País (EPH) de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) ha expresado su preocupación por la persistencia de los hechos de violencia en zonas de Colombia priorizadas para la implementación del Acuerdo de Paz.

Esta declaración ha ocurrido en el marco de los enfrentamientos entre grupos armados no estatales y la Fuerza Pública en El Tarra, en el departamento Norte de Santander, donde al menos 2.500 personas estuvieron en medio del fuego cruzado cuando celebraba el día del niño el miércoles 27 de abril.

 

El EPH ha reclazado estos enfrentamientos advirtiendo que estas situaciones «de violencia armada afectan gravemente la protección de la niñez, el principio de distinción y precaución».

Asimismo, entre enero y abril, en Norte de Santander ha habido unos 17.000 civiles afectados por la violencia.

Naciones Unidas ha lamentado que estas situaciones de violencia también se registran en otros departamentos como Chocó, Nariño y Arauca, afectan principalmente a la población civil y por ello el EPH «condena cualquier intento de intimidación de los grupos armados no estatales» contra los civiles.

La ONU ha afirmado que en colaboración a otras organizaciones no gubernamentales seguirá «desplegando acciones de respuesta humanitaria basadas en los principios de humanidad, imparcialidad, independencia y neutralidad que complementa los esfuerzos de actores institucionales para mitigar el sufrimiento de las personas».

Radicales de la guerra: apoyando al ejército antes que a la vida

La división izquierda-derecha tiene una fecha de nacimiento dudosa, pero siempre en Francia.  Uno de ellos es Gustavo Bueno, que en «El mito de la izquierda. Las izquierdas y la derecha» (Ediciones B) dice lo siguiente: «Fue en la sesión del 28 de agosto de 1789, es decir, ya constituido el tercer estado como Asamblea Nacional, cuando (acaso por analogía con la Cámara de los Comunes, en la que el partido en el poder se sienta siempre a la derecha, dejando la izquierda para la oposición) los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la derecha y los que se atenían a un veto suavizado, o nulo, a la izquierda. Esta “geografía de la Asamblea” —como decía Mirabeau ya el 15 de septiembre de 1789— se mantuvo».

Por contra, un segundo grupo sitúa el nacimiento de la izquierda y la derecha el 11 de septiembre de 1789, solo dos semanas después. Aunque las fechas bailan, sí hay consenso en torno a la circunstancia que provocó este reparto del espacio en la Asamblea Nacional. (ABC, 14 de Junio/2016)

 

Específicamente la derecha es una orientación en materia política que se caracteriza por mantener cierto conservadurismo en lo que respecta al rol del estado. Así, desde esta perspectiva, el aparato estatal debe tener límites acotados y definidos, evitando la intromisión en cuestiones privadas, sobre todo en lo que respecta al comercio. Por otro lado, solo debería ofrecer servicios que son indispensables por el hecho de ser públicos, como por ejemplo la justicia. Otro tipo de actividades deberían estar eliminadas por el hecho de existir ineficiencia en la gestión de estas, ineficiencia que redundaría en un mayor peso para el contribuyente.

Tipos de derecha política: a) Democracia cristiana: se basa en los principios filosóficos del catolicismo para conducir el Estado; b) Conservadurismo democrático: en este caso, se preserva todo lo que tiene que ver con lo económico y lo social defendiendo la moral, las buenas costumbres y la propiedad privada; y c) Liberalismo: las personas con este tipo de ideales pretenden tener la mayor cantidad posible de libertades y regular todo lo que tiene que ver con la oferta y la demanda.

Pero en Colombia, algunos sectores extremos de derecha han llevado ese pensamiento a otros niveles. Se han convertido en radicales de la guerra (y solo le hablo a ellos). Acuñan una defensa a ultranza del ejército, u optan por un silencio positivo administrativo, a pesar de las atrocidades aceptadas en la JEP o la operación militar hecha en Putumayo, donde medios de comunicación mostraron inconsistencias en la justificación de esta última.

Comencemos por las declaraciones en la JEP:  “Asesiné cobardemente, les arrebaté la ilusión a sus hijos, les desgarré el corazón a sus madres por una presión de unos falsos resultados, por tener contento a un Gobierno. No es justo, no es justo”, señaló el cabo (r) Gutiérrez, tras leer el nombre de las víctimas.

