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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Hugo Acero

Subsidios para jóvenes a cambio de no robar

No es la primera vez que el presidente de la República Gustavo Petro justifica la propuesta de entregar subsidios a los jóvenes que están delinquiendo para que dejen de hacerlo, a cambio de estudiar, realizar labores sociales y comportarse bien, como lo hizo en Soacha hace una semana. Durante la campaña en una entrevista en el programa “Mejor hablemos” del Canal City TV aseguró que cuando fue alcalde de Bogotá “A 10 mil pandilleros les pagamos lo que ganaban robando, así redujimos hurto a celulares”. Pero ¿qué tan efectiva puede ser esta estrategia para reducir el delito, en particular los hurtos?

Si se miran las cifras de hurtos a personas, celulares, bicicletas y a comercio, que en muchos casos son los delitos que cometen los jóvenes que apenas están ingresando a actividades delincuenciales, durante el periodo de gobierno del hoy presidente Gustavo Petro cuando fue alcalde de Bogotá, se tiene que estos delitos no disminuyeron, antes bien aumentaron.

 

El hurto a personas, según las cifras reportadas por la Policía Nacional, pasó de 17.057 casos denunciados en 2011, último año de Gobierno de Samuel Moreno y Clara López, a 27.564 en 2015, último año del gobierno de Gustavo Petro, es decir, este delito aumento en un 51%, como se puede ver en la siguiente gráfica:

Grafica by Confidencial Colombia on Scribd

El hurto a celulares pasó de 5392 casos denunciados en 2011 a 11.187 en 2015, aumentó en un 107%, como se puede ver en la siguiente gráfica:

 

graf 1 by Confidencial Colombia on Scribd

El hurto a comercio creció en los primeros años de gobierno del alcalde Gustavo Petro y los años subsiguientes disminuyó, como se puede ver en la siguiente gráfica, pasó de 3172 casos denunciados en 2011 a 5921 en 2015.

 

graf 2 by Confidencial Colombia on Scribd

Finalmente, el hurto de bicicletas también creció durante ese periodo, pasó de 933 casos denunciados en 2011 a 1775 en 2015, es decir aumentó en un 94% (ver en la siguiente gráfica):

graf 5 by Confidencial Colombia on Scribd

Como se puede ver el programa de entrega de subsidios no tuvo incidencia en la inseguridad, en particular en la reducción de los hurtos.

Sin embargo, no se puede desconocer que este tipo de acciones pueden ayudar a prevenir que muchos jóvenes terminen en actividades delincuenciales y violentas o que algunos puedan salir de estas actividades y volver a estudiar, trabajar y compartir con sus familias.

Si el presidente Gustavo Petro insiste en esta propuesta, debe trabajar directamente con los municipios, pero especialmente con las iglesias, las juntas de acción comunal, los líderes y policías barriales que saben cuáles son los jóvenes involucrados en asuntos de violencia y delincuencia, para que los políticos locales no conviertan este programa en una bolsa de empleo de sus seguidores y dejen por fuera jóvenes con los que de verdad hay que trabajar.

Tampoco se debe aceptar que sean las organizaciones criminales las que entreguen los listados de jóvenes, ya que convierten estos recursos en otro ingreso más y no se logra la desvinculación de los jóvenes de los grupos delincuenciales. Finalmente, ojalá este programa no se ejecute en medio del proceso electoral de este año, porque corre el riesgo de convertirse en fuente de recursos para atraer electorado y comprar votos.

Hay que definir de manera clara a qué tipo de jóvenes se les puede dar el subsidio, qué actividades deben desarrollar en sus municipios y comunidades, con el acompañamiento de servidores públicos locales y comunidades, qué planes de estudios y trabajo van a desarrollar, cuál va a ser el seguimiento y evaluación del programa y de cada uno de los jóvenes y cómo, de manera periódica, se va a rendir cuentas públicas sobre los resultados de este programa a las comunidades donde se vaya a realizar.

Hay experiencias importantes que hay que recoger. Por ejemplo, los programas de Guías Cívicos de Misión Bogotá, “Gestores de Convivencia”, “Trapecistas” del Padre Javier de Nicoló y “Caminando Relajado” de Carlos Marín de IDIPRON, que hoy cuenta con más de 5000 jóvenes; “Parceros” en Medellín y Bogotá, en Barranquilla “Va jugando” en Cali Gestores Paz y Cultura Ciudadana y otros tantos programas que hay que tener en cuenta si se quiere de verdad acertar sacando jóvenes de la violencia y la delincuencia.

Hay que anotar que estas experiencias tampoco han sido evaluadas como corresponde en materia de su impacto en reducción de violencia y delincuencia, pero ahí hay suficiente material para saber que hacer y no hacer en el programa que propone el Gobierno del presidente Gustavo Petro.  (ver siguiente articulo Paula Doria de la Sella vacía.   https://www.lasillavacia.com/historias/silla-nacional/jovenes-en-paz-de-petro-tuvo-reditos-mixtos-en-bogota-y-riesgo-de-politizacion/).

El Minjusticia tiene la llave para solucionar el hacinamiento

Importante el anunció del Ministro de Defensa Iván Velásquez de mirar, en conjunto con el Ministerio de Justicia, la posibilidad de generar nuevos espacios en las cárceles para descongestionar las estaciones de policía y las URI, donde se registra un hacinamiento del 144% con más de 22 mil personas recluidas en condiciones infrahumanas y liberar más de 3000 uniformados que están destinados a trabajar en las calles, pero se encuentran como guardianes en las estaciones y URI.

Durante este año e inclusive el próximo, la única institución que puede solucionar este problema de hacinamiento en las estaciones y URI, es el Ministerio de Justicia, a través del INPEC, abriendo las puertas de algunas cárceles para que las personas que están puedan estar en mejores condiciones. Hay que anotar que estas personas, desde hace ya varios meses e inclusive años sobreviven las 24 horas del día, los siete días de la semana en un metro cuadrado y por lo menos en una cárcel podrían salir a un patio a recibir el sol, redimir pena con actividades, ir a un baño, entre otros derechos.

 

¿Por qué el Ministerio de Justicia es el único que puede solucionar este problema? Porque los municipios y departamentos, que también tienen obligaciones en estas materias, no han cumplido y seguramente no van a alcanzar a cumplir la orden de la Corte Constitucional para “construir o adecuar inmuebles con condiciones adecuadas para recluir temporalmente a las personas que no han sido trasladas a una cárcel”. El plazo dado por la Corte vence en marzo de este año (Sentencia SU-122-22 que amplio en estado de cosas inconstitucional).

Los entes territoriales no van a cumplir porque seguramente no dejaron recursos este año para tal fin, además es el último año de gobierno y las ciudades capitales y departamentos están esperando el tramite de un proyecto de ley en el Congreso, que se presento con el liderazgo de Asocapitales, y que les permitiría invertir en este rubro con mayor tranquilidad. Solo podrían dejar comprometidos algunos recursos para la vigencia de 2024 y serán los nuevos alcaldes y gobernadores quienes tomen la decisión de construir los inmuebles ordenados por la Corte. Es decir, como se puede ver, en menos de dos años los entes territoriales no van a contribuir a solucionar esta problemática.

Salvo las ciudades de Medellín, que tiene un proyecto, que viene elaborando desde 2018 para construir una cárcel por Alianza Público Privada -APP- y Bogotá que construyo en un 50% el Centro Especial de Reclusión -CER- para 480 personas en la localidad de Puente Aranda y el proyecto de la nueva cárcel distrital en predios de La Picota, que no ha avanzado, las demás ciudades y departamentos no tienen proyectos y parece que tampoco recursos para construir centros de reclusión.

Por el lado del Ministerio de Justicia, el Proyecto de Ley “Por medio de la cual se humaniza la política criminal y penitenciaria para contribuir a la superación del estado de cosas inconstitucional¨, que busca eliminar algunos delitos, ampliar el acceso a la suspensión de pena y a la prisión domiciliaria y lograr que la pena máxima en Colombia quede en 40 años, hace tramite en el Congreso y seguramente, si es aprobado, los resultados no se verán antes de un año.

Como se puede ver, la única institución que, durante los próximos dos años, puede resolver la situación de hacinamiento inhumano de las URI y estaciones es el Ministerio de Justicia. Ojalá el INPEC y los cerca de 80 sindicatos estén dispuestos a caminar en esa línea, de lo contrario el estado de cosas inconstitucional persistirá y se incrementará, es decir, habrá mas hacinamiento en URI y estaciones, no habrá espacios para recluir nuevos delincuentes y la seguridad ciudadana seguirá siendo afectada por esta situación, como bien lo vio el Ministro de Defensa en el consejo de seguridad en el departamento de Antioquia.

Por: Hugo Acero Velásquez

 

Paz Total, seguridad y metas

Por: Hugo Acero Velásquez. 

En un país cuyo nombre no será mencionado,

 

se produce algo nunca visto: la muerte decide suspender su trabajo letal…

“Las intermitencias de la muerte” José Saramago.

