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Por un mundo más sonriente
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La mágica belleza
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Del homo sapiens al homo estúpido
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El colmo de la deshumanización
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El vivir bien en tiempos modernos
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en El vivir bien en tiempos modernos
Varias semanas ha dedicado el autor de esta columna a perfilar algunas reflexiones sobre la calidad de vida o el vivir bien. Lo he escrito con la idea clara que el tema es muy relativo y tiene varias aristas, según sea hombre o mujer, rico o pobre, culto o iletrado. He repetido en varios de los artículos que para algunos el vivir bien va asociado al dinero; para otros a la cultura; los hay también que hacen descansar su felicidad y calidad de vida en la moral y la religión; no faltan los que se sienten bien y confortables con un buen empleo; tampoco son pocos para los que la familia en general y en especial los hijos dan a sus vidas alegría y felicidad; no faltan, menos en estas tierras, los que gozan y disfrutan placenteramente el poder, así sea en un cubículo estrecho y en un espacio lúgubre de la administración pública donde se sienten reyezuelos indestronables a los que hay necesidad de rendirles culto y si es posible, batirles incienso.
En nuestras costas atlántica y pacífica habitan centenares de miles de hombres y mujeres que con solo tener un pescado, yuca y otros tubérculos y agua con panela para él y los suyos, se sienten no solo cómodos sino dichosos. De hecho, el pescador que tiene un carácter apacible y temperamento tranquilo, tiene además entre sus valores el de la paciencia, por lo que está a gusto con la mínima provisión para manutención suya y la de su prole. Otros disfrutamos profundamente adquiriendo libros viejos y de aquellos considerados clásicos, ilustrativos, sabios y orientadores de nuestras vidas.
Los envidiosos gastan sus vidas poniendo zancadillas y desprestigiando a otros para ascender en posición económica y social, para ellos la sentencia del florentino, Nicolás Maquiavelo, es su faro a seguir: “El fin justicia los medios”. Más que la capacidad intelectual para esta ralea de oportunistas y desaforados avariciosos lo que cuenta y vale es la lambonería, el hincar sus rodillas a los poderosos y exaltar el ego del gobernante mayor. Otra mayoría inmensa se resigna a sobrevivir en cargos en los que saben han de gastar la mayor parte de sus vidas y el único triunfo es la espera de una pensión de jubilación que cada día se alarga más en el tiempo y puede que en el futuro apenas puedan pensionarse los decrépitos en antesala de su muerte.
Muchos ricos, una vez satisfechas sus necesidades básicas, se aburren con el dinero o sus posesiones o se dedican a la actividad política para inflar más su notoria y ridícula megalomanía. Acuden estos a las mentiras para hacerle creer a sus electores y presuntos seguidores de sus huecas ideas que lo suyo es un acto generoso de servicio a la patria y a sus conciudadanos. En su intimidad sueñan con superar y emular a Napoleón, Alejandro Magno, Simón Bolívar u otros famosos e importantes hombres públicos. Juegan estos caciques de pueblo o líderes de ciudad con las necesidades de las masas y la ignorancia extrema delas multitudes irracionales.
Los tiempos han cambiado y el concepto de felicidad para muchos ha variado en lo sustancial. Los jóvenes de hoy creen ser felices andar por el mundo con su teléfono celular usándolo sin darse cuenta de lo que a su alrededor sucede, pues ello les confiere, desde su estrechísima óptica, poder, sensualidad y elegancia. Estos suicidas cotidianos y renegados de la vida buena y solitaria no adivinan que muy pronto llegarán a la saciedad personal y al más tenebroso vacío existencial. Las mujeres jóvenes de estos tiempos entregan su alma al diablo por una buena apariencia física y se juegan todo en sus vidas por aparentar ser lo que no son. Frágiles e incautas criaturas esclavas del modelo de vida dictado por Hollywood y por los gurúes de la moda y las pasarelas. Creen ser felices solamente desde su imagen y apariencia física, pero sus ojos, rostros y gestos delatan una vida desorientada, huera y sin sentido. También crece el número de hombres que dedica más tiempo al gimnasio, al atletismo y otros deportes con el fin de abultar sus músculos y atrofiar su cerebro. Generaciones hubo, casi todas, que nunca conocieron la manera de vivir de lo que ha venido a llamarse metrosexualismo o exhibición masculina de la virilidad y musculatura artificiales.
Los suicidios, cada vez más frecuentes de conocidos hombres y mujeres de la farándula, el modelaje y la vida falsa de los amantes de clubes, discotecas y centros de diversión, indican los niveles de adicción a esta vida, aparentemente, fantástica de los famosos.
El tema parece no agotarse con las múltiples columnas aparecidas en este espacio, posiblemente y abusando de la buena paciencia del lector virtual, continuaré opinando sobe tan cotidiano fenómeno.