Esta fue una de las confesiones que hizo un grupo de militares durante esta semana, en las cuales se aceptaban falsos positivos, cometidos en Norte de Santander. Cualquier calificativo se queda corto para describir lo atroz de esos actos. (¿Quién dio la orden?)

A pesar de la gravedad de estos asuntos, los grandes medios de comunicación ejercieron su bien sabido “silencio positivo administrativo”, el cual una vez mas refleja lo lejos que se encuentran de la realidad regional, y lo concentrados que están en el rating y en las exclusivas con los dueños del poder.

Estas confesiones debieron dar para un cubrimiento y un luto nacional sin precedentes, no solo por la gravedad de los hechos, sino por la estancia donde se estaban dando, por la presencia de las víctimas, y por el impacto que tiene en los futuros testimonios que la JEP va a recibir.

Este silencio es un síntoma más de la crisis en la que se encuentran los grandes medios de comunicación. Donde pocos periodistas y pocas casas editoriales como Cambio, Noticias Uno o La vorágine, se toman la molestia de investigar, denunciar, y/o cubrir este tipo de hechos. El periodismo está para ser un fiscal más del poder.

No es suficiente que los Luis Carlos Vélez o los Gustavo Gomez salgan a defender sus posiciones neutrales (ni derecha, ni izquierda) como periodistas. Se necesitan hechos que ratifiquen eso, acciones donde sea evidente que no les cubren la espalda a los dueños del poder, como en el caso de los falsos positivos, los militares.

Los radicales de la guerra, defensores absolutos del estamento militar, tienen un buen apoyo en los grandes medios de comunicación que, gracias a su pobre cubrimiento de estos hechos, protegen a los uniformados.

Por otro lado, el 28 de marzo Iván Duque reporto un ataque militar en la vereda Alto Remanso, Puerto Leguizamo, donde con su usual grandilocuencia califico a todas las bajas como terroristas y guerrilleros. Sin embargo, medios de comunicación (Cambio, El Espectador y Vorágine) evidenciaron contradicciones e inconsistencias en las explicaciones dadas por el ejército para justificar el ataque.

Pero lo sorprendente no es solamente esto. Es la posición de algunos radicales de la guerra (sobre todo en redes sociales) donde defienden a toda costa esta y demás acciones del ejército. Confunden crítica y censura con argumentos al estamento militar, con mancillar el buen nombre o con irrespeto hacia la institucionalidad.

En esa vía, califican de guerrillero(a) o Petrista (cosa que es ilógica, porque el ser Petrista no hace guerrillero(a) a nadie) a cualquiera que los contradiga. Esto reduce el debate a una acusación entre 2 partes sordas, que no entienden razones, solo responden a insultos, y cuya motivación es la sangre caliente de una discusión política.

Esto es absolutamente desolador, pues la ideología ha llevado incluso hasta a. negar, o dejar en segundo plano una masacre, y el dolor de las familias en Norte de Santander o Putumayo. En lo personal, esto sobrepasa cualquier posición política de izquierda o de derecha, esto nos debería conmover solamente por el hecho de ser seres humanos, de ser colombianos.

No importa a que lado de la mesa se sientan los unos o los otros. Es necesario llegar a acuerdos básicos como es la defensa de la vida para que se tengan discusiones medianamente sanas, y tengamos un debate electoral medianamente razonable. Es inconcebible que los crímenes de lesa humanidad tengan bandera política.

¡Las balas y la muerte no pueden ser aceptadas, y mucho menos recibir apoyo, no importa estas de donde vengan!

@Myloclamar

El significativo respaldo de EE.UU. a la JEP por audiencias de ‘falsos positivos’

Este miércoles el Gobierno de Estados Unidos elogió las audiencias adelantadas por la Jurisdicción Especial para la Paz, donde militares retirados le están contando a la víctimas y al país, cómo se ejecutaron los llamados ‘falsos positivos‘ en la región del Catatumbo.

A través de un trino publicado por la cuenta oficial en Twitter de la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, el gobierno Biden asegura que las historias que se están conociendo de voz de los militars responsables, «ayudan a construir el proceso de justicia y paz».

 

«Elogiamos la valentía de los soldados que reconocen su responsabilidad en Falsos Positivos y que piden perdón a las víctimas. Al contar lo que saben, ayudan a construir el proceso de justicia y paz», señala el trino oficial.