El Encuentro Internacional de Conflicto y Crimen Organizado que la Fundación Ideas para Paz (FIP), la Fundación Konrad Adenauer (KAS) y la Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional (GITOC), el pasado 31 de enero y 1 de febrero de 2023, sirvió de escenario para escuchar al Presidente del Congreso Roy Barreras, al senador Ariel Ávila, al Fiscal General Francisco Barbosa y a distintos expertos nacionales e internacionales sobre uno de los temas centrales del Gobierno del presidente Gustavo Petro, como es el de la Paz Total.

Uno de los objetivos centrales de la Paz Total, a través de los diálogos de paz con el ELN y algunos grupos de las disidencias de las FARC, así como el sometimiento o “acogimiento” con distintas grupos criminales organizados, se orienta fundamentalmente a reducir las variadas manifestaciones de la violencia que se presentan en áreas urbanas y rurales del país, protagonizadas por estas organizaciones criminales, que afectan de manera grave la seguridad y bienestar de los ciudadanos, los derechos humanos, en particular el derecho a la vida, la integridad personal, la libertad de tránsito y el disfrute del patrimonio.

En concreto, se busca reducir el asesinato de líderes comunitarios y de DD HH, las masacres, los desplazamientos, los confinamientos, las amenazas, en general reducir los homicidios en el país y avanzar en el control Estatal de algunos territorios que gobiernan las distintas organizaciones criminales; una estrategia de reducción de la violencia y de la delincuencia focalizada, que hasta el día de hoy tiene un ejemplo para mostrar con el cese de enfrentamiento entre dos bandas en Buenaventura, los “Shotas” y los “Espartanos” con la reducción de los homicidios que venían creciendo en los últimos años en esa ciudad, se pasó de 113 casos en 2019 a 194 en 2021 y el año pasado bajó a 111 homicidios registrados.

Hay que anotar que hoy cerca del 70% de los homicidios dolosos corresponden al accionar de estructuras criminales, a través del sicariato y del asesinato de ciudadanos en medio de un hurto y otros actos delincuenciales. Con estas cifras resulta relevante los esfuerzos de la Paz Total, que deben ir acompañada de una contundente política de seguridad ciudadana que enfrente, en el marco del Estado de Derecho, a las organizaciones delincuenciales que persisten en su accionar criminal.

El derecho a la vida garantiza el disfrute de los demás derechos.

 El proyecto del Plan Nacional de Desarrollo “Colombia, potencia mundial de vida 2023, 2026” que presentó el Gobierno de Gustavo Petro al Congreso contiene dos metas que apuntan a reducir las muertes violentas en el país, los homicidios y las muertes en siniestros viales, una muy conservadora y la otra muy ambiciosa.

En el caso de los homicidios, en Colombia en 2022 se cometieron, según cifras del Ministerio de Defensa, 13.896 homicidios; en promedio se registraron 38 asesinatos diarios, que representó una tasa de 26,9 homicidios por cada 100.000 habitantes. Frente a esta tasa de violencia homicida el Gobierno actual propone en cuatro años reducirla a 24,4[1], es decir una reducción anual de 180 homicidios, como se puede ver en el siguiente cuadro:

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Una meta poco ambiciosa si se tiene en cuenta que el objetivo central de la Paz Total es reducir las distintas manifestaciones de violencia, que generan las organizaciones armadas y delincuenciales que operan en el país, en particular reducir los asesinatos de líderes, ciudadanos en general y de personas vinculadas a actividades delincuenciales.

Frente a la cifra de 38 homicidios diarios en promedio que se cometieron el año pasado, se podría poner una meta de reducir un homicidio diario en todo el país, lo que daría una reducción de 365 homicidios anuales y al final del periodo (2026) se tendría una tasa de 23 homicidios por cada 100.000 habitantes, y si fueran dos homicidios diarios, es decir que en el país no mataran en promedio 38 personas diarias, sino 36, al final del periodo, en 2026, se tendría una tasa de 20,4, como se puede ver en el siguiente cuadro:

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La apuesta y logro de una meta ambiciosa y posible por parte del Gobierno en este campo sería el resultado más importante de la Paz Total. Una meta de país donde el Presidente, con base en la Constitución y las leyes, puede comprometer a los gobernadores, alcaldes e instituciones de seguridad y justicia en su logro. Hay que anotar que la meta que se imponga el gobierno no es solo para que la asuma y la cumpla la Policía, debe ser una meta de todas las instituciones de seguridad y justicia, incluidos los alcaldes y gobernadores.

En lo que hace a la meta de reducción de fallecidos en siniestros viales, en el documento del Plan Nacional de Desarrollo, primero, hay que ajustar la línea base al año 2022, donde se produjeron 8301 fallecidos, y segundo, si se mantiene la meta de bajar esta cifra a 5.723 en 2026, como lo expone el Plan, se pasará de una tasa de 15,6 fallecidos en siniestros viales por cada 100.000 habitantes en 2022 a 10,6 en 2026, es decir que hay que reducir en 645 casos anuales durante los próximos cuatro años, como se puede ver en siguiente cuadro:

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Una meta muy ambiciosa si se tiene en cuenta que desde 2018 los fallecidos en siniestralidad vial no han dejado de crecer, salvo el año 2020 que por los aislamientos por el COVID se redujeron los riesgos de siniestralidad; se pasó de 6.754 fallecidos en siniestros viales en 2017 a 8301 en 2022, como se puede ver en la siguiente gráfica:

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[1] En el documento del Plan Nacional de Desarrollo “Colombia, potencia mundial de la vida 2022, 2026” maneja dos cifras distintas de la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, Una con las cifras de la Policía Nacional SIEDCO (13.442. ver Indicadores de primer nivel pág. 54) y la otra con las cifras que maneja el Ministerio de Defensa (13.896. Pág. 57), que incluye los “abatidos” en uso legítimo de la fuerza.

 

¿Qué implicaciones tiene un cese al fuego bilateral?: Análisis de Hugo Acero y John Marulanda

En entrevista para Confidencial Colombia el coronel en retiro y presidente de la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares de Colombia (Acore), John Marulanda, junto al analista político Hugo Acero analizan todo lo que implica un cese al fuego bilateral.

El presidente de Acore respondiendo a si puede haber un cese bilateral al solo encontrarse la intención de parte del gobierno, indicó que este en un imposible: “no podemos hablar de un cese al fuego bilateral, cuando son cinco los participantes de un lado, cuando el cese lo declara unilateralmente el gobierno, y cuando uno de los cinco dice que eso no ha sido discutido”.

 

Hugo Aceró, por su parte indicó que este ha sido la “costumbre” que ha tenido el gobierno en estos meses de gestión. Esta aseveración la hizo el analista por los anuncios que se hacen a través de las redes sociales” e indicó que considera que el ELN “no se siente cómodo con la vinculación que se le da con los otros grupos, “a pesar de que todos estos grupos han tenido alguna relación con temas de narcotráfico, allí existen organizaciones “puramente criminales y delincuenciales, sin ningún sentido ideológico. Como si lo tiene el ELN”, afirmó.

El coronel (R) y presidente de Acore, considera además que, aunque los militares y la Policía Nacional están subordinadas al poder que tiene el comandante supremo, que es el presidente de la república, esto no significa que el primer mandatario no deba consultar previamente los temas que tienen que ver con el orden público y la seguridad nacional.

El Dr. Hugo Acero, por su parte considera que es necesario definir una agenda más completa para comenzar a discutir en medio de un proceso de paz.

Reviva el diálogo:

 

Primeras damas y caballeros de la nación

Este articulo lo escribí en 2007 y no le voy a cambiar una sola coma porque creo que la gran mayoría de los gobiernos de Colombia, del pasado y presentes, tienen la costumbre troglodita de nombrar “primera dama”. Lo hacen los presidentes, los gobernadores, los alcaldes y algunos funcionarios públicos que ocupan cargos importantes; costumbre que se ve cuestionada cuando se elige una mujer para desempeñar tales funciones. En ese momento a nadie se le ocurre tener un despacho para el “primer caballero”.

Con la elección de alcaldesas y gobernadoras en Colombia, se pone en evidencia que con las votaciones democráticas los pueblos eligen presidentes, gobernadores y alcaldes y no a sus esposos, esposas, madres y demás familiares, quienes deberían continuar su vida laboral y profesional sin entrometerse en las funciones del Estado, a no ser que ya estuvieran cumpliendo tales tareas. Ahora, si a estos familiares se les nombra en cualquier cargo del Estado por sus conocimientos, los funcionarios elegidos podrían estar incurriendo en nepotismo.

 

En algunos casos, para defender estos “cargos” que cuentan con oficinas, funcionarios asignados, vehículos y demás recursos públicos, se argumenta que el trabajo que desarrollan estos familiares es ad-honoren y lo hacen por el bien público. La pregunta que hay que hacer es: ¿Por qué no lo hacían antes de la elección del funcionario?.

