Ir al contenido principal

Horarios de atención

De lunes a viernes:
8:00 AM – 5:00 PM

Whatsapp: (+57) 317 599 0862
Teléfono: (+57) 313 7845820
Email: [email protected]

Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Edgar Martínez

El quinto intento con los elenos

Un rápido estado de arte en artículos de prensa sobre los acercamientos entre varios gobiernos, especialmente de partidos tradicionales y el Ejército de Liberación Nacional (Eln), para realizar diálogos dispuestos a llegar a unos acuerdos que permitan concertar la paz con este grupo guerrillero concluyen serias dificultades para lograr una luz de esperanza que permita acabar la guerra con los “elenos” ante su radical y particular posición ideológica, geográfica y política.

La revisión documental resume que entre 1975 hasta 2022 los intentos para lograr levantar una bandera blanca como símbolo de paz con el grupo guerrillero resume cinco ensayos en 48 años, con gobiernos que fueron desde Alfonso López Michelsen, pasaron por el liderazgo de Cesar Gaviria y el más reciente experimento con el actual mandatario, Gustavo Petro, líder cercano teóricamente a las causas sociales de los elenos.

 

Según el rastreo editorial, el Estado representado en los gobiernos de turno ha hecho su tarea. Invitan, convocan y divulgan en medios de comunicación la urgente necesidad de realizar reuniones y mesas de diálogo para empezar a llegar a puntos de equilibrio que permitan parar una guerra con otra de las tantas guerrillas históricas de esta devastada Colombia. Esa conflagración sigue dejando a un país cada día más pobre, más sub desarrollado y más cercano a seguir acabando con los sueños de la población civil, especialmente de las nuevas generaciones que ven en la delincuencia urbana y rural una salida a sus problemas.

Entre tanto, los Eln; terroristas, narcotraficantes, secuestradores, violadores, reclutadores de menores de edad, entre otros calificativos propios de grupos delincuenciales, como les señalan en varios artículos de prensa, se burlan literalmente de Colombia y los colombianos, pero además de una agenda propositiva amalgamada en países garantes, representantes de organizaciones reputadas del orden nacional e internacional, ideólogos políticos de todos los bandos inmiscuidos en este callejón sin salida y una serie de garantías sin precedentes.
Los guerrilleros sustentan su aislamiento de los acercamientos de amistad con el país porque cada gobierno les deja dudas o las garantías son banales para sus exigencias doctrinales, sociales y limitadamente políticas porque pareciera a ellos poco les interesa ser padres de la patria o llegar al Palacio de Nariño, como reseña un artículo en el portal digital de El Espectador. Es decir, los atentados terroristas, los secuestros, el negocio de las drogas y su doble nacionalidad con Venezuela para delinquir, entre otras “pilatunas” deben ser aceptados y pasados por la faja para seguir adelante con un dilatado diálogo de paz.

O tal vez, la Arquidiócesis de Bogotá tiene la razón al reseñar en El Espectador: “Es absolutamente ingenuo pensar que unos grupos que llevan décadas en la guerra, en el narcotráfico, en la trata de personas, en la explotación minera ilegal, es decir, ejerciendo el poder de hecho en amplios territorios y enriqueciéndose a manos llenas, van a renunciar a todo eso porque el Presidente de la República habla de paz total. ¿A cambio de qué?, dirán los violentos. ¿De un salario mínimo? ¿De una parcela en una lejana montaña inhóspita? ¿De someterse a la Ley, aun sin pagar penas?(…).
Las respuestas a estos interrogantes las debe tener el propio Presidente que en su pasado perteneció a un icónico grupo revolucionario, por ende debe conocer a diestra y siniestra las exigencias, o mejor, el camino estratégico para llegar a las mentes de estas máquinas manipuladoras del orden público, la estabilidad estatal y los contantes llamados para conseguir esa tan anhelada tranquilidad, que en esencia es para los millones de colombianos por los que según ellos, ideológicamente luchan.

