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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Dos puntos

Al buen entendedor…

“…Este es el tema de diálogo, y obviamente estamos dispuestos pero ahora hay un protagonista que también entra que es el Congreso, y partidos y discusiones, que tienen que ser de estos temas, porque al final acá estamos hablando no sólo del presente, es más no hablamos del presente, aquí estamos hablando del futuro y por tanto las discusiones son de toda la sociedad, en el Congreso se dan, allá estaremos, obviamente como Gobierno y allá estarán ustedes como protagonistas de este sistema, pero creo que nos toca entendernos porque si sigue igual, ustedes ya no van a poder hacer muchos congresos de aquí en adelante.”

Estas fueron las palabras del Presidente Gustavo Petro el pasado viernes en el cierre de su intervención en el Congreso de Asofondos, en donde se reunían los expertos del mundo de las pensiones para dar luces sobre las rutas que existen para un problema global: ¿Cómo pensionar a más personas y lograr coberturas de calidad?  Esos últimos 60 segundos el discurso presidencial son un perfecto resumen de lo que viene.  Las frases unidas en un ritmo lento y con marcados acentos, algo de humor negro y el mayor sarcasmo posible, dejó entrever que se espera diálogo en otra de las grandes batallas ya anunciadas por el entonces candidato y hoy gobernante, pero que no dará su brazo a torcer fácilmente mientras no vea cambios que se enmarquen en esa conversación que pareciera buscar beneficiar a más personas y generar mayor equidad, pero que en la práctica se confunde con una lucha de clases y unas viejas rencillas sociales.

 

Este discurso cierra una semana crucial en la Casa de Nariño, donde vimos a un Presidente replegando sus defensas, reubicando sus líneas de ataque y tomando decisiones que lo devuelven a sus bases ideológicas.  El Gabinete cambió y dio un timonazo más a la izquierda pura y dura de su pensamiento, algo que era de esperarse luego de intentar abrir un espacio para buscar unidad entre una ya desgastada realidad nacional que no eligió al Presidente por mayoría, sino por una fragmentación de votantes aturdidos y desorientados.

Hace ocho meses, cuando ganó la izquierda por primera vez en el país, muchos partidos salieron a buscar la mejor butaca, fallaron.  Los primeros meses siempre son de ajustes y el Presidente Petro, no ha cambiado en nada su postura, su coherencia ideológica es absoluta y los que creían que sentándose en sus piernas iban a recibir nuevos mensajes de afecto y cariño, pronto se dieron cuenta de que lo único que les impedía caerse de la cómoda silla, era el suelo.

¿Radicalizó en esta última semana Gustavo Petro su postura?  No.  Simplemente reiteró a todo el mundo, sobre todo a los que no habían entendido, cuál era el nombre del juego y en qué tablero se va a jugar.  Las condiciones parecen claras ya sea que estemos hablando de pensiones, de la reforma a la salud o del ya desbordante menú regulatorio que ha presentado al país, en tan solo unos meses y nos recordó que aquí estamos y la cancha está lista para iniciar las partidas que sean necesarias porque como en la vida, el juego es largo y culebrero.  Las reglas no han cambiado y aunque los jueces de línea sean nuevos, el partido se dará con el tono que marca el dueño del balón.

Imagino que los asistentes del Congreso de pensiones se retiraron a este puente feriado, para reflexionar y tratar de entender esa hora y diez minutos de discurso presidencial, en el que con datos tomados de aquí y allá, unos propios del gremio que lo invitaba, el mandatario hizo su punto y dejó clarito que, en las pensiones como en otros temas, su visión de país es muy distinta a la que se había tenido como cierta por la similitud de pensamientos de quienes, año tras año, se habían mudando a la casa más grande del barrio La Candelaria en el Centro de Bogotá.

Creen algunos que, incluyendo frases bonitas en sus discursos y hablando de “la gente” y “el pueblo” se están acercando a lo que el Presidente y su Gobierno quieren escuchar, pero el debate no está solamente en la forma, aquí hay mucho de fondo sobre lo que tenemos que reflexionar.  La despedida del mencionado congreso fue sin duda un contundente mensaje que elude a la famosa frase de “a buen entendedor pocas palabras”, pero el gran desafío está en ser buenos entendedores.

 

Alfonso Castro Cid

Managing Partner

Kreab Colombia

Respeto

Hay palabras que definitivamente deben primar en una sociedad y una de ellas es: respeto.  Dejar de conjugar este verbo es peligroso, genera enormes zanjas sociales que empiezan como una sencilla grieta que poco a poco se va consolidando y transformando en un inmenso abismo, capaz de tragarse cualquier tipo de relación.

