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Etiqueta: Jaime Polanco

La necesaria transformación de las Fuerzas Armadas (Parte 2)

Hasta la fecha, diferentes planes de guerra han caracterizado el trabajo de los Estados Mayores de los Ejércitos. Casi siempre con el objetivo único de acabar con los grupos guerrilleros que existían en el país y otros grupos que habían escogido otras vías mas fáciles y lucrativas para sobrevivir.

 

Esos colombianos que viven en y de la ilegalidad, se han ido adaptando para desarrollar otro tipo de negocios sucios, quizás no tan lucrativos como los grandes cárteles, pero con menos visibilidad, presión del Estado y la opinión pública.

Actividades de enorme lucro ilícito que se hacen posibles por la falta de presencia estatal en grandes zonas del país, especialmente en las fronteras que permiten impunemente pasar de un lado al otro con cierta “facilidad”. Negocios vinculados con el contrabando de madera, animales, gasolina, peces, negocios relacionados a la extracción de oro, extorsión de empresarios y agroindustrias, por no mencionar el narcotráfico, que está ya muy estudiado y perseguido por Ejército y Policía diariamente.

En pequeños caseríos organizados con modos de vida al viejo estilo mafioso se albergan esos grupos armados o bandas criminales dedicadas a cualquier “torcido” que pague una buena suma de dinero. Son organizaciones que sirven para cualquier causa enteramente al margen de la Ley.

Por todos estos aspectos, las Fuerzas Militares tienen unos retos muy desafiantes en el futuro:

1.- La necesaria creación de mayores y mejores fuerzas en las fronteras, especialmente en los ríos colombianos, dotando a la Infantería de Marina de mejor armamento y mayor tecnología en sus embarcaciones de superficie.

2.- La potenciación de unidades exclusivamente dedicadas a la minería ilegal, así como la prevención de delitos ecológicos en páramos y ríos.

3.- La creación de una Unidad de Extinción de Incendios con aviones y helicópteros diseñados para tal fin, difuminados por todo el territorio nacional.

4.- El desarrollo de una unidad para atender catástrofes naturales con capacidad de intervención inmediata y especializada en este tipo de acciones.

5.- Desarrollar la unidad de ingenieros y dotarla de más autonomía para poder cumplir labores sociales allá donde el Estado no llega con sus recursos recurrentes.

6.- Dotar a la Fuerzas Aéreas de aeronaves de reconocimiento más sofisticadas, con capacidad de vuelos de largo alcance para dar soporte a la fuerzas del Ejército en sus operaciones especiales. Así como modernizar y ampliar la cobertura de la red de radares que permita una mayor captación de naves ilegales que cruzan el país o salen de aeródromos fronterizos con destino al norte del continente.

7.- Dotar al Ejército y a la Policía de recursos que permitan tener tecnología e información de última generación, para ayudar en la prevención de los delitos de grupos criminales.

8.- Desarrollar el plan estratégico de la Armada con el fin de mejorar sus capacidades lo antes posible, para un mejor patrullaje e interdicción en las aguas bajo jurisdicción colombiana.

9.- Crear una unidad de intervención en conflictos internacionales que ayude a las Naciones Unidas a cumplir sus misiones de paz y labores humanitarias.

10.- Crecer la unidad de desminado, capaz de actuar en el menor tiempo posible limpiando el suelo colombiano, dando prioridad en zonas de intervención para erradicar cultivos ilícitos, zonas de conflicto y, por supuesto, con el objetivo prioritario de devolver la normalidad a los pueblos y veredas de todo el país.

También debería ser una prioridad el desarrollo de una industria militar más sofisticada y tecnológicamente al día. Con capacidad de hacer alianzas con el sector privado y así ir reduciendo su dependencia del sector estatal. Sofisticar la enseñanza militar, como un sector estratégico de la defensa que acompañe en la modernización y puesta al día de las necesidades de las fuerzas militares y que decididamente desarrolle un plan de expansión y captación internacional.

Estas son algunas de las ideas que las Fuerzas Militares, en su ánimo de cambio y adaptación, podrían implementar en este periodo de transición hacia la paz y que, necesariamente, darán frutos inmediatos para una Colombia moderna, más imbricada en el entorno regional y que todos demandamos como sociedad.