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La dolce vita
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en La dolce vita
Declaro públicamente mi admiración y devoción por la película del gran director de cine italiano, el genial Federico Fellini, dibujante aficionado en su ciudad natal, Rímini, Italia, y posterior genio del cine mundial. Aun cuando le fue negada aceptación dentro de los más afamados círculos cineastas del mundo, la película La dolce vita, pasó a ser la más famosa del siglo XX. Retrata la aparente vida de lujo y de felicidad de los ricos, especialmente de aquellos provenientes de familias prestigiosas y con títulos nobiliarios, casi todos en el exilio en la Roma festiva, sensual y atrayente de mediados del siglo pasado. Los papeles protagónicos de la ya mítica y legendaria película los realizaría Marcelo Mastroianni y la rubia sueca, Anita Ekberg. De su sensual y erótico baño en la hermosa fontana de la Roma turística y del nacimiento del fenómeno de los fotógrafos y periodistas llamados paparazzi, suelen los críticos concluir que es una película difícil de superar en la historia del cine mundial. Quien se recree viendo este clásico de la filmografía puede percibir una aparente y dichosa vida de los personajes centrales del rodaje, ese fue el mérito de Fellini, burlarse del modelo de vida de aquellos que rodeados de títulos, posesiones y herencias de una dinastía en decadencia y hacerlos ver como unos seres desgraciados o al menos insatisfechos en su vida diaria. Nosotros, los hijos de hombres sencillos y otros del proletariado, disfrazados de empleados y oficinistas, muchas veces hemos caído en la tentación y el sueño de tener una vida de ese círculo invisible pero poderoso y fascinante de mujeres y hombres de las clases encumbradas. Quizá para parecerse a ellos no han faltado los ricos de Iberoamérica que envían sus hijos a Inglaterra, Francia o Suiza para aprender de ellos y codearse, añorando pertenecer a tan supuesto grupo de dichosos, gozosos y respetados especímenes que nos parecen cercanos a los dioses de la antigua Grecia.
El aprendizaje cultural, literario, musical y de idiomas refinados, símbolos de la cultura, como el francés y el italiano, a precios elevadísimos para los presupuestos de quienes ganan sueldos miserables, agregado a la práctica de golf, equitación, clases de cocina y otras actividades, constituye el andamiaje en el que se aspira a construir una vida elitista, una vida de ensueño y de felicidad, según el criterio generalizado de quienes no tienen la oportunidad de mirar de cerca estos impostores y mentirosos sociales.
La vida de casa para ella y la atareada y estresante vida para él, conforman el presunto idilio matrimonial en el que el automóvil de alta gama es el símbolo masculino y los abrigos de pieles finas en conjunto con los perfumes de las casa más famosas del mundo, zapatos elegantes, bolsos, relojes y pulseras que adornan un cuerpo trabajado en el gimnasio y pasado por el quirófano, enmarcan del modo de vida de estos aparentes privilegiados por la vida. Compartir tardes de juegos o tertulias en elegantes lugares para hablar de sus penas e inquietudes y paliar su vida falsa y vacía es la costumbre de las mujeres esposas de quienes pertenecen a esos círculos cerrados y antipáticos del jet set mundial.
Pasar vacaciones en lugares de moda, preferiblemente en islas distantes del ruido citadino, con hijos incluidos y lugar de encuentro de sus pares, es el ocio practicado por quienes además de fortuna poseen o creen posees status, carisma y prestigio sociales. Se ufanan de llevar una vida superior a la de la realeza y en realidad más mundana que la de princesas y reinas. Se muestran en revistas de chismes o en programas de televisión mientras que otros de más bajo linaje han de contentarse con practicar narcisismo social o través de las redes sociales. Pero ni la vida del ejecutivo es color de rosas, ni la de mujeres y hombres de alta clase son dignas de envidiar. A ellos quieren parecerse y sus vidas imitar centenares de miles de personas de hoy, arrastrados y embrujados por esa burbuja de felicidad falsa que pretenden vendernos los apologistas de los ricos, bellos y famosos, aglutinados en periodistas de farándula, modistas, programas de radio y televisión de chismes y cotilleos, que además de agradarles les resulta un negocio próspero. El trato dado por estos ventiladores de vanidades, superficialidades y vida ociosa a sus íconos los endiosa a la vez que sirve de delimitación de clase con otros que no pasan de ser vulgares imitadores. La jerarquización que le permite al de alta clase creerse y sentirse respetado, admirado, y servido, pero también odiado y envidiado, juega un papel en esa lucha de egos, posiciones y distinciones que es la vida de quienes se presumen individuos exóticos, aves raras, singulares, únicos e inimitables. La categoría y estilo que se ufanan tener no es más que un papel en la comedia de la vida que en la historia de la humanidad siempre ha existido.