El Gobierno debe dejar a un lado su afán de ganar titulares en la prensa tradicional, posicionarse en redes sociales, promover su proyecto político dictatorial, empezar a respaldar candidatos para las elecciones regionales y emitir mensajes ambiguos porque está claro que los elenos les van a seguir haciendo el quite. Estos desaciertos trabarán aún más los nacientes intentos de dialogar frente a frente. Del Afán por ganar opinión pública solo queda el cansancio y se deja otra gran oportunidad de acercarse a terminar de tajo con ese gran enemigo tradicional en Colombia, la guerra, la violencia…

No obstante, se hace necesario exigir de entrada a los guerrilleros su verdadero compromiso e interés con los vientos de paz. “(…) incluir el narcotráfico como un tema de agenda, dejar de reclutar menores de edad y que estos sean liberados antes de iniciar cualquier negociación y finalmente, que no sigan extorsionando en las regiones «como lo vienen haciendo», dijo exministro de Defensa, Diego Molano, a El Tiempo, tras evaluar los recientes acercamientos entre gobierno y los insurgentes.

Analistas coinciden en que los elenos son una presa difícil de roer por sus variados matices para funcionar como grupo revolucionario en alrededor de 22 departamentos de los 32 en el país, lo que significa una agenda rígida pero nada imposible para un gobierno acostumbrado a negociar en medio de los más hostiles momentos en el ámbito político, social y económico. Gustavo Petro y el Eln tienen las cartas sobre la mesa. Que comience el verdadero juego.

Edgar Martínez

La guerra sin fin del sur occidente colombiano

Como bogotano y recién graduado de la universidad tuve la valiosa oportunidad de ir a trabajar en los periódicos regionales El Liberal del Cauca, El Diario del Sur, Nariño Siete Días, corresponsalías a medios impresos internacionales, noticieros televisivos nacionales y otras actividades periodísticas en el sur occidente colombiano que me permitieron observar de primera mano un conflicto con diferentes y crueles matices, que a decir verdad, desde la comodidad capitalina, me eran desconocidos.

El enriquecedor ejercicio periodístico en esa amplia región, denominada en su momento por el fuete conflicto armado “zona roja”, me admitió cubrir tomas guerrilleras a pueblos desamparados por los gobiernos de turno, enfrentamientos constantes entre grupos armados al margen de la ley y el ejército, las denominadas “pescas milagrosas”, secuestros de militares y policías, pugnas a fuego y muerte entre autodefensas y guerrillas, y por supuesto, la pelea por la producción y el negocio de la coca, la amapola y la marihuana.

 

Agregado a ese fuego, sangre y muerte, se añadían las faenas de la delincuencia común, el comercio de armamento para nutrir a los grupos ilegales, la disputa por los corredores claves para movilizar los negocios ilícitos, la extorsión y el secuestro, el transporte por medios convencionales de cultivos ilegítimos y la dinámica de una guerra que parece una historia sin fin. El resultado doloroso de todo esto: masacres de cientos de personas de los bandos inmersos y la población civil soportando años de pobreza y abandono total.

Estoy relatando sobre hace más o menos 25 años atrás. El escenario es que, al parecer, poco o casi nada ha cambiado, teniendo presente las recientes noticias relacionadas con el desorden público en los departamentos de Cauca, Nariño y Putumayo, en donde las masacres aun destacan los titulares de medios regionales y nacionales, con el consecuente agravante de la “incapacidad de los gobiernos de turno durante décadas para apropiarse en primera instancia de los profundos problemas de extrema pobreza y oportunidades, y segundo de poner mano dura a los grupos criminales”, dice Camilo Echandía Castilla en su artículo, La Guerra por el Control Estratégico en el Suroccidente Colombiano.

