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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: guerras

Huele a quemado

El mundo se está volviendo un lugar más violento que si lo comparamos con el principio de este siglo y se espera que llegue al final de 2023 con al menos ocho grandes guerras, además de decenas de conflictos armados de menor intensidad, según advierten los investigadores. (BBC, noviembre 29, 2023)

El 2024 nos recibe entre los miedos que despierta la Inteligencia Artificial; con las más de 3.700 millones de personas que podrán votar en elecciones en 70 países (hay convocatorias tan trascendentales como las de EE UU, la UE, Taiwán o la India, cuyos resultados tendrán un impacto global); la crisis climática agudizada con el fenómeno del niño, que ya ha pasado factura con incendios forestales en Colombia, Argentina y Chile; la eterna crisis económica que desde la pandemia no da tregua; el ejercicio militar de la OTAN más grande desde la Guerra Fría (Steadfast Defender 2024) que comienza la próxima semana; y las muchísimas angustias diarias con las cuales despertamos día a día, a lo cual se suman las crecientes guerras en todo el planeta.

 

La BBC fallo por 2 conflictos que se agregan para este año. Según el International Crisis Group – ICG, para enero de 2024, hay 10 conflictos para monitorear:

  • Gaza
  • Guerra ampliada en el Medio Oriente
  • Sudán
  • Ucrania
  • Birmania
  • Etiopía
  • El Sahel
  • Haití
  • Armenia-Azerbaiyán
  • EE. UU.-China

Algunas de estas guerras captan la mayor cantidad de titulares como la de Ucrania o Gaza; otros son conflictos regionales, como el conflicto ampliado en Medio Oriente, donde las guerras proxy como la de Yemen, las escaramuzas entre Israel y  Hezbollah, o las milicias en Irak marcan las fuertes posiciones de Irán, y sus adversarios;  o guerras civiles como sucede en Sudan, entre el ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF en Ingles), que ha dejado miles de muertos, y aun un numero mayor de desplazados. Según el ICG, esta guerra tiene sus raíces en las luchas dentro del ejército tras la destitución del dictador Omar al-Bashir durante una revuelta popular en 2019. Bashir había empoderado a las RSF como una guardia pretoriana no oficial, tratando de aislarse a sí mismo de amenazas de golpe de Estado.

Por otro lado, existen conflictos, mas no guerras, como es el caso de EE.UU y China, que luchan codo a codo por poder e influencia, donde Taiwán puede ser un detonador de acciones militares de un lado o del otro; el conflicto existente entre India y China, donde su cooperación puede llegar a ser tan estrecha, como su desconfianza mutua. En esta lista no puede falta el eterno conflicto entre Pakistán e India, cuyos orígenes se remontan al mismo nacimiento de estas dos naciones, ni tampoco se puede dejar por fuera la siempre muy tensa relación entre la República Democrática Popular de Corea y la República de Corea.

Si queremos, podemos agregar la ola de criminalidad en nuestra América Latina, por la cual se han cometido más de 2,5 millones homicidios desde el año 2000. Esto significa que el 33% de los homicidios del mundo ocurren en esta región cuya población sólo representa el 8% mundial. En su inmensa mayoría, las muertes son atribuibles al crimen organizado, que saca provecho de estados relativamente débiles, democracias imperfectas, instituciones corruptas y economías informales con altas tasas de desigualdad y pobreza (según Real Instituto Elcano). Por ejemplo, ya la violencia en Colombia ha mutado del esquema guerrilla – paramilitares a bandas criminales franquiciadas por carteles mexicanos, y ha llevado a Ecuador a la declaratoria del conflicto armado interno, con el Decreto Ejecutivo 111.

¿Y ahora quien podrá ayudarnos?

Fue para este tipo de situaciones, y especialmente en la actualidad, se creó la Organización de Naciones Unidas – ONU. Sin embargo, sumado a su desprestigio por su consentida burocracia y pobres resultados, llega el escándalo de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA por sus siglas en inglés) y sus conexiones con Hamas.

Los estados nacionales en su crisis de legitimidad y poca eficiencia, se quedan cortos ante los tremendos desafíos que significan todos estos escenarios de guerras globales. Sus famélicas democracias (porque así están, al borde del colapso), sus políticos enquistados en el poder, que siguen con unas lógicas del S.XX sin percatarse que hemos avanzado a otro paradigma, y sus pocos éxitos para solucionar las necesidades básicas de sus poblaciones, en lugar de ser una posible solución a la guerra, se convierten en gasolina para esta.

Por otro lado, las grandes corporaciones en su afán de generar más dividendos para sus inversionistas, ni se asoman como posibles actores de paz, porque nada reactiva una economía en caída libre, como una buena guerra, y si no es posible, es necesario alimentar los miedos a una, para que todos sigamos consumiendo irracionalmente.

Ante este escenario, aparece la sociedad civil con sus buenas intenciones, con su idealismo marchante, de protestas, posts en Instagram y consignas en X (antes Twitter), con sueños de arrinconar a gobiernos y tomadores de decisión para buscar soluciones de paz, siempre llevando una superioridad moral que irrita a la otra parte que no sale a gritar arengas en la calle, y así, siempre dividida, difícilmente logrará su cometido de realmente poner a un gobernante contra la pared.

¿Entonces?

Los mismos que hoy se ven sin ideas para encontrar soluciones, serán los mismos que pueden encontrar una salida:

  1. La ONU tendrá que adaptarse a las nuevas demandas internacionales, para aclarar todas las dudas sobre la presunta colaboración con un grupo terrorista. Además, tendrá que implementar reformas que den la imagen de búsqueda de eficiencia, así mismo, tendrá que hacer frente a las demandas de reforma del consejo de seguridad y demás órganos.
  • Son los estados quienes son protagonistas de la guerra o la paz. Son estos los que tienen el poder de encontrar una salida a estos conflictos, por ejemplo, dejando de lado sus pretensiones históricas (como en Rusia – Ucrania), que solo unos pocos lideres bucólicos buscan revivir.