¡Pobres de aquellos que deslumbran por esta vida frívola, hueca, huera, vacía y patética!
La soberbia iberoamericana, mala consejera
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en La soberbia iberoamericana, mala consejera
Mucho se ha dicho y escrito que de España los latinoamericanos heredamos la envidia, maligna y despreciable pasión de la que los españoles tienen fama de padecerla; lo que no se dice mucho es que más que la envidia los colombianos y conquistados habitantes de la América central y del sur somos herederos de la soberbia, pecado capital que torna a veces en seres con problemas para vivir bien a españoles e iberoamericanos. Soberbios, presumidos, arrogantes y jactanciosos existen en la península ibérica y en estas tierras tropicales. Mujeres y hombres de la España ibérica y de las américas desde México hasta la Patagonia tenemos un alma demasiado soberbia.
Chistes, cuentos y leyendas hay de los argentinos, quienes afirman que Dios está en todas partes pero despacha en Buenos Aires. Maradona, un soberbio irredimible, tiene adeptos que lo tratan como una figura endiosada. Mi buen amigo argentino, Alberto Panicelli, en alguna ocasión en su casa de La Plata, reconoció ser soberbio supremo, pero puso por encima de él a un paisa, amigo y buen contertulio, quien dejaba asombrado al nativo del país austral son su soberbia y jactancia, pues contaba anécdotas de cuando según él era un destacado futbolista, haber convertido en una temporada más goles que Messi. Y es que a no dudarlo la soberbia de nosotros los paisas con su hiperbólica forma de hablar y referirnos a nuestros seres queridos y a nosotros mismos, supera con creces a los famosos, petulantes, pedantes y soberbios ciudadanos de la bella y querida república argentina.
Y la soberbia de un expresidente de la Corte Suprema de Justicia, paisa nato, que cuando fungió de tal se reunía con el soberbio juez instructor y justiciero español, Baltasar Garzón, ingerían licor y cantaban a dúo la machista canción mexicana, Pero sigo siendo el rey.
Los reyezuelos y soberbios politiqueros criollos, hoy emulados por algunos magistrados de las cortes colombianos, cada día crecen de nuevo en nuestro medio y son cada día más prepotentes y altaneros. Leonidas Bustos, junto con su coterráneo; Eduardo Montealegre, organizaron un paro y movieron masas de jueces, magistrados y empleados judiciales para oponerse en auténtico acto de rebeldía y soberbia contra la ley, el Tribunal de aforados. La esposa del primero, cual mujer de un encabritado político, se autodenominó sin pudor ni vergüenza, durante el período que su esposo tuvo el cargo de presidente de la Corte Suprema, primera dama de la justicia. Uno y otro manejaron la justicia investigativa y la juzgadora, como capataces de una hacienda que para ellos fue eso, la rama judicial. La revista Semana, en su edición 1845, hizo un perfil bastante severo de la parábola burocrática y profesional de Bustos y Francisco Ricaurte, hoy desprestigiados ex presidentes de la Suprema Corte, de cómo pasaron de ser mediocres abogados, expertos sí en el arte del clientelismo y manzanillismo puestero, a ostentar una dignidad que jamás merecieron.
En el capítulo quinto de la obra pequeña pero bien ilustrada de la italiana Laura Bazzicalupo, titulada La soberbia pasión por ser, se refiere la ilustre filósofa a la novísima soberbia, a la pasión moderna de este pecado capital superior en el país en el que Silvio Berlusconi encarna el modelo de soberbio moderno. La autora relata con maestría aquellos que como los políticos, magistrados y ex magistrados tienen los rasgos característicos modernos del hombre que se cree el súperhombre de Nietzsche. Escribe la insigne intelectual: “¡Mantiene unidas figuras temerarias y figuras banalmente presuntuosas, vanidosas; figuras jactanciosas y agresivas o refinadas e irónicas, orgullosas y pusilánimes, superficiales o delirantes ….. Íconos titánicos, luciferinos!” Sin duda, todas tienen en común un complejo de inferioridad que las hace mostrarse como superiores, el deseo insaciable de ser alguien. Recordemos que un hijo de un expresidente de la corte, al igual que muchos políticos regionales, han hecho historia sobre la soberbia en nuestro país con la frase ya célebre “usted no sabe quién soy yo”. Es que como nos lo enseña la profesora de Salerno, Italia: “En su historia, la soberbia ha revelado una pasión antológica, una pasión por ser, una pasión de la identidad. El soberbio lo apuesta todo sobre quién es él mismo. El hombre en su soberbia, manifiesta un delirante deseo de transformación radical de su propia condición de hombre, a hacerse igual a Dios”. ¿No es acaso lo que sintieran varios de los magistrados que, cuando se enfrentaron con soberbia al expresidente Álvaro Uribe Vélez, para juzgar y condenar al sanedrín del también soberbio ex mandatario, se autoproclamaran paladines de una justicia que en el fondo tenía móviles y motivaciones egoístas y personalistas de los funcionarios jurisdiccionales que en su momento se sintieron intocables y pulquérrimos?