Suele suceder que a la “primera dama” se le asignan labores sociales, tareas que algunos, de manera errónea, consideran poco importantes y que no requiere de la dedicación especial del funcionario elegido. En este campo se cometen muchos errores. Es el caso de la asignación de responsabilidades a la “primera dama” en temas tan importantes y delicados como la atención de los problemas de familia, mujeres, niños, niñas, violencia intrafamiliar y maltrato infantil, sin que tenga conocimiento de esos temas y solo porque es mamá y por ser la esposa del funcionario (si no tienen esposa designan a la mamá o a una hija).

Por esta consuetudinaria y obsoleta costumbre nuestros Estados hoy no cuentan con una política pública en esta materia, la cual debería estar liderada por los presidentes o por los mandatarios locales, independientemente de que sean hombres o mujeres. Hay que tener en cuenta que la violencia al interior de los hogares es una de las causas más importantes de la violencia. Antes que la pobreza y el desempleo, lo que alimenta y mantiene la violencia es el maltrato infantil y la violencia intrafamiliar, como lo aseguran algunos expertos. Quien crece maltratado ejercerá violencia como adulto.

Por otro lado, este tipo de cargos entorpece el normal y racional funcionamiento del Estado, en la medida en que la “primera dama”, con conocimiento o sin el, se mete de manera indebida en funciones que le corresponden a algunas entidades que sí cuentan con funcionarios profesionales para desempeñarlas.

Desde todo punto de vista, este cargo no debería existir, la sola presencia de estos familiares desempeñando funciones de Estado y cerca al poder se presta para corrupción o para no hacer las cosas en el marco del ordenamiento legal. Son muchas las ocasiones en que las instituciones y los funcionarios profesionales han tenido que oír que hay que hacer esto o aquello porque la “primera dama” lo ordenó. ¿De cuándo acá ellas, o cualquier otro familiar del funcionario elegido, tienen poder legal o constitucional para dar órdenes a los funcionarios del Estado?.  Esos cargos ad-honoren son nada funcionales y le salen muy costosos al Estado y a la sociedad.

Si se continua con esta costumbre arcaica y por un momento las mujeres elegidas decidieran nombrar un “primer caballero”, ¿cuáles serian las funciones que este señor desempeñaría?. Se oyen propuestas”.

 

La vida está en juego en medio de una disputa política

Las diferencias en torno a la puesta en marcha de la Central Hidroeléctrica Ituango entre el alcalde de Medellín Daniel Quintero y el Director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), Javier Pava pasaron de lo técnico a lo político. Una discusión donde se confunden las responsabilidades estatales de estos dos servidores públicos, con los intereses personales.

Para el Director de la UNGRD, Javier Pava, con base en dos informes, la puesta en marcha de Hidroituango pone en riesgos a los habitantes aguas abajo de la presa. “El primer informe, del Servicio Geológico Colombiano, sostiene que se identificaron problemas de inestabilidad en la presa y dificultades de erosión en áreas subterráneas, y el segundo, de un experto, se refiere a lo que podría suceder por la inestabilidad del macizo rocoso, su colapso y la posible avenida torrencial que se daría sobre la presa” https://www.eltiempo.com/colombia/medellin/hidroituango-inicia-operacion-comercial-entre-advertencia-726032.

 

Frente a las declaraciones del director de la UNGRD, el Alcalde de Medellín, Daniel Quintero, señaló que los informes en los que se basan las advertencias de Pava no son sustentados en estudios, porque asegura que se demostró que el proyecto es estable, y aseguró “parecen más un ejercicio de represalia asociada al parecer a una relación política de Pava con la senadora Isabel Cristina Zuleta. Lamento que un proyecto tan importante quede metido en un tema político”.

A estos dos servidores públicos, representantes del Estado, uno nacional y otro municipal, se les olvidó que su principal obligación es garantizar la vida y bienestar de los ciudadanos. El director de la UNGRD, como representante del Presidente de la República en este tema, no solo debe advertir sobre los posibles riesgos -no es una ONG, es un representante del Estado-, sino que debe ordenar lo que sea necesario para proteger la vida de los ciudadanos. Su jefe, el presidente, es el máximo responsable de la seguridad de los ciudadanos y los alcaldes y gobernadores son subalternos del presidente en este tema. Al Gobierno Nacional le corresponde ordenar, no advertir, en una situación donde de por medio está en riesgo el derecho a la vida de los ciudadanos; derecho que debe garantizar el Presidente de la República

Si la evidencia es contundente, si las advertencias y estudios son serios, el director de la UNGRD, por orden del presidente, debe ordenar que se pare la puesta en funcionamiento de Hidroituango o como una medida preventiva debe reubicar definitivamente a los ciudadanos de la ribera del río, hasta donde crea que pueden ser afectados. Esto último, trabajando en conjunto con los alcaldes y el gobernador de Antioquia, quienes deben obedecer la orden del presidente.

De lo contrario, si pasa algo, el director y el presidente serán igualmente responsables, al igual que quienes hoy toman la decisión de poner en funcionamiento Hidroituango. Si no lo hacen, ni pasa nada, desde ya son responsable del miedo, zozobra y angustia en la que van a vivir por siempre las familias cerca al río, por las declaraciones públicas que han hecho hasta ahora.

Por favor doctor Pava y alcalde, asuman las responsabilidades constitucionales y legales en materia de seguridad y trabajen en equipo, es lo que les corresponde.

Los delincuentes no son el único problema

Cuando se trata la inseguridad ciudadana, inmediatamente se enumeran las problemáticas y los distintos grupos criminales que ejercen violencia y delincuencia, se identifican escenarios locales y territoriales donde con mayor frecuencia ocurren los hechos y las autoridades de seguridad y justicia proponen alternativas para enfrentar esos problemas y reducir los delitos.

Sin embargo, existen otros problemas que no permiten al Estado colombiano dar respuesta adecuada para garantizar la seguridad de los ciudadanos y no son propiamente los delincuentes, ni sus actos violentos, es la baja confianza que tienen los ciudadanos en las instituciones de seguridad y justicia, la descoordinación de esas instituciones, la ausencia de liderazgo presidencial y la falta de recursos para fortalecer las instituciones para enfrentar las organizaciones criminales, que sí tienen recursos, en muchos casos trabajan coordinados y gozan de cierto reconocimiento territorial y comunitario sustentado en acciones de intimidación violenta y terror.

 

  1. Percepción de inseguridad y desconfianza en las instituciones de seguridad y justicia.

Los ciudadanos sienten, cada vez más, que la inseguridad está empeorando, sin que las autoridades responsables del tema le pongan la atención debida a este indicador que no ha dejado de desmejorar.

De acuerdo con la última encuesta de Invamer del mes de octubre, solo el 7% de los ciudadanos consideró que la seguridad estaba mejorando. Esta situación comenzó a deteriorarse desde septiembre de 2010, en el último gobierno del presidente Álvaro Uribe, cuando se pasó de un promedio de 39% de los ciudadanos que consideraban que la seguridad estaba mejorando, a 17% durante los dos gobiernos del presidente Juan Manuel Santos y al 9% promedio, durante el gobierno del Presidente Iván Duque, como se puede ver en la siguiente gráfica:

rafica by Confidencial Colombia on Scribd

Esta percepción ciudadana de deterioro de la seguridad no es homogénea en las ciudades más importantes del país, de acuerdo con la Encuesta Pulso País del DANE de agosto de este año, Cartagena, Riohacha, Quibdó, Neiva, Valledupar, Barranquilla AM, Sincelejo, Bogotá, Ibagué, Villavicencio, Bucaramanga AM, Popayán y Pasto se ubican entre las ciudades donde más del 50% de los ciudadanos se sienten inseguros día y noche, como se puede ver en el siguiente cuadro:

grafica by Confidencial Colombia on Scribd

A esta sensación de inseguridad creciente, se agrega el deterioro de la confianza ciudadana en las instituciones de seguridad y justicia. Hoy la confianza ciudadana ha caído a los niveles más bajos de los últimos 20 años, de acuerdo con los resultados de la encuesta de Invamer Poll de octubre de 2022, siendo el año 2010 cuando se registraron los resultados más favorables:

  • Las Fuerzas Militares, que en todas las encuestas siempre tuvieron los niveles más altos de confianza entre los ciudadanos, pasó de 81% de los ciudadanos que tenían una opinión favorable en 2010 a 53% en julio de 2022.
  • La Policía Nacional cayó de 79% en 2010 a 40%.
  • La Fiscalía pasó del 59 % a 28%
  • El Sistema Judicial Colombiano, de 34% a 16%.
  • La Corte Constitucional de 57% de opinión favorable entre los ciudadanos a 34%.
  • La Corte Suprema de Justicia de 56% a 27%, como se puede ver en el siguiente cuadro:

Como se puede ver, las instituciones de seguridad y justicia han tenido un notable deterioro en su credibilidad y esto tiene una relación directa con la percepción de inseguridad del país por la falta de protección que sienten los ciudadanos.