En las últimas horas militares colombianos han admitido que cometieron crimenes de guerra y lesa humanidad, mataron a civiles inocentes en el conflicto armado conocidos como los “falsos positivos”, ante una audiencia de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en Ocaña, Norte de Santander.

El cabo primero Néstor Guillermo Gutiérrez Salazar, ha reconocido ante las víctimas y la audiencia, su participación en el asesinato de jóvenes y campesinos, supuestamente muertos en combate en el Catatumbo, en el noreste del departamento de Norte de Santander.

“Recuerdo un caso específico de Wilfrido Quintero Chona, lo retuvimos en un bar, estaba en la lista que hice con María Eugenia en El Carmen, lo encerramos y los sacamos con mentiras, le dije que íbamos a la estación de Policía de Guamalito”, ha confesado Gutiérrez Salazar.

El desgarrador relato de militares que contaron cómo hacían los falsos positivos

Once militares colombianos han admitido este martes que cometieron crimenes de guerra y lesa humanidad, mataron a civiles inocentes en el conflicto armado conocidos como los «falsos positivos», ante una audiencia de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

El cabo primero Néstor Guillermo Gutiérrez Salazar, ha reconocido ante las víctimas y la audiencia, su participación en el asesinato de jóvenes y campesinos, supuestamente muertos en combate en el Catatumbo, en el noreste del departamento de Norte de Santander.

 

«Recuerdo un caso específico de Wilfrido Quintero Chona, lo retuvimos en un bar, estaba en la lista que hice con María Eugenia en El Carmen, lo encerramos y los sacamos con mentiras, le dije que íbamos a la estación de Policía de Guamalito», ha confesado Gutiérrez Salazar.

«Llegamos a Guamalito volteo y le disparo, lo asesiné, los soldados disparaban hacia el monte y dijimos que había un supuesto combate; le coloqué un arma que me habían enviado los paramilitares, cuando yo le pongo el arma en las manos, veo una mano llena de callos de un campesino trabajador, no pensábamos en el daño que estábamos haciendo», ha agregado.

Asimismo, el militar ha dicho: «estoy aquí para reconocer los crímenes de guerra que cometí, delitos de lesa humanidad, yo sé que ustedes no nos van a perdonar, pero espero que esto se acabe definitivamente y que el Ejército llegue a cuidar el campesino».

Así, ha recalcado que quiere que sepan «sus familiares, eran campesinos y como miembro de la fuerza pública los asesiné cobardemente, les arrebaté la ilusión a sus hijos; les desgarré el corazón a las madres, por una presión, por unos resultados para tener contento a un Gobierno».

En 2016 se firmaron los acuerdos de paz entre la ya desaparecida guerrilla de las FARC y el gobierno por entonces presidido por Juan Manuel Santos, desde entonces ha supuesto la desmovilización de unos 13.000 combatientes, aunque unos 300 han sido asesinados por miembros de otros grupos armados, víctimas de las guerras que estos mantienen por hacerse con el control de las rutas del narcotráfico.

Defensoría cifra en 52 los líderes sociales asesinados en el primer trimestre del 2022

La Defensoría del Pueblo ha señalado este martes en una última actualización que durante el primer trimestre de este año han sido asesinados 52 líderes sociales y defensores de Derechos Humanos en el país.

Los departamentos más afectados han sido Cauca, con 8 asesinatos; seguido de Putumayo, con 7; mientras que Nariño, Norte de Santander y Arauca han registrado cuatro crímenes de este tipo.

 

«Los homicidios de líderes sociales y personas defensoras de Derechos Humanos constituyen una grave afectación a las bases de la democracia porque son ellos quienes consagran sus vidas para defender los derechos de sus comunidades. Por eso el estado no puede bajar la guardia para protegerlos y brindarles las herramientas que faciliten su admirable labor», ha subrayado el defensor del pueblo, Carlos Camargo al presentar los datos.

El comunicado ha detallado que en enero se registraron 13 homicidios, en febrero la cifra fue de 18 casos y en marzo, 21 asesinatos adicionales.

En este sentido, el defensor del pueblo ha destacado que el organismo hará seguimiento a hechos como secuestros, que al finalizar el primer trimestre había registradas un total de 45 víctimas de este delito, y a los desplazamientos forzados, que en el mismo periodo alcanzaron los 43 casos.