Los estados tendrán que saber nadar en este mar de tensiones, para conservar la paz. Seria inocente de mi parte creer que todos caminemos de la mano y seamos amigos, pero es necesario evitar que un mayor numero de naciones se sumen a este pulso de fuerzas entre potencias mundiales (EE.UU – China) o regionales (Irán – Arabia Saudita).  Esto va dirigido especialmente a países de nuestra América Latina, que siempre han preservado su posición pacífica.

  • Los grandes capitales, las multinacionales y las corporaciones, deberán ajustar su financiamiento, cadenas de suministro y proveedores de continuar o incluso aumentar estas tensiones. Ya estamos presenciando las consecuencias de la guerra en el comercio, con el bombardeo de cargueros en el estrecho de Ormuz, por parte de los rebeldes Hutíes en Yemen, por donde pasa la quinta parte del petróleo mundial.

De llegar a un punto crítico, estas organizaciones serán las que tienen la mayor influencia en los lideres mundiales, y estarán llamadas a revisar esos planes belicistas.

  •  La sociedad civil, como siempre la más afectada, no debe caer en la tentación de discursos nacionalistas, que equivocadamente proponen soluciones simples a problemas complejos. Esta deberá hacerse sentir en las elecciones de 2024, para elegir lideres que nos saquen de estas tensiones.

La población debe estar consciente que hay problemas que nos convocan a todos, como la crisis climática, la crisis económica, la creciente ola de migrantes, etc. Debemos ser nosotros quienes moderemos las actitudes de presidentes y primeros ministros, porque estamos viendo los pobres resultados, si le dejamos todo a los políticos (sea Trump o Biden, sea Fernández o Milei, sea Petro o Duque).

Huele a quemado. Durante cuatro semanas ya

Ha estado ardiendo el pozo seco de la huerta.

Los pájaros ni siquiera han cantado hoy

Y el álamo ha dejado de crujir y silbar.

(Julio de 1914 – Anna Ajmátova)

Encuentre aquí más columnas de Juan Camilo Clavijo

Las guerras son el mayor contaminante para el Medioambiente

La lista de ecosistemas que han sido perjudicados por las guerras sería interminable, pero la historia no se olvida de los millones de toneladas de Agente Naranja, un poderoso defoliante tóxico, que se vertieron en las selvas tropicales durante la Guerra de Vietnam. Aún hoy, 50 años después, muchas tierras siguen siendo estériles y la población aún experimenta secuelas.

Durante los 20 años de conflicto en Camboya, que transcurrieron entre 1978-1999, se destruyó más de un tercio de los bosques y la fauna autóctonos. Entre 1977 y 1992 la guerra en la que estuvo sumido Mozambique fue responsable de la desaparición del 90% de los animales que vivían en el Parque Nacional de Gorongosa, en manos de los cazadores furtivos que los vendían para financiar la compra de armas, municiones, medios logísticos etc.

 

En Europa, durante el conflicto de Kosovo que aconteció en 1999 se realizaron bombardeos masivos de laboratorios petroquímicos ocasionando la dispersión de químicos altamente cancerígenos. La mayoría de los conflictos contemporáneos han experimentado este tipo de daños y ni hablemos de los destrozos medioambientales de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales.

La terrible ‘guerra de trincheras’ de 1914 a 1918 y la devastación que crearon las dos bombas nucleares que los EEUU soltaron sobre Japón, costó la vida a cientos de miles de personas, entre soldados y civiles, pero además acabó con ecosistemas enteros y la radiación remanente de las bombas causó estragos, que aun en día pueden verificarse.

Armas y derechos

Todas las armas son peligrosas, pero muchas tienen efectos altamente nocivos para el medio ambiente. Un buen ejemplo de ello son las municiones de uranio empobrecido, destinadas a perforar capas de blindaje, que se vaporizan al impactar en el objetivo y dejan partículas nucleares como residuos, que pueden tener nefastas y letales consecuencias en la salud humana y en el entorno.

El derecho internacional basado en el respeto por los Derechos Humanos veta por completo el uso del medio ambiente como arma, por lo que está prohibido envenenar corrientes fluviales pozos y/o acuíferos, destruir los recursos naturales recurrir a técnicas de modificación de los ecosistemas que puedan alterar el equilibrio natural de una región.

Varios principios legales respaldan estos límites, en particular el de la prohibición de que, con fines militares y/o para conseguir el debilitamiento del rival se ocasionen males o sufrimientos innecesarios, algo que está previsto en el derecho internacional humanitario, según reza el art. 35 del Protocolo Adicional 1 a los Convenios de Ginebra. Una prohibición que también abarca todos aquellos medios y métodos de lucha que dañen grave y extensamente al medio ambiente.

Ni minas ni bombas de racimo

En 1997, se firmó el tratado que prohibía terminantemente las minas antipersona, lo que marcó el fin de una de las peores etapas de contaminación provocada por conflictos armados. Aun así, quedan cientos de kilómetros de tierras sembradas con decenas de millones de artefactos sin explotar, muchas de las cuales aún están activas, razón por la cual hay muchas zonas en el mundo a las que no se puede acceder por este motivo.

En 2010, la Convención de Oslo prohibió las bombas de racimo (muchas de las cuales se fabricaron en España) amparados bajo los mismos principios de las minas antipersona, puesto que no distinguen entre combatientes y no combatientes y generan un alto índice de contaminación medioambiental. Sin embargo, estas armas continúan usándose en conflictos recientes y actuales.