La mayoría de las personas discutimos y terminamos relaciones por falta de respeto.  Cuando ese tangible pero tan ambiguo término se rompe, es el momento en que la mayoría sentimos que todo deja de hacer sentido.  El sensor personal al irrespeto de cada individuo, que funciona como un artilugio de medida precisa compuesto en un 100% por el líquido impalpable del respeto, viene graduado con una compleja maraña de variables de tolerancia específica, en donde es precisamente la mencionada emulsión, la que marca la pauta.  En el kit íntimo de protección individual, dicho instrumento de medición trae consigo varias otras herramientas que ayudan a enfriar o calentar su mecanismo como la tolerancia, la sensibilidad, la oportunidad, entre otras; todas además tan únicas y dependientes del momento específico que se esté viviendo, que hacen aún más valiosa la correcta utilización del verbo en cuestión.

 

El respeto pareciera universal, todos lo pedimos y la mayoría nos vanagloriamos de ser pulcros en su manejo. Pocos son conscientes de lo delicado de su uso y de las infinitas combinaciones posibles que hacen del respeto uno de los principios que más violamos, a veces, sin darnos cuenta, en nuestra comunicación del día a día.  Nos pasa a todos, desde la utilización de una palabra que para otra generación, en otra región o país, tiene una acepción diferente. Mandamos miradas cargadas de fuerza o carentes de ella, en el momento incorrecto.  Gesticulamos con desdén sin darnos cuenta o emitimos reacciones personales que los demás leen como el más aterrador capítulo de una novela de Stephen King.

Hay silencios que también son irrespetuosos y manejos de tiempo que son agravios mayores.  Existen conversaciones irrespetuosas y preguntas siempre salidas de tono, rayando con la grosería o levantando ampollas que nadie quisiera dejar al descubierto.  Existen seres que solamente con su postura están acabando con cualquier posibilidad de interlocución y otros que, al no querer agredir a nadie, son tan difíciles de ver que se vuelven parte del paisaje.  El respeto, íntimamente ligado con la comunicación personal, hacen carrera para que más personas ganen en prudencia y miren en otros lo que ellos jamás quisieran hacerle a los demás.

Vivimos hoy en un mundo en el que todos clamamos a los siete vientos que nos respeten.  Nos inventamos a cada segundo nuevos nombres para obligar a otros a que nos llamen de cierta forma y generamos constantes fronteras, supuestamente con el objetivo de ser más incluyentes y ecuánimes.  Se nos olvida que a esta ecuación le falta una pieza fundamental del engranaje, la que debe reconocer de dónde venimos y la resistencia que naturalmente tendrá toda máquina, incluida la social, en gestionar e integrar un cambio.  Esperamos la aceptación de todos de forma inmediata, pero abucheamos públicamente a quien piensa diferente e irrespetamos su posición sin detenimiento o consideración alguna.  Olvidamos que el principio del respeto juega también en favor del otro y no en exclusividad propia.

La célebre frase de “Mi libertad termina en donde empieza la del otro”, no alude a nada distinto que al respeto.  Vemos innumerables situaciones que se salen de lo ordinario y que cuestionan a diario el valor de su definición.   Estamos metidos de cabeza en fortalecer la inclusión y la creación de ambientes cada vez más seguros para todos, pero al final lo que estamos haciendo es crear nuevas formas de ejemplificar algo que debemos aprender desde pequeños: ser respetuosos.  Para nadie debe ser un misterio que quienes han sido rechazados por años, bien sea por su etnia, religión, orientación sexual, género, condiciones físicas, líneas de pensamiento, entre millones de otras características, seguirán exigiendo y demandando de parte de todos, respeto.  ¿Pero quién respeta al que no piensa, se viste, ama, vive, cree o habla, igual que tú?

Aprendemos fácilmente y muy rápido lo que no nos gusta.  Sabemos desde muy pequeños qué nos agrede e intuimos qué de lo que hacemos ofende a los demás.  Debería ser más sencillo para nosotros poner en valor eso y exigirnos el mayor nivel de respeto posible, mejorando nuestras relaciones y con ello viviendo en entornos más tranquilos, sin duda un reto de autogestión personal al que vale la pena meterle el esfuerzo.

Alfonso Castro Cid

Managing Partner

Kreab Colombia

 

 

La informalidad que nos deforma

La informalidad se ha tomado nuestra realidad y no le prestamos suficiente atención.  Recientemente el Dane publicó las cifras de informalidad laboral para el 2022 que marcaba un 58,2%.  Muchos sintieron un curioso alivio ya que el dato presenta una disminución frente al registro del 2021, pero es ínfima, apenas dos puntos porcentuales. El problema sigue siendo enorme y lo que se vislumbra no arroja datos tranquilizadores por ningún lado.