Temor y desconfianza ciudadana que afectan de manera grave la gobernanza de la seguridad, que debe estar mediada por la colaboración y trabajo coordinado entre las instituciones del Estado y entre estas y la ciudadanía en general. Como bien lo plantea un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, Confianza, La clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe[1] “la confianza favorece la colaboración en tareas complejas dentro de los organismos públicos. Los funcionarios deben trabajar junto con sus colegas, los ciudadanos y los funcionarios públicos de otros organismos, para implementar los programas de gobierno”. “Cuando la confianza está ausente de estas interacciones, la sociedad y todos sus miembros sufren; la política es inestable, la calidad de las políticas públicas se deteriora, el crecimiento económico se desacelera, y la equidad social y el bienestar individual disminuyen”.

En materia de seguridad, la desconfianza en las instituciones en Colombia ha generado graves problemas, como la “justicia por mano propia, la seguridad paraestatal, el no pago de contribuciones e impuestos para fortalecer los servicios de seguridad y justicia y el aumento de la corrupción como una forma de relación de los ciudadanos con las instituciones.

2. Liderazgo y descoordinación interinstitucional.

n materia de gestión de la seguridad, a los últimos gobiernos les ha faltado el liderazgo requerido del presidente, así como la participación activa de los alcaldes y gobernadores, Hoy los consejos de seguridad nacionales y locales no se realizan de manera periódica, dejaron de ser escenarios de prevención, planeación y coordinación de las instituciones de seguridad y justicia; se reúnen de manera reactiva, después de ocurridos los hechos, cuando ya hay muy poco que hacer. Esto afecta de manera grave la seguridad de los ciudadanos en los territorios.

La relación de alcaldes y gobernadores, gobierno nacional y demás instituciones de seguridad y justicia, se realiza a través de las redes y en muchos casos no se da en los mejores términos, ni con ánimo de coordinar acciones para reducir los hechos de violencia y delincuencia. Las redes se están convirtiendo en la forma riesgosa de gobernar este tema delicado que requiere prudencia y en algunos casos reserva. Hoy, con cada tuit, más emotivo que racional, se hace más difícil la gestión y el trabajo en equipo.

La coordinación con las instituciones de seguridad y justicia es limitada, cuando no inexistente. Hay que anotar que, en materia de seguridad ciudadana, de manera directa, intervienen las siguientes instituciones, que desde la Presidencia pueden y deben ser coordinadas, los ministerios Defensa, Justicia, Interior, el Departamento Nacional de Planeación, el ICBF, Migración Colombia, la Unidad de Información y Análisis Financiero -UIAF- del Ministerio de Hacienda y los alcaldes (1103) y gobernadores (32) que tienen obligaciones constitucionales y legales en seguridad y convivencia ciudadana.

Se puede asegurar que las acciones estatales de seguridad y de justicia hoy se ejecutan sin mayor coordinación interinstitucional, afectando tareas que no deberían separarse en el diseño, ejecución y seguimiento de la política integral de seguridad, como es el caso de la prevención (incluye la atención de los riesgos y de las distintas poblaciones vulnerables, el cambio de comportamientos ciudadanos), la vigilancia, la disuasión, la detección de conductas delincuenciales y contrarias a la convivencia, la persecución, la detención, el juzgamiento, la sanción de los infractores y la resocialización.

3. Falta de recursos para ejecutar las políticas de seguridad y convivencia a nivel municipal.

Se puede asegurar que más del 90% de los municipios en Colombia no cuentan con recursos para financiar sus políticas de seguridad y convivencia ciudadana, lo que imposibilita, en gran medida, las soluciones de los problemas que en estas materias tienen. No se cuenta con recursos suficientes para apoyar y fortalecer la labor de la Policía, de la Fiscalía, los jueces, ni para desarrollar políticas locales de prevención, justicia cercana a los ciudadanos, a través de las inspecciones de policía, comisarías de familia y unidades de mediación, entre otros temas.

4. Qué hacer.

  • Primero es que el presidente Gustavo Petro asuma el liderazgo constitucional y legal que le corresponde en materia de manejo del orden público y de la seguridad ciudadana.
  • Segundo, que el Presidente convoque a todas las instituciones responsables o involucradas en estos temas a trabajar en equipo de manera permanente. Que el Consejo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, por lo menos, sesione una vez al mes como una instancia preventiva de coordinación de trabajo y de definición de acciones, para reducir los riesgos que afectan la seguridad de los ciudadanos y de los territorios. Que no sea una instancia reactiva, después de que suceden hechos lamentables, cuando ya no se puede hacer nada. A estos Consejos pueden ser invitados las otras ramas del poder público, garantizando la independencia de poderes, los ciudadanos y otras instancias del Estado.

De la misma manera hay que trabajar con todos los alcaldes y gobernadores, quienes también deben asumir el liderazgo que les corresponde en materia de seguridad y convivencia y trabajar en equipo con todas las instituciones de seguridad y justicia a través de los Consejos

  • Tercero, que, con el trabajo coordinado, liderado por el Presidente, con acciones oportunas, contundentes y con claros y públicos resultados en contra de todas las organizaciones criminales, las instituciones de seguridad y justicia comiencen a recuperar la confianza de los ciudadanos. La reducción de los indicadores de violencia y delincuencia, el trabajo con resultados y la difusión pública de los mismos, permiten recuperar la legitimidad y confianza ciudadana en las instituciones.
  • Cuarto, dado que los recursos que dispone la Ley de Orden Público, del 5% de obra pública contratada, son insuficientes para que más del 90% de los municipios puedan atender, como corresponde, los problemas de convivencia y seguridad ciudadana, es necesario que el Congreso de la República legisle sobre las “tasas y sobretasa de seguridad” para que puedan contar con recursos adicionales.

 

[1] Banco Interamericano de Desarrollo BID. 2022 https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/Confianza-La-clave-de-la-cohesion-social-y-el-crecimiento-en-America-Latina-y-el-Caribe.pdf

 

 

Militares en la seguridad pública

“Cuando era candidato, Andrés Manuel López Obrador criticaba el rol de los militares en la guerra contra el narcotráfico y prometía sacarlos de las calles de México, píero en el transcurrir de su gestión solo les ha dado más poder. En 2019 eliminó la Policía Federal y en su reemplazo creó la Guardia Nacional, a la que integró en un 80 por ciento por militares. Y en agosto pasado informó que el nuevo cuerpo dedicado a combatir el delito dejaría de estar bajo el mando civil y pasaría a la Secretaría de Defensa”. Este párrafo hace parte del acertado artículo “La creciente influencia militar en América Latina” que pública El Tiempo https://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/la-creciente-influencia-militar-en-america-latina-717392, que plantea cómo por conveniencia y necesidad se están utilizando las fuerzas militares en materia de seguridad pública.

Este aumento de la intervención de los militares en la seguridad pública, también se ha hecho evidente en otros países de la región, como bien lo expone el artículo, donde por diversos motivos se ha avanzado en esa línea; motivos que van desde el interés de algunos gobiernos que buscan el apoyo de los militares para mantenerse en el poder, hasta para enfrentar los grandes retos del crimen organizado trasnacional y nacional que en algunos casos superan la capacidad de las autoridades policiales.

 

En Colombia, si bien la Policía, por su capacidad y creciente profesionalismo, ha mantenido el liderazgo en materia de seguridad pública, no ha sido extraña tampoco la utilización de las Fuerzas Militares para atender problemas de seguridad pública; los problemas históricos de “orden público” han dado pie a la presencia y accionar de las FF.MM. en distintos territorios y ciudades del país.

Hoy, cuando solo queda un grupo armado con orientación política en su accionar en contra del Estado y algunos otros grupos delincuenciales con estructuras militarizadas y narcotizadas, cabe preguntarse, una vez más, ¿Cuál va a ser el papel de las Fuerzas Militares en materia de seguridad pública, especialmente en aquellos territorios donde la única presencia del Estado son las Fuerzas Militares y donde actúan distintos grupos de delincuencia organizada explotando las rentas criminales del narcotráfico, la minería ilegal y la explotación ilegal de los recursos naturales?

Son distintos territorios donde viven poblaciones campesinas, afros, indígenas, colonos, y donde la Policía tiene una limitada y casi nula presencia para enfrentar el crimen organizado que actúa en esos lugares y para desarrollar su labor de seguridad y convivencia ciudadana, cercana a las comunidades y las necesidades de los ciudadanas y ciudadanos colombianos presentes en esas zonas del país. No va a ser posible en corto tiempo aumentar y profesionalizar el pie de fuerza de Carabineros, de por si ya poco (ojalá, para aumentar el número de policías, especialmente Carabineros, no se caiga en el reclutamiento y desmejoramiento de la calidad de la formación de los policías como se hizo a comienzos de este siglo y que afectó de manera grave el profesionalismo y la disciplina interna de la institución).

Los retos de seguridad en esos territorios, especialmente rurales, son grandes, no se cuenta con suficientes policías y se tiene una fuerza militar que ya no enfrenta los grupos guerrilleros ni paramilitares que se conocieron a finales del siglo pasado y comienzos del presente y que está en esas zonas, donde la desconfianza entre las autoridades y los ciudadanos es mutua. Un reto grande de seguridad rural y donde las Fuerzas Militares pueden jugar un papel muy importante si se hacen los cambios adecuados.