Para fortalecer esta crisis histórica, dice InSight Crime, Centro de Pensamiento y medio de comunicación que profundiza sobre el crimen organizado y la seguridad ciudadana en las Américas “(…) los incentivos criminales para seguir luchando en Putumayo son fuertes. El departamento es uno de los principales enclaves del narcotráfico, ya que el río Putumayo da acceso a los puertos de Tumaco y Buenaventura, ubicados en el Pacífico colombiano. Asimismo, el río Putumayo, ofrece acceso directo para que los cargamentos de droga lleguen a Perú y Brasil, además de Ecuador”.
El control de todos los negocios detallados por parte de los grupos ilegítimos viene provocando ataques contra la población civil por medio de asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, masacres y en algunos casos la utilización de la sevicia como método de terror e intimidación contra comunidades acusadas de apoyar a la contraparte. En este sentido, el gobierno de Gustavo Petro debe tomar verdaderas y serias políticas públicas para enfrentar seria y contundentemente la ilegalidad y las necesidades básicas de millones de comunidades. Debe pasar del discurso a las acciones puntuales.

Los esfuerzos que se han adelantado para el restablecimiento del orden, como la modificación a la Ley 418 de 1997 —conocida como Ley de Paz Total—, la implementación de los acuerdos con la extinta guerrilla de las FARC, los recientes acercamientos con grupos armados como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los demás actores ilegales en el sur occidente deben ser un punto de partida para negociar una real y sólida salida a la histórica guerra en esa urgida región.

No importa si el candidato es blanco o negro

Tratando de parafrasear el título de la columna con la histórica y respetable frase del dirigente político chino, Deng Xiaoping: “no importa que el gato sea blanco o negro, siempre y cuando cace ratones”, que viene como anillo al dedo a un año de elegir una nueva o nuevo alcalde para Bogotá y teniendo presente, como suele suceder en un país electoral como Colombia, la diversa baraja de candidatos provenientes de todos los colores y líneas ideológicas.

El proverbio popular de Sichuan, la provincia donde nació, Xiaoping, lo podemos matizar y actualizar con el potencial electoral capitalino de 5.935.722 (3.150.219 mujeres y 2.785.503 hombres), según la Registraduría Nacional, una cifra nada despreciable para los aspirantes, que estratégicamente estarán planificando sus agendas programáticas en aras de obtener el segundo cargo político más importante de Colombia y un trampolín seguro para pelear una presidencia.

 

Electores y Alcaldía se convierten en una tajada apetecida por candidatos de izquierda, derecha, centro, independientes y demás figuras constitucionales para ser elegidos en la tambaleante democracia criolla. Esa tambaleante democracia, le permitió a la izquierda estar durante tres periodos consecutivos (Luis Eduardo Garzón, Samuel Moreno, Gustavo Petro) administrando los destinos de Bogotá y los bogotanos. Siendo realistas y apoyándome en generadores de opinión, analistas y periodistas esos liderazgos aún son criticados por “divisiones, mezquindades, caudillismo y corrupción”.

En esa misma línea, Claudia López reprochada por su falta de intuición administrativa, liderazgo en determinados frentes, escases de gobernabilidad, usar el cargo como “plataforma” política para sus más cercanos, y a futuro, para llegar pelear la presidencia. “(…) Tampoco se trata de tener maestrías y doctorados. Para la muestra está Claudia López, con varios diplomas y una nefasta alcaldía, a la que llegó sin tener idea de administrar y que como resultado tiene a la capital del país vuelta un muladar”, dice Andrea Nieto, periodista de Revista Semana.

Una mirada global al ciclo de las últimas seis alcaldías (periodos de cuatro años), le permite a un ciudadano coherente con la realidad admitir como Enrique Peñalosa (cubierto en varios partidos y movimientos políticos) durante sus dos alcaldías logró obras urbanas alentadoras para la ciudad y los ciudadanos, eso sí, teniendo presente las duras críticas de sus detractores de toda su vida en la complicada arena política, la izquierda local radical, que siempre le tilda de oligarca y burgués.

No importa el color, ni la tendencia política a la hora de asumir con seriedad, responsabilidad y una verdadera gobernabilidad, las riendas de la ciudad que urge de una estrategia interinstitucional, liderada por su primer mandatario, en la que prime el interés de más de 8 millones de habitantes, que no solamente sirven como maquinas generadoras de votos en el calendario electoral, sino como ciudadanos, en este momento, habidos de necesidades básicas en su contexto personal, familiar, económico y social.