La informalidad laboral es tan solo una cara de este miriágono, que puede tener fácilmente esos 10.000 lados, en donde cada uno de nosotros juega un rol que mantiene vivo un mercado oscuro y dañino para todos.  Dicen los expertos que para salir de la informalidad se necesitan más empresas que generen empleo, pero para que se creen, debe existir un entorno que propicie el consumo, motive la inversión y promueva la competencia en igualdad de condiciones para quienes se van a medir a participar por una tajada del mercado.  La solución pareciera no tener un principio fácil, está en ese misterioso mundo, aún por resolver de qué es primero, la gallina o el huevo.

 

Ahora bien, la responsabilidad no es solamente de las empresas, dónde dejamos el valor que cada ciudadano da a su situación social y económica.  El surgimiento original de las guerrillas tuvo esta cuna, pero también se les perdió el norte al ver que era más beneficioso convertirse en narcotraficantes y padres putativos del más lucrativo e inagotable negocio que puede ser hoy el rey de la ilegalidad.  Resulta curioso que Colombia no haya vivido más movilizaciones y que el drama social de muchos compatriotas no se expresara constante y estridentemente, exigiendo menos informalidad en el manejo de los recursos, la ejecución de obras y la programación de proyectos en los que sí existen deudas que son más que históricas.  Dónde están las caravanas de personas clamando por servicios públicos decentes, educación o infraestructura, que en medio de manejos irrisorios se han ido como arena entre los dedos.

Hay que mirar la responsabilidad de una sociedad que envía un errado mensaje, cuando ve para otro lado y deja que la informalidad dibuje su futuro.

Esta semana debatíamos sobre estos puntos en un taller que ofrecimos a una empresa, y una mujer preocupada por esta informalidad generalizada en el país, preguntaba:  ¿qué hacemos? ¿cómo podemos ser más activos? La respuesta pareciera fácil y en el fondo lo es: Participando y no dejando pasar nada.  Haciendo valer nuestros derechos como ciudadanos que se unen para trabajar con su vecindario, su barrio, su localidad, su ciudad y su país.  Suena sencillo, pero requiere, como cualquier cosa en la vida, abrir espacio en la agenda e invertir tiempo; y lo más importante, creer que uno es parte de la solución y no que hay otros que podrán, o peor aún, deberán ocuparse.

Es así como, delegamos la tarea en terceros a los que posteriormente culpamos de su fracaso, y que solos no pueden empujar cambios profundos ni garantizar que su voz llegue hasta la puerta de nuestra casa.  Los políticos de turno,  no pueden asegurarse de que sus acciones y sus discursos pronunciados detrás de un atril en la plaza pública, se cumplan a lo largo y ancho de su campo de acción. Tenemos que echarles una manito, prestar atención a lo que dicen, darles ideas, motivar a sus equipos y participar activamente en generar acciones de cambio.

La informalidad, en una de esas ya mencionadas caras, nos desfila en cada esquina y motivamos su crecimiento con actitudes de indiferencia o lo que es peor, de complicidad.  El informal monta un negocito que copia camisetas de marca y las venden a una fracción del precio original, ¿adivinen a quién le compramos?  El informal toma lo que le den, lo vuelve a envasar y lo revende, vemos y reconocemos la forma de la botella original, sabemos que el producto es falso, que es ilegal, pero lo compramos porque nos ahorramos unos pesos.  Esa cultura, amiga del ahorro de tres pesos, nos lleva a inmortalizar un modelo que no permite el desarrollo, que no genera ingresos para ninguna ciudad y que no hace rico a nadie, sino pobre a un entorno que deja de creer en el valor común y privilegia el ganar aquí y ahora.

La informalidad es amiga de la falta de rigurosidad, entristece los escenarios, entrega malas narrativas, y hace evidente que el Estado ha caído también en sus garras.  El marco regulatorio del país no es una costura hecha ayer, es fuerte y en constante crecimiento, pero no lo hacemos valer.  El informal y su negocio se afincan en una calle, a los pocos días es toda una población flotante que ocupa los lados de una vía, pero como el Estado no hace presencia, cuando los van a retirar, son los ilegales los que montan la protesta y reclaman sus derechos, los cuales fueron fundamentados en pisotear el bien colectivo, en atropellar las normas y en desconocer las reglamentaciones vigentes.  Porque para el informal sus derechos son ilimitados y sus deberes irrisorios.

Si vivir sabroso es creernos el cuento de que el Estado me da, me condona y me glorifica por no haber arrasado con más cosas públicas, sin haber puesto a cambio ni la más remota buena intención de mi parte, pues claramente no hemos entendido nada y somos víctimas de nuestro propio invento.   La informalidad continuará deformando nuestra realidad.