Recuérdese que con la altanería y soberbia con la que, a propósito de la malograda implementación del tribunal de aforados, respondió el entonces presidente de la corte, hoy subjudice, Leonidas Bustos Martínez: “Yo les pregunto, ¿es que acaso existe evidencia que los magistrados están cometiendo delitos? Yo sería el primero en denunciar esa conducta delictiva”. Mucho antes de esta arrogante posición, hoy en el más triste ocaso de su vida profesional y personal, había escrito la señora Bazzicalupo: “El resultado siempre es la derrota. El soberbio siempre pierde… Se filtra siempre en las historias megalómanas y furiosas de los soberbios: casi parece que les llame y atraiga un remolino de perdición… Como Lucifer en la primigenia escena de la soberbia estaba enamorado de Dios y trataba de identificarse con él, quería ser él, pero no podía, de modo que esa derrota es el destino de todos”.
Edipo, rey tirano de Tebas, fue ejemplificado como arquetipo del soberbio por el gran Sófocles en la antigua Grecia. En el planeta hay muchos Edipos, entre nosotros los iberoamericanos crecen en cantidad y calidad en estos tiempos llamados modernos.
La buena vida de ricos y pobres
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en La buena vida de ricos y pobres
En un tema tan complejo como es el buen vivir, el arte de vivir a plenitud, el darse buena vida, el darse calidad de vida, que daría para grandes volúmenes, puede reducirse el planteamiento a exponer si es indispensable mucho dinero para hacer de la existencia una ocasión para alcanzar la felicidad en nuestro planeta. Ei rico más connotado que tuvo el siglo XX supo distinguir muy bien entre tener dinero y usarlo para vivir bien, Aristóteles Onassis, buscó, recolectó y disfrutó el dinero como pocos en la historia de la humanidad; entendió el poder y el privilegio que el dinero otorgan; acuñó una frase para la historia: “Solo los estúpidos y los necios desprecian el dinero”. A su manera, comprendió también que un elemento de cambio y de adquisición da a quien lo ostenta mayor libertad y posibilidad de darse una vida lujosa, pero los lujos y el confort no deben sobrepasar más allá de lo necesario para vivir bien.
Pobres hay con sabiduría imponderable que advierten que es mejor tomarse una agua de panela en la intimidad familiar que tener muchos millones y tener problemas en cantidad. Muchos de los comprometidos en el tema trasnacional de Odebrecht deben pensarlo así desde sus lúgubres y frías celdas de prisión en Brasil, Colombia, Estados Unidos o Perú. Ni qué decir de los antes barones electorales del país que en 2014 permitieron la reelección de Juan Manuel Santos; uno que rumia sus penas y tristezas desde un inhóspito cuarto presidiario al sur de Bogotá, y el otro, acorralado por los escándalos judiciales que lo comprometen y lo tienen ad portas de la cárcel, dió la cara, no para declararse culpable de los delitos que se le enrostran, sino para reclamar auxilio a instancias jurídicas internacionales, porque se estima y se autodefine como una víctima de la concusión, el chantaje y la coacción de depredadores económicos disfrazados de magistrados o defensores del orden legal en el ministerio fiscal o ente acusador.
Millonarios modernos también existen que saben bien que pasados ciertos topes de dinero, la plata no sirve sino para crear problemas. La revista Diners de agosto de 2017, nos trae varios ejemplos de multimillonarios en dólares, que a pesar de tener sus arcas repletas de dinero llevan una vida simple y sin excentricidades. Destaca este columnista al considerado segundo magnate más grande del mundo en la actualidad, el industrial, financiero y sensible Warren Buffet, próximo a ser nonagenario y cuya fortuna es de 74.000 millones de dólares, quien dedica gran parte de su dinero a obras sociales y benéficas. Este San Francisco de Asís moderno posee un excelente buen vivir sin que su descomunal fortuna lo lleve a ser un exhibicionista o desaforado consumidor. Su apellido sugiere una comida apetitosa y variada, un gran festín para ser un pecador con gula, sin embargo, vive por debajo de su capacidad adquisitiva, no tiene celular, lo cual comparto plenamente, pues yo también vivo sin ese útil pero aditivo aparato electrónico.