Finalmente, hay que reconocer que garantizar la seguridad, la convivencia ciudadana y el desarrollo alternativo de esos territorios no es de responsabilidad exclusiva de las Fuerzas Armadas, se requiere una intervención integral e interinstitucional que involucra a todas las instituciones de seguridad, justicia y desarrollo social del orden nacional, municipal y departamental, con una alta participación y reconocimiento de las organizaciones sociales de las comunidades y ciudadanos asentados en esos territorios. Para esto también se requiere del liderazgo del Presidente y de la coordinación de un ministerio, que organice y ordene la intervención integral de las demás instituciones del gobierno y del Estado.

 

 

Condenados cambian cárcel por trabajo comunitario

El Consejo Superior de Política Criminal acaba de avalar un proyecto de ley del Ministerio de Justicia que busca que algunas personas que cometieron delitos, no paguen sus condenas en cárceles sino con medidas sustitutivas que consistirían «en el servicio no remunerado que ha de prestar la persona condenada en libertad a favor de las instituciones públicas, organizaciones sin ánimo de lucro y no gubernamentales» por ejemplo, en mejoramiento del espacio público, asistencia a víctimas y comunidades vulnerables, en actividades de carácter educativo, cultural, de educación vial, ambiental y otras similares”. Ver El Tiempo. https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/consejo-de-politica-criminal-avala-proyecto-de-justicia-restaurativa-714713

Según el proyecto de ley, “este servicio sería una opción adicional de sustitución de prisión para condenados que cumplan con ciertas características, como estar condenados a menos de seis años, que no sea por conductas contra de la libertad, integridad y formación sexual, entre otros requisitos”.

 

Un proyecto interesante que busca reducir el hacinamiento carcelario y medidas alternativas de resocialización y reparación del daño causado por el victimario. Sin embargo, traslada a otras instancias del Estado y organizaciones sin ánimo de lucro, especialmente alcaldías, la responsabilidad de acogerlos, entrenarlos, organizarlos y ponerlos a hacer algo útil en bien de la comunidad.

Por experiencia, en el pasado cuando en la Administración Distrital quisimos poner a trabajar personas sancionadas por incumplir las normas de convivencia, se requería de una buena cantidad de servidores públicos y recursos para que los sancionados cumplieran las tareas encomendadas y aún así, las desarrollaban de una manera muy regular.

Con esto no quiero decir que no se pueda sacar adelante este proyecto y ejecutarlo como se debe, sino que se requieren recursos adicionales que deben poner las alcaldías y “organizaciones sin ánimo de lucro” y en este sentido se debería socializar el proyecto con los alcaldes, gobernadores y ONG para saber cuáles serían los costos de esta iniciativa a nivel local y saber quién va a asumirlos.

Este proyecto iría en contravía de lo que hoy quieren algunos alcaldes que buscan que todos los delincuentes, incluidos por delitos menores, terminen en la cárcel, que sería el caso, ya que beneficia a condenados de menos de seis años y ahí entran muchos hurtos, como es el caso de celulares, autopartes, bienes residenciales y de comercio. De ahí la importancia de discutirlo con los alcaldes y gobernadores.

Cada proyecto de ley, como cada hijo nuevo, debería pasar por un análisis económico previo sobre la factibilidad de implementación y mantenimiento, de lo contrario se puede quedar en el papel y en las buenas intenciones, como ha sucedido con una buena cantidad de leyes que no se aplican.

En igual sentido estaría la propuesta de justicia restaurativa para adultos, propuesta que también comparto, pero que no basta con el acuerdo entre el victimario y la víctima ante un juez sobre como reparar el daño causado, es necesario contar con un proceso de intervención individual y familiar del infractor de la ley penal y de atención y sensibilización de la víctima, como actualmente se hace en el Programa de Justicia Juvenil Restaurativa en Bogotá. Programa que ha tenido muy buenos resultados, donde se destaca la reducción de la reincidencia al 7%, lo que no han logrado las medidas privativas de la libertad. Hay que anotar que este Programa, en los últimos cinco años, le ha costado al Distrito más de 25 mil millones de pesos.

Hay buenas iniciativas, también voluntad política, pero no son suficientes, hacen falta recursos o ¿será que el sistema carcelario y penitenciario le va a trasladar los recursos ahorrados de la gente que no va a atender a los municipios, para que estos puedan cumplir las medidas alternativas propuestas?

 

Seguridad ciudadana y crimen trasnacional en las Américas

A los tradicionales problemas que afectaban la seguridad de los ciudadanos en las Américas, como hurtos, lesiones personales, contrabando, homicidios y venta de droga en pequeñas cantidades, entre otros delitos, en las ultimas décadas se sumaron las actividades de grupos de delincuencia organizada y transnacional ligados al narcotráfico y algunas actividades criminales conexas como trata de personas, el comercio de armas, la extorsión, el secuestro y el sicariato que están afectando de manera grave la seguridad de los ciudadanos y de los territorios.

Se ha pasado de los países productores (Bolivia, Colombia y Perú) donde las mafias exportaban directamente droga a los EE.UU. y Europa, a países que sirven de tránsito (Centroamérica, Cono Sur, Ecuador, México, Venezuela Brasil y otros países de la región)[1] y que hoy ven cómo una parte de la droga que pasa por sus territorios se queda e incrementa el consumo interno y los problemas de violencia y delincuencia.

 

Este crimen organizado y trasnacional usa y transforma a los distintos grupos delincuenciales locales, como es el caso de las organizaciones dedicadas al contrabando y al tráfico de personas entre México y los EE.UU., las “maras” en Centroamérica, las pandillas, bandas  y guerrillas en Colombia, el Primer Comando Capital (PCC), los Amigos de los Amigos (ADA) y el Comando Rojo en Brasil, o los Ñetas y Latin King en Ecuador, entre otros, que se transforman en estructuras complejas que responden a las actividades del crimen organizado transnacional. Es decir, ya no se está ante de pequeños grupos delincuenciales que las policías locales podían controlar, sino ante estructuras que manejan territorios y negocios ilícitos y que en algunos casos son capaces de desafiar la autoridad de los Estados.

En medio de esta situación, las relaciones entre los Estados para enfrentar el crimen transnacional no avanzan como debieran. Al interior de los países, las instituciones de seguridad y justicia trabajan cada una por su lado y padecen de problemas de corrupción y baja confianza ciudadana. No existe coordinación entre los varios cuerpos policíacos, y no se trabaja en equipo con los ministerios públicos, los jueces, los gobernadores, alcaldes y prefectos.

Los cárceles, penitenciarías y centros de privación de libertad de menores y adolescentes en gran mayoría, además de obsoletas y hacinadas, son ruedas sueltas que no cumplen con su función de sanción, rehabilitación y de reinserción social de los infractores de la ley penal, quienes siguen delinquiendo y se “profesionalizan” en estos centros. En la mayoría de los países, las cárceles son controladas por los distintos grupos criminales y sus miembros detenidos siguen delinquiendo desde ahí.

En general, no se cuenta con los recursos suficientes para fortalecer a las autoridades de seguridad y justicia en materias fundamentales como la formación profesional de policías, jueces y guardias carcelarios y penitenciarios, y para proporcionar instalaciones adecuadas, medios de comunicaciones y movilidad a los cuerpos policíacos y de justicia.

  1. Qué hacer

Frente a esta situación tan compleja en donde se entremezclan el crimen transnacional con los problemas tradicionales de seguridad, es importante definir una serie de estrategias y posibles fuentes de financiación para enfrentar estos retos que ponen en entredicho la gobernabilidad democrática y la seguridad de los ciudadanos.

Los retos que tienen los países de las Américas en materia de seguridad son variados y requieren distintos niveles de intervención y de cooperación. Deben realizar alianzas de cooperación con los países del continente para enfrentar los problemas que generan las organizaciones del crimen organizado trasnacional en sus territorios y también definir estrategias internas para garantizar la seguridad y la convivencia de sus ciudadanos.

Es recomendable que en un diálogo continental se discutan los temas que se exponen a continuación, como parte de las políticas públicas que tienen que asumir los Estados en las Américas para mejorar la seguridad regional, de los Estados y de los ciudadanos.

  1. Lucha en contra de las grandes mafias

Es necesario que los Estados cooperen en la lucha en contra de las mafias transnacionales, que hoy se articulan en torno al negocio de las drogas con los grupos criminales que existen en cada uno de los países de la región y que tienen que ver con la producción, el tránsito, la distribución y el consumo. Reconociendo que, sin la cooperación y el concurso de los EE.UU., de Canadá y de los países europeos es muy difícil para los Estados latinoamericanos enfrentar a estas mafias, es importante que la visión, la estrategia y la financiación sea compartida.

En primer lugar, se debe incluir una estrategia conjunta para combatir las otras mafias que están íntimamente relacionadas con el tráfico de las drogas, como es el caso del comercio ilegal de armas. Éste es un tema donde los EE.UU. pueden jugar un papel fundamental ya que producen y comercializan armas en su territorio que a menudo terminan abasteciendo a los grupos criminales en los países latinoamericanos, a veces proveyendo armamentos sofisticados que ni siquiera tienen las policías y los organismos de justicia de estos países.