Dice el libro Política y Oratoria: (…) el poder de la palabra es inmenso. La palabra es esencial en el arte de la seducción y, a veces, también en el arte del engaño”. Necesaria referencia y reflexión en precisos momentos en los que candidatos a la Alcaldía sacarán a relucir toda su artillería discursiva prometiendo a diestra y siniestra empleo, educación, seguridad, subsidios, salud, acabar con la corrupción, mejorar la movilidad, entre otras proyecciones, que en honor a la verdad, se quedan en seducción electoral y terminan en el engaño tradicional.

Solamente queda esperar que los candidatos blancos o negros seduzcan a los ciudadanos en campaña con propuestas viables y en el ejercicio de su mandato cazando los gruesos problemas para solucionarlos con estrategias públicas de gobernabilidad visibilizadas en mejorar la calidad de vida de millones de familias capitalinas.

¿Cómo se debe humanizar la política?

Una enfermedad que tiene de rodillas a todo el mundo con una crisis sanitaria sin cercanos precedentes para la humanidad y el caos que está generando en la vida diaria de los más pobres o débiles, debe ser el punto de partida para que la clase política humanice las decisiones de sus liderazgos.

Cuando se habla de humanizar referenciamos conceptos básicos para entender que está en juego la vida de millones de personas de carne y hueso. Esas mismas personas, que, en varias elecciones, con sus votos, les dieron la oportunidad a los políticos de ser favorecidos en altos cargos públicos para que hagan el máximo esfuerzo de trabajar por sus necesidades básicas.

 

Desde esos importantes escenarios, los gobernantes deben rescatar, socializar y sintonizar en su qué hacer cotidiano palabras de “moda” como solidaridad – apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles-, pero no solamente en calendario electoral, ni en un momento de calamidad, el líder político debe estar en las buenas y en las malas con su gente, con sus ciudadanos.

Otro término que merece atención en las nuevas agendas gubernamentales es la empatía –qué siente o piensa otra persona, e incluso ponerse en su lugar-. Es decir, la urgencia de apropiarse y solucionar a corto plazo problemas sociales y económicos de “vieja data”, que siguen enquistados entre los más pobres y sin dolientes por parte de los gobiernos de turno, partidos o líderes políticos.

Los políticos deben entender que millones de colombianos andan inmersos en la pobreza, el hambre, el desempleo, la inequidad y un sin número de problemas identificados incluso por estudios de entidades gubernamentales. La racionalidad, en este sentido, entra a jugar un papel importante, entendiendo que se deben propiciar soluciones con objetivos puntuales y dirigidos a los ciudadanos más indicados.

Es por esto que humanizar con palabras y significados a la clase política es una tarea de sensibilización con énfasis en las grandes brechas entre ricos y pobres, evidenciadas últimamente en todo el país con protestas, cacerolazos, marchas, paros y un sin número de activismos sociales que claman con mensajes de compasión para que las necesidades sean observadas por los gobernantes.

El clamor humano es que toda la clase política por una vez en toda su existencia deje a un lado el afán de seguir “enquistada” en los altos cargos públicos para beneficiarse y beneficiar a los mismos de siempre. A los políticos en ejercicio, que, a cambio de hacer campaña electoral durante su gobierno, se dediquen de todo corazón a generar propuestas serias para sacar adelante a sus ciudadanos.

Resumiendo, la solidaridad, la empatía y la racionalidad son algunas de las cualidades humanas que sirven para revitalizar, revivir y reinventar la actividad política en todas sus manifestaciones, en un momento crucial para los miles de personas que viven en carne propia la arremetida de una pandemia que es ajena a la pobreza o al más débil.

Todos piensan que esta crisis va a generar un gran cambio en las personas porque se están evidenciando las más crueles necesidades de las clases menos favorecidas. Si el dolor de los ciudadanos es ajeno a los grandes líderes políticos es claro que la humanidad va a seguir en grandes momentos de incertidumbre. Los partidos, los movimientos y las figuras políticas tienen la palabra. El tiempo es el juez…

 

La capital urge de un líder o un alcalde de marca Bogotá

La ciudad más importante de Colombia mírese por donde quiera, poco o casi nada requiere de una estrategia de recordación, reconocimiento, posicionamiento o reputación. Eso lo tiene ganado desde el momento histórico (1538) en que fue elevada como la capital de propios y extraños que aun vienen de paso, visitan o se quedan para realizar sus sueños familiares, proponen sus ideas de negocios, diversifican sus pasatiempos, avanzan en sus estudios e incluso llegan a los cargos más poderosos de la vida pública.