«Desde la Defensoría del Pueblo evidenciamos la necesidad de crear este Observatorio de Derechos Humanos, que nos permite hacer un seguimiento permanente a las principales conductas vulneratorias de los Derechos Humanos y el Derecho Humanitario en el país», ha agregado Camargo.

Así, Camargo ha hecho hincapié en que «la información del Observatorio de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo le permitirá a todas las entidades del estado tomar mejores decisiones, basadas en información contrastada en el terreno, para lograr la garantía de los derechos de todos los ciudadanos».

Los 52 líderes asesinados en el primer trimestre de este año son más de un tercio de la cifra registrada en 2021, cuando la Defensoría del Pueblo informó de al menos 145 líderes sociales y defensores de Derechos Humanos asesinados.

El duro juicio de la ONU a Colombia por masacre en Putumayo

Masacre en Putumayo. La Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se pronunció este miércoles santo sobre el cuestionado operativo del Ejército que dejó once personas muertas en zona rural de Puerto Leguízamo (Putumayo)

A través de una serie de trinos el organismo multilateral que vela por la promoción y el respeto universal de los Derechos Humanos, se solidarizó con las familías de las víctimas que dejó la incursión de Ejército a la vereda Alto Remanso la mañana del pasado 28 de marzo.

 

«Ante los hechos del 28 de marzo en Alto Remanso, Puerto Leguízamo, #Putumayo, en los que murieron 11 personas expresamos solidaridad con los familiares de las víctimas», dice el primero de una serie de trinos publicado en la cuenta oficial de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Posteriormente, el organismo precisa que del 31 de marzo al 2 de abril una comisión de la ONU visitó la zona y pudo constatar que entre el 26 y el 28 de marzo, en la vereda Alto Remanso se realizaba un bazar para recaudar fondos, en el que habrían participado alrededor de 200 personas.

La posición de Fajardo frente a la masacre de Putumayo

«El 28 de marzo, en Alto Remanso, se habría iniciado un operativo llevado a cabo por varias unidades militares en el que se habría hecho uso de armas de fuego, mientras estaban en el bazar de 30 a 50 personas, incluyendo niños, niñas y mujeres», indica el organismo.

Así mismo la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos confirma que, resultado de la operación militar y del uso de la fuerza letal en la vereda Alto Remanso resultaron muertas unas 11 personas y 5 más quedaron heridas. 

En base a lo anterior el organismo es contundente en señalar que, según el Derecho Internacional de los Derechos Humanos #DIDH, el uso intencional de armas letales sólo puede hacerse cuando sea estrictamente inevitable y con el propósito de proteger la vida.

Finalmente, esta dependencia de la ONU pide que se investigue de forma exhaustiva e independiente este hecho que hoy empaña a las Fuerzas Militares.

«Instamos a que la Fiscalía realice una investigación exhaustiva e independiente para garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Recomendamos que se tomen todas las medidas disciplinarias y penales para enjuiciar y sancionar a los responsables de lo ocurrido en Alto Remanso, Putumayo», dice el organismo.

Fajardo pide a Fiscalía investigación imparcial sobre masacre en Putumayo

El candidato presidencial Sergio Fajardo instó este lunes a la Fiscalía General de la Nación a adelantar una invertigación imparcial sobre el cuestionado operativo adelantado por el Ejército en zona rural de Puerto Leguízamo (Putumayo) el pasado 28 de marzo.

Así lo manifestó Fajardo en una misiva enviada a la Corte Suprema de Justicia donde expresó sus preocupaciones en torno al papel no nuetral que puede desempeñar el ente investigador en el caso, teniendo en cuenta que el actual jefe del ente investigador fue subalterno del Presidente Iván Duque en el pasado.

 

“Acudo ante ustedes en su condición de máxima instancia de la justicia ordinaria y de electores del fiscal Francisco Barbosa, para que le pidan a este garantías mínima de independencia e imparcialidad en el desarrollo de las investigaciones sobre estos hecho gravísimos”, indicó el candidato presidencial.

Así mismo, Fajardo reiteró a la Corte que los informes periodísticos sobre el episodio en Puerto Leguízamo y que fueron publicados en las últimas horas,  “deja muchas dudas acerca de si esa operación cumplió con los estándares en derechos humanos y derecho internacional humanitario”.