La necesaria transformación de las Fuerzas Armadas (Parte 1)

197 años de antigüedad tiene el Ejército Nacional de Colombia y en todos estos años han pasado por momentos de gloria, éxito, desazón y frustraciones.

 

Quizás sin dudarlo mucho, es el Ejército más importante en América Latina, por su nivel de combate en un conflicto armado interno, formación, capacitación, y sofisticación y por el numeroso personal que lo conforma.

El necesario proceso de paz significa que ese Ejército se tenga que transformar y adaptar a las nuevas circunstancias. Los nuevos desafíos que enfrentan en el territorio nacional y regional ameritan una reflexión que adquiere vigencia ante los retos de la implementación de los acuerdos de paz: ¿La actual misión del Ejército Nacional y todas las FFMM está alineada con los intereses del país, y su entorno cambiante?

Con el paso de los años, y después de estos más de 50 de conflicto armado con las guerrillas, las fuerzas militares han ido sacando pecho con pocos recursos y mucha imaginación, para poder estar a la altura de lo que la nación demandaba de ellas.

Hace tan sólo 15 años estaban arrinconadas y maltratadas por los cambios de estrategia de los grupos armados, que pasaron de la guerra de guerrillas, a la guerra de movimientos, demostrando capacidad y acción ofensiva para cumplir con su plan estratégico de la toma del poder.

El Plan Colombia y la mayor dotación de recursos del PIB del país al área de seguridad y defensa, hicieron que hoy en día las cosas sean distintas. Las fuerzas militares consiguieron con sus planes estratégicos de los últimos 15 años ganar la guerra y llevaron a la guerrilla de las FARC a la mesa de La Habana, donde el gobierno ha podido, después de cuatro largos años, lograr el acuerdo final, que, sin ser el mejor, llevará a Colombia por senderos de crecimiento económico y mayor desarrollo social.

Ya se ha dicho, esto se logró porque las Fuerzas Militares entendieron que era necesario el planeamiento y la ejecución a través de las operaciones conjuntas y coordinadas. Liderado por el Ejército, pero con el inestimable apoyo de las otras fuerzas, como la Armada y su Infantería de Marina, la Fuerza Aérea y por supuesto la Policía, han desarrollado muchos escenarios para que la paz también ayude a imaginar una nueva relación entre ellas y la sociedad colombiana.

Unas Fuerzas Militares, más transparentes, profesionales y, por supuesto, más cercanas a la población, que generen confianza para que su presencia en todo el territorio nacional sea valorada sin pero alguno. Que se corrijan los errores del pasado y se aprenda de aquellos desvíos que mancharon el nombre de una institución que vela por los intereses del Estado colombiano.

¿Cuál será el rol de las FFMM en un proceso largo pero muy retador para todo el país? Tendrán que definir sus nuevos roles e imaginar la hoja de ruta para sus años venideros en el concepto de la seguridad multidimensional.

Los enemigos están cambiando y por ello hay que adaptar los planteamientos que fueron exitosos en el pasado. La delincuencia organizada, el narcotráfico, la minería ilegal, los delitos ecológicos, el contrabando, el desminado, la protección de las fronteras, los desastres naturales, la extinción de los incendios, la cooperación internacional etc… Son algunos de los nuevos desafíos que enfrentarán los hombres y mujeres de las Fuerzas Militares.

Entorno en el que habrá que convivir con una desaceleración económica regional profunda, que impactará directamente a la economía y los recursos disponibles del Estado colombiano. Situación que afectará directamente lo destinado para estos nuevos desafíos y puede llevar al gobierno y a los altos mandos a decidir entre dos mundos: el primero, es optar por la reducción del pie de fuerza y mejora de recursos con equipos de última generación, más horas de vuelo y materiales más sofisticados; O, el segundo, dejar las cosas como hasta ahora y ver poco a poco disminuidas sus capacidades en el medio plazo.

En lo que podría llamarse una “nueva era de las FFMM” tendrán una mayor demanda de acción otras especialidades, como el cuerpo de ingenieros militares que ayudan en zonas del país donde desgraciadamente el Estado brilla por su ausencia y dan prontas y efectivas soluciones a problemas que afectan a los ciudadanos.