Alfonso Castro Cid

Managing Partner

Ideología y evidencia

Hay que creerle a todo el mundo y a ninguno al mismo tiempo.  Ese parece ser el mensaje que tiene a Colombia igual de dividida que siempre, y a todos tomándonos de la cabeza para tatar de entender para dónde vamos.  Cierto era que vendría un cambio, esa fue la promesa del candidato Petro y en una coherencia que no se puede desconocer, es exactamente lo que el Presidente Petro ha conseguido en sus primeros meses como jefe del país.  Cambio hay, pero aún no se sabe a ciencia cierta con qué adjetivo calificar esa palabra.

Primero llegaron los anuncios de la transición energética y en el centro de la discusión la ministra de Minas regalando titulares a diestra y siniestra. El sector, afincado en sus conocimientos técnicos, se estrelló de frente contra una pared dogmática al encontrarse con que esto ya no se trata de gráficos, cifras reales o conclusiones juiciosas de estudios serios y validados, sino que estaban en la sala de la casa de una conversación severamente ideológica en donde el mundo está dividido entre los buenos que quieren el cambio y los malos que aman el statu quo. Fin.

 

Luego vendría la incertidumbre que deja una prolongada espera en nombramientos claves de diversas entidades, algo que superó lo “habitualmente esperado,” pero tal vez se nos olvidaba que no estábamos jugando con las mismas costumbres de lo “habitualmente esperado”, aún hoy se está terminando de llenar el tablero para que el juego esté completo.  A esto se sumarían anuncios que han generado señales de alarma, un primer control a los aumentos de los precios de peajes en carreteras, luego la noticia de que el presidente asumiría funciones de regulación de los servicios públicos y finalmente una marcha para adelantarse a sus opositores, con la que buscaba demostrar el apoyo de su electorado a una reforma a la salud que ha tenido todo tipo de críticas, tanto de forma como de fondo, siendo el fondo realmente lo importante.

Que vamos derechito para ser como la “hermana” República Bolivariana de Venezuela; que pasaremos lentamente a entender el mundo como lo hacen en Perú, donde la economía se acostumbró a operar en una marea política altamente tormentosa; o que aquí no va a pasar nada y el péndulo tenderá a oscilar rápidamente buscando un equilibrio que nos regrese a lo ya conocido; son teorías que todos los días se cocinan en las mesas de las familias y las salas de juntas del país.  Pero también es cierto que, en la matemática del líder del Gobierno, nadie sabe qué pueda pasar.  Las fuertes reformas que fueron anunciadas día tras día en campaña, aún no han sido presentadas en su totalidad y con apenas los dos primeros documentos que se tienen: Plan Nacional de Desarrollo y reforma a la salud, ya se ve que la cosa no es broma.

La semana que terminó tiene una significancia especial, porque el pulso de la calle no dio ganadores contundentes y se hace evidente que vienen más fragmentaciones, tanto en el Legislativo como en el Ejecutivo. En la coalición de Gobierno, esa que de forma arrolladora aprobó la reforma tributaria el semestre pasado en el Congreso, ya no se ve tanta claridad frente al proyecto de ley de la salud.  Ahora lo que viene es cómo jugará esta ronda el Presidente y si dejará que esta pelea se pierda bajando la bandera de que él cumplió presentando lo que había anunciado en campaña, pero fue el Congreso influenciado por la maquinaria empresarial y los enemigos del cambio los que lo impidieron.  Dejar pasar la reforma podría ser una jugada que nuevamente descolocaría a varios, pero le permitiría ir por otras partidas en donde es más claro el beneficio económico que tendría para su Gobierno, como lo son la reforma pensional o la política.

Como no todo está sobre la mesa y parece que estuviéramos jugando la partida en un tablero dinámico, que puede cambiarse al antojo de quien reparte las cartas, cualquier cosa puede pasar.  Los rumores indican fracturas en el gabinete ministerial que son fáciles de entender, puesto que nadie puede ignorar que ahí conviven fuertes creencias y las diferencias son notorias. De ideólogos a técnicos, pasando por personalidades moderadas o de ataques frontales, sencillo resulta ver la tensión que engalana las conversaciones que deberían tener como objetivo darle forma a lo que se espera sea el futuro del cambio.

La calle parece que será ahora un espacio de convocatoria tan utilizado como las redes sociales.  El Presidente medirá su pulso de forma constante y con ello también el tono de su discurso. La oposición, que puede estar empezando a sentirse más unificada, también lanzará sus dados en juego con el único desafío de poder medir y sentir hasta dónde podrá tirar de la cuerdita para no reventarla.

El peor error puede ser empujar y tratar de arrinconar al Gobierno y a su líder, ahí, todos perdemos, incluso el propio Presidente. El fino balance entre ideología y evidencia no se debe perder (más allá de lo ya evidenciado), cambiar intempestivamente de reglas o de tablero, puede desbalancear aún más esta ecuación.

Alfonso Castro Cid

Managing Partner

Kreab Colombia