En segundo lugar, la discusión también debe incluir el problema del consumo de las drogas, teniendo en cuenta que éste no cesa de crecer en la región y que además de constituirse en un problema de salud pública, afecta de manera grave la seguridad de los ciudadanos. En esta línea, más temprano que tarde, los países de las Américas van que tener que ahondar en las propuestas de 2009 de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, que se pueden resumir en: descriminalizar la tenencia y consumo de la marihuana, dar un tratamiento de salud pública al consumo, focalizar las estrategias de represión contra el crimen organizado trasnacional y reducir el consumo con campañas innovadoras de información y prevención.

  1. Combatir las cadenas locales que alimenta a las grandes mafias

Es necesario que la estrategia en contra del narcotráfico y de su reproducción vaya más allá de la persecución de los capos y se dirija hacia los mandos medios, hasta ahora desconocidos, y también hacia la atención de jóvenes, niños y niñas de sectores populares que hoy los están siendo o están en riesgo de ser involucrados e instrumentalizados por el crimen organizado. En este sentido se debe diseñar una estrategia con tres campos de acción.

El primero tiene que ver con el fortalecimiento de la inteligencia y de la investigación criminal de los países, donde trabajen en equipo las policías, el ministerio público (Fiscalía) y los jueces, orientado a atacar las finanzas y la identificación, persecución y detención de mandos altos y medios de las organizaciones criminales, para que los procesos de recambio en las direcciones de estos grupos, tan pronto caen las cabezas, sean difíciles, o más bien para que se logren procesos reales de desarticulación.

El segundo está orientado a facilitar la salida y reinserción social de los miembros de los grupos criminales que quieran hacerlo y estén dispuestos a apoyar a las autoridades.

El tercero tiene que ver con el desarrollo de programas de convivencia y de desarrollo social y territorial para evitar que niños, niñas y jóvenes se vinculen a actividades delincuenciales.

  1. Seguridad y convivencia ciudadana.

Los ciudadanos de la mayoría de los países de las Américas han visto crecer los problemas asociados a los grupos del crimen organizado, y hoy la violencia cotidiana afecta de manera grave la calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos de los centros urbanos.

Frente a esta situación los Estados nacionales deben elaborar planes integrales de convivencia y seguridad ciudadana que apunten a: la reducción de los riesgos (armas, drogas, alcohol), la atención a grupos vulnerables (jóvenes en riesgo, desplazados por la violencia, migrantes, indigentes, etc), la prevención y atención de la violencia de género, la resolución pacífica de los conflictos (interpersonales, familiares y comunitarios), el fortalecimiento de las instituciones de seguridad, justicia, inteligencia e investigación criminal y de las instituciones de privación de la libertad. Los planes nacionales integrales deben ser ejecutados en los departamentos, estados y municipios, con la participación de los alcaldes, prefectos y gobernadores, de acuerdo con las problemáticas particulares.

Para avanzar en esta línea, es importante profundizar y multiplicar las acciones que algunos organismos multilaterales y de cooperación han venido ejecutando en algunos países de Latinoamérica. Además de estas acciones es necesario que los recursos de los organismos de cooperación y de los bancos multilaterales se orienten a financiar el fortalecimiento de los equipamientos de los organismos de seguridad y justicia en términos de profesionalización del recurso humano, instalaciones (policiales, de justicia, cárceles y centros de privación de la libertad), comunicaciones (centrales y equipos de comunicación personal) y movilidad (carros, motos, bicicletas).

De esta manera, las políticas integrales que se pretende desarrollar en cada uno de los países de las Américas, contarían con programas y proyectos, preventivos y de control y sanción de los delitos, financiados y adecuados a los antiguos y nuevos problemas que impone a los Estados el crimen común y el crimen organizado transnacional, que llegó con la intención de lucrarse y quedarse.

[1] Los grandes carteles de la droga de Colombia y Perú, en su lógica de comercialización se expandieron hacia los países vecinos con dos objetivos. El primero, orientado a evadir los procesos de interdicción área de los envíos de cocaína a los EE. UU, que fueron fortalecidos desde finales de los noventa por ese país, con buenos resultados, lo que hizo que los narcotraficantes buscaran otras rutas más seguras, especialmente hacía los mercados de EE UU y Europa, encontrándolas en los puertos de los países vecinos, como Venezuela, Ecuador, Brasil, Chile, Argentina, los países centroamericanos y México.

El segundo objetivo de los grandes carteles de la droga, ha sido el abastecer y dinamizar los mercados locales de consumo de drogas e los países de la región, mercados que han resultado tan importantes como el norteamericano y europeo y desde hace algunos años se dedicaron a abastecerlos con toneladas de droga, que en algunos casos dejan en los países como parte de pago a las organizaciones criminales locales que les garantizan el paso de grandes cantidades de droga por sus territorios hacia mercados del norte y de Europa.

 

Paz Total sí, pero con Seguridad Total

Los esfuerzos del Gobierno Nacional para lograr la Paz Total, que busca disminuir los hechos de violencia y delincuencia que afectan la vida, integridad y bienestar de todos los colombianos, en especial de quienes viven y sufren el accionar violento de los frentes del ELN, de las disidencias y demás bandas delincuenciales organizadas que se disputan las rentas del narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión, la trata de personas, el contrabando, etc, deben complementarse con una estrategia de Seguridad Total.

El Estado colombiano tiene la institucionalidad para adelantar el proceso de paz que propone el gobierno, como también para garantizar la seguridad y bienestar de todos los ciudadanos a través de la disuasión, la prevención y del uso legítimo de la fuerza. “Zanahoria y garrote” que deben complementarse para lograr la paz anhelada y la seguridad requerida en este momento.

 

Es necesaria esta complementariedad de paz y seguridad si se tiene en cuenta las características de cada uno de los grupos con los que se pretende abrir diálogos o procesos de sometimiento o acogimiento. Para comenzar, no todos van a estar en la Paz Total, algunos seguirán con sus acciones y negocios ilegales, otros se comprometerán e intentaran sacar los mayores beneficios y a unos más les servirán los “ceses de hostilidades” para fortalecer su accionar criminal y para expandir su control hacia los territorios y comunidades que dejen los grupos que se desmovilicen o sometan.

En este escenario, las acciones legítimas y contundentes de seguridad y justicia de las FF.MM, la Policía y de la Fiscalía, en contra de todas las organizaciones delincuenciales, tienen todo el sentido para presionar al mayor número posible de organizaciones y miembros a buscar una salida negociada o de sometimiento o acogimiento.

Sería un grave error limitar el accionar de las instituciones de seguridad y justicia en medio del incremento de la violencia y la delincuencia generada por las organizaciones criminales, así como dejar estas instituciones por fuera de los procesos que se inicien en el marco de la Paz Total, que no avanzará, como se espera, con solo ofrecimientos de parte del gobierno y sin acciones contundentes de uso legítimo de la fuerza frente a las acciones delincuenciales de estos grupos.

Con el ELN los diálogos seguramente arrancarán con el acuerdo firmado en 2017, donde este grupo se comprometió con “el silenciamiento de fusiles, no más secuestros, no voladuras de oleoductos, no siembra de minas antipersonales y no enrolamiento de menores de 15 años”. Por parte del Gobierno los compromisos fueron “mejorar la seguridad los líderes comunitarios y condiciones carcelarias de los militantes del ELN reclusos, despenalizar la movilización y la protesta, aplicar amnistías e indultos y organizar las audiencias para las conversaciones con la sociedad civil”.

Lo más seguro es que algunos frentes del ELN, con su poder y autonomía económica y política lograda en los últimos años, no compartirán iniciar con lo acordado en 2017 y querrán replantear los puntos de ese acuerdo, casi que comenzar de cero con algunos nuevos negociadores, otros estarán ahí, no tan comprometidos con los diálogos esperando a ver qué pasa y seguramente sin abandonar las actividades económicas en torno a las rentas criminales, que es a lo que hoy están dedicados.

Con algunas disidencias, los diálogos comenzarán desde cero, no serán un “otrosí” de los Diálogos de la Habana y con los demás grupos de delincuencia organizada hay que esperar los beneficios que se otorguen tras la reforma de la ley de orden público, que debe contar con la participación y trabajo decido de la Fiscalía, que tendrá que liderar los procesos de sometimiento o acogimiento.

Tanto para Paz Total, como para garantizar la seguridad de los ciudadanos y territorios, es necesario que se haga una caracterización actualizada de todas las organizaciones con las que se va a negociar o se va a ofrecer sometimiento o acogimiento.

Hay que reconocer que hoy ya no se esta ante las organizaciones guerrilleras que se conocían antes de los acuerdos con las FARC en 2016, solo queda el ELN que, en su intención por controlar los territorios y en particular las rentas criminales que dejó ese grupo, entro en un proceso de alta criminalización, dejando de lado la revolución y la toma de poder. Tampoco se esta ante grupos de autodefensas o paramilitares como se conocieron a finales de siglo y comienzos de este. Lo que hay son narcotraficantes puros y una gran cantidad de organizaciones criminales dedicadas a explotar de manera violenta las distintas rentas criminales a nivel rural y urbano. Con esta caracterización va a ser más fácil lograr los objetivos que se ha propuesto el actual gobierno en el tema de Paz Total, y en materia de seguridad ayuda a definir los objetivos, que todavía no son tan claros.