Parece que reyes, magnates y poderosos hombres de estado delegan en sus súbditos de la comunicación y que sujetos de clase media creen ser poderosos por hacerse a móviles y celulares con última tecnología, u obreros o empleados bajos, colman sus frustraciones y ausencia de recursos haciéndose importantes con sus apéndices de comunicación en todo lado. “Tengo lo que necesito y no preciso nada más”, es el modo de vida sencillo que define Buffet para él y que acorde son las enseñanzas de los sabios antiguos y modernos es todo lo que se necesita para vivir bien. El joven neoyorquino, Mark Zuckerberg, que se embolsilló en su treintena de años una multimillonaria suma de suma de dólares por fundar y vender Facebook, vive discretamente, maneja su automóvil gama media y viste como un universitario con precario presupuesto. Carlos Slim, perteneciente a la élite de multimillonarios modernos, ubicado dentro de los 10 más ricos del mundo en el siglo XXI, viaja en su viejo automóvil Mercedes Benz, no le gustan los jets privados ni los yates que parecen lujos de nuevos ricos o individuos que exceptuando jeques árabes y otros ricos, pretenden vivir de la apariencia. Su casa, cuenta la revista Forbes, es la misma que tiene desde que era un ciudadano sin la posición económica y social de ahora.
De tacaña ha sido calificada la millonaria australiana Gina Rinehart, única mujer entre la decena de millonarios, quien se autoproclama víctima de la envidia de pobres y otras personas que la critican a los que invita a envidiar y charlar menos y trabajar más. Dos multimillonarios nos trae como ejemplo el órgano mensual de comunicación aludido para ilustrar cómo existen formas distintas de disfrutar las fortunas: Luis Carlos Sarmiento, un trabajador incansable y poco dado al despilfarro, y Arturo Calle, comerciante prudente y buen inversor, ambos dedicados más a conseguir dinero que a darse una buena vida con su colosal capital.
El más grande de los literatos antioqueños, don Tomás Carrasquilla, fustigó a los ricos antioqueños por su desmedida avaricia y su precaria calidad de vida. El ilustre hombre de letras de la Antioquia grande, Emiro Kastos, en obra Julia, de mediados del siglo XIX, definió la sociedad de Medellín como monótona, avara, clasista, resentida y viciosa, es decir con muy bajo perfil de lo que representa el buen vivir. El filósofo envigadeño, el inmenso y excelso escritor más valorado en Europa que en su tierra, Fernando González, no se quedó atrás al perfilar el rico antioqueño como un tosco y robusto pastor aldeano sin cultura, conciencia, gusto o distinción. Del buen y mal vivir de los multimillonarios colombianos tenemos dos ejemplos paradigmáticos: Coroliano Amador y don Pepe Sierra.
Una buena individualidad, fragua del buen vivir
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en Una buena individualidad, fragua del buen vivir
No se vive mejor porque se tenga mucho dinero. Un dicho popular se repite a menudo: hay muchos ricos pobres y muchos pobres ricos; y otro agrega: es tan pobre que solo tiene plata. Quien anda por el mundo prestando atención y con plena conciencia de su vida, sabe que las anteriores máximas producto de la sabiduría popular, son incuestionables. Una vida feliz y placentera no depende de una cuenta corriente, ni de las muchas propiedades que se tengan. Hace menos de diez años fue asesinado en una céntrica calle de Medellín un millonario comerciante y empresario del oriente antioqueño, y habiendo conocido un poco su vida y oficiado como su abogado, puedo afirmar que murió sin saber lo que tenía, y lo peor, sin haber disfrutado de su descomunal fortuna. La falta de una riqueza individual, de una excelente personalidad y de una cultura media, le impidió a este sagaz mercader disfrutar de los miles de millones de pesos que ahora gastan sus herederos, e incluso, personas ajenas a su familia.
Otro millonario natal del frío pueblo de Santa Rosa de Osos (Antioquia), también del cultísimo y bonachón hombre conocedor de música, Bernardo Hoyos, amasó en vida mucho dinero y fue tenido como primero en el mundo de las finanzas y los negocios internacionales en dólares, acabó sus días recluido en una solitaria casa del altiplano oriental medellinense sin haber degustado sus abundantes cuentas bancarias.
Ejemplo antípoda de vida fue Álvaro Castaño Castillo, tolimense de nacimiento, pero bogotanísimo de costumbres y estilo de vida, quien con su esposa, Gloria Valencia, fueron ricos en cultura y calidad de vida. Quiero significar lo anterior siguiendo las enseñanzas de Schopenhauer, que contribuye más al buen vivir y a la felicidad, lo que uno es, que lo que uno tiene. Los goces materiales, culturales y espirituales van ligados, indiscutiblemente, a una excelente individualidad, a una forma de ser que se aparta de la personalidad masificada, autómata y aparentarista de quienes viven para ser vistos y admirados, no para ser felices. Una personalidad arrogante, altanera, egoísta y pretenciosa no saborea las mieles de la dicha, sino que percibe el amargo sabor de la hiel.