Necesariamente habrá que definir el papel de la Policía, muy numerosa y sofisticada, con recursos para jugar un papel fundamental en el desafío de la paz. Los roles de la Policía y las FFMM se mezclan en muchas actividades asignadas y muchas veces se confunden sin que ello mejore las tareas que ambas instituciones tienen encomendadas. Quizás ese Ministerio de Seguridad que en algún momento se pensó para modernizar la estructura del Estado, podría ayudar a la policía a retomar su identidad y marcar la hoja de ruta que la lleve a recuperar una parte del prestigio perdido por amenazas internas. La vocación de ser policías urbanas y menos rurales, llevarán a la institución a un giro fundamental en su estructura operativa.

Así las cosas, se vienen tiempos interesantes de cambios y de adaptaciones que se conseguirán con éxito si los altos mandos y los gobiernos buscan soluciones imaginativas y sintonizadas con los tiempos que vivimos, más tecnológicos, sofisticados y transparentes; más vigilados por la opinión pública a través de la nuevas lógicas de la comunicación. Si se toma el camino corto, los enormes retos puedan hacerse realidad en menos tiempo del que se espera.

Obviamente

Colombia vive un momento muy delicado. Su salud política está en cuidados intensivos. El “todos contra todos” se ha instalado en la opinión pública y las instituciones, otrora respetadas, son menos admiradas por los ciudadanos.

 

Parece extraño, pero no fue suficiente la llegada parcial de la paz tras el acuerdo con las FARC. Las imágenes que parecían impensables de los guerrilleros camino en las zonas veredales para ser filiados y desarmados con la supervisión de Naciones Unidas, tampoco fue suficiente motivo de satisfacción para una gran mayoría de colombianos.

Mejoras en algunos ratios sobre pobreza, incremento de las exportaciones, mantenimiento del desempleo, mejora de las producciones energéticas, comienzo del desarrollo en infraestructuras, tampoco colman las expectativas y lanzan a la mayoría a una desesperanza sobre futuro del país.

¿Entonces qué pasa? Obviamente lo que siempre criticamos desde la barrera. Que el país esté en manos de los mismos de siempre; que los ciudadanos estén atenazados por organizaciones “cuasi mafiosas” que manejan los sectores estratégicos que rigen nuestra vida diaria. Que la clase política pida “ayudas” para salir airosa en los procesos electorales, pero que nunca más se acuerde de devolver algo a los electores desinteresados.

Que la delincuencia siga campante por todo el territorio nacional, como si con ellos no fuera eso de la ley y de la justicia. Que el nivel de corrupción ahora y por arte de magia, sea un escándalo, como si no los hubiera a diario en los medios de comunicación, no, obviamente que la corrupción se vea fuera en otros, “pero que no me cuestione nuestros planes”.

Obviamente, parece que no nos gusta avanzar, ni que mejoren las instituciones, ni que los sistemas sean más transparentes. Nos gusta lo de siempre, que tengamos alguna ventaja sobre las reglas del juego. El famoso “usted no sabe quien soy yo” o la frase “quien hace la ley, hace la trampa”. Parece que así nos gusta estar, convivir en medio de toda una trama de corrupción institucional que afecta a millones de participes, obviamente es el juego habitual.

Este es un año clave, previo a las elecciones de 2018. Especialmente porque de nuevo hay que decidir quienes van a liderar el país en los próximos tiempos. Ya tenemos centenares de candidatos que van al Congreso y una docena más que aspiran a la Presidencia de la República. Obviamente hay que seguir igual, elegir a los mismos, dejarnos comprar el voto, aceptar coimas para las campañas, alimentar la torcida línea que garantiza un ganador, de un perdedor.

Otra vez, ¿dejaremos que compren nuestras voluntades? Y dejaremos que siga funcionando la economía sumergida a nuestro alrededor?. Dejaremos que empresas e instituciones vulneren nuestros derechos sin decir media palabra?

Obviamente las soluciones están en nuestras manos. Los votos deciden quienes de manera confiable van a buscar el bienestar de la mayoría. Deciden con qué criterio las instituciones van a respetar nuestros derechos y nuestras libertades. Los votos deciden sobre nuestra salud y la educación de nuestros hijos y claro está deciden al fin y al cabo, nuestro futuro como seres humanos.

Pero obviamente sería mucho pedir si pensamos que Colombia, ese gran país que tiene todo el potencial de mejorar y progresar, siga hipnotizado por el famoso realismo mágico, siendo esa la excusa de la ciudadanía para explicar todos los problemas que le agobian en el día a día.

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