Fajardo cierra su misiva al Alto Tribunal agregando que, «la falta de confianza en las instituciones le hace un gran daño a la democracia, y pone en juego la legitimidad institucional».

 

Duque continúa defendiendo a ultranza operativo del Ejército en Putumayo

El presidente de Colombia, Iván Duque, ha defendido este lunes que la operación militar en Putumayo del pasado 28 de marzo, sobre la que se ha denunciado que hubo ejecuciones extrajudiciales, se llevó a cabo al contar con información sobre «la presencia de cabecillas y miembros de células terroristas y narcotraficantes».

«Era una operación que tenía planificación, tenía información de Inteligencia, tenía información precisa (…). Se procedió con una información clara», ha asegurado el mandatario colombiano desde Nueva York donde desarrolla una visita oficial a Naciones Unidas.

 

En este sentido, el mandatario ha remarcado que la Fiscalía, quien ahora investiga el controvertido dispositivo militar, conocía de antemano la presencia de terroristas en la zona. El operativo está salpicado por la polémica pues para la sociedad civil colombiana se trata de un nuevo caso de ‘falsos positivos’.

Al menos once personas murieron, entre ellas un menor, como consecuencia de un operativo militar llevado a cabo en la vereda Remanso, en Puerto Leguízamo. Según el Ejército, las víctimas formaban parte del Frente 48, un de las disidencias de la desaparecida guerrilla de las FARC.

Sin embargo, días después la Procuraduría reclamó al Ejército un informe preciso sobre lo ocurrido, después de que las organizaciones locales hayan denunciado que las víctimas no eran supuestos disidentes o guerrilleros sino meros «integrantes de la comunidad», resultando estas declaraciones «altamente contradictorias con la información oficial».

En este contexto, la oposición ha informado de que está considerando presentar una moción de censura contra el ministro de Defensa, Diego Molano.

«No es la primera vez que, frente a la cartera de Defensa, se presentan graves cargos de violaciones de Derechos Humanos, por parte del Ejército Nacional, por eso, desde la oposición, estamos evaluando una moción de censura contra el ministro», ha trasladado la congresista Katherine Miranda.

Asimismo, el parlamentario Carlos Ardilla Espinosa, representante de la Cámara por el departamento de Putumayo, ha citado al ministro Molano a un debate de control político para que responda por los cuestionamientos sobre la operación militar.

«Desde el Congreso haremos un seguimiento exhaustivo y minucioso. También, ejerceremos un control político para conocer detalles y para que todas las autoridades responsables entreguen el informe pertinente y así poder aclarar esta situación», señaló Ardila.

Petro y Fajardo critican a Mindefensa, Gutiérrez muestra su nuevo corte

La masacre en Puerto Leguízamo (Putumayo) que el Ejército de Colombia quiso hacer pasar como una operación militar exitosa contra las disidencias de las Farc en la comunidad Alto Remanso, ubicada en la frontera entre Colombia y Ecuador se convertido en combustible que las campañas presidenciales han usado este fin de semana para criticar fuertemente la política de seguridad del presidente Iván Duque.

Los candidatos punteros, con excepción de Federico Gutiérrez, han lanzado fuertes críticas al ministro de Defensa, Diego Molano Aponte, quien desde el pasado 28 de marzo cuando se produjo la masacre ha defendido la actuación del Ejército.

 

«Un Ejército no puede asesinar civiles, robar y manipular cuerpos», ha escrito en su cuenta de Twitter el candidato presidencial Sergio Fajardo.

Entretanto, Gustavo Petro ha aprovechado la ocasión para cobrarle al ministro Molano las críticas que este le hizo en su momento, cuando el candidato del Pacto Histórico custionó la operación ante las dudas que generó al principio la incrusión militar en esa zona remota del Putumayo.

Las fuertes críticas de Petro y Fajardo al Ministro de Defensa se han producido luego de la publicación de varios informes de prensa que dejan en entredicho las versiones oficiales entregadas por el mismo Molano y las Fuerzas Militares, las cuales indicaban que en la operación habían sido «neutralizados» varios miembros de las disidencias de las Farc; sin embargo, versiones de la comunidad y de diferentes ONGs dan cuenta que en el sitio fueron asesinados civiles a manos de miembros del Ejército.