El bienestar personal es el fruto de una carismática y jovial forma de ser y de comportarse, jamás de una superficial e impostada personalidad. Eso bien lo saben hombres y mujeres enquistados en la burocracia estatal y lo padecen sus abnegados subalternos o usuarios de sus oficios. Nada más encantador que una mujer sencilla y noble o que un hombre espontáneo y jovial, estas últimas cualidades es la mejor riqueza de un varón o de una hembra. De modo que lo que más contribuye al buen vivir es el encanto personal antes que la adquisición de bienes. Se goza de la belleza del mundo a través de una mente abierta, receptiva y grata. La buena salud no es consecuencia de una abundante alimentación o de la ingesta de medicamentos, sino de la predisposición de ánimo fiestero y mente abierta a todo lo que percibimos.
Disfrutar de los placeres sin exceso y conservar un ánimo sereno y tranquilo proporcionan salud, alegría y felicidad, sin que sea necesario tener mucho dinero. Mentes agresivas y exacerbadas llevan a que el individuo perciba deterioro en su salud, que es la causa principal de la infelicidad. Espíritus alegres, fiesteros y amables son propios de aquellos que rezuman salud. No se equivocan quienes dicen que los gordos son simpáticos. Los argentinos nos legaron en los años sesenta un tema musical que alude al gordito alegre y simpaticón, como lo son muchos de esa nación suramericana.
Bien lo advirtió Schopenhauer: “Es una locura sacrificar salud por dinero”. Recuerdo haber compartido con los lectores un bello soneto español que retrata a Romero, el caballero que gastó su vida buscando dinero y gastó éste en busca de salud, sin haberlo logrado. Si Schopenhauer viviera en estos tiempos se sorprendería con las caras vinagres y tristes de jóvenes y adultos en esta deshumanizada sociedad del siglo XXI. El dolor, el aburrimiento y la tristeza parece ser la faz del hombre y la mujer modernos, enquistados en los altos puestos burocráticos. El mejor antídoto contra estas enfermedades del alma son la riqueza espiritual, la cultura y la buena disposición de ánimo.
Una sensibilidad humana es el signo de los seres superiores; la insensibilidad lo es de los seres mezquinos y bajos. La vida retirada de la sociedad, tranquila y serena era el ideal de los grandes hombres del pasado; la de la algarabía y el ruido es la de muchísimos jóvenes de las nuevas generaciones. Muchos hombres y mujeres de tiempos actuales esconden sus miserias y mediocridades purpurados y brillantes, son seres de apariencia, pero carentes de esencia y contenido humanos. Nadie ha superado a Aristóteles en el pensamiento según el cual “la felicidad es de quienes se bastan a sí mismos”. Una vejez alegre solo puede serlo de quien ha cultivado durante su vida el crecimiento individual en los planos cultural, espiritual e intelectual. De ahí que en el ocaso de sus vidas muchos políticos, deportistas y hombres de la farándula luzcan abatidos y sus muertes son relativamente prematuras debido a que no fueron cultores de una riqueza individual.
En Colombia hubo un hombre dedicado a la música, cuya vida fue de excesos y poco crecimiento personal, lo triste es que un canal nos vendió su existencia como si fuera digna de imitar. El mundo al revés.
Privaciones de la infancia, génesis del buen vivir
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en Privaciones de la infancia, génesis del buen vivir
Los antiguos chinos e indios, especialmente el pensador Confucio así lo enseñó en sus famosos libros que tanto auge tuvieron en varias dinastías, pregonaron, y aún todavía se aplican estas enseñanzas: a los niños se les debe educar con muchas restricciones y una disciplina severa. Dicho de manera distinta: si una familia quiere formar muy bien a una mujer u hombre para su vida adulta ha de criársele con muchas necesidades materiales y una férrea disciplina. Han transcurrido cerca de tres milenios y no ha habido para la humanidad una mejor fórmula de proporción adecuada para la vida adulta del ser humano que el diseñado por los filósofos de estas potencias culturales y espirituales.
En el siglo XIII, ese gran santo de la cristiandad, San Francisco de Asís, comprendió la importancia de vivir una vida austera y con restricciones como base fundamental de una vida ejemplar. No cabe duda que las penurias y las restricciones son buenas muestras para el niño en su aprendizaje en su edad superior. Basta mirar el entorno en el que vivimos y reflexionar acerca de lo acontecido en nuestros años infantiles y compararlos con los de nuestra madurez para llegar a la conclusión, los que nos criamos en un medio donde las estrecheces económicas y la falta de lujos, en nuestras vidas adultas nos enfrentamos con mayor facilidad a las adversidades y logramos dar valor a lo que adquirimos con esfuerzo y dedicación.
De otra parte, es regla general, y sólo se presentan casos excepcionales, de hijos de familias acomodadas que triunfan en sus vidas y logran vivir los años de existencia con felicidad, serenidad y alegría. Se afirma por los expertos en el tema de la navegación marítima, que un buen marino es aquel curtido en las lides de enfrentamiento a los mares bravos y borrascosos. Igual acontece en el decurso de nuestras vidas: nos forjamos una excelente individualidad y personalidad cuando tuvimos la feliz oportunidad de tener una infancia y adolescencia plagadas de restricciones, necesidades y carencias.