Por otro lado, hay que definir de manera clara como se van a gestionar y coordinar estos estos dos temas. Hasta ahora, son varias las instituciones gubernamentales y parlamentarias que hablan, opinan y hasta dan ordenes en torno a las problemáticas de paz, orden público y seguridad. Se requieren dos cabezas claramente definidas que coordinen a más de 20 instituciones estatales que tienen que ver con estos temas, sin incluir a todos los alcaldes y gobernadores, que en los territorios tienen responsabilidades constitucionales y legales. Todo esto bajo el liderazgo del presidente de la República.

Finalmente, hay que recalcar que la participación y accionar, en el marco del Estado de derecho, de las FF.MM, la Policía y la Fiscalía, son fundamentales para obtener mayores logros en materia de paz y para recuperar y garantizar la seguridad y bienestar de todos los colombianos.

Crece el sicariato en Colombia. ¿Qué hacer?

De acuerdo con el informe de Futuros Urbanos “Panorama del sicariato 2021-2022” “Entre 2017 y 2021 el homicidio por sicariato se duplicó, al pasar de 4.080 a 8.161 casos respectivamente” y en lo que va de 2022 ya se registran 5.072 casos, que representan el 61% del total de los homicidios ocurridos en el país.

Este informe confirma que la mayoría de los homicidios en Colombia se deben a la violencia estructural, ejecutada por delincuentes, y no a problemas de convivencia, como siguen creyendo algunas autoridades. De acuerdo con las cifras presentadas en el estudio de Futuros Urbanos, si se suman los homicidios por sicariato y hurtos registrados entre 2017 y 2021, se tiene que el país pasó del 67,2% de los homicidios por violencia delincuencial en 2017 a 79,7% en 2021.

 

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Frente al incremento de los homicidios y en especial de la violencia estructural, además de contar con un plan para identificar, perseguir y desarticular las estructuras criminales que están actuando en el país, es necesario contar con un plan antihomicidios que apunte a:

  1. Aumentar el nivel de esclarecimiento de los homicidios, que está en el 40%, es decir apenas se conoce a 4 de cada 10 homicidas. Para esto se requiere incrementar de manera sustancial el número de investigadores judiciales de la Policía y de la Fiscalía, así como de fiscales especializados en este delito.
  2. Identificar, perseguir, detener y judicializar a los sicarios y demás asesinos. En el caso del sicariato, algunos de los asesinos son responsables de múltiples casos, sin que hasta ahora hayan sido detenidos y judicializados.
  3. Trabajar de manera cercana y permanente con las comunidades afectadas. En los barrios no existe impunidad los vecinos saben quién mata, roba y comete otros delitos, y no denuncian por miedo a la retaliación de los delincuentes y porque no tienen confianza en las autoridades. En este campo debe darse una intervención integral del Estado en los territorios donde se concentra la violencia y la delincuencia, donde además de los organismos de seguridad y justicia, participen instituciones de desarrollo social.
  4. Combatir el comercio ilegal de armas de fuego y ejercer control y decomisar armas ilegales y legales que portan los ciudadanos en los ciudades y territorios.
  5. Fortalecer el sistema carcelario y penitenciario. El hacinamiento, el control delincuencial de las cárceles y la reproducción de la violencia y la delincuencia que se genera en estos establecimientos no se arregla solo con justicia restaurativa. Hay que acabar con la corrupción e ineficiencia del Inpec y la Uspec y mejorar las condiciones generales de reclusión en el país. Hoy, más del 60% de los establecimientos carcelarios no son adecuados y en la gran mayoría se violan los DD. HH.
  6. Ejecutar acciones contundentes en contra de las estructuras criminales organizadas de uso legitimo de la fuerza, en el marco del Estado de derecho.
  7. Frente a los homicidios y violencia por problemas de convivencia, hay que fortalecer y crear más organizaciones comunitarias, crear capital social, promover y capacitar a los ciudadanos en mecanismos alternativos de solución de conflictos y contar con programa de justicia cercana a los ciudadanos.

¿Qué hacer con el INPEC?

El Sistema Carcelario y Penitenciario en Colombia, desde su creación, no ha funcionado como salvaguarda de la sociedad de las personas que han infringido la ley penal y puesto en peligro la vida, integridad o propiedad de los ciudadanos y menos, ha sido el espacio donde se llevan a cabo procesos de readaptación o resocialización de los sujetos que han quebrantado la ley penal.

Permanece la vieja idea que “las cárceles son universidades del delito”. Pero son las condiciones precarias y de poca atención por parte del Estado y de la sociedad, las que han hecho que las cárceles no cumplan hasta ahora con su función.

 

Desde 1914, cuando se expide la Ley 35 de 1914, que creó la Dirección General de Prisiones, el problema carcelario era evidente. Las condiciones de seguridad, vigilancia y de salubridad no eran aptas para que los internos, época en la cual los delincuentes eran recluidos a nivel municipal en casas viejas, inadecuadas y sin servicios públicos y a nivel nacional solo funcionaba el Panóptico (Penitenciaría de Cundinamarca, hoy Museo Nacional), proyecto de Tomás Cipriano de Mosquera (1847) que se comenzó a construir en 1874 e inició operaciones en 1876 con 207 celdas[1]. A comienzos del siglo XX este establecimiento ya reportaba un hacinamiento por encima del 300%.

Esta situación, hasta hoy, no ha sido solucionada, como lo exponen los siguientes documentos[2]:

  • En 1958 Germán Zea Hernández, en su informe ante el Congreso habló “de presos enfermos, sin adecuados tratamientos médicos; hacinados en locales…; con tuberculosis avanzada, en estado de contagio, y sin lugares para su aislamiento y curación… y en la más deprimente ociosidad. Gobernantes anteriores habían comenzado unas construcciones carcelarias en diversos sitios del país que se habían interrumpido por falta de recursos… equipos para construcción de calzado, algunos de los cuales estaban inactivos. La venalidad y la corrupción en la dirección de los establecimientos había arruinado la industria carcelaria, y así las deudas de las penitenciarías al comercio de Bogotá y de otras ciudades del país ascienden a cientos de miles de pesos. La inseguridad en las cárceles, ya por las deplorables condiciones de las edificaciones respectivas; por la ínfima paga de los guardianes; por el escaso número de estos; por la falta de armas para la vigilancia, e incluso por la tolerancia dolosa de los Directores Alcaides, todo ello facilitaba la evasión permanente de los reclusos”.
  • En 1998, después de seis años de creación del INPEC (1992) que iba a solucionar los graves problemas del sistema carcelario y penitenciario, el Plan Nacional de Desarrollo del presidente Andrés Pastrana exponía que “El Sistema Penitenciario y Carcelario experimenta una crisis en todos sus componentes: deprimente cotidianidad de la población reclusa, restricciones en la prestación de los servicios básicos, mínimos programas en atención integral de internos y condiciones que vulneran la dignidad tanto del personal de reclusos como del personal que administra, vigila y orienta los servicios penitenciarios y carcelarios. Y agregaba que “El hacinamiento se ha constituido en la fuente primaria de la problemática penitenciaria, se mantienen los críticos aspectos de carencia de espacio vital, el ocio, mezcla indiscriminada de sindicados y condenados, de internos de muy diferente procedencia y diversos grados de peligrosidad, todo lo cual ha convertido la vida diaria en un caos”.
  • En ese mismo año (1998) tras una serie de acciones de tutela, la Corte Constitucional declaró el “estado de cosas inconstitucional” en las prisiones, manifestando que: “Las cárceles colombianas se caracterizan por el hacinamiento, las graves deficiencias en materia de servicios públicos y asistenciales, el imperio de la violencia, la extorsión y la corrupción, y la carencia de oportunidades y medios para la resocialización de los reclusos. Esta situación se ajusta plenamente a la definición del estado de cosas inconstitucional. Y de allí se deduce una flagrante violación de un abanico de derechos fundamentales de los internos en los centros penitenciarios colombianos, tales como la dignidad, la vida e integridad personal, los derechos a la familia, a la salud, al trabajo y a la presunción de inocencia, etc…”. La Corte consideró que estas condiciones eran “motivo de vergüenza para un Estado que proclama su respeto por los derechos de las personas y su compromiso con los marginados”[3].
  • En 2011, la Oficina Asesora de Planeación del INPEC en el diagnóstico sobre la visión interna de los problemas[4], determinó que el sistema penitenciario y carcelario presentaba: deficiencias en el mantenimiento, mejoramiento y conservación de los centros de reclusión. Sobrecupo, deficiencias en el trato al ciudadano y el respeto al DDHH por parte del cuerpo de guardia. insuficientes cuadros de mando dentro del cuerpo de custodia y vigilancia, graves problemas de corrupción, deficiencias en la asignación y clasificación de patios y celdas, no existen condiciones mínimas de resocialización. falta de espacios físicos para la resocialización, debilidad en el seguimiento al tratamiento penitenciario para post penados, ausencia de competencia en los proyectos productivos y actividades laborales para los internos y falta de seguimiento, debilidad en el seguimiento al tratamiento penitenciario para post penados, fallas graves en educación y deficiente atención médica a la población de reclusos.