De ese estatus debemos sentirnos más que vanidosos los puros “rolos” (producto de padres de otras regiones, pero paridos a más de 2600 metros de altura), en el sentido de valorar los avances, en materia económica, social, cultural, tecnológica, diversa, incluyente, eso sí, sin dejar a un lado las constantes “metidas de patas” de la clase política, que siendo honestos, debieron acelerar sendos proyectos para evitar los atrasos en diferentes frentes evidenciados y vividos a diario por parte del ciudadano de a pie.

 

Por esto último, sería absurdo redactar estas letras sin tener presente la mala situación por la que atraviesa la ciudad, especialmente en temas de inseguridad, movilidad, infraestructura y empleo formal, lo que nos invita a generar un fuerte llamado de atención a los futuros candidatos a la Alcaldía para que en sus ejes programáticos incluyan acciones estratégicas fuertes en aras de recuperar y fortalecer la reputación de la marca Bogotá.

“La reputación que se ha ganado Bogotá no es casualidad y está soportada por años de trabajo en los que la ciudad ha identificado cuáles son sus principales atributos y a partir de ellos ha construido una propuesta de valor sólida que pone a la ciudad por encima de muchos de sus competidores en la región”, destaca Forbes Colombia en una de sus ediciones digitales.

Para seguir en esa línea, sería pertinente, la última encuesta virtual #miVozmiCiudad de Bogotá Cómo Vamos, en la que 41% de los encuestados dijo sentirse orgulloso de la capital. Detrás de ese porcentaje podemos inferir que pese a los problemas de los huecos en la malla vial, las obras en las principales avenidas, el colapso del sistema de transporte, los interminables trancones, el hurto, los homicidios, las riñas callejeras y un marcado desarraigo de la alcaldesa con los cotidianos problemas, la gente quiere de una u otra forma a su ciudad, a su capital.

Quererla va más allá de estigmatizarla como herramienta sistemática para un progreso económico, académico o político. Quererla significa darle el valor histórico, cultural, humano y social. Quererla es respetarla por el hecho de brindarnos una suma de productos y servicios alentadores para seguir progresando, muchas veces, en medio de las dificultades propias de una metrópoli cercana a los 10 millones de habitantes y los desaciertos históricos de la clase política y sus intereses particulares.

Esa idea de “coger” la Alcaldía Mayor, el segundo cargo político más importante de Colombia, como trampolín electoral para llegar a la presidencia debe ser congelado de tajo por los aspirantes en las elecciones del 2023 porque es el oportuno momento de revitalizar a una ciudad que merece los mejores honores por parte de sus administradores y habitantes de las 20 localidades. Esa es una tarea en equipo ciudadano para revitalizar la marca amarillo y rojo en su bandera.

La nueva Alcaldesa o Alcalde tiene la loable oportunidad de llegar al Palacio de Liévano con una marca registrada que se viene posicionando hace 484 años. Por ello, sus acciones estratégicas deben estar enmarcadas en políticas públicas cercanas a las necesidades de la población, que van desde mejorar la calidad de vida, pasando por aceptar la inclusión de géneros y diversidad en todos los escenarios sociales y culminando por terminar con urgencia las mega obras de infraestructura. Que todo esto sea por Bogotá y los bogotanos

Edgar Martínez

Soy Edgar Martínez Méndez, Asesor Y Estratega En Comunicación Corporativa Y Política. Tengo Experiencia En Medios Impresos Y Digitales, Televisión Y Radio. Con El Paso Del Tiempo Incursioné En Oficinas De Comunicación Privadas Y Distritales, Lo Mismo Que En Agencias De Comunicación. He Sido Jefe De prensa Y Dircom De Varias Campañas Y Aspirantes A Cargos De Elección Popular.