He cavilado durante mis años mozos y de adultez que lo mejor que me puede haber pasado es haber nacido y crecido en una numerosa familia paisa rodeado de otros nueve hermanos, en la que el más mínimo objeto y los elementos necesarios para una vida digna, se alcanzaba solo mediante el consenso en el que nuestros padres siempre pensaban en cada uno de los miembros del hogar, y así los útiles, cuadernos y demás elementos para ir a la escuela debían ser compartidos entre nosotros, o que genera valores tan primordiales en la vida como la solidaridad, la hermandad y la gratitud, al tiempo que nos hace que seamos sensibles y poco egoístas con nuestros semejantes. Ni qué decir de nuestros antepasados, que compartían sus prendas de vestir y muchas de ellas eran llevadas a un sastre para ser adaptadas de los hijos mayores a los menores.
Obsérvese y cáigase en la cuenta que las generaciones que fueron educadas en la infancia en los tiempos de la posguerra, son especialmente cultas, gratas y propensas a desarrollar capacidades empresariales y artísticas excepcionales. Pongo de ejemplo a los españoles nacidos y criados en los años posteriores a la guerra civil de su país (de 1936 a 1939), con énfasis en los gallegos, que se vieron forzados a emigrar a tierras extrañas y que son una legión de hombres prósperos hoy día en naciones como Argentina, particularmente en su bella capital, Buenos Aires, urbe moderna que en su hermosa calle, Avenida de Mayo, alberga numerosos restaurantes y hoteles de españoles, preferentemente gallegos. Miles de andaluces, vascos, castellanos y catalanes emigraron a otros países europeos acosados por el hambre y las penurias de la guerra civil ibérica. No menos dignos de admiración fueron los italianos, que huyeron de su hermosa península aupados por las dos guerras mundiales y que con tesón, disciplina y férrea voluntad creativa, se asentaron en Argentina donde son mayoría en su calidad de migrantes, y también en Venezuela, naciones donde dejaron hondas huellas en varios sectores de la economía, la industria y la cultura suramericana. Joan Manuel Serrat, el más grande cantautor de habla hispana, nos habla a menudo de lo que implicó en su carrera artística y en su vida personal el haber nacido en una España pobre y atrasada posterior a la guerra civil, liderada por el general Francisco Franco. La madre de Miguel Bosé, este excelente cantante hispano-panameño-colombiano, Lucía Bosé, dejó consignado en un libro que narra pasajes de su vida, lo que significó para ella ser una mujer italiana, el haber tenido una niñez que se desarrolló en la segunda guerra mundial. Y no quiero terminar sin mencionar otro ejemplo de vida de mis paisanos y contemporáneos, los santuarianos, que se criaron en medio de adversidades económicas y restricciones grandes durante su niñez y que hoy son considerados en el mundo entero como potentes y acaudalados mercaderes. Mi apreciada y vecina familia liderada por un gran patriarca que fuera don Carlos Gómez Gómez, apodado cariñosamente “cacao”, es un modelo digno de emular. Con férrea disciplina, junto con su esposa, doña Margarita, educaron cerca de una docena de hijos, entre los que destacan actualmente como grandes comerciantes Gustavo, Uriel, Jaime, Jesús María, Carlos Hernán, Luis y también algunas mujeres, entre ellas, Ana, en el ámbito nacional. Los poderosos hoy propietarios de los supermercados el “Euro” y de varios centros comerciales en El Hueco en Medellín, los hermanos William y Humberto Duque Serna, tuvieron una infancia de carencias en nuestro natal El Santuario. Otro ejemplo es la lección de vida de mi gran amigo, Hernán Aristizábal Agudelo, hoy destacado comerciante nacional e internacional, cuya niñez, en el hogar de don Carlos y doña Margarita, fue de pobreza económica y carencia de lujos.
Bienaventurados los que tienen una niñez marcada por la pobreza porque es la mejor escuela para el aprendizaje de una buena vida en la madurez, adultez y vejez.
Los placeres del buen vivir
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en Los placeres del buen vivir
Consciente he sido desde muy temprana edad que la importancia suprema que en el ser humano tiene valorar los sencillos pero grandes placeres, que además de hacernos felices, nos proporcionan la posibilidad de extraer lo mejor que la existencia nos brinda.