Con base en este diagnóstico, se tomó la decisión de que el INPEC solo se dedicaría a garantizar las medidas de seguridad, reclusión y resocialización de los internos e internas y se creó la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios USPEC, quedó con las funciones de“…gestionar y operar el suministro de bienes y la prestación de los servicios, la infraestructura y brindar el apoyo logístico y administrativo requeridos para el adecuado funcionamiento de los servicios penitenciarios y carcelarios a cargo del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario – INPEC[5]. Todo esto para modernizar, profesionalizar y depurar el Sistema.

Hoy, once años después, la situación del Sistema no ha cambiado, más bien se ha complicado, con un INPEC que tiene 82 sindicatos que hacen ingobernable esa institución y una USPEC con graves problemas de corrupción e ineficiencia.

Qué hacer con el INPEC

Como se puede ver, solucionar este grave problema que afecta de manera grave la aplicación adecuada y estricta de la justicia en el marco del Estado de derecho, respetando los DD HH, no pasa por pequeñas reformas administrativas o por aumentar el personal administrativo y de guardia del INPEC, hay que planear y ejecutar un cambio total de las estructuras que hasta ahora no han gobernado el Sistema Carcelario y Penitenciario.

En 2011 el propio INPEC formuló varias alternativas de solución[6]:

  • Primera, se suprime y liquida el INPEC y se crea una Unidad Administrativa Especial adscrita al Ministerio de Defensa con personería jurídica y autonomía administrativa y patrimonial.
  • Segunda, se suprime y liquida el INPEC y se crea una nueva dependencia interna en la estructura orgánica de la Policía Nacional, sin personería jurídica y con autonomía administrativa y financiera.
  • Tercera, la Policía Nacional asume las funciones de custodia, vigilancia y seguridad de las cárceles, independizándolas del proceso misional que implica la operación y ejecución de la política resocializadora del sistema carcelario y penitenciario, que lo ejecutaría el INPEC.
  • Cuarta, Reasignación de las funciones del INPEC a una nueva dependencia interna en la estructura del Ministerio de Justicia y del Derecho sin personería jurídica y con autonomía administrativa y financiera, para formulación de política, dirección y ejecución de la política criminal y penitenciaria.

Finalmente se tomó la decisión de darle las funciones de seguridad, reclusión y resocialización de los internos e internas al INPEC y se creó la USPEC, como se expuso anteriormente.

Hoy, de todas estas propuestas, no se puede trasladar el INPEC, ni parte de sus funciones, a la Policía Nacional, porque esta institución no debe perseguir, detener y además cuidar a los detenidos, se podría crear un círculo no perverso de corrupción e ineficiencia en las labores de seguridad y justicia por la cercanía entre “policías y ladrones”, como hoy sucede en algunos países centroamericanos donde la institución policial tiene la función de cuidar los presidios.

Ya se aprobó la idea de separar el INPEC y la USPEC y no ha funcionado, ahora solo queda la propuesta de crear una Unidad Administrativa Especial adscrita al Ministerio de Defensa con personería jurídica y autonomía administrativa y patrimonial. Esto hace que los empleados de esta Unidad tengan los mismos regímenes laborales que tienen los funcionarios de las entidades adscritas a este Ministerio, lo que limita la proliferación de sindicatos que hoy no dejan funcionar el INPEC.

También se puede trasladar al nuevo Ministerio de Paz y Convivencia que propone el presidente electo Gustavo Petro, donde compartiría con la Policía y otras instituciones de seguridad, convivencia y emergencias.

En esta línea, habría que contar con una nueva guardia carcelaria y penitenciaria, la cual podría salir de los mejores funcionarios del INPEC, previamente evaluados y seleccionados, de personal que se han retirado de manera voluntaria de los organismos de seguridad y justicia y personal de empresas de vigilancia y seguridad privada, previamente formados y capacitados para este fin, desde luego todos bien pagos, como lo establece la Ley 2197 del 25 de enero de 2022, Ley de Seguridad Ciudadana.

Este proceso puede ser gradual, con nuevas cárceles o con un grupo grande de ellas y desde luego el Estado tendría que asignar los recursos para este profundo cambio y para la reconversión laboral de los exguardianes y administrativos del INPEC que no sean reenganchados.

Otras acciones para solucionar el problema carcelario.

A finales de 2015 la Corte Constitucional mantuvo la declaración del «estado de cosas inconstitucional en las prisiones de Colombia» que había hecho mediante su Sentencia T 153 de 1998 debido a la violación de derechos humanos en estos establecimientos e hizo las siguientes recomendaciones que ayudarían a reducir el hacinamiento y a colocar la privación de la libertad donde corresponde en un Estado de derecho:

  • Derecho penal como última medida. “Implica que todas las entidades estatales involucradas desarrollen políticas serias de prevención de la delincuencia y la criminalidad. Para enfrentar el populismo punitivo, las instituciones encargadas de diseñar la política criminal deben entender que el delito no se puede combatir exclusivamente con el incremento de las penas”. Hoy Colombia no cuenta con una política criminal y menos con una política de prevención del delito.
  • Penas alternativas.“Ampliar y potenciar el uso de penas alternativas a la privación de la libertad, no solo para disminuir el hacinamiento, sino porque también impactan en (sic) la reducción de la reincidencia”. No basta con prever penas alternativas. Se necesita un cambio cultural de los jueces, así como dotarlos de elementos para que puedan hacerlas cumplir. Por ejemplo, en el Sistema de Responsabilidad Penal de Adolescentes (SRPA) muy pocos jueces condenan a penas alternativas porque son ellos mismos quienes habrían de hacer el seguimiento y control de los adolescentes. Entonces prefieren privarlos de la libertad en los Centros de Atención Especializada del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
  • Enfocarse en la resocialización. “La política criminal del país perdió de vista el fin resocializador, en tanto el sistema previsto para su ejecución está en una profunda crisis humanitaria. Se deben reestructurar los modelos de trabajo, estudio y enseñanza para que la cárcel no sea la universidad del delito”. En este caso no basta con “reestructurar los modelos”, como dice la Corte, porque primero habría que lograr condiciones adecuadas en materias de infraestructura, espacios, disciplina, seguridad y personal profesional calificado.
  • Medida de aseguramiento excepcional.“La detención preventiva debe recuperar su carácter excepcional. Aunque hay avances normativos (Ley de racionalización de las penas), en Colombia esta medida se ha convertido en herramienta de investigación o de sanción anticipada, afectando la presunción de inocencia”.

Todo este proceso debe inscribirse en el marco una política criminal que

  • Fortalezca el capital social con la construcción de la cultura de paz, la cultura ciudadana y la organización y participación ciudadana y comunitaria en temas de seguridad ciudadana y justicia.
  • Ejecute programas que prevengan la violencia y la delincuencia juvenil, disminuyan los riesgos por armas, consumo de drogas y alcohol y disuadan la comisión de contravenciones y delitos con la presencia y accionar de las autoridades.
  • Promueva los mecanismos alternativos de solución de conflictos interpersonales y comunitarios, a través de las inspecciones de policía, las unidades de mediación y conciliación, de los centros de convivencia y las casas de justicia y que difunda a nivel social los mecanismos alternativos de solución de conflictos.
  • Atienda la violencia al interior de los hogares y de género, a través de las comisarías de familia y de las demás instituciones de seguridad y justicia.
  • Fortalezca las instituciones de justicia para la aplicación estricta de la ley y para que propongan leyes acordes a las necesidades.
  • Fortalezca los sistemas de privación de la libertad y de sanción a adultos y de adolescentes que infringen la ley penal y que el sistema penitenciario y carcelario cumpla con su tarea de resocialización e inserción social de los detenidos.

Si se quiere solucionar en gran parte los problemas de la justicia, estas son algunas de las salidas. El nuevo gobierno tiene la palabra.

[1]192 años de horror y arte: cárcel que se convirtió en museo. https://www.civico.com/bogota/noticias/192-anos-de-historias-de-terror-en-el-museo-nacional

[2]INPEC “100 años construyendo el sistema carcelario y penitenciario en Colombia” 2014. http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/Inpec/Institucion/ResenaHistorica/Rese%F1a%20Hist%F3rica/RESE%D1A%20HISTORICA%20DOCUMENTAL%20100%20A%D1OS%20%20PRISIONES%20(1).pdf

[3] Sentencia T-535 del 30 de septiembre de 1998. http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1998/t-535-98.htm

[4]INPEC. Oficina Asesora de Planeación. Diagnóstico sobre la visión interna de los problemas. 2011.

[5]Ver Decreto 4150 de 2011. Creación de la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios. http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=44682

[6]INPEC. Oficina Asesora de Planeación. Diagnóstico sobre la visión interna de los problemas. 2011.