Las críticas de los candadidatos Petro y Fajardo contrastan con el silencio que ha mostrado el candidato Federico Gutiérrez quien no se ha referido al tema en redes sociales, donde sí ha mostrado su nuevo corte de cabello y la peluquera a la quien le confía su melena.

La Corte IDH le pide a Perú no liberar a Fujimori, conozca el motivo

La Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) ha ordenado a las autoridades judiciales de Perú a «abstenerse» de ejecutar la decisión del Tribunal Constitucional de excarcelar al expresidente Alberto Fujimori.

La Corte IDH ha argumentado su decisión en la necesidad de «garantizar el derecho de acceso a la justicia de las víctimas de los casos Barrios Altos y La Cantuta», matanzas por las que el expresidente cumple una condena de 25 años de cárcel condenado por crímenes de lesa humanidad.

 

El organismo ha pedido así que Fujimori no sea puesto en libertad hasta que se pueda «decidir sobre la solicitud de medidas provisionales en el 147 Periodo Ordinario de Sesiones», según se desprende de un comunicado del Corte IDH.

El Tribunal Constitucional de Perú concedió a mediados de marzo la libertad al expresidente Fujimori, después de fallar a favor del recurso presentado contra la sentencia que anuló su polémico indulto humanitario de diciembre de 2017.

Fujimori recibió el indulto humanitario por su delicado estado de salud en diciembre de 2017 por parte del expresidente Pedro Pablo Kuczynski. El perdón fue anulado en octubre de 2018, cuando el Tribunal Supremo de Perú ordenó su captura amparándose en la resolución de la Corte IDH sobre las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta.

Tras la decisión del Constitucional, y las declaraciones de miembros del Gobierno de Perú apuntando que recurrirían al Corte IDH, esta organismo trasladó su «preocupación» ante la decisión liberación de Fujimori, pues ya consideraba que afectaba al derecho a la justicia de las víctimas.

La Justicia de Perú también aprobó a mediados de diciembre la apertura de un proceso penal contra el expresidente, así como varios de sus ministros de Salud, por el caso de esterilizaciones forzosas a casi 350.000 mujeres y 25.000 hombres de diferentes comunidades indígenas durante su gobierno entre los años 1990 y 2000.

ONU ve con preocupación el robo de las grabaciones de ‘Otoniel’

La Oficina en Colombia de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha emplazado a las autoridades colombianas a adoptar «medidas inmediatas y urgentes» tras el robo de las grabadoras con el testimonio del narcotraficante y líder del Clan del Golfo, Dairo Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’, quien había anunciado su intención de colaborar con la justicia y denunciar a altos cargos militares.

Las grabadoras y un ordenador fueron robados en la residencia del investigador de la Comisión de la Verdad Eduardo Andrés Celis Rodríguez, según ha denunciado la propia organización.

 

Así, el organismo internacional «insta al Estado a tomar medidas inmediatas y urgentes para garantizar y proteger la labor de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición» tras los «graves hechos» que han trascendido y que «ponen en riesgo los derechos a la integridad y a la vida de quienes conforman la Comisión y el derecho de las víctimas a la verdad», según ha publicado la organización en Twitter.

ONU Derechos Humanos pide así una «investigación eficaz, el esclarecimiento de los hechos denunciados por la Comisión, la determinación de los responsables y la protección de sus funcionarios y de la información que recaben en el desarrollo de su mandato».

«La Comisión tiene un rol fundamental para satisfacer los derechos de las víctimas, en particular el derecho a la verdad, por eso es indispensable su autonomía e independencia», ha concluido el organismo.

El sábado la defensa de ‘Otoniel’ solicitó acogerse a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) pactada en virtud del acuerdo de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016.

La solicitud de los abogados de ‘Otoniel’ fue presentada el 13 de febrero y recoge el argumento de que el líder narcotraficante colaboró en acciones criminales en alianza con integrantes del Ejército y del extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), informa la prensa colombiana. Así, ‘Otoniel’ se presenta como «tercero colaborador de las Fuerzas Armadas y promotor y financiador de grupos paramilitares».

‘Otoniel’ fue detenido a finales del pasado mes de octubre y ya ha prestado declaración ante la JEP a petición de las víctimas del conflicto armado de Urabá, aunque se ha negado hasta ahora a dar nombres de militares que tendrían nexos con organizaciones armadas.