Probablemente algunos lectores den por sabido cuáles son las cosas, ideas, logros y metas que conducen a un buen vivir, y determinantes, en última instancia, de la felicidad humana. También los puede haber que les parezca demasiado obvio exponer qué es lo que nos gusta en el diario luchar por la conquista del bienestar personal; y no faltan los que consideran demasiado obvio lo que pretendo exponer en esta columna. Sin embargo, en mi concepto no es tan fácil concebir acertadamente cuáles son los temas neurálgicos de nuestras vidas que nos hacen felices y plenos en el arduo camino de la vida. Si así no fuera no encontraríamos explicación a lo desbarajustado y caótico que andan el hombre y la mujer del tercer milenio, ni el por qué se dan tantas guerras, ni millones de seres viven en la infelicidad y otros desesperados con sus existencias recurren al suicidio como único remedio de su tediosa forma de vivir.
Pertenecemos a una sociedad materialista, hedonista al extremo, egoísta, cuya meta principal es la consecución de dinero, la acumulación de bienes y en tiempos recientes la admiración de otros, lo que se ha dado en llamar fama o reconocimiento de nuestros congéneres. Hastag, facebook y otras formas cibernéticas de exhibición, demuestran el hambre de presentarnos ante los demás como únicos, singulares, exitosos y dignos de tener una buena reputación social. En tiempos pasados casi nadie se interesaba por las vidas ajenas y pocos exhibían y mostraban su intimidad ante otros. En la actualidad, lo que pretenden los adictos a las redes sociales, es ser el centro de atracción a costa de feriar, ridículamente a veces, nuestra cotidianidad. Mostrar a otros que viajamos, que asistimos a los mejores eventos musicales, que cenamos en restaurantes de alta calidad y nos relacionamos con la gente más bella y famosa de nuestro entorno, es la tendencia moderna de comunicarnos con otros igualmente ávidos de contar lo mismo.
En síntesis, poco nos importa el ser interior, nuestro espíritu, lo que somos en esencia humanamente hablando; lo que interesa al hombre moderno, entendido también el género femenino, es la apariencia, el qué dirán, la imagen, con abandono total de nuestra verdadera individualidad e identidad. Todo ello constituye lo contrario del arte del buen vivir. De allí que muchos de nuestros políticos no se interesen por vendernos ideas buenas para mejorar nuestras vidas, sino que pretenden, por medio de publicistas y directores de imagen, mostrarnos una falsa simpatía alambicada con una mueca o sonrisa impostada; también muchos vanos y pretenciosos ejecutivos y burócratas de alto nivel pueden ser simpáticos en su intimidad, pero déspotas y superficiales en el ejercicio de su oficio profesional. También engloban tales conductas una forma incorrecta de ejercitar el buen vivir.
Que el arte del buen vivir esté en decadencia lo prueba el hecho que cada vez conocemos menos hombres y mujeres joviales, simpáticos y tengan lo que en el idioma castellano se llama bonhomía. El hermoso vocablo que utilizara el poeta español, Antonio Machado, que representa al muy buen ciudadano y a una excelente persona.
A este columnista no le cabe duda alguna que la vieja China rural y la India menos tecnológica que la de hoy, de ambiente campestre y sin populosas como desiguales ciudades como Nueva Delhi, Bombay y otras, representan las sociedades más cercanas al ideal de la buena vida y pioneras en el arte del buen vivir. En contraste con nuestra cultura occidental, dentro de la cual cabe incluir nuestra sociedad iberoamericana. Desde la educación infantil y hogareña nos enseñan a enfrentarnos a la vida para la subsistencia y la manutención propia y de la familia, con abandono total de todos los aspectos que conllevan al ser humano a ser una persona feliz y realizada. No nos enseñan a cambiar los temores, ansiedades, celos y envidias, sino que nos potencian para ser egoístamente competitivos.
Los placeres duraderos y dignos de ser tenidos como fuente de felicidad (la buena comida, el buen sexo, los viajes, la amistad, la buena convivencia, etc.), poco importa ya, lo que nos interesa es tener y no ser, atesorar no disfrutar, todo ello enemigo del buen vivir.
Una sociedad sin maestros
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en Una sociedad sin maestros
Vengo de demostrar la decadencia y crisis sufridas en muchos países hace muchas décadas, este factor, ya se dijo, constituye uno de los primordiales o principales problemas para entender lo que viene ocurriendo en la convulsionada sociedad desde mediados del siglo pasado y las dos décadas del presente. La educación mal concebida y también en decadencia en los últimos tiempos, ha contribuido a la crisis aguda que vivimos como tejido social en esta llamada sociedad moderna.
Colombia, un país carísimo
Escrito por Esneyder Negrete - @esnegrete en . Publicado en Cosmorama. No hay comentarios en Colombia, un país carísimo
Tenemos la gasolina más cara del mundo a pesar de los bajos precios del petróleo, los libros son artículos de lujo, las revistas del corazón que cuestan 2 euros en Europa valen en Colombia cerca de 40 mil pesos. La ropa de marca tiene costos muy superiores a la de las grandes capitales de la moda y los precios de los automóviles en nuestro país son exageradamente altos.

